Una vez más, Science of Noise se hace presente en el Festival Cruïlla. Este festival de música, el preferido de los barceloneses y sus alrededores, regresa al Fòrum en una calurosa y bochornosa edición, debido a la humedad, claro está. Los más observadores habrán notado que solo cubrimos las tres primeras jornadas, ya que el sábado no estaba incluido en nuestra acreditación de prensa. Fueron tres días sin agotarse las entradas, lo cual nos permitió movernos con comodidad y disfrutar mejor de grandes conciertos de todos los estilos que uno pueda imaginar.
Primer día: los ritmos urbanos invaden el Fòrum
El intenso sol fue el principal inconveniente de la jornada inaugural del Festival Cruïlla. Un día marcado por las músicas urbanas y los guiños a los jóvenes que inundaron el recinto en busca de estos sonidos más actuales. Es curioso observar cómo cambia el público objetivo del festival día tras día y, con ello, el tipo de audiencia. Aun así, 15.000 personas asistieron a la primera de las cuatro noches que nos ofrecía el Cruïlla.
La decimocuarta edición del Festival Cruïlla volvía con cinco escenarios distribuidos de manera cómoda por el recinto, incluyendo dos escenarios pequeños pero destacados por sus nuevas propuestas: el Johnnie Walker y el Vallformosa. Los nombres más grandes del miércoles eran 31 FAM, Trueno y María Becerra. Debo admitir que conozco poco sobre estos artistas, así que no puedo contar mucho más allá de lo visto en vivo y en directo.
Desde Argentina y con la música urbana como bandera, Trueno actuaba en el escenario Occident (¡qué buena ubicación tiene este escenario, qué acierto!). Su rap contemporáneo, ideal para cantar a pulmón, nos sorprendió con una colaboración inesperada con María Becerra, la gran apuesta del día. La escena urbana continuó representada por 31 FAM, la banda catalana que regresó más fresca que nunca con hits como «AL CANTU» y «Bona vida», convirtiendo el recinto en una pista de baile improvisada. El escenario, vistoso y animado con bailarines y gente de apoyo, endulzó una propuesta juvenil. María Becerra y su mezcla de trap y reguetón fueron los vencedores de la noche. Con una puesta en escena muy actual y un carisma innato, la joven argentina conquistó al público en su visita al Cruïlla.
Segundo día: ¡a bailar!
Si el primer día fue el de las músicas urbanas, el segundo ha sido el de las músicas latinas, con más de 15.000 personas que convirtieron el Parc del Fòrum en una gran pista de baile. La vuelta de Chucho Valdés y su homenaje a la banda Irakere 50, con la que 50 años atrás logró traspasar fronteras fusionando la música cubana y el jazz, abrió el escenario Estrella Damm con una energía sensacional. Este emblemático artista marcó el rumbo de una jornada dedicada a la música latina, donde la salsa, la timba, el son, la guajira y otros sonidos resonaron en los escenarios del Cruïlla 2024.
Después de que Cuba, Venezuela y Barcelona inauguraran los escenarios de este jueves, tomaron el relevo Colombia y Puerto Rico con Grupo Niche y Olga Tañón en los grandes escenarios de Estrella Damm y Occident. La banda, uno de los mayores exponentes de la salsa latinoamericana, cantó con razón «Algo que se quede», mientras que la diva puertorriqueña se ganó su seudónimo de La Mujer de Fuego: pasión y energía la representan después de más de treinta años pisando grandes escenarios y manteniendo su esencia. La leyenda Óscar D’León cerró la segunda noche del festival con un concierto en el que aprovechó para celebrar sus 81 años.
Otras propuestas algo más alejadas de los sonidos latinos fueron las del catalán Albert Pla y su estilo transgresor y vanguardista, así como La Plazuela con su funk nacido en Granada. Dos propuestas versátiles, cómodas y menos concurridas. Una velada así no podía acabar de otra forma que con un gran sarao. Una vez más, la fiesta de Ladilla Rusa cerró la noche con sus hits mamarrachos y un humor único, celebrando una noche llena de baile.
Tercer día: revival de calidad con Amaral y Avril Lavigne
Otra jornada de bochorno barcelonés y 22.000 espectadores congregados en el Parc del Fòrum para la tercera jornada del Cruïlla. Esta vez, una jornada más afín a la mayoría, con bandas consagradas del mundo del rock y pop. Cuatro grandes nombres dominan el día: el doble combo inglés formado por The Kooks y Kasabian, la canadiense y plato fuerte de la noche, Avril Lavigne, y la banda maña Amaral. Cuatro nombres imprescindibles.
Arrancaba, ya sin el sol de justicia, el esperado concierto de The Kooks. La banda inglesa bromeó de buenas a primeras sobre la inminente final de la Eurocopa de fútbol que enfrentaba a España e Inglaterra. Pero no nos importaba, teníamos ganas de cantar y disfrutar junto a ellos, fueran de la nacionalidad que fueran. Los de Brighton celebran 20 años de carrera; ya no son esos chavalillos que nos enamoraron en 2006 con su celebrado disco debut Inside In / Inside Out (2006), pero siguen poseyendo ese carisma que los hace tan especiales.
La banda liderada por el carismático Luke Pritchard sacudió los cimientos del Fòrum a base de indie rock, despachando himnos generacionales como “Seaside”, “See the World” y “Do You Wanna”. Y dejaron para el cierre la magnífica “Naive”, que arrasó sin piedad tras una hora y cuarto de show.
Tras The Kooks, la doble propuesta nacional ocupó los escenarios colindantes. Por un lado, Shinova desplegaba su indie pop sensual en el escenario Vueling, mientras que Rayden, con su fusión de rap y rock alternativo, llenaba la pista frente al escenario Occidente. Ambas propuestas eran interesantes para pasar el rato esperando el plato fuerte de la tarde: Avril Lavigne.
La única e irrepetible Avril, musa de nuestra juventud convertida en una estrella global con un marcado espíritu punk, se preparaba para regalarnos, seguramente, los mejores 90 minutos de música del fin de semana. Personalmente, tenía muchas dudas sobre cómo sería un concierto suyo hoy en día. Cómo sonarían esos himnos de juventud cantados por una mujer ya cerca de los 40. Pero Lavigne disipó todas mis dudas en cuanto saltó al escenario y entonó las primeras frases de “Girlfriend”. Entonces supe que sería un gran concierto. La artista se mostró mucho más cercana de lo que podía imaginar, cariñosa y amable. Agradecida.
“Complicated” sacó el 90% de los teléfonos de los bolsillos, destinados a molestar e inmortalizar el momento. Por cierto, esto es algo que se repite en la mayoría de los festivales de este país: la molestia. La gente habla sin parar, ya sea en segunda fila frente al escenario principal con su banda preferida, o en corrillos más alejados. Por dios, qué pesados sois.
Cerrado el inciso, regreso a la emotiva “Complicated”, que me transportó a mis años mozos en un viaje personal que no terminó hasta que Amaral cerró su concierto tres horas más tarde. Avril nos regaló un repertorio mágico, lleno de momentos especiales y emotivos como cuando tocó “My Happy Ending”, cuando versionó “All the Small Things” de Blink-182, cuando nos hizo saltar como locos con “Sk8er Boi” y con el delicado cierre con “When You’re Gone” y “I’m With You”. Genial en todos los aspectos. Además, lanzó púas, firmó autógrafos y bajó al foso a abrazar a los fans de las primeras filas. Todo lo que un cabeza de cartel debería hacer, siempre. Gracias, Avril.
Sin tiempo para llegar cómodamente al escenario Occidente, arrancó con fuerza el esperado concierto de Amaral. La icónica artista zaragozana, guitarra en mano y con ese vozarrón impecable que posee, nos regaló otro concierto que será difícil de olvidar. Eva y Juan (con el permiso del resto de la banda que los acompaña) tienen una prestigiosa carrera repleta de himnos que han sido la banda sonora de muchos de nosotros, queriendo o sin quererlo. Es imposible no cantar a pulmón esas canciones que residían en el magistral Pájaros en la cabeza (2005), como “Días de verano”, “El universo sobre mí”, “Resurrección”, “Salta” o “Marta, Sebas, Guille y los demás”. Estamos hablando de uno de los mejores discos de pop-rock de nuestro país de todos los tiempos. ¿O no?
Amaral se atrevió tímidamente con el catalán y se mostró cercana y muy agradecida por la oportunidad de estar en el festival. Lo demostró sobradamente, regalándonos un concierto magistral. Tampoco faltaron en el repertorio “Sin ti no soy nada” y “Toda la noche en la calle”, ni el himno “Moriría por vos” con esas líneas dedicadas al gran Nicolas Cage. La Amaral más reivindicativa también brilló con canciones como “Revolución” o “Salir corriendo”.
Guitarra en mano o a capella, Eva Amaral fue un torbellino, secundada magistralmente por el donostiarra Juan Aguirre con su guitarra. La banda logró que todo el recinto cantara con ellos, sin importar la edad o condición; todos fuimos uno disfrutando de un concierto que será difícil de olvidar.
Tras dos conciertos impecables y ya pasada la medianoche, Kasabian se hacía cuesta arriba y, de hecho, el recinto se vació de forma sorprendente. Los británicos son difíciles de ver, especialmente en sala, por lo que quedarse a disfrutar de su indie psicodélico era casi una obligación moral. Sin embargo, el cansancio, sumado a la humedad que se pegaba en los huesos, hacía mella, dificultando el disfrute del concierto como se merecía.
Entraron a matar, tanto que incluso vestían manga larga (¡horror!). En pocos minutos, se adueñaron de la resistencia de fans que evitaban desfilar hacia sus camas. Hiperactivos y rockeros, Kasabian desplegaron temazos durante la primera media hora. Sin embargo, luego llegó un declive de potencia que nos impidió sobrevivir a su concierto. Apuntaba maneras, pero el horario fue demasiado exigente para aguantar hasta el final.
Y llega el momento de hacer balance. Por un lado, el ecléctico cartel del Cruïlla abarca muchos estilos, pero la distribución por días es ideal. Cada jornada tiene su temática, sin mezclar estilos opuestos como los del miércoles con los del viernes. Además, y no lo he mencionado antes, el Cruïlla no es solo música: el arte urbano está por doquier (¡algunas piezas son increíbles!), y también nos acercamos al escenario Vallformosa a ver la comedia (aunque tengo que admitir que nunca me ha gustado este estilo de comedia).
A nivel musical, el festival es un acierto. Muy cómodo, con escenarios bien ubicados y con fácil movimiento incluso cuando hay mucha gente. El personal, en su mayoría, es simpático, algo que también se agradece. Mi única crítica, y no es para la organización, es que el público cada vez es más molesto. Ir a un festival se ha convertido en un acto social, y molestar a quienes van a disfrutar de la música parece estar a la orden del día. ¿Quizás se podrían adaptar zonas “silenciosas” donde el público solo va a disfrutar de la música en directo sin hablar con el de al lado? Sería muy interesante esta propuesta.