Lo ha vuelto a hacer… Gary Hughes vuelve a firmar un disco más que redondo y capaz de emocionar a todos los seguidores de Ten, si bien esta vez ha optado por grabar material en solitario. El caso de los británicos Ten es similar al de los daneses Royal Hunt puesto que ofrecieron a mediados de los 90 unos productos de calidad inmensa, que aportaban aire fresco al hard rock, y con un estilo personal totalmente reconocible, pero… nunca despegaron.
En el caso de Ten el problema siempre fue que es un grupo muy caro de ver sobre las tablas y que parece casi como un proyecto de estudio. Eso no impide a su líder el demostrar su excedente de ideas y que la discográfica Frontiers le apoye como merece. Colaboran esta vez con él sus compinches en Ten como son Dann Rosingana a guitarra y bajo y Darell Treece-Birch a la batería y los teclados. Con eso se basta para firmar un trabajo potente y creativo. Quizá sea algo más suave que lo que nos suele ofrecer con Ten. Hacía ya dos lustros que no ofrecía material bajo su nombre en solitario.
“All at Once It Feels Like I Believe” es un perfecto ejemplo de la capacidad compositiva de este maestro, que, a pesar de no poseer un vozarrón, sabe adaptarlo a la perfección a las tesituras melódicas que siempre ha demostrado. Bonitos teclados y la fórmula verso + puente + estribillo, de manual. La energía no decae y el ritmo se acelera en la certera y pegadiza “Electra-Glide”, otra de las grandes del disco, de estribillo pegadizo y que funcionaría perfectamente en directo (si es que algún día Hughes tocase en directo).
Para mi gusto en “Lay Down” se pierde en minutaje y exceso. Una lástima pues el inicio del disco es radiante como pocos. Hay coros femeninos de apoyo por parte de Karen Fell y una base algo Beatles, si bien metalizada. Los 80 despuntan en “The Runaway Damned”, con un poso evidentemente Bruce Springsteen con arreglos de Ten. De verdad que es una composición brillante que enamorará a todo fan de Gary Hughes. El arranque del estribillo es genial.
Un medio tiempo típico de Ten es “Screaming in the Halflight” combinando teclados y guitarra con muy buenas maneras y con todo ese sentimiento que desprenden, además de los juegos de coros. Juguetón estribillo para “Waterside”, que ha sido single claro para Hughes. Buenas vibraciones y feeling cargado de coros, aunque quizá con el almíbar subido. Hay un riff de corte oriental original y pegadizo.
De entre lo mejor del disco está ese “Video Show” en el que la guitarra anticipa el verso. La producción de la batería la hace sonar algo robótica, si bien ese es uno de los sellos de identidad de Hughes y Ten en el fondo. “Save My Soul” es tan melódica como efectiva y siempre en la línea Ten. Hay la marca de sonido de Hughes como vocalista y productor, sedosa y pulcra.
“Seduce Me” tiene aires más a lo Whitesnake o Bon Jovi, con ese gran riff de guitarra de base y ese deje vacilón para finalizar luego con ese amago a power ballad con pianos y unos teclados retro en la gran despedida que supone “When Love Is Done”.
Ha habido discos de Ten que me han aburrido en sobremanera, por lo que sorprende que este gran compositor no haya guardado parte de este material tan bueno para el próximo disco del grupo. O Hughes está en un momento dulce, y con excedente de ideas, o… apunta demasiado alto. Por otro lado, ha editado recientemente un doble disco recopilatorio de su material en solitario, así que nos golpea por partida doble y con ganas. Lejos quedan esos malos rollos de la suspensión del concierto en Madrid y del pollo que se montó en redes. Lo que no convence a nadie es la portada con una foto sin nada especial.