Dedicarle una letras a esta desconocida banda de la época gloriosa de la Bay Area de San Francisco es poco menos que arriesgado pues dudo que sean muchos los metaleros que en España, salvo unas decenas de fans que gozan de una extensa discografía amén de grandes conocimientos sobre el género thrash metal, consiga ubicarlos o a lo sumo reconocer algunas de sus portadas, y aún menos estar familiarizados con sus temas.
Si bien rescatar del olvido grupos cuya trayectoria tiene méritos suficientes como para despertar el interés de algunos lectores y aficionados a la música extrema puede resultar un reto agradable para esta “cazadora de perlas enterradas”, hacerlo sobre una banda como Hexx me implica un esfuerzo de rastrillo entre los lodos que permanecieron bajo la quintaesencia del sonido de la Bay Area. Metallica, Exodus, Testament, Death Angel, o incluso Possessed, marcaron un listón tan alto que el resto de bandas que burbujearon en aquella época radical parecieron quedar fagocitadas por la enorme repercusión de sus enormes colegas, sepultadas en una maraña de grupos, discos menores y sueños frustrados.
Lääz Rockit, Forbidden, Sadus, Mordred, Vio-lence o Heathen son nombres de ese escuadrón de segunda fila, no por segundos menos poderosos como bandas de relleno en los carteles que toda una generación afortunada de chavales pudo ver en acción cuando aún lucían jóvenes, rabiosos y terriblemente sinceros. Y a la retaguardia de ese elenco de la costa oeste, cabalgaban muy cuesta arriba sobre el fango nombres aún más oscuros, empequeñecidos y olvidados, entre los que he querido rescatar a Hexx, en un intento de salvar parte de su esencia y granjear de paso a un amigo de Lleida y a los lectores de este medio una excusa para darles una nueva escucha…
Para empezar, yo no supe de esta banda hasta que Rafa Ortiz, gran conocedor y fervoroso seguidor del género, me reveló hace unos meses, durante una de esas comidas veraniegas a orillas del pantano de Utxesa, un dato asombroso: que él sólo conocía a un tipo, un amigo suyo que vive en Gran Canaria, que fuera poseedor de una edición original del que él consideraba era el mejor álbum de unos tal Hexx, un EP titulado Quest for Sanity (1988). Dicho esto, la curiosidad me picó y tras escuchar un rato, gracias a las bondades de la era moderna y de Spotify, un breve recopilatorio de canciones de la discografía de estos desconocidos, me propuse dejar el asunto en retén hasta una ocasión propicia pues, de acuerdo o no con aquella aseveración, lo cierto es que el legado que dejaron los de San Francisco me pareció merecedor de una revisión y, si me acompañaban las ganas, darlo a conocer a posibles discoforofos de reliquias a través de un texto con suficiente contenido como para publicarlo.
En Utxesa la cosa quedó como una anécdota más de las muchas que cuenta mi amigo Rafa en la sobremesa, pero lo que él no supo entonces, hasta ahora que probablemente me esté leyendo, es que yo me iba a tomar la molestia de indagar a fondo – todo lo hondo que permitiera ese lodo que les cubría – la historia de esta banda de perdedores que no logró salir más allá de su área natal, esa enorme circunvalación de pueblos y ciudades satélites a la gran metrópolis de San Francisco (Oakland, Berkeley, Richmond, Sausalito, Novato, El Cerrito, etc.) que abraza la gélida bahía californiana, desde sus costas hasta las colinas de Contra Costa y Monte Diablo. Enumerarlas me llena de satisfacción pues pisé gran parte de ese territorio hace tres años y aún sigo eclipsada por él. Pero sigamos con los temas musicales y con esa referencia a la banda que nos ocupa.
Mientras indagaba sobre las vicisitudes discográficas de Hexx que parecían acabarse al poco de empezar la década de los 90, y con ellos desaparecidos del mapa, me topé con que a pesar de los muchos años transcurridos sin actividad, la banda se había rearmado a partir de 2016, después de haber sido invitados a actuar en dos conocidos festivales alemanes, con el atractivo añadido de que en ellos compartían cartel con importantes figuras de la escena thrash americana aún vigentes: Flotsam & Jetsam, Metal Church o Death Angel, amén de otras tantas semi extintas formaciones del pasado. La edición XVII del Keep the True Festival en 2014 y el Headbangers Open Air del 2015, consiguieron que unos ilusionados y motivados Hexx editasen veinticinco años después de su último trabajo un cuarto álbum de estudio, al que titularon Wrath of the Reaper (2017), y que hace a penas un año decidieran sacar su quinto y último larga duración hasta el momento, Entangled in Sin (2020). Aunque para llegar hasta aquí, aquellos chavales de entonces, convertidos ahora en macizos cincuentones de tripa hinchada y melenas teñidas, tuvieron que currarse unos discos previos que contribuyeron a ese sonido que marcó un antes y un después en la historia del metal de los ochenta. Contémoslo desde el principio.
De los restos de una banda adolescente de ensayos domésticos y pequeños bolos entre amigos nacida a mediados de los setenta llamada American Standard, surge en 1979 Paradox, encabezada por el guitarrista Dan Watson, el bajista Bill Peterson y el baterista Dave Schmidt, más unos cuantos cantantes cambiantes (incluidos una voz femenina) hasta encontrar a Dennis Manzo, con quien consiguen telonear a Dio, Quiet Riot o Lita Ford, tocando en un registro hard rockero y de heavy metal clásico, pero espoleados por un gusto creciente hacia unos ritmos más veloces y agresivos, que iremos observando conforme fueran publicando sus discos: primero cultivando su vena power para luego irse contagiando de lo que estaba empezando a imponerse en ese lado del país con bandas como Exodus, Metallica, Vicious Rumors o Blind Illusion.
Con un buen puñado de canciones, unas demos de mala calidad y un rodaje por la mayor parte de garitos de la Bay Area donde todas esas bandas se conocían entre sí y eran colegas, surge la propuesta de grabar un álbum con una discográfica situada en Novato, una población del condado de Marin. En 1983, decantados ya plenamente hacia un sonido power metal y obligados a cambiarse de nombre pues el de Paradox ya estaba pillado, graban con Shrapnel Records el que sería su álbum debut, No Escape, que sale al año siguiente bajo su nueva denominación, Hexx. Ese sello lo había fundado un prometedor productor, ex bajista de The Nuns, llamado Mike Verney, un músico procedente de la escena punk local que ambicionaba introducirse en la industria apoyando a bandas emergentes, pero que sobre todo aspiraba a producir a buenos guitarristas que olfateaba a través de las demos que éstos le hacían llegar.
La portada elegida para envolver los nueve temas del disco debut así como el logotipo de la banda corrió a cargo de Alvin Petty, el mismo que ya había diseñado el arte para el single “Creeping Death» de Metallica.
El álbum fue promocionado y aunque no consiguieron un tour propiamente dicho lograron que Verney les facilitara nuevos equipos, una agenda de conciertos por la zona y algo de dinero. Parecía que la suerte les sonreía, hasta que Manzo, no conforme con las nuevas exigencias vocales de los Hexx, decidió abandonar la banda, quedándose ésta sin su prometedor cantante de registros agudos.
Os recomiendo escuchar el último tema del disco, “Fear No Evil”, como puerta de entrada al sonido de estos recién bautizados Hexx.
El segundo trabajo del grupo, Under the Spell, fue lanzado en 1986, una vez más con el sello Shrapnel, y con el apoyo de la distribución europea de Roadrunner Records. Para entonces, Dennis Manzo ya había sido reemplazado por Dan Bryant, incorporándose también Clint Bower como guitarra rítmica. El estilo musical de este álbum seguía siendo muy power metal, con trazas de ese heavy tradicional que ya habían cultivado como Paradox, pero en el que poco a poco se irían notando las nuevas influencias speed y thrash que definirían el estilo y la dirección musical posterior de la banda. Aunque con una producción no muy lograda, los instrumentos suenan brillantes, la voz más rasposa de Bryant goza de poderosos registros, unas veces chillona y brutal, otras más melódica y aguda, con temas muy bien planteados, resultando en sus diez cortes un álbum muy agradable de escuchar. Bastará con escuchar su primer tema “Hell Riders” para haceros una idea de su calidad.
Esta vez sí consiguieron rodar por otros estados, pero pese a la distribución europea del álbum, no surgió la oportunidad de salir fuera de los Estados Unidos. Tras unos diez conciertos por California y Texas, se plantea un problema con el cantante, al que le encantaba la escena glam metal y no se avenía al cambio de estilo que sus compañeros Watson y Peterson querían experimentar con las nuevas canciones que estaban componiendo para un siguiente trabajo. Bryant recibió ofertas para audicionar en Los Ángeles y vio su oportunidad de marcharse. Vino a salvar el escollo, el segundo guitarra, Clint Bower, quien pasó a asumir las voces. Y poco después, el batería Dave Schmidt, por motivos personales y laborales, cuelga las baquetas.
En 1988, Hexx, quemados por los cambios de formación, por la menor atención que les prestaba el sello y el pasotismo del productor Verney a quien no le gustaba demasiado ese nuevo giro de la banda, deciden grabar una demo que titulan Help Your Self, con la que pretenden demostrar que si nadie les apoya para realizar ese cambio del tradicional power metal al estilo más agresivo, técnico y veloz que se había apoderado ya del panorama musical de la Bay Area, ellos mismos se lo guisarían y se lo comerían. No en vano, Dan Watson, líder del grupo, habla de este período como una etapa muy deprimente y desalentadora en la que sólo ellos parecían no lograr consolidar una carrera mientras sí lo hacían el resto de bandas amigas y cercanas.
Así, con Clint Bower a la voz y con el nuevo reemplazo de batería, John Schafer se marcan una casetillo en mitad de su carrera cual principiantes, con sus dibujitos hechos a mano y una modesta producción realizada en un estudio semicasero, echándoles un cable como ingeniero de sonido su amigo John Marshall, un guitarrista que hacía de técnico a Kirk Hammett y que bregó en los inicios de bandas como Blind Illusion y Metal Church. Tenían cinco temas muy prometedores que necesitaban de una mejorada producción y de un golpe de fortuna.
En busca de la cordura
Y llegamos a 1988, al álbum del que mi amigo Rafa declara que es el mejor de la banda hasta la fecha y es que, por obvias razones para un thrasher ochentero como él, sus cinco cortes están ya totalmente impregnados de esa escena referente, un muro sónico de trallazos ácidos y esquizoides a la altura de las expectativas de quienes gustan por esa abrasiva y vehemente manera de cantar y hacer rodar los instrumentos.
Un cambio abismal respecto a los dos discos primeros que, para quien suscribe, tienen más encanto y melodía (American power metal indeed), pero se reconocer en esta nueva faceta veloz, sucia, técnica y agresiva todo un alarde de poderío y dominio instrumental. El golpe de fortuna vino de la mano del sello inglés Music for Nations quien primero se interesó por la banda, firmando un contrato discográfico para lanzar ese EP -que no un larga duración- que para según algunos fans fue el punto de inflexión que hizo estrellarse a los Hexx y abocarlos al hundimiento en los lodazales del thrash inmundo, mientras que para otros, supuso un loable esfuerzo por estar a la altura de sus coetáneos más bestias, logrando uno de los mejores ejemplares de thrash metal representativos del sonido Bay Area de aquel momento.
El Quest for Sanity, por tanto, se edita primero en Europa y, unos meses después, ya iniciado 1989, sale en Estados Unidos bajo el ala de Wild Rags Records, en formato cassette y en un precioso vinilo verde translúcido, eso si, con una edición mejorada respecto a la versión inglesa, con el orden de temas alterado, arrancando en la cara A con la delicada intro de “Racial Slaughter”, sin duda el gran tema del mini-álbum y arremeter luego con “Sardonicus”. Y en la cara B “Fields of Death”, “Mirror of the Past” y “Twice As Bright”, aunque aún queda una sorpresa pues hay un sexto track oculto sin titular. Al EP no le falta su hoja interior entretenidísima, llena de fotos de la banda en diferentes saraos, dibujitos caricaturescos y las líricas con temáticas que discurren entre los tormentos de la locura, la insana persecución paranoide de un demente, reflexiones sobre los estragos de la maquinaria bélica y el holocausto.
Del diseño de la portada se encargó el dibujante Kent Mathieu, quien ya había trabajado un par de años antes en la portada de The Eyes of Horror de Possessed (la idea de los cráneos voladores parece que le gustaban), y a quien vemos en una foto posando junto a su cuadro original. En otra imagen, encontramos a el amigo Rafa posando en Utxesa con su flamante edición americana recién llegada vía mis contactos en San Francisco. Y abajo el tema sugerido para escuchar: “Racial Slaughter”.
Para 1990, Hexx había lanzado con Wild Rags Records el sencillo «Watery Graves» que incluía el tema homónimo más unas nuevas versiones más thrashers de «Under the Spell» y «Edge of Death”, ambas de su álbum de 1986. Al año, publicarían su último y más flojo trabajo Morbid Reality. Para entonces, el barro les había llegado al cuello y se fundieron con él, hasta su resurgimiento, un cuarto de siglo después. Esperemos que el tiempo les resarza y les reconozca su parte de mérito en la historia.
Siempre quise ser una novelista de éxito pero soy tan perezosa que me conformo con escribir pequeño artículos sobre la música que me apasiona, las bandas que admiro y los discos que me impactan. Veréis que si me dan vía libre, haré especial énfasis en las portadas, como si éstas cargaran con el peso de una buena historia que solo conocemos unos pocos. Con suerte entre esos pocos estaréis vosotros, lectores.