De un tiempo a esta parte vengo diciendo que, a mí juicio, la aparición de los suecos Ghost es lo mejor que le ha pasado al panorama rockero en los últimos años. Y es que más allá de sus innegables y cada vez más insultantes capacidades compositivas y escénicas, me parecen la primera banda en mucho tiempo que ha sido capaz de encandilar ya no solo a aficionados de todo pelaje sino, sobre todo, a los propios poderes fácticos que manejan el cotarro a nivel de industria musical. El fenómeno Ghost engancha, y aquello que engancha vende. Y aquello que vende abre puertas. Porque si queremos tener la más mínima esperanza de que las nuevas generaciones abracen el rock y el metal de nuevo y arrojen algo de luz sobre nuestro precario panorama futuro, no hay más remedio que sacar la cabecita por el mainstream (una perspectiva que parece que nadie quiere pero que a la vez todos añoran), y eso depende de que alguien vea que bandas como Ghost tienen algún tipo de futuro en él.
Por parte del pueblo llano está claro que no será, y las ansias y anticipación que he podido leer y escuchar en estos últimos días a raíz de la inminente publicación de este Impera no las despierta ya ninguna otra banda del panorama rock / metal, ni joven ni vieja. Todos los movimientos de las huestes de Tobias Forge son seguidos con mucho más que interés, y cada adelanto es discutido y analizado con todo detalle. Aunque la gente quiere creer, si alguno de los temas que avanzan no promete ser un hit a la altura de «Square Hammer» o «Dance Macabre» se instala la desesperanza más absoluta, mientras que si la cancioncilla de marras cumple con las monstruosas expectativas que ya generan (y suelen hacerlo, los jodías), el hypeómetro se dispara hasta límites insospechados. Ghost, en definitiva, son mucho más que solo música. Y ese, también en definitiva, es el camino para llegar a lo más alto.
Tras el pequeño e impecable doble single Seven Inches of Satanic Panic, publicado en 2019 para que no nos olvidáramos de la banda en la resaca post-Prequelle (2018), el siempre divertido universo Ghost ha visto como, tras la muerte de Papa Nihil, el socarrón Cardinal Copia ha sido promocionado a nuevo líder de la curia bajo el previsible nombre de Papa Emeritus IV. Desgraciadamente, una vez en la cima, el Papa decidió afeitarse y someterse a una operación de cirugía estética, cosa que ha evitado que disfrutáramos del bigotito y las patillitas del cardenal bajo el espectacular traje azul de gala que luce el nuevo pontífice. Además, en esta ocasión la banda ha adoptado una cierta estética steampunk, dejando atrás parte de la elegancia impoluta de la época Meliora / Prequelle para adentrarse en un mundo algo más urbano y desharrapado. En lo personal, la nueva imagen de los ghouls y del Papa cuando se viste de calle no me acaba de volver loco, pero en mi mundo gozan de crédito más que de sobras para convencerme de las bondades de este cambio. Un cambio, a todo eso, que celebro y que me parece cíclicamente necesario para mantener fresca su historia.
No voy a mentir: desde ese lejano 2012 en el que descubrí ese pegadizo y divertido Opus Eponymous, siempre me he mirado a los suecos con buenos ojos, incluso cuando pocos más lo hacían (recuerdo que en el Sonisphere de 2013 se tuvieron que comer improperios a tutiplén por parte de los siempre tan respetuosos fans de Iron Maiden). Pero es que en mi opinión, todos los álbumes que Ghost han tenido a bien ofrecernos hasta el día de hoy son entre muy buenos y muy muy buenos, sabiendo evolucionar musicalmente y como personajes, trabajando a destajo y confiando plenamente en sus propias posibilidades a pesar de encontrarse con algún que otro bache en el camino. Con los años han ido sumando hordas y hordas de partidarios a su causa, dispersando dudas, callando bocas y amasando piropos y abrazos de boca de casi cualquiera que haya sido alguien en este mundillo. A estas alturas, gustos a parte, ya no hay demasiadas dudas de que son toda una realidad y que se encuentran en su mejor momento, pero quizás quedan menos dudas aún si lo que afirmamos es que están destinados a convertirse en algo aún mucho más grande en los años venideros.
Todo este hype alrededor de la banda y de su nuevo trabajo invita a hacerse la eterna pregunta: ¿Cuán bueno es Impera? ¿Es mejor que sus anteriores discos? Pues la verdad es que no sabría qué deciros, ya que creo que todos los álbumes de Ghost son suficientemente distintos entre ellos como para que ésta sea una cuestión realmente difícil de contestar. Lo único que afirmo sin dudas es que tras la primera escucha habría dicho que el disco mola pero que ni de coña supera a Meliora o Prequelle (lo comparo siempre con estos dos porque creo que son los que están en su liga a nivel de ambición, pero a mí sus dos primeros me parecen brutales también). Tras la segunda te diría que «Watcher in the Sky» o «Spillways» me erizan levemente la piel de la nuca pero que no llegan al nivel de hitazo eterno de “Square Hammer”, “Cirice” o “Dance Macabre”. Ahora, tras seis, siete, ocho, diez o no sé ya ni cuántas escuchas, me lo llevaría a una isla desierta sin pestañear. Pero ¿hace falta comparar? Con saber que con Impera, Ghost nos ofrecen otro discazo que crece como la espuma y que les ayuda a seguir caminando su carrera impoluta, inspirada, valiente y excepcionalmente ambiciosa con paso firmísimo y niveles de confianza desbordantes, a mí me vale.
Una cosa sí que está clara, y es que estamos ante el disco, creo, más variado de su carrera. Si ya siempre habían tocado una generosa variedad de palos, aquí muchos temas directamente no tienen nada que ver los unos con los otros. Eso hace que su escucha sea tremendamente entretenida y que las sorpresas (como en todos sus trabajos anteriores, todo sea dicho) nos aguarden en todas y cada una de las pistas. Esta variedad nos puede hacer pensar (y de hecho así lo pensé yo al principio) que se trata de un disco como más serio o maduro y que han dejado atrás el histerismo hedonista, festivo e inmediato de Prequelle. Y eso no es el todo cierto: aquí hay fiesta a raudales, pero también hay reflexión, emoción y oscuridad. Y todas estas vertientes se dan la mano con total y pasmosa naturalidad, en lo que es un claro paso adelante en la evolución musical y estilística de una banda que no pierde ni un ápice de su esencia ni de su frescura por el camino. Tras recorrer todos los recovecos de la década anterior a lo largo de su discografía, en esta ocasión la maquinaria Ghost avanza hasta principios de los ochenta, y las canciones parecen encajar perfectamente bien en este nuevo paradigma.
Ya hace semanas que pudimos escuchar “Hunters Moon”, un tema 100% Ghost que se incluyó en la banda sonora de Halloween Kills y que quizás no acabó de despertar todo el hype que se merecía a pesar de su más que notable calidad y de crecer bastante a lo bestia con las escuchas. Junto al anuncio oficial del álbum llegó “Call Me Little Sunshine”, y ésta sí que me sacudió a base de bien (me atrevería a decir que prácticamente al nivel de todo un “Cirice”). Sí, ya sé que es probable que no llegue a alcanzar el (excelso) listón establecido por el que fue primer single de Meliora, pero a mí me produjo un efecto similar a nivel de pequeña obsesión temporal. Y me sigue pareciendo un temazo realmente serio con unas guitarras maravillosas, un montón de melodías ultra pegadizas y una atmósfera oscura, adictiva y muy particular.
A partir de aquí, claro, el hype por las nubes y a contar los días que faltaban hasta que pudiera hincarle el diente al disco al completo (a pesar del desconcierto que suposo la salida de «Twenties» como último adelanto). Mi ritual habitual tanto con Meliora como con Prequelle (algo que no he hecho con ningun otro disco en estos años) fue esperar a las doce en punto del día de su publicación, meterme en la cama con los auriculares, e impregnarme de él con todo el detalle posible. ¡Y como lo gocé! En esta ocasión, la posibilidad de que me pasaran la promo un par de semanas antes ha podido más que el respeto a mis propias tradiciones, pero la sensación de estar desenvolviendo algo realmente especial es exactamente la misma. La salida y la primera escucha de un nuevo disco de Ghost es todo un evento lleno de magia y de expectación, y eso eso algo que pocas bandas pueden igualar a día de hoy.
La cosa empieza con “Imperium”, una intro muy potente, bonita y evocadora con una guitarra épica y un cierto (y probablemente buscado) aire a “Battery”. Tras un minuto y cuarenta de constante crescendo enlazamos con el inicio de “Kaisarion”, el corte que ha ido abriendo su gira americana y que, los que hemos querido, ya hemos escuchado en múltiples ocasiones. Está claro que es una canción muy guitarrera e, incluso, quizás lo más jebi que hemos escuchado de manos de nuestros ghouls sin nombre en muchísimos años, pero personalmente ni su alegre y positiva melodía ni su pizpireto punteo han llegado a engancharme del todo. Si me tengo que quedar con algo quizás sea la breve sección progresiva intermedia (que me recuerda también a esos primeros Maiden de “Phantom of the Opera”), pero tras varias escuchas (que de hecho lo han confirmado), y sin ser ni mucho menos un desastre, sigue pareciéndome uno de los temas más flojos o, mejor dicho, menos memorables de un disco repleto de momentos memorables.
La bacanal de verdad empieza con “Spillways”, un auténtico pepinazo y un single perfecto que no me explico que no hayan llegado a sacar (y, peor aún, que hayan escogido «Twenties» en su lugar). Y es que tanto instrumental como vocal y conceptualmente creo que lo tiene todo para provocar erecciones y licuados por doquier entre los y las fans de la banda. Bebiendo profusamente de esos sempiternos bandones setenteros como Toto, Journey, Foreigner o Fleetwood Mac, me agarró inmediatamente por el escroto a la primera escucha, y su consumo repetido no ha hecho sino confirmármela como uno de los temas más pegadizos, divertidos y festivos de todo el disco. Un temarraco con todas las letras al que auguro (y ansío) un éxito incontestable en directo.
“Call Me Little Sunshine” y “Hunters Moon” no hacen sino mejorar en el contexto del disco, pero me da la sensación que las he escuchado e integrado tanto que ya las tengo casi como temas “clásicos” de la banda. La primera de ellas me sigue pareciendo magnífica de verdad, a la altura de lo mejor del disco y muy arriba ya en el impresionante hitamen que estos señores han sido capaces de acumular en tan pocos años. “Hunters Moon”, por su parte, me dejó algo tibio en sus primeras escuchas, y si bien no creo que llegue a entrar en el grupito de temarrales que pasarán a la historia de la banda, cada día me convence más y sigue siendo un notable alto más que sobrado.
Todas las reseñas previas que había ojeado venían a decir que “Watcher in the Sky” era el temazo definitivo de este disco. Con las expectativas de encontrarme con un “Square Hammer” en todos los morros, la verdad es que mi primera escucha me decepcionó un poquito. En la segunda ya me fijé que las guitarras eran la leche, tras la tercera no pude sacarme eso de “Search lights / looking for the watcher in the sky” de la cabeza durante buena de parte del día siguiente, y tras la cuarta empecé a contarle compulsivamente y sin venir a cuento a quien se cruzara en mi camino que menudo pepinarro, joder. Así que sí: “Watcher in the Sky” es un temarral tremendo, con una estrofa reminiscente del viejo Opus Eponymous, algún machaconeo cercano a Pantera, un estribillo sencillo, épico y muy pegadizo y un par de riffacos de guitarreo ochentero realmente maravillosos. La incorporación de una magnífica sección intermedia melódica y de un insistente punteo acompañador final lo convierten en un tema objetivamente casi perfecto que como mucho peca de repetir su estribillo hasta la saciedad (un pecado habitual en Ghost, todo hay que decirlo, aunque se lo perdonamos porque los susodichos estribillos pecadores suelen ser la puñetera leche) y de acabar en un fade out que a mí nunca me acaba de convencer. Pero vamos, temarrazo de traca y mocador.
“Dominion” marca la mitad del disco en forma de interludio de viento con un aire solemne y sobrio que recuerda a esos compositores románticos rusos de grandes mostachos rollo Mussorgsky o Borodin, cosa que también difiere de sus interludios clásicos habituales, más bien ligeros y evocadores. Lo que viene tras él es la canción más extraña y “polémica” de Impera, un “Twenties” que a mí también me ha dejado un pelín descolocado. A pesar de lo que otros han comentado antes, yo no le veo nada de reggaeton más allá de un más que vago patrón de percusión, pero lo que sí que le veo es un extraño aire a musical oompa-loompa y a algo pretendidamente terrorífico pero ingenuamente infantil. Sigo nadando un poco entre dos aguas: tanto la melodía vocal como la evolución de la canción me desconciertan un poco y así a bote pronto me veo tentado a afirmar que no me gustan demasiado (exceptuando detalles muy concretos), pero por otro lado la verdad es que me resulta sorprendentemente pegadiza y divertida, que me encaja bastante bien en la narrativa del disco y, sobre todo, que aplaudo fervorosamente este tipo de inventos. Pero vamos, aunque no descarto que llegue el momento en el finalmente flipe con ella, también creo que hay varios cortes aquí que habrían funcionado bastante mejor como single.
Atacamos el interesante (y apoteósico) trío final con “Darkness at the Heart of my Love”, un agradable y a su vez majestuoso corte que empieza como un bonito, delicado y florido baladón añejo con partes casi beatlescas y acaba evolucionando hacia un inesperado pero resultón estribillo que no desentonaría en una canción de Ed Sheeran o de cualquier otro tótem del indie rock de estadios contemporáneo. A partir de ahí, ambos conceptos se alternan y fusionan de forma elegante y natural para construir una canción muy notable que llega a desconcertar un poco por su seriedad y a lo que percibo como… ¿»madurez»?. Quizás lo que ocurre es que a la música de Ghost siempre le asumimos un cierto componente festivo y cachondo, y éste es uno de los primeros lugares en los que no acabo de encontrarlo. Y ojo, que a pesar de que a mi juicio este tema no llega a alcanzar el (nutrido) primer escalafón del disco, no me parece nada mal que exploren también estos caminos.
Quiero pensar que el riff inicial de “Griftwood” es un homenaje explícito al recientemente fallecido Eddie Van Halen, ya que es casi un calco del famoso punteo de “Ain’t Talkin’ ‘Bout Love”. Tras el guiño, nos encontramos de bruces con un temarral elegante, rockero y bailable aderezado con toneladas de mojo e irresistibles toques a hard rock lacoso, pulido y melódico rollo Def Leppard. El bridge que canta eso de “I’m your rock, baby / I won’t back down” me pone especialmente a mil, pero todo el tema me parece un maravilloso fiestón controlado made in Ghost que, junto a “Spillways” recupera la vertiente más bailonga y desenfadada de la banda, bastante menos presente en este disco que, por ejemplo, en Prequelle. La bombástica e inquietante parte intermedia, que a mí me ha recordado un poco a los Queen setenteros, es igualmente magnífica, y el temita al completo fluye con una facilidad pasmosa.
Esa inesperada seriedad que apuntábamos en “Darkness at the Heart of my Love” se repite, multiplica y amplifica en la espectacular “Respite on the Spitalfields” (y en los treinta segundos de “Bite of Passage”, que no entiendo muy bien por qué no se incluyen como parte del mismo corte, en el que están completamente integrados en lo musical). Si no fuera porque me parece una canción bastante poco Ghost y que probablemente no posee el potencial como hit rompepistas del que tan sobradas van muchas de sus compañeras de disco, más inmediatas y pegadizas, diría que estamos ante el gran temazo definitivo que esconde este Impera. Pero como no sé si me atrevo del todo a afirmar algo así, me conformaré con decir que me parece una auténtica sobrada de canción, que me ha atrapado absolutamente de arriba a abajo y que da la sensación de abrir, aún más y por la puerta grande, un puñado de nuevos caminos para una banda que parece no tener límites. Se trata de un tema extrañamente emocionante, que sin ser esencialmente triste (ni mucho menos alegre), y sin acabar de expresarlo de forma explícita, rebosa un algo melancólico e insatisfecho que me toca más allá de lo explicable.
Con un bajo delicioso, el abanico de homenajes conscientes o inconscientes que se suceden y entrelazan en esta pedazo de obra maestra va desde aquellas voluntariosas baladas del thrash noventero (me viene a la cabeza, por ejemplo, el “Return to Serenity” de Testament), hasta Alice in Chains o esos Megadeth recién modernizados de Countdown to Extinction, pasando por un estribillo rollo Mike Oldfield, motivantes ziga-zagas de cello a lo “Kashmir”, “Perfect Strangers” o “Still of the Night” (ojo a esta parte porque es de verdad tremenda) o un aura a gran baladón eterno de Scorpions. A base de capas, arreglos y giros a cuál mejor, el señor Forge se saca literalmente la chorra (perdón) para cerrar la boca de una vez por todas a aquellos descreídos (pocos, supongo) que aún quedaban en el carro de los que nunca se han tomado en serio a esta banda, poniendo el punto y final de forma épica a Impera entre efluvios varios, fervorosos aplausos y pañuelos al viento (y eso, una vez más, a pesar del puto fade out). Para ser una de las canciones menos Ghost que les creo haber escuchado, puede ser, quizás, una de las mejores canciones que Ghost han parido hasta el momento. Y con la de canciones que ha parido Ghost, ya os podéis imaginar que ésta es una afirmación bastante seria.
Por cierto, que si os sentís fatalmente tentados a volver a darle al Play tan pronto acabe el tema (cosa que ya aviso que os pasará, y más de una vez), que sepáis que los acordes y las notas finales de “Respite on the Spitalfields” encajan mágicamente a la perfección con los de la intro “Imperium”, con lo que la escucha en bucle de Impera no resulta únicamente deseable, sino también natural y fluida. Así que… ¿vamos allá de nuevo?
Entonces…. ¿qué? Pues que aún no sé si Impera es mejor que Meliora o Prequelle. Y, en realidad, me da igual. Este disco es un firme paso más en el imparable plan de dominación mundial que el señor Tobias Forge diseñó hace ya unos cuantos años y que sigue caminando sin fisuras ni pasos en falso single a single, disco a disco y gira a gira. De su lado tiene el talento, las canciones, la narrativa, la inspiración, la devoción de cada día más y más fans y, por si fuera poco, el apoyo del establishment musical. E Impera no revoluciona ni cambia nada de eso, sino que no hace más que añadir un generoso puñado de temazos al ridículamente poblado catálogo de hits de la banda (a ver cómo se las apañan ahora para montar un setlist….), confirmando de nuevo que Ghost son lo mejor que le ha ocurrido al rock en los últimos años. Y que nosotros somos afortunados de vivirlo.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.