Hace unas semanas tuve la oportunidad, junto a un grupo reducido de personas, de pegarle una primera escucha a cómo iban a sonar las nuevas canciones de Gyoza, y la verdad es que la experiencia fue de lo más positiva. Hubo risas, birra, VIP’s y, por encima de todo, muy buena música, como no podía ser de otra manera.
La banda nos reunió en su local de ensayo de la Verneda para presentar en sociedad el 99.99% de este Early Bird (2020). Para aquellos que no lo sepan, «early bird» se refiere a alguien (una persona) que tiende a levantarse muy temprano por la mañana. Por lo general, es un cumplido que te llamen madrugador, ya que los madrugadores son personas con el hábito natural de levantarse temprano, y a menudo también se acuestan antes de que sea demasiado tarde. Este mismo pero aplicado al mundillo musical viene a significar algo así como que te ahorras pasta si estás dispuesto a comprometerte (adquirir) con algo, como podría ser la publicación de una novedad discográfica. Esta estrategia de precios puede generar interés, generar ingresos iniciales y utilizarse para aumentar el marketing boca a boca.
Desconozco por qué acepción de la expresión se habrán decantado los muchachos de Gyoza a la hora de titular su nueva entrega, pero viendo sus pintas, ya os puedo yo asegurar que estos no se levantan nunca antes de las 12:00 del mediodía, y mucho menos ahora, estando como están en cuarentena.
Los que nos sigan con más o menos asiduidad, sabrán que los catalanes Gyoza son una de nuestras bandas fetiche. El cuarteto de Barcelona, formado por Adrià (voz, guitarra), Xavi (guitarra), Àlex (bajo) y Antonio (batería), llevan años madurando su sonido y con esta nueva entrega, Early Bird, digna sucesora de su anterior y primera entrega discográfica, Gyoza (2018), podríamos decir que han llegado al punto óptimo de maduración.
Cuando acudimos al supermercado a comprar fruta fresca, escoger las piezas más adecuadas puede convertirse en una auténtica odisea. Afortunadamente, existen algunos trucos para saber su nivel de maduración, y lo mismo sucede con la música y con los dumplings nipones. Vosotros, ¿sois de langostinos o dejáis que el cerdo se quede solo? ¿Cuál es la mezcla perfecta de especias? ¿Y las cocináis al vapor, frías o hervidas para obtener el snack perfecto? Yo, no sé vosotr@s, pero a mí me gustan de cualquier manera… hasta crudas.
El origen del cuarteto se remonta al año 2014, momento en el que sus componentes se reúnen con la intención de buscar, de encontrar las ideas más personales posibles, para crear un sonido mixto a caballo entre el indie, el grunge y el stoner. Tras la publicación de un primer EP, dan forma a lo que acabaría por convertirse en su primer largo, co-editado por Long Live Records, Spinda Records, Navalla, La Nada Colectiva, CGTH, Gato Encerrado y por los propios Gyoza. Los ingredientes para un segundo plato estaban ya servidos.
Con lo que nos topamos tras una primera escucha es con una propuesta mucho más contundente, en la que las guitarras suenan más sucias y distorsionadas, mientras que la voz de Adrià se deja abrazar por momentos por el espíritu de un Cobain en estado de gracia. Se nota que las decenas de directos que llevan a sus espaldas y las ganas de subir un peldaño más en todo esto han calado fondo en la formación. Y yo me pregunto, ¿por qué contentarse con un 8, que es la nota que le dimos a su primer largo, cuando pueden perfectamente, llegar a rozar la perfección?
Tal y como reza el primero de los cortes, «Up Where They Belong», ellos se merecen estar ahí arriba. El marco de la caja Postius se deja acariciar por la distorsión que emana de las cuatro cuerdas del Sr. Fernàndez-Cardellach para adentrarnos en toda una orgía de gritos desgarrados y de fangosos riffs de guitarra. La banda también se deja querer por unos sampling pads que salpicarán todo el trabajo en momentos puntuales. Curiosa la estructura de este primer corte, pues no es la típica canción de verso-estribillo-verso-estribillo, pues tras lo que podría entenderse como el primer verso, la cosa desemboca en un puente que en lugar de llevarte hasta la otra orilla, te deja caer en medio un río de aguas bravas… y sin flotador.
«Veins», el segundo corte, vio la luz hace ya unos cuantos meses a modo de primer single adelanto. Es quizá el tema que más se asemeja a las canciones contenidas en su primer LP y tiene ese tufillo a los primeros Foo Fighters de su época de The Colour and the Shape (1997). La canción, mucho más melódica que su predecesora, también cuenta con una estructura extraña, como inacabada, lo que me hace sospechar que lejos de ser algo fortuito, va a marcar el tono general del álbum. La melodía, la rítmica inicial, da paso a unas guitarras rasgadas y a un ritmo de bajo ultra saturado que, si bien está presente desde el inicio, se hace mucho más evidente a media que el tema avanza.
«Nothing to Be Ashamed of» (o la «Deftones», como ellos la llaman ellos en petit comitè) es el tercer corte y el tercer single que vio la luz hace estacas semanas. Sí, ese en el que Adrià y Àlex la palman por chulitos. Se trata de uno de los temas más guitarreros y potentes de este trabajo, a pesar de ese teclado estilo oriental que aparece de manera intermitente a lo largo de la segunda mitad de la pieza. Gran trabajo tras el micrófono de Adrià, que deja claro que lo suyo es, tanto la melodía pop como el screamo.
«Glitch» es de todo menos defectuosa. Aquí de nuevo se dejan querer por los sintetizadores y por los ritmos electrónicos que actúan a modo de colchón sobre el que descansan tanto los arpeggios como los riffs. La rentrée final le da un toque muy guapo a la canción, al igual que la voz de Marva, que nos regala los alaridos más potentes que jamás le haya escuchado.
La batería y ese sonido tan característico del bajo que os comentaba más arriba, nos presentan «In My Room», el primero de los tres singles que la banda nos regaló antes de que el trabajo viera la luz. Es, sin dudarlo un solo instante, mi preferida de este trabajo. Aquí la banda experimenta algo menos con la estructura de la canción, y lo que al principio se nos presenta como un tema sospechosamente sosegado y calmado, acaba por desembocar, entre «Nah, nah, nah, nahs» en todo un festín de distorsión que para sí quisieran Mudhoney. Una vez más, el sintetizador final, que merge en pleno fade out, le da un aire diferente y cool a la canción.
«Unveiling Roy» es una pieza instrumental que actúa a modo de presentación de «Killing Goode», un tema que estoy seguro te destrozará las vértebras cada vez que suene en directo. Si bien el uso de sonidos sintetizados funciona muy bien en su predecesoras, aquí creo que está un poco de más y que podría haberse omitido y habernos regalado unos segundos más de riffacos.
«Requiem for a Lie» es un tema que bebe directamente de la esencia de los Radiohead de finales de los 90. Ojo, ¿podríamos decir que este es el OK Computer (1997) de Gyoza? Su jazzístico ritmo inicial de batería nos acompañará a lo largo del que acabará por convertirse ser el tema más calmado de este Early Bird. no diré que el tema es perfecto, pero poco le falta. La segunda mitad es, simple y llanamente, genial, aunque yo la hubiera alargado unos compases más.
La recta final se inicia con «Sold», otro tema que empieza calmado pero que a los pocos segundos cambia por completo, La alternancia entre pasajes más ligeros y distorsión funciona a las mil maravillas. La banda incluso se anima a poner el 11 en el ampli y nos regala unos momentos, unos pasajes finales de algo que va mucho más allá de su seña de identidad, pues se dejan querer por unos ritmos más metal que no les había escuchado hasta la fecha.
Con la final «Burden» vuelven a recorrer esos caminos que les son más familiares. Aquí de nuevo destaca en la mezcla el bajo de Àlex, uno de los mejores durante todo el álbum. El tipo aporta músculo (en el más amplio sentido de la palabra) a todo el conjunto. La canción, la más larga de todo el LP, suena de nuevo bastante melódica, pero me refiero a esa melodía tan característica del cuarteto que sabes que, de un momento a otro, te va a pegar una bofetada en toda la cara… pero no es este el caso, pues acaba por convertirse en uno de los pasajes más suaves de todo el trabajo. Una muy brillante manera de poner el punto y final a un más que notable trabajo.
Gyoza han crecido y eso se nota en el resultado final. Con Early Bird han alcanzado la mayoría de edad, pero se me antoja que estos no se van a contentar y se van a empeñar en crecer… y crecer un poco más, y yo que me alegro. Ahí estaremos nosotros para ver cómo se desenvuelven ahora que ya son unos señores mayores en esto de la música.
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.