Complicada audición y propuesta la que nos llega desde territorios australes bajo el nombre de Hashshashin. Sitares y sabores de oriente enfocados a lo instrumental y más aptos para la meditación que al headbanging. Post metal, drone y folk de latitudes medio-orientales que derivan en temas largos, oscuros y progresivos. La digestión es complicada, pero el atrevimiento es absoluto. Carne para el AMFest…
Los elementos de dron se aplican en “Shrines of the Wakhan” en la que los tempos arrastrados y los silencios toman todo el protagonismo. Los juegos de intensidad y volumen mandan en “Crossing the Panj” y las guitarras eléctricas piden paso en “Death in Langar”, pero para nada esperes heavy metal, en cualquier caso. Las percusiones de Evan McGregor es lo más destacable del disco y unos arrebatos eléctricos emparentables con Gold o Alcest, pero siempre en clave oriental y en cuentagotas.
El sinfín de instrumentos étnicos van desde el didgeridoo austral pasando por percusiones habituales de la música marroquí. Los temas son extensos y los dos cortes finales superan los 10 minutos. La conexión con lo ancestral y el folk mundial está presente pero difícilmente es una obra que puedas disfrutar si lo que te va es el heavy metal. La calidad técnica en tempos imposibles irrumpe en “Sarhadd” con sitares persas y guitarras de 12 cuerdas, tocadas por Lachlan Dale, en el que es el corte más contundente de la obra. En “The Taklamakan” se deja que fluyan bajo y guitarras con una percusión más fuerte, pero más de lo mismo.
El post todo toma cuerpo y las vanguardias musicales necesitan de explorar por terrenos vírgenes, aunque estén reñidos con la comercialidad. Si buscas algo diferente a todo Hashshashin es tu banda. Cuesta entrar bastante, pero si te gusta lo más extraño de festivales como el citado AM Fest te vas a poner las botas. Todo el sabor del Tajikistán de manos de una banda australiana. Como nota cultural deciros que de los Hashshashin proviene el término asesino. Utilizaban el hachís para entrar en un trance y obedecer al poderoso señor de la montaña que los mandaba a asesinar a quién quisiera. No había ni miedo ni peros, simplemente actuaban, como esta banda, puede matarte si no has sido fan de Ravi Shankar…