Esta gente de Haken, la verdad, están empezando a dejarme sin adjetivos. Cuando uno piensa que ya deben haber alcanzado su cenit (algo que uno piensa, si lo miras bien, cada par de años), con cada nuevo disco que publican siguen sorprendiéndonos y, como unos Sergeys Bubkas de la vida, van subiendo el listón centímetro a centímetro aunque parezca que ya no se puede subir más. Y no sé exactamente por qué, pero curiosamente nunca llego a albergar esperanzas de que vayan realmente a hacerlo, así que cuando luego me encuentro de morros con un discarral tan maravilloso como este Virus, me quedo con la mandíbula desencajada y absolutamente del revés. Porque ya os aviso que esto que tenemos entre manos es una puñetera maravilla sónica: a mi juicio, el mejor trabajo de su impoluta carrera y máximo favorito a disco del año a día de hoy.
Tal y como ocurrió, seguro, con muchos de vosotros, personalmente conocí a Haken a raíz de su disco The Mountain, y aunque en esa época estaba bastante metido en el mundo del metal progresivo (bastante más que ahora, por ejemplo), mentiría si dijera que me flipó de buenas a primeras a pesar de ser un disco que cuenta con una aclamación unánime por parte de fans y crítica. Claro que había canciones que me molaron un montón (“Cockroach King” es un puñetero temazo absurdo, por ejemplo), pero su aire tan aparentemente “clásico” y tan discípulo de Dream Theater (o eso me parecía entonces a mí) hizo que no acabara de conectar con él de buenas a primeras como sí había hecho con bandas como Leprous o TesseracT, descubiertas alrededor de esa misma época.
Dónde realmente caí rendido a sus pies (algo, una vez más, inesperado) fue cuando los vi por primera vez en directo, en verano del 2015. Era un sábado y daba la casualidad que ese fin de semana estaba trabajando en Bruselas (algo que hago, normalmente, un par de veces al año). Siempre que me encuentro en esa situación le pego un vistazo a la agenda conciertil de la capital belga para ver si hay algo que merezca especialmente la pena. Normalmente ninguna de las muchas propuestas de la noche rockera de la ciudad me motiva lo suficiente como para realizar el largo desplazamiento desde donde me suelo alojar, pero en esa ocasión el cartel juntaba a Between the Buried and Me y Haken, una pareja la mar de atractiva que añadía todo un acompañante de lujo a una de mis bandas favoritas como eran los de Carolina del Norte.
Yo esa noche fui, sobre todo, a ver a BTBAM por primera vez, pero entre que unos son bastante irregulares en directo y los otros no parecen de este mundo, resulta que Haken se los comieron con patatas, ketchup, mayonesa y salsa picante. Fue insultante lo de esa noche, de verdad, y gracias a ello los de Ross Jennings y compañía salieron de allí con, por lo menos, un nuevo fan. No sé si a partir de ese día me los empecé a mirar con otros ojos o qué, pero su siguiente Affinity ya me entró como cuchillo en mantequilla desde el primer día, con temarrales tan impresionantes como “Red Giant” o el despiporren de esos que se te escapa la risa histérica al oírlo como es “The Architect”. En su visita a Barcelona al cabo de pocos meses se marcaron un bolazo espectacular, y a partir de ese momento ya me han tenido como fan locaza y absolutamente incondicional.
Su anterior Vector fue un nuevo paso adelante en el que endurecieron su sonido y quisieron empezar a meter el pie en los corrillos de la parroquia más heavy. No sé si acabaron de conseguirlo del todo, pero una vez más se marcaron todo un discazo. Ahora, la segunda parte de esa biología llega con el apropiado (pero accidental e inintencionado) nombre de Virus. Según explican, la idea era que este álbum siguiera el camino lírico, visual y sónico marcado por su predecesor, pero si bien en los dos primeros aspectos lo lograron sin problemas, en lo musical el tarro de la creatividad se les derramó por el camino y el resultado obtenido aquí es una orgía de estilos y sonidos que supera con creces todo lo que habíamos visto antes en ellos (y ojo, que ya es decir). Porque podrán beber de los siempre presentes Dream Theater, de Meshuggah, Opeth o Radiohead, pero los británicos han conseguido amasar un sonido totalmente propio e inconfundible que defienden y expanden con un talento y una confianza ante la que no podemos sino levantarnos y aplaudir.
Tras una carrera llena de valentía y decisión que se alarga ya por trece años y en la que han publicado hasta seis trabajos de estudio, Virus se nos descubre como el disco más variado, inspirado y desquiciante que Haken ha entregado al mundo hasta ahora. Su espectacular capacidad técnica (porque los tíos son buenos, buenos) está siempre al servicio de la música y de las canciones, y aunque su propuesta es ciertamente compleja y nunca escatiman la oportunidad de demostrar sus habilidades instrumentales (y vocales), también es cierto que huyen bastante de pajilleos gratuitos que no sumen al conjunto. Por si fuera poco, siempre me han parecido una banda capaz de transmitir alegría y luz con su música. En un mundillo como el del prog moderno, en el que a veces parece que una atmósfera algo taciturna y derrotista es casi necesaria, es todo un soplo de aire fresco ver como alguien puede triunfar con una propuesta tan musicalmente positiva.
Con este disco, por cierto, me pasó algo bastante curioso. Hace ya un montón de semanas que recibí la copia promocional por parte de la gente de Inside Out Music, pero por algún motivo inexplicable mi reproductor de mp3 decidió desordenar por completo las canciones, con lo que mi primera impresión del disco se basó en siete u ocho escuchas en una disposición totalmente incorrecta. Para poneros un ejemplo, la melosa “Canary Yellow” era mi canción de apertura (algo que nunca me acabó de entrar del todo), mientras que el pequeño interludio “Only Stars” (a la postre, outro del disco) servía de enlace entre la alocada y épica “Messiah Complex” y la muy metálica “Prostethic”. Muchas de las canciones me gustaban mucho, pero había un no sé qué que me chirriaba. No fue hasta la misma mañana en la que entrevisté a su bajista Conner Green que me di cuenta del error, y aunque al principio me costó readaptarme al nuevo orden, la verdad es que gracias a él los múltiples detalles y matices presentes en este disco acaban por ponerse a sitio y brillar en su máximo esplendor.
La cosa empieza a todo trapo con “Prosthetic”, quizás el tema más eminentemente metálico de su carrera reciente. Con toques evidentes a los Dream Theater más heavies, palm mutings a saco, tercetos frenéticos y una agresividad casi sorprendente con la que demuestran que vienen con ganas de comérselo todo, el primer adelanto del disco es un tema magnífico que brilla por sí solo y que funciona de maravilla para abrir este Virus, pero que dentro del conjunto del disco (ojo lo que voy a decir) suena un poquito, ehem, ¿“plano”? No me vayáis a malentender: no es en absoluto un tema plano per se, y cuando me lo miro de forma individual no dudo en aplaudir a rabiar, pero una vez puesto en el contexto de un álbum tan variopinto, acaba por quedarse un poco a un lado. Y creo que es un poco lo que me va a ocurrir en más de una ocasión: los temas top son tan espectaculares que los demás palidecen ligeramente a su lado a pesar de ser igualmente brutales en cualquier otra situación.
“Invasion”, por otra parte, es uno de los temas que de buenas a primeras me atrapó más fácilmente, quizás gracias a ese cierto aire a los Leprous de la época Coal / The Congregation (los que personalmente más me gustan). Se trata de una bacanal eminentemente progresiva de ritmos sincopados, sonidos djent y un estribillo muy épico en el que el cálido timbre de Ross se erige como gran protagonista. El transcurrir magnético de todos sus pasajes es delicioso, pero su gran auge llega hacia la parte final, momento en el que aparece una guitarra aguda, acogedora y maravillosa que desemboca en una melodía vocal dulce y que, cuando parece que esté todo a punto de acabar, aún da paso a unos síncopas finales majestuosos y bru-tales. Una flipada de canción.
Continuando con la deliciosa variedad que nos sorprende en cada recoveco de este disco, “Carousel” es otro temarral que alterna cosas de aquellos grandes Haken que conocimos en el brutal Affinity con algún que otro riffaco a lo Opeth que haría aplaudir al propio señor Akerfeldt. Se trata de un corte larguísimo que da un montón de vueltas y visita multitud de territorios (y cuando regresa cíclicamente a cada uno de ellos lo hace añadiendo fascinantes matices), pero cuando llegas al final de sus diez minutos y medio te encuentras con que su escucha ha pasado volando y no ha sobrado absolutamente nada. Además de la evidente influencia de Opeth (y de infinidad de cosas más), aquí hay momentos cercanos al jazz, pasajes que me recuerdan a The Mars Volta, breaks djent de esos de romperse el cuello como si no hubiera mañana e, incluso, riffs que me transportan a los Sepultura de la época Arise. Todo mezclado con una sorprendente naturalidad y sazonado con un estribillo sorprendentemente melódico y pegadizo. “Carousel” me parece un temarral muy muy bestia y difícilmente describible con palabras, así que en vez de intentar descifrar si lo que digo tiene ningún sentido, os conmino por favor a escucharlo lo antes posible y tanto como podáis.
Después de un primer tercio del disco que roza la perfección y que está lleno de emocionantes subidas y bajadas, la más que notable “The Strain” tiende (injustamente) a pasarme algo más desapercibida. Es posible que si me tuviera que poner tiquis miquis diga que quizás este tema está un peldañito por debajo de los momentos estrella de este Virus, pero la verdad es que cuánto más la escucho más me gusta, así que quizás esta impresión se deba, sencillamente, a que viene después de todo lo que viene. Su bella línea vocal avanza repleta de groove y se acompaña de una estructura definitivamente prog pero, quizás, algo menos rebuscada que en otros cortes. Los recursos instrumentales son una vez más geniales, y a pesar de esa complejidad inherente en cada uno de sus pasajes se las apaña por dar la curiosa impresión de que se trata de un tema directo y accesible.
El alegre final de “The Strain” desemboca con total naturalidad en la melosa “Canary Yellow”. En mi orden original (infeliz de mí) este tema era el primero de todos y la verdad es que tanta suavidad para empezar se me hacía un mundo. En su posición real sigue sin contar entre mis favoritas del disco, pero gracias a ese aire a Radiohead o a bandas de prog cercano, moderno y atmosférico como los nuevos VOLA o incluso Agent Fresco, encaja de maravilla. Su dulzura y expansión supone un remanso de paz muy apetecible y agradecido en un disco por lo general bastante duro, mientras que sus melodías vocales cercanas al pop y su instrumentación post rockera y shoegaze la convierten en un pequeño himno que no necesita ni tan siquiera ser necesariamente pegadizo para apuntar a éxito incontestable en directo.
Si alguno de vosotros no está aún convencido de que lo que tenemos entre manos es una obra maestra, los cinco apoteósicos actos que forman “Messiah Complex” acabarán por haceros rendir ante la evidencia. Es verdad que musicalmente cada uno de estos movimientos tiene una personalidad totalmente distinta, y la razón de que todos ellos pertenezcan a un mismo todo es puramente conceptual: se trata de la conclusión de la historia del Rey Cucaracha que los británicos han ido explicando a lo largo de los años. Aún así, si sumamos la duración de todos ellos estamos ante una especie de epopeya de diecisiete minutos que toma la posición espiritualmente central del disco al igual que en el pasado habían hecho temas como “The Architect”, “Visions” o “Celestial Elixir”. Y creédme que tanto a nivel de épica como de calidad no tiene nada que envidiar a ninguno de esos temazos.
Una cosa que llenará de excitación a cualquier fan de Haken que se precie es que toda esta suite está repleta de pequeñas referencias a un montón de canciones pasadas de la banda, desde “Shapeshifter” a “Host”, “Puzzle Box”, la propia “Cockroach King” y muchas más. Algunas son muy obvias y otras no tanto, así que los aficionados más die hard se podrán entretener durante horas en encontrarlas todas, pero independientemente de que seas capaz o no de identificarlas, la escucha completa y atenta de este nuevo ente de personalidad insultante es indudablemente orgásmica. El hilo emocional que une los cincos movimientos se manifiesta como una línea temporal que no mira atrás en ningún momento, y vas a necesitar muchas escuchas para acabar de digerir la animalada de detalles y de matices que encontramos aquí.
La primera parte, llamada “Ivory Tower”, es quizás la más modosita de todas ellas. Basándose en una línea vocal delicada, atractiva y accesible, nos sirve para empezar a ponernos cómoda y agradablemente en situación antes de abocarnos a la alocada y pesada “A Glutton for Punishment”, una pieza maravillosa que contiene algunos de los momentos más heavies y agresivos de todo el disco. En total contraste con ellos nos encontramos con las voces saltarinas y angelicales que sirven para abrir “Marigold”, un pequeño pasaje que resulta ser tan solo un breve paréntesis antes de que los ritmos imposibles y la especie de mezcla hilarante entre Steven Wilson y Devin Townsend te salte en toda la cara sin que te des casi cuenta.
Y si la locura impresionante y casi perfecta que supone “Marigold” te ha dejado aturdido, prepárate, porque “The Sect” es una auténtica animalada. Riffacos, blast beats, sonidos de videojuegos de ocho bits, la melodía vocal a capella de “Cockroach King”, un saxo alocado y disonante, solos idos de madre, ritmos imposibles e histerismos varios a tutiplén se empaquetan en tan solo un par de minutos para dejarnos semi inconscientes a las puertas del heroico y grandioso final que supone “Ectobius Rex”. Majestuosa y llena de coracos, breaks, ritmos, solos, épica djent y yo que sé qué mas, este último acto concluye definitivamente con la suite con un final hipnótico y repetitivo que vuelve a recordar mucho a Opeth y que ejerce de verdadero colofón de un temarraco que debes escuchar muchas veces, en serio, para acabar de comprender.
Como medida de depresurización después de la locura inexplicable que hemos vivido en el último cuarto de hora largo, la final y muy radioheadiana “Only Stars” acaba definitivamente con el disco de forma inquietante e imagino que pretendidamente relajada. A base de una atmosférica combinación de voz, piano y ruiditos varios, esta especie de outro sirve para devolvernos lentamente a la realidad lo suficiente para que que vayamos a buscar la fregona y limpiar así el estropicio de babas y semen que acabamos de dejar en el suelo antes de que, ahora sí, nos levantemos definitivamente de la silla y le peguemos una ovación ensordecedora a la maravilla de discarral que se acaban de marcar estos tíos.
¿Estamos ante el mejor disco de la carrera de Haken? Viendo su espectacular discografía esa es probablemente una afirmación algo aventurada, pero a día de hoy a mí no me quedan muchas dudas de que, efectivamente, así es. ¿Se trata pues de mi disco del año? Aún es pronto para decirlo, claro, pero algo muy grande tendría que pasar para que no lo fuera. En todo caso, y clasificaciones aparte, de lo que hay ninguna duda es de que estos seis pedazo de músicos llevan ya un buen tiempo tocados por la varita de los dioses, y tontos seríamos de no disfrutarlo sean cuáles sean nuestros gustos.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.