Siempre he considerado que lo que H.E.A.T conseguían en directo, no lograban el estudio. Es decir, que mientras encima de un escenario los nórdicos son una auténtica apisonadora, en disco se quedaban a medio camino del súper estrellato. Sí, cada entrega contaba con algunos temas memorables, pero creo que nunca habían conseguido sacar un disco de quitarse el sombrero. Hasta ahora. Porque sí, ante nosotros tenemos el que, probablemente y visto en su globalidad, su mejor lanzamiento, y cosas muy buenas tienen que pasar para que no esté en el top 5 de discos anuales. Quizá no tenga ningún hit como algún otro disco (esto es discutible), al estilo de “Beg beg beg” o “Inferno”, pero el nivel global de este II (2020) me parece superior a cualquiera de los cinco álbumes anteriores.
Escuchar el disco es ir de regreso al futuro, como diría el sr. McFly. Es un chute total a los 80 en todos los aspectos, excepto en la producción y demás tecnicismos, que es 2020 en estado puro. Escuchar el disco es visualizarte en chándal gris y gorro de lana negra, corriendo por las calles de Filadelfia, subiendo unas escaleras y, una vez en lo alto, alzar los brazos como símbolo de victoria. Aunque aún tienen algún rastro del AOR que practicaban en sus inicios, el sonido de H.E.A.T está ya más que definido. Tampoco han experimentado demasiado como sí pudieron hacer su anterior trabajo. Aquí van de c ara a barraca, y casi parece que hayan ideado el larga duración como uno de sus directos: lleno de energía, un pequeño respiro y otro final lleno de garra y fuerza.
Los ingredientes son por todos conocidos: melodías a raudales, teclados muy presentes, una voz que es como su dueño, una inyección de Red Bull, buen rollo, guitarras que ganan protagonismo, etc. Quizá, en este aspecto y sin que afecte a la música, le pediría algo más a Crash, ya que el nivel de la batería es tirando a bajo (no sé si es porque no sabe más o porque así se ha decidido). En total son 45 minutos repartidos en 11 temas llenos de diversión.
La cosa empieza fuerte con “Rock Your Body”. Tras una intro muy marca de la casa, nos vamos a un ritmo machacón y un riff con cierto vacile. Todo ello desemboca en un estribillo que, si bien es cierto que no es de fuegos artificiales, no dejará de ser coreado en todos sus conciertos. El ritmo sube con “Dangerous Ground”. En parte misteriosa (gracias en especial a los efectos en la voz), las melodías en puente y estribillo son una delicia. Lo petará seguro. También romperá la pana “Come Clean” y sus teclados bonjovianos y su estribillo coreable a más no poder.
Si seguimos el símil peliculero de más arriba, el siguiente tema nos viene que ni pintado, y no por la música, sino por su título, “Victory”. Las guitarras de Dalone suenan muy potentes aquí, y las melodías de Tee van ganando protagonismo a medida que avanza el tema. El estribillo me recuerda, en cuanto a sensaciones, al primer corte, “Rock Your Body”. Pegadizo, machacón, coreable, pero sin tantos estallidos como es habitual. “We are Gods” empieza con un estructura bluesera que tira de culo, dejando la voz de Erik como absoluta protagonista del tema, seguido de los teclados. El estribillo me ha parecido de los más flojos, pero el tema te hará mover.
Sigamos. ¿Quieres H.E.A.T? ¿Los de siempre? Pues aquí tienes el tema y un título explicativo, “Adrenaline”. Tiene cierto regusto a algún tema de Eclipse en el estribillo, y por primera vez en el disco tenemos los “ohohoh” tan necesarios en el grupo y estribillo. “One by One” ya la conocíamos, ya que salió como single el año pasado. 80s puros y duros en todo lo que se pueda decir de ella. Temazo de muy altos vuelos.
Aquí viene el respiro del que hablaba al principio. “Nothing to Say” y “Heaven Must Have Won an Angel” bajan considerablemente la velocidad y la energía. La primera lo hace en forma de balada (y no creo que sea la mejor faceta del grupo), la segunda como medio tiempo ultra melódico con teclados omnipresentes. Esta segunda tiene su punto, pero la balada es, como suele ser habitual, la que me sobra.
Ya nos acercamos al final. “Under the Gun”, además de un título utilizado por la mitad de bandas del mundo, nos trae de vuelta las guitarras de Dave a primer plano. Terminamos con otra conocida, “Rise”. No te dejes engañar la por la intro suavecita, pues el tema está lleno de energía. Es como la calma antes de la tormenta, pues no es especialmente rápida (ya digo que, en general, a la batería de Crash se le podría pedir más), pero con solo una escucha ya se ve perfectamente cómo funcionará en directo, con todo el público, TODO, gritando Rise!
Me gustaban H.E.A.T, especialmente en directo, pero nunca había encontrado ese punto de escucharme un disco suyo del tirón. Con este esa espina ha salido, y pone a la banda en lo más alto del hard melódico escandinavo. Discazo absoluto.
Llevo en esto del heavy más de media vida. Helloween y Rhapsody dieron paso a Whitesnake y Eclipse, pero Kiske sigue siendo Dios.
Como no sólo de música vive el hombre, la literatura, Juego de Tronos y los tatuajes cierran el círculo.
Algunas personas dicen que soy el puto amo, pero habrá que preguntarles por qué.