Han pasado ya casi dos décadas desde que los hermanos Niels y Torsten Kinsella lanzaron el álbum debut de su proyecto God Is an Astronaut. Tras llegar a la conclusión de que el mundo discográfico no tenía nada que ofrecerles, los Kinsella decidieron emprender su apuesta personal, libre de las ataduras y exigencias de la industria, fundando su propio sello, Revive Records, lo que les permitiría buscar el sonido que realmente deseaban, sin preocuparse demasiado de cómo lo recibirían las audiencias.
Desde entonces, la formación irlandesa ha desarrollado un estilo muy personal y reconocible: un rock atmosférico, experimental y emotivo, centrado en la instrumentación, con una fuerte influencia de la electrónica y el ambient, que toma con gran soltura elementos del rock progresivo, el space rock y el shoegaze. Ahora publican Ghost Tapes #10, esta vez de la mano del sello Napalm Records. Además del regreso de Jamie Dean, colaborador habitual de la banda en la última década, al piano y las guitarras, y Lloyd Hanney, a la batería, el disco cuenta con la participación de Jimmy Scanlan, también a la guitarra, y Jo Quail, al cello. Como su propio título indica, supone ya su décimo álbum de estudio, toda una proeza para un grupo de música instrumental que los sigue consolidando como veteranos absolutos de la escena post-rock.
La música de God Is an Astronaut sumerge al oyente en un viaje a través de unos paisajes sonoros que, como han manifestado en ocasiones, muestran una fotografía de un determinado estado anímico, de un momento de sus vidas. Si en Epitaph (2019) hicieron de la melancolía su principal fuente de inspiración, ofreciéndonos el trabajo más oscuro y lóbrego de su carrera, en Ghost Tapes #10, God Is an Astronaut nos hacen surcar un mar de incertidumbres, con algunos momentos de calma que solo sirven para acentuar un violento oleaje que nos sacudirá sin clemencia. Aunque estamos ante un disco con momentos de una agresividad inusual, no faltarán los rasgos que los hacen inmediatamente reconocibles: la fuerte presencia de la electrónica, tanto en la ambientación como en la estructura de las canciones, sigue siendo marca de la casa, así como las melodías adaptadas al fluir de las emociones, el contraste entre ritmos y la exploración de múltiples texturas, con un protagonismo decisivo de las guitarras. A todo ello se suma la pulcra producción a la que nos tienen acostumbrados.
Los seguidores de la banda notarán la conjunción de estos elementos ya desde el tema de apertura del álbum, “Adrift”, aunque con unas guitarras más abrasivas y una batería más contundente de lo habitual. Después de la tempestad inicial, la pieza se va suavizando y diluyendo, dejándonos con una sensación de incertidumbre que nos irá sacudiendo a lo largo de todo el disco.
“Burial” continúa en sus inicios con la estela suave y melódica del primer tema, esta vez marcada por la electrónica y el piano, que se va desvaneciendo a medida que las guitarras vuelven a recobrar su fuerza, de tal manera que, por momentos, la pieza parece transitar territorios fronterizos con el sludge metal más atmosférico. Es, sin duda, uno de los temas principales del disco y, personalmente, me resulta bastante adictivo. Merece la pena echar un vistazo a su videoclip para tener una experiencia completa, en el que se establece un diálogo entre la música, a través de sus distintas texturas, y el sentido del tacto: los melódicos arpegios se acompañan de imágenes que nos sugieren la suavidad de unas flores, mientras que los pasajes más intensos quedan estampados con unos pies descalzos sobre un duro y frío suelo de piedra o unas manos que arañan la tierra removida.
La parte central del álbum sigue manteniendo el nivel con “In Flux”, una pieza que, tras una breve introducción ambiental como de ciencia ficción, se apoya en arpegios de guitarra y una sección rítmica frenética que sugieren un movimiento constante, una serie de remolinos cada vez más furiosos que se acaban deshaciendo. En “Spectres” encontramos unas de las canciones más shoegaze de God Is an Astronaut, con unos loops de guitarra densos, una destacada y pegadiza línea de bajo y una batería que alcanza nuevas cotas de intensidad en el clímax. Si pensábamos que en “Fade” tendríamos un respiro, estábamos equivocados: la pieza, de una gran fluidez, mantiene un ritmo acelerado y nos acosa con guitarras etéreas y afiladas que parecen emular cantos de sirena.
Nos vamos acercando al final del álbum con “Barren Trees”, uno de los temas que más me han cautivado y más me recuerdan a los God Is an Astronaut del mítico All is Violent, All is Bright, que nos engancha rápidamente con una atractiva melodía y nos lleva por paisajes llenos de belleza y misterio. Las características voces extraterrenales y distantes de la banda cobran aquí su mayor protagonismo. Por último, el álbum cierra con “Luminous Waves”, un tema que discurre suavemente como un arroyo, donde parece quedar lugar para la esperanza, embellecido por el cello de Jo Quail.
Después de casi 20 años, God Is an Astronaut logran darle una vuelta de tuerca más a su sonido, y siguen demostrando que para hacer un buen post-rock no es necesario componer enrevesados temas de 20 minutos repletos de samples. Ghost Tapes #10 no decepcionará a los seguidores de la banda, que podrán disfrutar una vez más de un repertorio de canciones cuidadosamente pensadas, bellas melodías, guitarras que hacen gala del lado más noisy de la banda y, por supuesto, una atmósfera repleta de sensaciones. Y los que nunca se hayan atrevido con el rock instrumental tienen una oportunidad ideal, y muy agradecida, para sumergirse en el género. Solo nos queda esperar, cuando la situación nos lo permita, que vengan pronto a ofrecernos unos de sus directos.
Filólogo, traductor, coleccionista de discos y obsesionado con el cine y la música. Desde que oí por primera vez una guitarra eléctrica supe que mi rollo era el rock, especialmente el metal y el punk.
Prefiero intensidad a velocidad, sencillez a complejidad y melancolía a épica, pero en esto de la música tengo más filias que fobias, y nunca sé qué me apetecerá al día siguiente. Deseoso de compartir mis gustos volubles y contradicciones.