La banda más metal del hardcore (o la banda más hardcore del metal, según queráis verlo) está de vuelta tres años después de su muy buen The Divinity of Purpose. Hatebreed no dejan de recordarnos que los conceptos de hardcore metal y metalcore, aunque a veces la gente los mezcle y confunda, no tienen nada que ver. Mientras en el metalcore tenemos influencias del death metal melódico sueco y de bandas de rock alternativo e incluso nu-metal, con voces limpias, mucha melodía y poco punk, los hardcoremetaleros, con Hatebreed como máximos abanderados, tienen sus raíces en el espíritu y la base de Black Flag, Sick of It All, Agnostic Front y otras bandas del hardcore ochentero agresivo americano, a la que le añaden una instrumentación muy thrashera, con Slayer como máxima inspiración.
Como su propio nombre indica, y por mucho que pasen los años, Jamey Jasta y los suyos siguen incubando odio. Odio hacia las injusticias, la desigualdad, la falta de oportunidades, la corrupción, la brutalidad policial, el abuso de las drogas y demás lacras que afectan a la sociedad contemporánea occidental y a la americana en particular. Pero esta rabia y esta crítica, como es habitual en el hardcore, no son victimistas ni auto-complacientes. De este batido de odio logran sacar un mensaje positivo, de auto ayuda, de lucha, de honor y superación. Esto se refleja obviamente en las letras pero también se puede sentir poderosamente en la música.
The Concrete Confessional es ya el séptimo trabajo de los de Massachussets y, como es costumbre en ellos, es un disco corto y directo. De hecho, con sus 33 minutos, es el más corto desde The Rise of Brutality (2003) y, por ende, uno de los más cortos de su carrera. Esta duración, en mi opinión, es ideal para poder disfrutar de este tipo de música tan agresiva, ya que con duraciones más largas la intensidad se acaba diluyendo.
El disco es buenísimo. No solo no hay cuartel en ningún momento sino que los temas son todos de un nivel muy elevado. Lleva unas cuantas escuchas asimilar los 13 cortes llenos de rabia y crítica, que de buenas a primeras pueden sonar parecidos, pero si bien existe una coherencia y regularidad evidente, a la larga encontramos bastantes matices. Aunque aquí no hay nada sustancialmente distinto a algo que ya hayamos escuchado antes, probablemente estamos ante uno de los discos más completos, inspirados y compactos de Hatebreed. Personalmente, ningún disco de este grupo me ha decepcionado nunca, ya que considero que son espectaculares en lo suyo, y sin duda son una de las bandas que mejor sabe unir metal y hardcore. Pero éste me ha entrado especialmente bien.
El sonido es pesado y contundente, muy limpio y agresivo. Posiblemente estamos ante su disco más metalero. Tanto la producción como el trabajo de las guitarras es muy thrashero, más de lo que nos tenían acostumbrados, sin perder nunca su tradicional espíritu hardcore. The Concrete Confessional es el segundo álbum que publican bajo el cobijo de Nuclear Blast. Me extrañaría, pero quizás la influencia de este gigante del metal ha tenido algún efecto en la dirección que ha tomado la banda en este trabajo. La voz de Jamey Jasta, hardcore 100%, solo tiene un registro, pero es rabiosa y personal como siempre, mientras que la base instrumental es sólida, creíble y contundente, distando de ser virtuosa (y ni falta que hace). Siempre dan la sensación de ser una banda en la que van todos a una. Las canciones son simples, cortas (alrededor de 2:30 minutos de media) y directas, sin un segundo de tregua o relleno.
Menudo comienzo con «A.D.». Todo lo que son Hatebreed concentrado en menos de tres minutos. En 15 segundos ya te tienen dejándote el cuello con un riff vertiginoso, un solo slayerizado frenético y unas líneas vocales magníficas. Estos momentos veloces se alternan con pasajes más lentos y machacones y medios tiempos agresivos y de puño en alto.
«Looking Down the Barrel of Today» tiene un riffaco metalero gordo, simple y rompecuellos, unos coros hardcoretas escupidos y rabiosos, y un estribillo pegadizo y gritón. Un patrón similar sigue «From Grace We’ve Fallen», una de las más brillantes del disco, mientras que «Seven Enemies», «In the Walls» o «Remember When» son más hardcoretas, lentas y machaconas, a pesar de que el sonido y el estilo en todas las canciones es muy coherente e identificativo, sin saber diferenciar realmente cuando se cruza el puente entre el hardcore y el thrash metal más agresivo.
«Us Against Us», en cambio, es 100% NYHC puro y sin concesiones. Donde antes te estabas dejando el cuello, aquí te dejas los dientes en un pogo brutal. «Something’s Off» es uno de los cortes más diferentes del disco, así como el más largo con sus casi cuatro minutos. Si te dejas llevar la verdad es que acabas hecho polvo. Por momentos oyes a Biohazard y te dan ganas de saltar y dejarte los pies pisado por decenas de otros hardcoretas emocionados, llegas al coro y todos juntos no podéis evitar reventaros las cuerdas vocales… un drama. Hacia el final tenemos un pequeño respiro con un coro limpio y melódico con un aire a Slipknot y unos gritos que recuerdan a «Old» de Machine Head.
«Slaughtered in Their Dreams» es un medio tiempo que mezcla un riff bastante slayerizado con un solo metalero y unos coros pegadizos y un ambiente general más hardcoreta, mientras que los últimos 20 segundos son tralla machacona de cuello en el suelo. Los coros melódicos que se van repitiendo a lo largo de la punkarra «The Apex Within», reminiscentes de unos primeros Bad Religion, son uno de los pocos resquicios de melodía que vemos en todo el álbum.
Las tres últimas son tres puñetazos que te dejan atolondrado en el suelo. La pegadiza «Walking the Knife» es otro de los momentos álgidos del disco, con unas guitarras y una línea vocal excelente. «Dissonance» es un trallazo absurdo, una canción perfecta, violenta y enérgica, con un riff hardcoreta simple pero espectacular y unos coros a los que no te puedes resistir. «Serve Your Masters» sería un single excelente, también muy metalera. Empieza bastante lenta para sacar un riff impresionante sobre el coro. Toda ella recuerda un poco a los Machine Head más hardcore de la época Burn My Eyes (1994) o The More Things Change… (1997).
Da la casualidad mientras escribo esta reseña, estoy pasando una semana de vacaciones cerca de la Costa Daurada catalana. Una de las cosas que me gusta hacer en este tipo de descansos más o menos tranquilos y rurales es salir a correr un rato cada día por los alrededores de mi alojamiento, sin una dirección fija. Esta costumbre me ha llevado a descubrir rincones preciosos que no hubiera descubierto de otra manera.
Pues bien, esta misma tarde he salido a lo loco por un camino de cabras y sin buscarlo especialmente me he visto en medio de una subida de armas tomar. Tampoco os creáis que soy Kilian Jornet: cuando me encuentro con este tipo de adversidades no tengo ningún tipo de orgullo masculino especial, y suelo dar la vuelta felizmente. Pero hoy venía todo motivado con este disco en los cascos, y, después de un pequeño titubeo, la energía que entraba por mis orejas se ha transformado, sin darme casi cuenta, en fuerza para mis piernas. La subida se ha hecho mucho más corta de lo esperado, sin la agonía que me temía, y he recibido la recompensa de poder descubrir las ruinas especialmente atmosféricas de una masia abandonada con unas vistas del copón sobre la sierra, y de disfrutar de la luz del atardecer sobre los blancos edificios vacacionales de la costa allá a lo lejos. Y cuando os digo que la subida era de consideración lo digo en serio: he tenido que bajarla caminando, o de lo contrario me mato seguro. Así que he estado afortunado de llevar hoy este disco. De hecho (spoiler alert!) a la vez que esta reseña estoy preparándome para la de Katatonia. Si llego a llevar ése en los cascos (y eso que no está nada mal), al ver la subida me siento en suelo y me pongo a llorar.
Esta anécdota sirve perfectamente para ilustrar esta banda y este disco: energético, motivante, agresivo y rabioso, pero también positivo y esperanzador. Muchos metaleros no quieren ni oír hablar de este grupo al considerarlos demasiado punkos, demasiado poco true. En el Rock Fest BCN del año pasado, por ejemplo (aceptando que no es el mejor enclave para ellos) dieron uno de los bolos del festival ante cuatro gatos. Ya estábamos todos bastante fritos después de un día muy largo, pero consiguieron en un abrir y cerrar de ojos que los que nos interesamos por verlos nos pusiéramos a mil en medio tema. Este año estarán en el Resurrection Fest, en un entorno sin duda mucho más adecuado, y seguro que no van a dejar títere con cabeza.
Hatebreed son los reyes del hardcore metal, el grupo que mejor ha sabido mezclar ambos estilos, con pasmosa naturalidad, y siguen produciendo álbumes sobresalientes uno tras otro. Este The Concrete Confessional es, me atrevería a decir, uno de sus mejores trabajos hasta el momento. El sonido y muchos de sus temas son de lo más metalero de su carrera y estoy seguro que gustará a todo aquel que aprecie el metal agresivo. Y nunca se sabe si te vas a encontrar una subida inesperada y vas a necesitar una patada extra en el culo, así que no está de más ser previsor y guárdatelo en tu MP3, por lo que pueda pasar.
Artículo publicado originalmente en Metal Symphony Website:
http://www.metalsymphony.com/hatebreed-the-concrete-confessional-nuclear-blast/
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.