Durante los 90 hubo un grupo de amigos residentes en las afueras de Estocolmo que tenían sus bandas establecidas, pero les gustaba reunirse con instrumentos y cervezas para jugar a ser Judas Priest e Iron Maiden. Oscar Dronjak, Jesper Strömblad y Mikael Stanne se lo pasaban bien y, a pesar de tener todos sus proyectos emergentes se presentaban cada año vestidos de tachas y tiraban de tópicos en un concurso regional. Curiosamente cada año la cosa iba a más y pasaban más rondas.
Hubo un momento en el que Dark Tranquillity e In Flames explotaron por lo que Stanne y Strömblad le dijeron a Oscar que dejaban el pasatiempo, pero el moreno (por aquel entonces) ya tenía la base de lo que quería y con el fichaje del gran Joacim Cans llegó a sacar un disco debut a unos niveles tremendos. Lo que había empezado como una broma era un grupo serio. Con Suecia en el mapa, Italia, Brasil y los grupos alemanes de heavy metal clásico este género pasaba a ser global. El metal alemán (que así se conocía) por ese entonces quedaba instalado con una nueva etiqueta: power metal.
En esos tiempos andaba yo por Polonia y me compré una revista de heavy metal alemana Rock Hard en la que ponían a Hammerfall por las nubes. Tocaban en un festival llamado Wacken Open Air (un completo desconocido por aquel entonces) y parecía que había dinero y medios respaldando el proyecto: la discográfica Nuclear Blast.
Con HammerFall cambia Nuclear Blast Records
“No estoy seguro de si esa afirmación es del todo correcta jeje. Sí es cierto que empezamos a ver que nuestro trabajo llegaba a lugares o medios de comunicación “insospechados”, por así decirlo. No sé si fue el detonante para cambiarlo todo, pero lo que sí está claro es que nosotros también empezamos a ver el cambio.” (Oscar Dronjak)
Aunque puede pareceros menor la trayectoria de HammerFall hay que decir que ellos fueron los que cambiaron el negocio. Nucelar Blast se dedicaba sólo a editar discos de grupos extremos hasta que publicaron Glory to the Brave. En pocas semanas el disco ya era el más vendido de su historia del sello y se vio que el power metal era un filón a explotar. Luego se lanzaron a por Primal Fear. Pero los fans “auténticos” nunca, nunca digirieron bien que HammerFall entraran a pista cual elefante en cacharrería.
Pronto empezó una corriente de anti-HammerFall realmente beligerante y hubo un Wacken en el que centenares de cenutrios norte-europeos iban a su concierto con el logo del grupo con la señal de prohibido. La cosa fue a más hasta que un borracho le estampó una jarra de cerveza a Joacim Cans en la cara. ¿El motivo? Que HammerFall tenían éxito en una discográfica extrema.
La irrupción de HammerFall para los chavales que en esos 90 echábamos de menos a bandas del estilo fue toda una bendición. No estábamos equivocados, el heavy metal podía seguir siendo trascendente. Strömblad había ayudado a Oscar a componer gran parte del disco y en la batería estaba un crío llamado Patrick Räfling. Un chaval como (aquellos) nosotros…
El disco
Iban con todo en Nuclear Blast, comprando los derechos de la anterior discográfica Vic Records y consiguiendo que Andreas Marschall les hiciera una portada casi paródica. Tenían ya su Eddie y el martillo a lo Mario Bros como símbolo. Pero todo esto sólo funciona si tienes temas como esa apertura mayúscula que es “The Dragon Lies Bleeding”. Están en este tema todos los tópicos habidos y por haber, pero hechos con un gusto exquisito. Velocidad, riffs y solos coreables y un Cans que parece no esforzarse para conseguir los tonos más altos. Imposible no caer rendido ante ellos si te gustaban Gamma Ray, Helloween o Rage. Menudo himno.
Y en el disco había muchísimo material que merece ser recordado, empezando por ese tema que es “Hammerfall”, un clásico imperecedero del estilo. Una canción enorme en la que le sobra el vergonzante videoclip (sin apenas medios) que sacaron. Cabalgada épica y power de las que hacen época. Hay mucho de Judas y Maiden allí, pero a velocidades endiabladas, y todo luce. Le tengo mucho cariño al tema puesto que lo tocaba con mi banda de entonces Kronosfear.
Uno de los temas más recordados es el que da nombre al disco: una power ballad excepcional y de lo mejor que han creado nunca. Es una de las mejores baladas heavies de los 90, lo cual tiene mucho mérito. Piano, mucha contundencia y electricidad en contraposición con la delicada voz de Joacim. “The Metal Age” es el típico tema que llevaba desde los principios del grupo. Tachas y metal por la vena y con grandes resultados, efectiva y pegadiza, es justo lo que le pedimos a unos recién estrenados: frescura, pero manteniendo los cánones intactos.
“Bueno, creo que fuimos una de las bandas que hicieron posible que Nuclear Blast diera el siguiente paso. Estoy muy orgulloso de todo lo que hemos logrado como grupo. En 1997 logramos lanzar un álbum de heavy metal, un género que a nadie le importaba para nada en ese momento. De hecho, pudimos abrir la puerta para que bandas de heavy metal de una nueva generación compusiesen, grabaran discos y salieran de gira. Así que sí, estoy muy orgulloso de todo lo que hemos hecho y de que después de 23 años todavía estemos aquí.” (Joacim Cans)
“I Believe” es la otra balada, y cumple perfectamente a pesar de no llegar al nivel de “Glory to the Brave”. Evocadora, con acústicas y un gran protagonismo de la voz de Joacim. Frederik Larsson al bajo y Glenn Ljungström completaban el grupo con calidad, pero sin buscar grandes alardes de protagonismo. Uno de los grandes logros es la versión del “Child of the Damned” de Warlord. El tema era tan bueno que revitalizó al grupo, que llegaría a reactivarse y a invitar a Joacim Cans en sus directos. Las versiones están para hacer aflorar joyas olvidadas, y esta es una de ellas.
Personalmente los otros tres temas bajan un poco el listón ya que son canciones más encuadradas en el heavy metal tradicional y pierden la velocidad del power metal emergente. Una es el “Steel Meets Steel” a pesar de que siempre ha sido una de las favoritas del público y un poco ya deja entrever la fórmula que seguirán a partir de entonces. Es muy machacona, pesar de que ese final con la subida le da una gran salida al tema.
Más guitarrera es “Stone Cold”, corte que me aburría mucho en directo. Aquí hay esencias de Accept buscando lo hímnico. Me llegaba en esa época, pero no ha envejecido especialmente bien, especialmente ese interludio que intentan simular un directo. Mejoran las cosas en la cantarina “Unchained” con un estribillo de los de puño en alto y a más altas revoluciones. “El poder del metal desencadenado…” La verdad es que Manowar eran el espejo en el que se miraban.
Veredicto
Hubo una primera gira en la que acompañaron a Gamma Ray y Jag Panzer. Pasaron por la extinta sala Garatge y dejaron una muy buena impresión. Recordemos también que uno de los grandes gurús de la producción como es Fredrik Nordström tuvo mucho que ver en la excepcional calidad final de la obra, y un poco, ese grupito de coña terminaría siendo una realidad muy a tener en cuenta.
El grupo vio que había que buscar miembros fijos quedando Oscar y Joacim como capos y habrían pasos hacia adelante pues lo mejor de HammerFall estaba por llegar. Se hicieron fichajes “galácticos” y la popularidad subió como la espuma hasta el punto que llegarían al número 1 en Suecia. Desgraciadamente para ellos ha habido grandes sectores de la escena que nunca les tomaron en serio. Pero si en su día te emocionó este disco… no reniegues de él.