Los titanes del metal industrial Godflesh publicaron hace unas semanas nuevo disco. Tras seis años de silencio, los de Birmingham se han puesto el mono de trabajo para azotar al mundo con su noveno disco. Y, como no podía ser de otra manera, vuelve a ser un trabajo inmenso.
Justin Broadrick, guitarrista, vocalista y programador, también único miembro fundador que nunca ha salido de la banda, repite con GC Green al bajo aunque se pone en entredicho que haya tenido un papel muy relevante en Purge. La batería hecha con caja de ritmos y sonidos creados de forma digital nos recuerda a sonidos de breakbeat e incluso hip hop.
Hago un inciso aquí para comentar que el breakbeat es un conjunto de estilos de música electrónica de baile caracterizados por patrones de percusión sincopados (llamados breakbeats) que surgieron de la influencia inicial del breakbeat hardcore. Un estilo que se originó a partir de la combinación de breakbeats sampleados y ritmos enérgicos con las influencias «rave» del techno y el acid house de principios de los noventa, incluidos los riffs «stab» y la producción basada en samples.
Entrado nuevamente en Purge, que al final es lo que nos interesa, nos encontramos con un disco sumamente intenso y oscuro. Es un disco pesado de estética sludge pero siempre adornado por esa industrialización tan característica de Godflesh. El disco cuenta con ocho canciones para un total de 44 minutos de nueva música.
Según la propia banda, en Purge se pretende revisar y actualizar los conceptos explorados en Pure (1992), una de sus obras más perfectas. Si bien todo puede estar cogido en pinzas, si es verdad que la banda logra trasladar a la actualizad el sonido de Pure. Varios elementos registrados 30 años atrás se pueden encontrar en Purge. Por ejemplo, esa tendencia de la caja de ritmos de sonar a hip hop que antes comentaba ya fue algo que introdujeron en 1992.
En cuanto al desarrollo del propio disco, pese a que la oscuridad y la pesadez es el hilo conductor a lo largo de todo el trabajo, podemos diferenciar todas las canciones entre ellas. El trabajo de atmósferas es realmente intenso, muy bien labrado. En todo momento, durante la escucha, te sientes dentro de esas opresivas lineas de bajo y caja de ritmos. Las voces son cavernosas y distorsionadas, algo que ayuda a que esta sensación de asfixia sea constante a lo largo del trabajo.
Godflesh no es una banda fácil, ni accesible. No es una banda que invite a los oyentes a pasar horas reproduciendo su discografía. Pero si es verdad que cuando entras en su nicho de oscuridad y pesadez, no hay escapatoria. Los británicos tienen una de las discografías más completas del mundo del metal industrial, sin trabajos menores, sin fallos técnicos. Con Purge, la banda suma uno más en un catálogo extraordinario. Obra inmensa.