Era uno de los conciertos del año, del presente y del que viene… Volvían a volar los cuervos negros en el formato Caín y Abel más otros músicos invitados y cumplieron de maravilla a pesar de que muchos echamos de menos miembros fundamentales, pero… el mundo gira y el negocio es el negocio. Y el planeta Tierra es mejor con los Black Crowes girando por mucho que podamos ver esta gira como un saca-cuartos a los fans, pero las 4.000 personas que estuvieron en el Sant Jordi Club disfrutamos de lo lindo con un concierto de aniversario del Shake Your Money Maker.
Las miradas de complicidad fueron las justas entre Chris y Rich, pero siguen dando para ser el gran grupo que se les supone y van armados con ocho personas en escena, además, el peso de los clásicos es abrumador. A ello súmale que son capaces de variarte el set de un día para el otro y que los teloneros son una de las bandas llamadas a enamorar a la escena retro rock actual. Festín de cuervos con lobos teloneando es un plato que hay que vivir y saborear.
DeWolff sin tiempo suficiente para enamorar
El trío de los países bajos siguen en su ascenso imparable y han conseguido ese sueño que es acompañar a sus ídolos de juventud. No os podéis ni imaginar hasta qué punto los Crowes han sido claves en este grupo, pero pronto lo podréis leer en la entrevista que pude hacerle a su baterista Luka Van de Poel antes del concierto de Madrid. No había mucha gente a esa hora, pero los que allí estaban sabían a lo que iban. Bajo un buen sonido y ante un inmenso logo del grupo atacaron “Night Train” de su próximo disco de estudio.
Gran combinación de voces entre los hermanos Pablo y Luka a la vez que Robin Piso disfrutaba de su órgano de época. Se dieron varios garbeos jamísticos con toda la clase que les caracterizan yendo del soul al rock, bajando al funk y todo con ese grandísimo telón en el que se iluminaba el ojo. A pesar de ser sólo 45 minutos el grupo va cambiando el set list de una noche a otra, demuestran todas sus virtudes técnicas y venden bien su propuesta.
Si les has visto alguna vez en su show completo, de teloneros se hace corto y no puedes llegar a entrar a fondo. Vale mucho más la pena el verles con su propio concierto, aunque cumplieron y dejaron impresionados a quienes les desconocían. Guardaron para el final los hits potenciales como son “Double Crossing Man” y “Deceit and Woo”, ambas del mítico Thrust. Hubo tiempo para hacer cantar al público, para un sols de batería y para que Pablo tirase de su español de primero de la EOI y de mucha simpatía.
A pesar de los precios demenciales de sus camisetas Pablo nos enseñó desde las tablas la blanca y la negra, regalando la blanca al público. Hubo ese momento cachondo en el que lanza la camiseta y le va al segurata. La negra dijo que era ideal para llevar en funerales, pero que no la iba a regalar pues mañana asistía a uno. Genios y figuras a los que no se les hace grande un escenario importante. En febrero vuelven, y en cada venida la sala es más grande.
The Black Crowes nos dan un atracón de clásicos con muchísima clase
Momento mágico de inicio con esa intro con luces apagadas en la que se mostraba una vieja gramola en la que sonaba el clásico de Elmore James, la misma que da título al primer disco de los cuervos. En un lateral, una especie de pub con taburetes, camarero y clientes. Muy original, tanto como la entrada de Chris con un paraguas. Ocho músicos en total sobre escena incluyendo un par de coristas con doraditos de anuncio de Freixenet. Una rubísima y otra morenísima, ambas dando un plus de color a los temas con sus coros y danzas.
Empezarían con la atemporal “Jealous Again” y con ella los 4000 presentes empezamos a bailar. Notamos que su líder y vocalista no tenía las cuerdas vocales calientes y sufrió en esta y en la siguiente “Twice As Hard”. El grupo estuvo perfecto consiguiendo un feeling impresionante y lucían esos enormes focos laterales de aspecto de fotógrafo de principios del siglo XX. Chris se dirigió al público antes de marcarse una espectacular “Sister Luck”. Qué grande es ese disco…
“Could I’ve Been so Blind” fue presentada como que no era una canción de amor. En esta pudimos saborear el groove de Brian Griffin a la batería, perfectamente acompasado con el gran Sven Pipien al bajo, el único superviviente al que no han dejado volar los córvidos hermanísimos. Por cierto, miradas e interacción entre ellos… justamente lo necesario. Contrastaba su actitud distante con lo colorido y cálido de canciones como “Thick n’ Thin” o la celebérrima “Too Hot to Handle”. Cuando suenan los clásicos más odio a la gente que los graba con el móvil, tanto o más que a los que hablan a gritos de sus tonterías.
Antes hubo la genial “Seeing Things” en la que el vocalista se queda solo cantando (ya en plenas facultades) y con el teclado de Erik Deutsch iluminado por los focos en el amplio solo. Había hasta cuatro cañones de luz desde la torre de la mesa de sonido. Y luego cayó uno de los momentos más esperados como fue la interpretación de “She Talks to Angels” con un inspirado Rich a las seis cuerdas. Sencillamente preciosa.
Ya en “Struttin’ Blues” las coristas ponen el derroche de coros y feeling, contrastando con las canciones previas en las que toman asiento en taburetes de bar, pero aun así apoyan con sus voces a la música de los cuervos. “Stare It Cold” completó ese disco y la siguiente parte empieza con una sorpresa inesperada: “Goodbye Daughters of the Revolution” del disco Warpaint. A pesar de no tener el peso de los clásicos esos aires sureños y esas guitarras suenan a gloria.
Tiempo para canciones fundamentales, y “By Your Side”, era de las más deseadas con ese delicioso riff tan definitorio del grupo. El ritmo era alto y las canciones se sucedían rápido, tanto, que sin darnos cuenta, ya estábamos en la recta final. “Wiser Time” fue de lo mejor de la noche, joya del Amorica, y luego esa dupla maravillosa formada por “Remedy” y “Thorn in My Pride” (con solo de harmónica incluido). Aquí sí que muchos despegaron, pues Shake Your Money Maker es enorme, pero… The Southern Harmony and Musical Companion es absolutamente monumental.
Quedaba el bis y la sorpresa volvió a tomar el Sant Jordi Club puesto que pocos esperaban algo tan genial como la versión de David Bowie “Moonage Daydream” que en sus manos suena a gloria. Soy de los que cruzaba los dedos esperando el “Oh Well” de Fleetwood Mac, pero esta versión de Bowie no la tenía controlada y me pareció sublime. Enorme Rich en el divertido solo y el flow de todo el grupo ya no en este tema, durante todo el concierto.
Aplaudimos mirando el reloj y quejándonos que para ser una gira tan especial podían haber estirado el vuelo unos 20 minutos más. Eso, los precios del merchandising, los dos primeros temas con Chris pasando apuros al cantar y el echar de menos a los miembros clásicos es lo único achacable a un concierto inmenso. Todo queda en minucias cuando The Black Crowes se marca un concierto de este nivel.
No siempre es fácil estar a la altura de las expectativas, por lo que los hermanos tienen muchísimo mérito con lo que han armado. Salimos satisfechos del festín de cuervos a manos de nuestros Robinsones favoritos. Por favor… tráiganlos a los festivales veraniegos, que hay ganas de volverlos a ver.