Hablar de Girlschool no es hablar de cualquier banda. Y buena prueba de ello son las cuatro décadas que el cuarteto británico (con sus continuos cambios en su formación) lleva sobre los escenarios. No sólo eso. Dejando de lado a bandas como The Runaways, cuya trayectoria fue de lo más efímera, o como Vixen, con sus idas y venidas, estamos hablando de casi la única banda íntegramente femenina que ha estado en activo de forma ininterrumpida desde la década de los 70.
Un pilar importante en la extensa y fructífera carrera de las londinenses fue su segundo LP, Hit and Run, del que hoy vamos a hablar con motivo de su cuadragésimo aniversario.
El segundo trabajo de Girlschool cumple a la perfección con los estándares de la banda inglesa: un sonido sucio, unos riffs apunkarrados y un predominio de la attitude por encima del savoir faire. Nada más lejos de mi intención restar méritos a nadie. Si están ahí es por méritos propios. Pero también es cierto que, para triunfar en el mundo de la música, no es necesario ser Mozart. De hecho, y esto es opinión de quien firma el presente artículo, el gran público siempre retiene con más facilidad los temas cuando estos no poseen excesiva complejidad.
Si echamos un ojo a los temas clave del disco, veremos que ya desde el inicio del mismo, “C’mon Let’s Go” es ya toda una declaración de intenciones, con su velocidad y estribillo pegadizo. “The Hunter” es un tema algo más lento, pero posee un riff hipnótico a más no poder y un solo de guitarra inigualable. La tríada inicial se cierra con “I’m Your Victim”, un tema veloz y muy made in Lemmy.
Más adelante encontramos “Tush”, una versión de ZZ Top muy macarra y hard rockera con una voz rota perfectamente ejecutada por la vocalista. Por su parte, el tema que da nombre al disco añade unos matices mas suaves y rockeros al conjunto del disco, sin perder su esencia, claro.
Ya en la recta final, tenemos “Yeah Right”, que nos devuelve a la senda del punkarreo, y ponemos el punto final con “Future Flash”, un tema canalla y desvergonzado y con un magistral solo de guitarra, perfecto para dejar en el oyente un agradable sabor de boca.
Girlschool como banda y Hit and Run supuso la entrada de lleno del colectivo femenino en el mundo del metal. Mucho antes de que las bandas de metal operístico, con su requerida voz de soprano, hicieran su entrada en escena a finales del pasado milenio, y lejos de aquellas típicas bandas con vocalista femenina pero con el resto de sus integrantes varones, hubo un grupo de mujeres que se atrevieron con un rock desenfadado, divertido, sin florituras ni pretensiones absurdas, algo que en 1981 era territorio masculino. Ahí reside su gran mérito.
Soñador en tiempos de hierro, solitario corredor de larga distancia, disfruto tanto de leer un libro en el más absoluto silencio como de la música más salvaje imaginable. Y a veces escribo algo.