Debemos viajar bastante en el tiempo hasta el año 1983 para encontrar los orígenes de Grand Slam, una formación cuyo nombre va asociado inherentemente al de Phil Lynott, no en vano la banda se dio a conocer como Phil Lynott’s Grand Slam al comienzo de su formación. A la vez que Thin Lizzy hacía aguas y se despedía con un tour ese mismo año, Phil Lynott ya tenía su banda alternativa en funcionamiento para girar como artista en solitario (curiosamente, con algún miembro de Thin Lizzy en ella), germen de lo que acabaría siendo Grand Slam un año más tarde tras algún cambio en sus filas. 1984 fue el año en que Grand Slam salió a girar con una propuesta a caballo entre composiciones propias, de la discografía en solitario de Phil Lynott e incluso alguna de Thin Lizzy, cosa que evitaron en gran medida para no parecer simplemente un subgrupo de tal formación.
Son esas fronteras difusas entre la autoría propia de Lynott y compartida entre él y algunos de sus miembros las que tantos problemas han acabado dando, pues han sido varias las personas que han querido beneficiarse del suculento legado de esta efímera banda que nunca consiguió un contrato discográfico debido a las conocidas adicciones de Lynott, que acabaron con su vida finalmente en 1986. De aquellas composiciones originadas en el seno de Grand Slam, tan solo conocemos el destino final de unas pocas. “Nineteen” fue el último sencillo editado por Lynott en solitario poco antes de morir, la archiconocida “Military Man” fue a parar al disco Run for Cover (1985) de Gary Moore, y años más tarde, Thin Lizzy repescaría de nuevo “Nineteen”, así como “Sisters of Mercy” y “Dedication”. Laurence Archer, único miembro actual de la formación original de Grand Slam y compositor principal junto a Lynott, incurrió en batallas legales con Thin Lizzy precisamente por la apropiación indebida de la autoría de “Dedication” en un recopilatorio surgido en 1991, pues omitieron su nombre, regrabando las partes de guitarra y batería por parte de Scott Gorham y Brian Downey. Otro gran problema legal que tuvo que afrontar Archer fue la sustracción de varias demos de los estudios caseros de Phil Lynott, a las que también se les dio un uso fraudulento el cuál él denunció.
Nos remontamos a 2016 para encontrar el resurgir de Grand Slam por parte de dos de sus miembros originales, el ya citado Laurence Archer y Mark Stanway (Magnum). Hit the Ground – Revised (2019) fue el primer fruto de esta nueva etapa, un disco dedicado a recuperar el legado de Grand Slam de una forma definitiva y ponerlo al día. Aunque Mark Stanway se implicó inicialmente en este nuevo proyecto, acabó dejando la formación y solo participó en algunas grabaciones de este. Curiosamente, se vuelve a reeditar este trabajo en coincidencia con la salida del segundo disco de Grand Slam, Wheel of Fortune, al que vamos a dar repaso a continuación.
Wheel of Fortune nos presenta a unos Grand Slam que inician una nueva andadura musical inédita, sin olvidar su pasado, pero con la vista puesta en un futuro que justo acaba de empezar. Teniendo en cuenta que la media de edad de sus miembros se encuentra alrededor de la sesentena de años, momento más lógico para ir pensando en una jubilación que en una reincorporación al trabajo, desde luego no se les puede negar un optimismo fuera de lo común por su parte. Nunca es tarde si la dicha es buena, dicen, así que vamos a darle una buena escucha al disco que nos ocupa para poder comprobarlo…
Wheel of Fortune se inicia con “There Goes my Heart”, su carta de presentación en forma de primer sencillo, un tema que sin duda contiene todas las señas identitarias de la música de Thin Lizzy, desde una voz, la de Mike Dyer, que recuerda mucho a la del malogrado Phil Lynott, hasta unas melodías de guitarra muy deudoras de las conseguidas por las twin guitars durante su época dorada. Si eres de aquellas personas emocionables con la música de Phil Lynott y/o Thin Lizzy, estás de enhorabuena, su espíritu se encuentra aquí más vivo y presente que nunca. Este enérgico opener cumple con su función con creces, nos devuelve la ilusión por aquella música que creíamos ya extinguida y nos anima a seguir indagando si el resto del trabajo continua en la misma línea.
“Starcrossed Lovers”, a continuación, son de aquellas canciones en las que se persigue el gancho comercial desde su inicio, entregando ya el estribillo tan solo empezar para poner rápidamente en situación al oyente. Si creemos que estamos ante un tema de hard rock comercial al uso, la cosa mejora con la inclusión de un puente en el que el espíritu de Phil Lynott parece regresar a la vida de nuevo para regalarnos unas estrofas recitadas como si de un trovador se tratara, recurso tantas veces explotado en su música.
Dos temas felicianos seguidos solo pueden ser continuados por otro cañonazo si queremos mantener la intensidad, algo que han entendido perfectamente Grand Slam encajando acto seguido el más reciente de los sencillos del disco, “Come Together (In Harlem)”. Esta es la única pieza que encontraremos rescatada del catálogo de Grand Slam del año 1984, conservando casi en su integridad las letras originales de Lynott, aunque se le ha dado un lavado de cara considerable y se le han añadido partes nuevas, consiguiendo un tema resultón gracias a un estribillo efectivo y unos riffs de guitarra que destilan pura diversión.
En busca de algo de diversidad nos encontramos con “Trail of Tears”, un tema juguetón gracias a su ritmo sincopado de lo más acertado que nos hace fijarnos especialmente en el excelente trabajo de Benjy Reid tras los parches. Llegados el ecuador del álbum nos topamos con la balada “Feeling Is Strong (Jo’s Song)”, melodías vocales bonitas y muy cuidadas sobre una base sencilla de acordes de guitarra, no sería de lo más destacado del álbum en mi opinión, pero se agradece este pequeño parón en intensidad para coger algo de aire antes de encarar un nuevo potente arranque, que viene de la mano de “Spitfire”, segundo sencillo del álbum.
Éste despierta sensaciones encontradas en mi persona. Es el tema más intenso y con el que más conecto si no fuera porque el estribillo es demasiado básico. Como si de una montaña rusa se tratara paso del disfrute al bajón en un vaivén continuo. Con “I Wanna Know!” a continuación me pasa algo similar, pero en sentido contrario, no acabo de conectar con las estrofas pero sí con los estribillos, me parece un tema de transición que no acaba de despuntar.
“Pirate Song” sí brilla con luz propia, una especie de cántico pirata en clave gospel muy original que ofrece otra vertiente nueva y desconocida de la música de Grand Slam, con un par de minutos finales en que las voces están a un nivel superior dejándonos muy arriba. El porqué lo han querido acabar con un fundido… me supera. Nunca los he acabado de entender y hoy tampoco va a ser el día.
Siguen las sorpresas con “Afterlife”, otro must del disco, un medio tiempo intrigante a la vez que elegante, que, como el tema anterior, supera los cinco minutos de duración, pero que para nada se sienten largos. Llegamos definitivamente al final del disco con su tema homónimo, “Wheel of Fortune”, una bonita balada acústica tan válida como cualquier otra fórmula para cerrar el trabajo. Nos trasmite buenas vibraciones a la vez que nos relaja y a mi particularmente me da la sensación de que esta despedida tiene que ver más con un punto seguido que con un punto final.
Preveo más Grand Slam en un futuro no muy lejano, al que iremos siguiendo de cerca. El gran acierto de este disco ha sido el plantearse si hay vida “musical” después del legado de Lynott, y es precisamente esa valentía la que debemos poner en valor como se merece. Grand Slam buscan definir su estilo propio en la actualidad, tirando de su herencia pasada sin resultar una pura copia de sí mismos, pero sí con esas reminiscencias identificables que te hacen conectar con su propuesta por pura simpatía.
Aficionada a la música y los viajes, aunque no sabría decidir en qué orden. Cuando los combino, ¡lo más! Amante de aprender cosas de allá donde vaya, soy un poco la suma de los lugares que he visitado y las experiencias vividas. Daría la vuelta al mundo de concierto en concierto si de mi dependiera, pero las limitaciones terrenales me mantienen aquí y ahora, así que, ¡a sacarle el máximo partido!