Hubo un tiempo en el que parecía que, para triunfar en esto del metal, el doble bombo debía parecer una ametralladora y, las voces, las de un castrado. En tiempos más modernos, parece que para destacar esas voces tengan que ser como de perro resfriado y tener un ritmo similar. Entre los dos extremos, parece que para sobresalir tienes que poner florituras a la música (florituras industriales, sinfónicas o lo que sea).
Pero hubo un tiempo en el que los ritmos más pesados, más machacones y las voces más graves estaban a la orden del día. Y es, precisamente, en esos sonidos, en los que los suecos Grand Magus se han inspirado para su noveno trabajo, Wolf God (2019). Sí, también hay ritmos más cañeros, pero en general parece que Rammstein se hayan decantado por el metal más clásico, lejos de aquel doom, incluso el stoner, que una vez reinó en sus discos.
Este Wolf God es un disco corto, no llega a los 40 minutos, y contiene 10 cortes, siendo uno la intro. Eso da una media de canción que no llega a los 4 minutos. Es decir, vamos de cara a barraca, dejémonos de florituras y hagamos lo que sabemos hacer, heavy clásico, bebiendo de grupos tipo Manowar, con sonidos primitivos, crudos, casi honestos, diría yo. ¿Te gusta la definición? Pues estos pueden ser de los tuyos. A mí no me gusta demasiado, ni la definición ni su música, pero intentaré hacer una reseña lo más objetiva posible.
Tras la intro prescindible “Gold and Glory”, vamos con el tema que da título al disco, “Wolf God”. En su inicio, y no sé por qué, me ha venido a la mente el Into Glory Ride (1983) de Manowar. No, no es eso, no es esa música, y sin embargo me lo ha recordado. Machacón, crudo, primitivo… en fin, todo lo que he dicho anteriormente. “A Hall Clad in Gold” va por la misma línea, aunque con una batería algo más rápida. Riffs machacones antes de llegar al estribillo, a muchas menos revoluciones. El cuarto tema, “Brother of the Storm” vuelve a tener ese gusto inconfundible a Manowar. Quizá es el mejor tema del disco, aunque no sobresale en ningún aspecto. Simpleza, rudeza y cervezas en alto. Eso sí, épica tiene un rato.
Con el sonido del mar nos llega “Dawn of Fire”. Si cabe es aún más machacona y épica. Ya veo a los vikingos marchando al son de esta música, perfecta para levantar el puño en los conciertos. Quizá, solo quizá, el bajo predomina en este tema. El inicio de “Spear Thrower” es de lo mejor del disco. Suena a Judas Priest del bueno, hasta que sale la voz y lo jode pero es de lo mejorcito del disco. “To Live and Die in Solitude” sigue la tónica del disco. De hecho, si buscas algo de innovación y creatividad de la buena, esto no es lo tuyo. Escuchando dos temas ya tienes el sota-caballo-rey del disco.
Encaminamos al recta final con un nombre ya conocido de otro grupo, “Glory to the Brave”, que podría ir genial como banda sonora en un gimnasio para levantar pesas, pero que, again, no aporta nada nuevo. En cambio, el inicio de “He Sent Them to Hell” se acerca, casi, a AC/DC o a algún grupo rockero-macarra. Ojo, el inicio, aunque sí es cierto que ese toque con sombra de vacile sigue durante tres minutos y medio que dura. Esta la destaco por encima del resto. “Untamed” es el último corte. La batería del inicio hace presagiar algo bueno, y aunque tiene más de los de Halford que de los de Di Maio, ese atisbo se desvanece pronto ante el machaconeo al que nos han acostumbrado, a pesar de algún cambio de ritmo tímido que hay por ahí.
True metal, que dirían algunos. Sonidos bárbaros, épicos, listos para la batalla con la espada en mano, o con el hacha, si te gusta más. Sonidos crudos, con voz potente pero muy plana. Si el heavy más clásico, el que apoya el levantar puños, el de muñequeras de pinchos y chupas de cuero es lo tuyo, puedes encontrarle encanto. Desde luego esto no es lo mío, y de ahí la pésima nota. Pero oye, no es más que una opinión, ¡¿eh?! Que no vayan a sonar más en mi equipo no quiere decir que no puedan hacerlo en el tuyo.
Llevo en esto del heavy más de media vida. Helloween y Rhapsody dieron paso a Whitesnake y Eclipse, pero Kiske sigue siendo Dios.
Como no sólo de música vive el hombre, la literatura, Juego de Tronos y los tatuajes cierran el círculo.
Algunas personas dicen que soy el puto amo, pero habrá que preguntarles por qué.