God Is an Astronaut – Embers

Nuestra Nota


8.5 / 10

Ficha técnica

Publicado el 6 de septiembre de 2024
Discográfica: Napalm Records
 
Componentes:
Torsten Kinsella - Guitarra, piano, sintetizadores
Niels Kinsella - Bajo
Lloyd Hanney - Batería

Temas

1. Appartion (5:28)
2. Falling Leaves (7:58)
3. Odyssey (7:40)
4. Heart of Roots (5:39)
5. Embers (10:00)
6. Realms (4:43)
7. Oscillation (5:35)
8. Prism (4:36)
9. Hourglass (6:08)

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Hablar de God Is an Astronaut es, hoy en día, hablar de un clásico entre los clásicos del post-rock. El ahora trío (tras la marcha del teclista Robert Murphy y el guitarrista Gazz Carr) nos presenta nada más y nada menos que su décimo álbum en más de 20 años de carrera, y lo hace fiel a su estilo: sonido atmosférico, compases complejos y una siempre presente inconformidad ante un género en el que parece que cada vez es más difícil innovar.

Con el paso de los años la banda liderada por los gemelos Kinsella se ha asentado como una referencia de la música ambiental, post-rock, space o cualquier etiqueta que uno le quiera poner. No obstante, los irlandeses han conseguido, más allá de limitarse a publicar disco tras disco, evolucionar en su sonido como pocos grupos similares han hecho; tanto que han podido colarse en festivales de prog o metal, poniendo el post-rock en un lugar en el que ninguna otra banda lo hubiera podido colocar.

Con este disco la fórmula permanece. De este modo, al igual que en los primeros trabajos abundaban las atmósferas y reverbs y en los últimos se pudo ver a una banda mucho más agresiva y contundente, marcada claramente por los trágicos sucesos que lamentablemente los han acompañado, este último álbum, llamado Embers (2024), se percibe a priori como una mezcla de ambos estilos. Aquí tenemos un LP algo más limpio, flotante, y quizá menos melancólico que Epitaph (2018) o su anterior trabajo, Ghost Tapes #10 (2021), y el resultado es una combinación perfecta entre el sonido de los inicios de la banda y el de sus últimas composiciones.

El disco arranca con «Apparition», una canción de duración relativamente corta para lo que es el post-rock (algo más de cinco minutos), pero que entra directa. Sin intros ni paños calientes, escuchamos a toda la banda al unísono desde los primeros compases. Algo parecido ocurre con «Falling Leaves», «Odyssey» y «Heart of Roots», que te transportan a la época más atmosférica de la banda, donde capa tras capa tras capa te van haciendo flotar (o hundirte, según tu estado de ánimo) cada vez más. Estos tres temas están perfectamente ensamblados y cada uno de los músicos destaca a su manera y en partes específicas de las canciones (como las guitarras acústicas en el inicio de «Odyssey» o el bajo al son del ritmo de Niels en casi toda «Heart of Roots»).

Es a partir del quinto corte, «Embers», un larga duración de 10 minutazos que da nombre al disco, cuando se reconoce el sonido pesado y contundente de los últimos trabajos de la banda. Esta es una de mis canciones favoritas del álbum, ya que tiene todo lo bueno que God Is an Astronaut puede ofrecer: riffs melódicos y pesados, líneas de bajo sobrias y pasajes con sintetizadores de esos que a uno le gustaría escuchar conduciendo de noche.

Tras este frenesí nos encontramos con «Realms», el primero de los temas en los que colabora Jo Quail. Esta canción funciona perfectamente como interludio y podría ser tranquilamente cualquier obra de un álbum de la artista británica, en el que despliega todo su arsenal con lo que mejor sabe hacer: pasajes loopeados uno tras otro, con un cuidado del tempo y un control de las melodías increíbles.

Tras la calma llega «Oscillation», otro tema corto pero igual de directo, con un contundente riff marca de la casa y un bajo distorsionado que recuerda a bandas como Lost in Kiev o Caspian. Cortita y al pie, como se suele decir.

«Prism» es la segunda colaboración de Jo Quail en el álbum. Otro tema que te envuelve con su chelo, pero esta vez bien acompañado de guitarra y piano, que junto con la batería final lo convierten en un preludio perfecto para «Hourglass», el corte que cierra el disco. Esta vez la banda nos hace recordar el Helios Erebus, con un piano inicial muy reconocible. El tema progresa lentamente, sin ningún tipo de prisa, y va sumando elementos hasta llegar al final.

Cabe destacar, una vez más, la impecable colaboración de la polifacética chelista Jo Quail, quien sigue en un estado de gracia magnífico y pone su talento a disposición de la banda en dos temas que seguramente tendremos la suerte de poder escuchar en directo en nuestro país el próximo año, ya que giran conjuntamente. Imprescindible nombrar también el estreno en el estudio del para muchos desconocido (me incluyo) multiinstrumentalista Dara O’Brien, quien aporta elementos étnicos inéditos hasta ahora, como el sitar, el tambor chamán, el salterio de arco o la tanpura, omnipresentes en prácticamente todo el disco.

En definitiva, estamos ante un trabajo valiente, con una producción exquisita, fruto del esfuerzo de un grupo que no se cansa de innovar y que, aunque quizá carezca de un himno, de uno de esos temas que pasan a ser fijos en el setlist de la banda y que la gente se anima a cantar en vivo, como conjunto funciona perfectamente.

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Sobre Joan Martínez 1 Artículo
Adicto a la música desde que tengo uso de razón y pateador de todas las salas de concierto de Barcelona. A veces me creo músico, cocinero, escritor o lo que se me pase por delante.