Eduardo Benavente, cantante y alma mater de Parálisis Permanente, es y será un mito de la historia musical de este país. Durante su corta vida, consiguió ofrecernos un repertorio de canciones que si bien, durante aquellos primeros años 80, formaban parte de un restringido culto por lo underground y lo inconformista, llegaron a trascender y a impregnar la sociedad española de la época de un progresismo inusual donde hasta los pijos se apuntaban al carro de lo “alternativo” y bailaban en sus discotecas al son de “Autosuficiencia”, “Sangre” o “Nacidos para dominar”, en un alarde de irreverencia coyuntural, tan insubstancial como efímero.
El triunfo de Parálisis Permanente debido a la fatalidad
Hoy en día, esos temas no han envejecido una pizca, ni mucho menos han muerto: son ya parte del gran legado inmaterial y santificado de nuestra historia musical, del rock como fenómeno social y de las subculturas y sus estéticas afines como elementos marginales pero trascendentes del arte moderno, más allá de servir como representación de la moda de un momento.
Gorka de Duo formó parte de aquella otra movida, más subterránea y nada manipulada, que discurrió en paralelo a la ya legendaria y manida “movida madrileña” – hoy casi un cliché aberrante – que fuera caldo de cultivo de talentos y creadores emergentes de toda índole y condición. Fotógrafo de origen vasco afincado entonces en Madrid, se convirtió en el autor de diversos posados de grupos y grupúsculos musicales que con mayor o menor éxito pisaron los escenarios de la mítica sala Rockola, o que deambularon por las regiones del inframundo menos castizo de la gran urbe madrileña de entonces, como Malasaña o Fuencarral. Sus fotografías, obras de merecida exposición y rescate, conforman el álbum de época junto a las de otros grandes artistas de la iconoclastia ochentera como Alberto García Alix, Mariví Ibarrola, Ouka Leele, Pablo Pérez Mínguez o Miguel Trillo. Aunque a mi parecer, Gorka trató las imágenes con una visión creadora y de vanguardia que repelía lo meramente estético yendo en la búsqueda de un significado arquetípico, a veces inquietantemente visionario. En este sentido, quiero detenerme en esa imagen de un Eduardo Benavente extrañamente quebrantado que sirvió para ilustrar la portada del disco recopilatorio y póstumo Singles y primeras grabaciones (1995) pero que vimos por primera vez en la contraportada del primer EP editado por la banda Quiero ser santa (1982).
Una foto premonitoria del destino fatal
La toma había sido realizada un año antes en el pequeño estudio-apartamento de Gorka. La tituló “Parálisis Permanente y un espejo roto: versión en descomposición”. La imagen original difiere de la del álbum en un detalle insignificante pero trascendente para nuestra interpretación de la misma, de tal modo que el efecto “manirroto” del modelo contiene su propia transgresión de la realidad: y es que es una imagen especular del verdadero posado. Es decir, estamos viendo a Benavente tal y como él se vería al mirarse en el espejo y no tal y como lo está viendo Gorka a través de la cámara. Pero el espejo ya está roto, por lo que en sí misma la imagen encierra una paradoja. Desconocemos si el escenario minimalista (una silla plegable de director de cine, una sábana sucia como telón de fondo y un cristal hecho añicos en el suelo) fue enteramente ideada por el fotógrafo o si parte de ello pueda ser atribuible a la sin duda genial visión del cantante sobre la imagen que deseaba proyectar. En cualquier caso, quien haya visto aunque sea fugazmente esta portada, nunca la olvida. En cambio, si hacemos una atenta lectura de la imagen podremos ver más allá de lo aparente e interpretarla como una paradoja múltiple: como un momentáneo, estrepitoso y sonoro susto que obliga al personaje a quedarse clavado y deforme sobre un asiento en el que apenas logra mantenerse erguido. Eduardo parece licuado, resbaladizo, pero al mismo tiempo nos recuerda a un muñeco de trapo, inerte y olvidado en un estante. La foto es un símbolo de lo súbito (la rotura del espejo) y de lo permanente (el personaje de la silla), de la acción rápida (la descomposición del cuerpo) y de la reacción pasiva (su perplejidad, su inmovilismo), del movimiento y de la parálisis, en una cabriola premonitoria del trágico destino de ese joven brillante, bellísimo en su palidez, distinguido y distinguible de entre todo cuanto le rodeaba. Su muerte a los veinte años le convirtió en un mito para muchos, la foto de Gorka de Duo testimonió, sin saberlo, lo que estaba por venir en un desafortunado y triste accidente de coche.
Gorka de Duo sigue siendo hoy un artista de vanguardia, continuando su labor de ilustrador alternativo de realidades, videógrafo y autor de escenografías en Berlín, donde vive y trabaja desde 1998.
Eduardo Benavente falleció dos años después de esta toma, en plena carrera ascendente, pero nos dejó su legado en forma de canciones que aún resuenan en la memoria de miles y miles de seguidores.
Ambos artistas perdurarán permanentemente «Unidos».
La portada
Siempre quise ser una novelista de éxito pero soy tan perezosa que me conformo con escribir pequeño artículos sobre la música que me apasiona, las bandas que admiro y los discos que me impactan. Veréis que si me dan vía libre, haré especial énfasis en las portadas, como si éstas cargaran con el peso de una buena historia que solo conocemos unos pocos. Con suerte entre esos pocos estaréis vosotros, lectores.