Podéis creerme, después de ver el miércoles a Jon Hay, el excelente y precoz guitarrista de 17 años que acompañaba a John Németh, y disfrutar el sábado con la música de Hannah Wicklund, fantástica cantante, guitarrista y compositora de tan solo 21, creo no equivocarme en lo más mínimo cuando afirmo que el futuro del blues rock es de lo más prometedor y está totalmente asegurado. Hay que reconocer que estas nuevas generaciones de JASP’s (Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados) vienen fuertes y reclaman un protagonismo que, desde mi punto de vista, es merecidísimo y está totalmente justificado.
La actuación de Hannah y su banda, natural de Carolina del Sur pero afincada en Nashville, en su visita a la Sala Rocksound de Barcelona con motivo de la gira que la está acercando por 13 lugares de la geografía española gracias a su participación en los cruceros por el Mediterráneo junto a Jon Bon Jovi y Joe Bonamassa, de entrada no se preveía con demasiados buenos augurios. La venta anticipada realmente no había funcionado demasiado bien. Pero a la hora de la verdad, y como muchas veces sucede, cuando la bella y simpática artista estadounidense salía a escena, la entrada que presentaba la sala era más que correcta, yo calculo que entre media y tres cuartos de entrada.
Nueve minutos después del horario previsto para su inicio, Hannah Wicklund a la voz y guitarra, Egan Miller al bajo y Houston Mathews a la batería, su pareja, saltaban sobre las tablas del escenario de nuestra querida Rocksound. En esta su segunda visita a la ciudad, la norteamericana evidenció una clara progresión desde que nos sorprendiera a todos en su actuación del 2017. Con tres buenos discos ya en el mercado –Looking Glass, The Steppin Stones, Hannah Wicklund & the Steppin Stones– y una enorme cantidad de conciertos a sus espaldas, la banda suena mejor que nunca y Hannah parece cada vez más afianzada en sus labores como vocalista y guitar heroin.
En su show de hora y veinticuatro minutos, finalizado con la que ya parece inevitable versión del «Rockin’ in the Free World» de Neil Young, Hannah Wicklund & the Steepin Stones mostraron dos facetas muy diferenciadas. Una, donde toda la banda se muestra compacta e incontestable con una irresistible mezcla de blues, country rock y hasta soul, y una segunda donde la protagonista, sin compañía alguna en el escenario, muestra una cara un tanto más íntima y sensible. No cabe duda de que esta competente banda, su preciosa voz, llena de matices y registros, su enorme técnica a las seis cuerdas y sus notables composiciones pueden resultar envidiables y dignas de admirar en una joven de tan temprana edad; os recuerdo que tiene sólo 21 años. Pero, desde mi humilde punto de vista, el show en general del grupo, cuya nota global sigue siendo altísima, resulta un tanto demasiado lineal y falto de puntos quizás un poco más variados y álgidos. Todas las canciones me sonaron excesivamente parecidas en cuanto a ritmo e intensidad, salvo los momentos en los que Hannah tenía todo el protagonismo y la banda la dejaba sola en el escenario, pero tengo muy claro que a una artista de su edad, su valía, su progresión y con la calidad demostrada en su actuación, hay que darle tiempo y no juzgarla ni estigmatizarla antes de hora. Espero que el tiempo le dé la razón y su propuesta acabe por consolidarse y alcanzar las cotas que realmente merece, desde luego que actitud, calidad y argumentos no le faltan.
El futuro es suyo.