Después de haber dado el paso tan valiente que dieron con Les irreals visions (2017), en el que asumieron el catalán como su única lengua comunicativa, definieron definitivamente su estilo lejos del black metal que les caracterizó en sus primeros años y consiguieron el soporte de una discográfica tan comprometida con este tipo de proyectos como es Season of Mist, ahora llega la hora de la verdad para Foscor. Porque ese trabajo fue un éxito entre la crítica y el público (no sé si a nivel de ventas – me temo que eso no tanto, por desgracia – pero indudablemente sí a nivel de opinión y respuesta), pero lo complicado de verdad es mantenerse y ser capaces de, ahora sí, hacerse un nombre definitivo en la escena internacional con un estilo que les defina al 100%.
Ya hace años que tanto Foscor a nivel de banda como sus miembros de forma individual (componentes a su vez de grupos tan reconocidos como Graveyard o Vidres a la Sang, por citar solo un par), gozan de una reputación, de un aprecio y de un respeto más que considerable entre la comunidad metálica de Barcelona y Catalunya. Sus conciertos aquí (pocos, porque tampoco se prodigan en exceso) se cuentan como pequeños eventos, y tampoco son inabituales de festivales y otros tinglados especializados (o incluso más genéricos) del resto de la península. Y aunque crecieron como banda de black metal y de ahí salió la mayor parte de su fanbase, su trabajo anterior llegó como una agradable sorpresa, un salto al vacío para intentar ofrecer una propuesta lo más personal posible que les permitiera hacerse finalmente un nombre y un hueco en la complicada Europa (y más allá).
Es posible que eso no ocurriera tanto como querían a estela del brillante Les irreals visions, un disco que, más allá de su indudable calidad, tuvo el gran mérito de reunir elogios unánimes del público a pesar de suponer un cambio bastante radical en su propuesta musical. Durante este ciclo solo pudieron salir una vez fuera de nuestras fronteras acompañando a Vulture Industries, de manera que la deseada invasión internacional de Foscor ha tenido que esperar, almenos, un disco más. Pero si en Les irreals visions la banda catalana dio el salto necesario a una discográfica del alcance, la capacidad y el criterio de Season of Mist, ahora se han atrevido al siguiente paso: enrolarse en el roster de Doomstar Booking y, con ello, meterse de lleno en el fregado de potenciales giras internacionales.
Les irreals visions y Els sepulcres blancs son las dos primeras partes de una trilogía conceptual y musical que (evidentemente) tendrá su conclusión en el próximo disco de los catalanes. Aunque distan mucho de ser un calco uno del otro, las similitudes entre estos dos trabajos son evidentes, tanto a nivel estilístico como musical, temático e incluso visual. A Foscor siempre les ha gustado mucho cuidar hasta el último detalle de sus obras, y la coherencia entre todas las vertientes artísticas de este trabajo es deliciosa e intachable. Al igual que el modernismo catalán que les sirve de inspiración e hilo conductor, los barceloneses tienen muy presente que sus producciones artísticas deben ser un ejercicio multidisciplinar y con un significado global más allá (pero siempre alrededor) de lo estrictamente musical.
Si en Les irreals visions se trataba esa idea modernista por la cual el mundo podía ser cambiado a través del arte, ahora el viaje es mucho más introspectivo. «Els sepulcres blancs» fue una obra teatral del dramaturgo modernista Jaume Brossa, y representan, en una metáfora onírica, esos estadios justo anteriores al sueño en los que se dice que vives en la máxima intimidad contigo mismo. Este cambio de paradigma de lo externo a lo interno se refleja también en la portada y la línea visual del disco: la misteriosa mujer que ilustraba Les irreals visions vivía a campo abierto, a merced de los vientos, mientras que ahora esa misma figura femenina y sugerente se nos muestra mucho más cercana, íntima, protegida y reservada.
Al igual que en Les irreals visions, y así es desde la marcha del batería Nechrist después de Those Horrors Wither, el núcleo compositivo y conceptual de la banda sigue formado por Falke y Albert Martí en la parte musical y por Fiar a cargo del concepto y del contenido lírico. Pero aunque ellos tres son quiénes cargan con la responsabilidad de marcar el camino, tanto Esteban Portero al bajo (aunque no lo toca en el disco) como el propio Jordi Farré tras los parches completan oficialmente un line up que ya se ha mostrado con estas cinco caras a lo largo de los dos últimos años, pero cuya incorporación no se ha materializado hasta hace poco. A la hora de la verdad, de todas maneras, no ha cambiado casi nada ni en las dinámicas de estudio ni en las de directo entre este trabajo y el anterior.
Cuando comentábamos las bondades de este Els sepulcres blancs en la redacción, alguien dejó ir que «Foscor ahora no hacen ni metal«. Yo no me atrevería a afirmar tal cosa, claro, pero no hay duda que en este disco los catalanes han trabajado duro en deconstruir algunos de los elementos habituales del género y, de paso, sorprender un poco más a los que no esperaban tales sorpresas. Hay menos capas y, en consecuencia, la música es menos densa. Las estructuras son más sencillas y más básicas. Pero por encima de todo, en este disco no hay distorsión en las guitarras. Eso puede parecer anatema en un disco de metal, pero creo que no les quita un ápice de fuerza y de hecho, no es ni tan siquiera algo de lo que me diera cuenta inmediatamente.
El marcado pero cohesionado contraste entre las guitarras, los arreglos y la voz, etéreas y atmosféricas, con la intrincada y por momentos frenética batería de Jordi Farré (este tío es un crack toque lo que toque) consigue un efecto altamente convincente: Els sepulcres blancs suena lánguido, melancólico y emocional sin estar exento de la energía y la potencia que podemos exigirle a un trabajo así. En este sentido, cabe destacar una vez más el buen trabajo a la producción de Javi Félez (compañero de Fiar en Graveyard) en sus Moontower Studios, que también salió de su zona de confort par completar un nuevo éxito en su ya dilatada carrera tras la mesa de mezclas.
Pero a pesar de la aparente sencillez sónica que se introduce aquí, debo confesar que me costó un poco hacerme con este disco. No sé si inconscientemente (e inevitablemente) lo comparo con Les irreals visions, un trabajo que me entró de inmediato y con mucha fuerza, pero en este caso tuve que picar algo de piedra para quedar finalmente atrapado por las inquietantes atmósferas que pueblan los poco más de treinta minutos que dura este disco. Eso sí, a la que ha conseguido hacerlo (es verdad que yo también he insistido lo suyo) me ha parecido un disco valiente, brillante y lleno de matices para ponerte una vez tras otra hasta acabar empapado y atrapado en la telaraña sonora que los chicos de Foscor nos proponen aquí.
Siete cortes y 35 minutos pueden parecer poco a día de hoy, pero cuando en ese espacio eres capaz de decir todo lo que tienes que decir, entonces el minutaje es más que suficiente. Y realmente, aunque la línea estilística está muy marcada a lo largo del disco y no cambia nunca radicalmente, encontramos matices y detalles por todos lados. Un piano evocador y una ligera ventisca acompaña la entrada de Fiar y de su voz nasal en los primeros compases de «Laments», una canción excelente que actúa casi de introducción a lo que iremos viendo aquí a base de pasajes repetitivos, bajos danzarines, voces etéreas y acumulaciones de energía contenida que se expulsa con toda la fuerza en aquellos momentos en los que la batería se desata con ritmos más alocados.
«Els colors del silenci» tiene un espíritu extremadamente melódico y está repleta de riffs y punteos limpios quedan muy curiosos y resultones encima de los incontenibles blast beats que la trufan aquí y allí. Con una línea vocal especialmente inquietante y continuos juegos de contrastes, acaba resultando un tema muy adictivo a pesar de no encontrarse entre mis favoritas. La melodía y la delicadeza nos toman por completo con «Malson», quizás el corte más suave y dulce de la carrera de Foscor, con un estribillo pegadizo e infeccioso preparado para saltar a la yugular del más pintado en cualquier momento y una falta de estridencias y de ataques de velocidad inaudito en la banda. Según Spotify, éste ha sido el más exitoso de los tres avances del disco, y la verdad es que no me extraña. De hecho, también por su lejanía de los parámetros habituales de la banda, este «Malson» se postula como uno de los momentos más destacados y que más dará que hablar de este trabajo.
De todas maneras, y aunque lo que hemos visto hasta aquí me gusta sin demasiadas reservas, mi sección favorita del disco es definitivamente la formada por el trío «Secrets», «Cel rogent» y «Cançó de mort» que viene a partir de ahora. La primera de ellas es verdaderamente inquietante y los redobles de goliath y bajo que marcan la mayor parte de su evolución me parecen absolutamente infecciosos. También la voz marca desarrollos magníficos, y la introducción ocasional de algunos coros femeninos y fantasmagóricos se me antoja como todo un acierto. Aunque hay varios momentos en los que parece que se van a lanzar a por todas, la el ritmo de la canción siempre acaba conteniéndose y manteniéndose bajo un cierto control no exento de pequeños desbarres post muy atractivos.
«Cel rogent» fue el primer adelanto del disco, y a mí me parece un temón. No me lo pareció cuando salió, ojo, ya que mi primera impresión es que era un poco más de lo mismo que ya nos habían ofrecido dos años antes en Les irreals visions. Pero a medida que he ido escuchándolo he descubierto un corte potente, peligroso, misterioso y también lleno de personalidad que, para mí, es el single que mejor define el momento que vive la banda. Aparentemente todos los instrumentos van un poco a su aire, pero por arte de magia acaban creando un todo compacto, conciso y pegadizo a base de blast beats, solos melódicos, un estribiilo magnífico, un bajo grave y potente y el velo de dramatismo que aporta la impertérrita melodía vocal.
Si tuviera que escoger un solo tema de este disco, muy probablemente sería «Cançó de mort». Repitiendo una estructura habitual y recurrente, empieza a modo de intro y apuesta de nuevo por un potente redoble de goliath para vestir sin prisa su primer par de minutos. El build up que se crea mediante pequeños arreglos y toques de guitarra una vez acaba esta primera parte es verdaderamente maravilloso, y la cantidad de energía que se acaba concentrando en mis auriculares justo antes de la feroz explosión que tiene lugar poco antes del minuto cuatro es quizás el momento más memorable de todo el disco. Una canción, por cierto, que cuenta con la ayuda a las voces del señor sG de Secrets of the Moon, cuyo improvisado catalán con acento alemán da perfectamente el pego en las líneas que le toca pronunciar.
Sin casi darnos cuenta llegamos al final del disco, y con él a «L’Esglai». Quizás se trata de un tema algo más complejo estructuralmente que el resto de los cortes que encontramos aquí, pero aún así sigue todas las directrices que definen Els sepulcres blancs, incluidos los coros fantasmagóricos y una de las melodías vocales más deliciosas y evocadoras de todo el álbum. También, con siete minutos, se trata de la canción más larga de todas, algo que se puede explicar, quizás, ante la evidencia que no tiene ninguna prisa en evolucionar lentamente de un a otro estado de ánimo para llevarnos al final de este fascinante viaje onírico.
El nuevo camino que ha tomado Foscor puede gustar más o menos entre la metalada, pero lo que nadie les puede negar es que tienen las cosas muy claras y las gónadas bien puestas para embarcarse en un viaje hacia lo desconocido en el que dar a conocer lo particular que es su propuesta. Por ello se han convertido, quizás, en la banda más personal del panorama metálico catalán. Después de haberlo escuchado muchas veces (16, de acuerdo a mi amado last.fm), quizás Els sepulcres blancs no me flipa tantísimo, en global, como lo hizo (y lo sigue haciendo) Les irreals visions, pero tampoco me parece que quede demasiado lejos. Excelente trabajo de nuevo de unos Foscor que se merecen todo lo bueno que les pueda pasar por su valentía, talento y decisión. Muchas ganas de ver hasta dónde les pueden llevar estos sepulcres blancs.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.