Qué gran década la de los 90 para el rock nacional más alternativo. Psilicon Flesh, Afraid to Speak in Public, Groove Crew, Sugarless, Kannon, Super Skunk, Sex Museum, Sobrinus, La Vacazul, Deluxe, Los Coronas… Fueran más o menos rock, más o menos underground, l@s que tuvimos la suerte de vivir esos años en plena ebullición musical personal, somos, así de claro, un@s privilegiad@s y mucho mejores personas. Obviamente, si ampliamos miras y horizontes y vamos un poco más allá, más hacia lo indie, la lista de nombres sería (casi) interminable: Los Planetas, Penélope Trip, Aston, Le Mans…
Practiquemos pues el noble arte de tirar atrás en el tiempo hasta el año 1995, que es lo que aquí y ahora nos interesa, y pongamos el punto de mira en Madrid, ciudad que volvía a estar al rojo vivo como ya lo estuviera años antes durante la infame Movida. Centrémonos en una banda en concreto, los sublimes Super Skunk, en cuyas filas militaban miembros de los ya citados La Vacazul (que si recordáis es la banda de Jairo Zabala, guitarrista con rastas que tocaba en El club de la comedia), Blues Bordes o Los Elementos. Con un pie puesto en el rock y el otro en el hip-hop, el metal, el blues y el funk, el grupo liderado por el gran Rodrigo Llamazares se ganó el titulo de banda más ecléctica del panorama nacional. Si, además, a esto le añadimos unas letras comprometidas políticamente, con una visión positiva del mundo, ya tenemos la esencia de Super Skunk. Apenas estuvieron en activo unos siete u ocho años, a lo largo de los cuales editaron tres trabajos: Super Skunk (1996), Planeta Azul (1998) y Sea como sea (2001), estos dos últimos a través de la ya extinta discográfica de Dover Loli Jackson Records.
Tras la disolución de Super Skunk, Rodrigo Llamazares, un culo de mal asiento, tenía la necesidad de volver a revivir y experimentar de nuevo lo que sentía sobre los escenarios, por lo que decidió formar otra banda con una propuesta musical mucho más tranquila pero también más arriesgada, para así dar cabida a todo tipo de influencias musicales. Para ello, se pone en contacto con Miguel Lancha (bajo) y Roberto Lozano (batería), dos artistas, maduros y curtidos, provenientes de otros grupos como Sobrinus, La Vacazul, Sex Museum, Deluxe y Los Coronas, para dar forma a su nuevo proyecto musical: Zia.
La chispa presente en la química existente entre este trío de musicazos prendió de inmediato la mecha, dando como resultado su primer y único disco, Despierta, publicado en el año 2007 a través del sello de Torrelodones DFX Discos Especiales, encargados también de publicar varios álbumes de bandas como Skizoo, Moebio o Killus. En la producción, además del propio Llamazares, encontramos al mítico Daniel Alcover, entre cuyos logros está el de estar detrás de un álbum que, nada… apenas tuvo éxito… ¿Os suena de algo Devil Came to Me (1997)? Pues eso… ¡un puto crack!
Lo primero que nota un@ al escuchar Despierta es que, si bien se nota una reducción bastante considerable de decibelios y mala leche, por momentos la obra parece conservar la mala baba de antaño. Las pinceladas de rock enérgico se entremezclan con soltura con melodías de lo más variadas. Como si de una montaña rusa se tratara, el trío nos invita a montarnos en su carromato de emociones musicales para llevarnos a visitar varios parajes musicales impregnados por una sentimentalidad que incluso puede llegar a sorprender, sobre todo si tenemos en cuenta el background musical de las personas que hay detrás de este proyecto.
A lo largo de los 37 minutos que dura este trabajo, esta pequeña joya, nos topamos con escenarios impregnados de cálido -y en ocasiones dulce- pop con claros dejes (muy) alternativos que rememoran los tiempos más pretéritos de la jovial juventud de sus miembros. Un total de 11 canciones difícilmente encasillables en uno u otro estilo musical. Aquí, más que nunca, sirve aquello de «no nos gustan las etiquetas».
Casi al mismo tiempo que se publicaba el LP, la banda publicaba el single en el que aparecen las que quizá sean las cinco mejores canciones incluidas en Despierta. Me refiero a los dos primeros cortes del larga duración, «De agua» y «Químico», junto con tres pistas acústicas interactivas (los celebres enhanced CD’s): «Recuérdame», «Es como es» y «El nudo en ti».
Como adelantaba en el párrafo anterior, el álbum comienza de una forma sublime con la maravillosa «De agua» (qué delicioso delay…), un medio tiempo muy poderoso, y «Químico» que, simple y llanamente, es espectacular y me atrevería a decir que es uno de los mejores temas escritos en español de las últimas décadas. Lo siento, pero me emociona y me pone la piel de gallina eso de:
«Me tapo con su piel
La cubro con mi voz
Hundiéndonos en miel
Abandonándonos
No puedo olvidar que no puede ser
Que otra vez
Esté volviendo a suceder.»
Uno de los pocos momentos en los que la banda rememora sus años mozos es con el tercer corte. «El nudo en ti» tiene -por momentos, musicalmente hablando- un deje muy Rage Against the Machine. La canción se lleva el premio al mejor estribillo de todo el álbum:
«Hay una puerta en ti, si entro me saldré del tiempo
Hay una llave en mí que sabe deshacer el nudo en ti.»
Acto seguido, con «Recuérdame», vuelven a levantar el pie del acelerador con un tema que, por momentos, se acerca peligrosamente al blues, para regalarnos uno de los pasajes más dulces y sosegados de este Despierta.
El meridiano del álbum está marcado por la homónima «Despierta» y sus bellos arreglos de cuerdas. Con «Cada día» regresan a los dejes más rockeros. Os aseguro que no os podréis sacar su estribillo de la mente… jamás:
«Nunca olvidaré
Lo que me enseñaste un día
Sé lo tú quieras ser
No hay tiempo para tonterías’
Cada día
Me acordaré.»
Si tuviéramos que conceder el premio al tema más flojo de este disco, seguramente yo se lo concedería al número siete, «Nada que ver». Es la única canción que, relamente, no me dice demasiado. Pero bueno, estamos hablando de una de 11. Las guitarras acústicas mandan en «Es como es», mientras que en «Fénix», que perfectamente podría llamarse «Nada es para siempre», parecen hacer un amago para acercarse de nuevo a los páramos del rock alternativo más noventero. Pero se queda en eso, en un amago, un genial amago, todo sea dicho.
Con «Fuel» y su incendiaria letra encaramos la recta final del álbum. Lo que más destaca aquí es el ritmo de batería de «Loza». «Nunca más» marca el punto y final del trabajo, dejando el carromato en la parte más elevada del loop de la montaña rusa que es Despierta. Grandes coros para poner el broche final a un trabajo soberbio, casi perfecto.
Calmado por momentos, enérgico en otros, Despierta es la carta de presentación y de despedida de Zia, un trío que lo tenia todo para comerse los escenarios y que se quedó en un bello recuerdo en la mente de los que ya pasamos la cuarentena. Yo tuve la enorme suerte de verles en directo el viernes 29 de febrero de 2008 en la sala Sidecar de Barcelona. Recuerdo que allí, casi entre amig@s (entre los cuales estaba Jordi Hereu, el que por aquél entonces era alcalde de Barcelona), pudimos disfrutar de su arte, que si bien efímero, perdurará en nosotr@s para siempre. ¡Grandes, Zia!
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.