Cuando se anunció la trágica muerte de Taylor Hawkins en 2022, el mundo del rock se quedó en shock. Hawkins no era solo el batería de Foo Fighters, sino una pieza fundamental de la banda, cuyo talento y carisma aportaban una fuerza difícil de encontrar. Foo Fighters fue, para much@s, un primer amor musical, y con Hawkins tras los parches, su sonido se volvió aún más icónico. Al celebrar los 25 años de There Is Nothing Left to Lose (1999), el tercer álbum de estudio de la banda, no solo honramos un álbum fundamental, sino también la memoria de un músico que cambió la vida de sus seguidores. Este álbum tiene un lugar especial en la historia de Foo Fighters, no solo como un giro hacia lo melódico, sino también como el primer disco que Hawkins grabó junto a Dave Grohl y Nate Mendel, definiendo el sonido de la banda para siempre.
There Is Nothing Left to Lose fue el primer disco que Foo Fighters grabó como trío, con Grohl a la guitarra y voz, Mendel en el bajo y Hawkins en la batería. La banda había nacido de las cenizas de Nirvana y se enfrentaba a desafíos internos y cambios de formación en sus dos primeros discos. Después de que Grohl regrabó las baterías en The Colour and the Shape (1997), el batería original William Goldsmith dejó la banda, y Grohl se puso en contacto con su amigo Taylor Hawkins para que le recomendara un reemplazo. Sin embargo, en lugar de sugerir a alguien más, Hawkins dejó la banda de Alanis Morissette para unirse a Foo Fighters. Fue una decisión que sorprendería a Grohl, pero que con el tiempo se convertiría en uno de los pilares del grupo y marcaría el comienzo de una de las colaboraciones más icónicas en el rock moderno.
En 1999, There Is Nothing Left to Lose representó un cambio. La banda optó por grabar en un estudio casero, alejándose de las presiones comerciales y buscando un sonido más introspectivo y melódico. Desde la primera canción, «Stacked Actors», se siente la química y la dinámica de este trío de músicos en su mejor momento. La canción abre con un riff mordaz que introduce el tono del álbum: sincero, sin pretensiones, pero también cargado de emoción.
Los primeros tres temas del disco —»Stacked Actors», «Breakout» y «Learn to Fly»— son una explosión de energía y melodía; una puta maravilla de inicio. Esta tríada inicial marca la pauta de un álbum que, aunque explora un sonido más suave que sus antecesores, no pierde el filo característico de Foo Fighters. De estos tres, «Breakout» destaca especialmente en mi corazón y, posiblemente, sea la canción favorita de la banda para much@s fans. El videoclip, dirigido por The Malloys, sirvió como promoción para el clásico dirigido por Bobby Farrelly y Peter Farrelly Me, Myself & Irene (2000) e hizo un guiño al personaje con doble personalidad de Jim Carrey en el filme. En el video, que podéis ver por aquí, Dave Grohl interpreta a un personaje con un desorden de personalidad múltiple mientras lleva a su novia al autocine, y aparecen también actores de la película como Traylor Howard, Tony Cox, Anthony Anderson, Jerod Mixon y hasta la madre de Grohl, Ginny, como la mujer que le insulta desde otro coche.
«Breakout» es una de esas canciones que te atrapa en sus coros desenfrenados, perfecta para un viaje en carretera con el volumen al máximo, una verdadera joya en la discografía de Foo Fighters. «Learn to Fly» se convirtió en un himno universal, recordando la esencia nostálgica que much@s artistas intentan replicar sin éxito. A lo largo de 25 años, estas canciones siguen representando lo mejor de la banda: equilibrio entre furia y ternura, entre gritos y melodías.
En este álbum, Foo Fighters logra un balance perfecto entre temas potentes y otros más melódicos, y esa dualidad se refleja en canciones como «Generator», que se inicia con un riff de talkbox absolutamente icónico y crea una atmósfera que evoca un verano eterno, nostálgico y aún presente en el imaginario de sus oyentes. Para aquell@s que no lo sepan, un talkbox es un aparato que convierte a cualquier guitarrista en ventrílocuo musical de un día para otro, una especie de caja que, mediante un tubo de plástico en la boca, envía el sonido de tu guitarra (o teclado) directamente a tu boca, permitiéndote moldear el sonido con tus labios como si hablaras, al más puro estilo Peter Frampton o Bon Jovi en «Livin’ on a Prayer».
«Aurora» es otro punto álgido, con un riff melódico que representa a la perfección la sensibilidad de la banda y muestra una cara más introspectiva de Grohl.
«Live-In Skin» y «Next Year» añaden capas de emotividad y sutileza, ofreciendo un respiro sin perder la intensidad. «Next Year», en concreto, es como una carta de despedida y esperanza, con una estructura melódica que captura la esencia del álbum y deja claro por qué sigue siendo una de las canciones más desconocidas para el gran público y, a la vez, más queridas por l@s fans.
Luego llega «Headwires», un tema que siempre me emocioa, y «Ain’t It the Life», uno de los temas favoritos de Grohl y Hawkins, según he leído. Con una cadencia más calmada y la guitarra suave, es una invitación a disfrutar del momento y capturar esa belleza efímera de la vida, como sentarse en un porche al atardecer, donde el tiempo parece detenerse. Brillante, sin más, casi mágica.
Finalmente, There Is Nothing Left to Lose se despide con «M.I.A.», un tema que une todos los elementos explorados a lo largo del álbum y cierra el viaje con una sensación de renovación y satisfacción. Este álbum está diseñado para escucharse como una experiencia completa, y su estructura secuencial demuestra una madurez en la banda que, a 25 años de distancia, sigue siendo evidente.
There Is Nothing Left to Lose es más que una colección de canciones; es una obra que marcó el inicio de una era en Foo Fighters, y una de las grandes colaboraciones de Dave Grohl y Taylor Hawkins. Representa un momento en el que la banda exploró su esencia y logró una conexión auténtica con su público. Hoy, después de 25 años, recordamos este álbum no solo como un capítulo esencial en la existencia de la banda, sino como un tributo a la química y camaradería que Hawkins trajo a la banda. Gracias por tantísimo, Taylor. ♥
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.