Corría el año 1978, unos veteranos australianos con pinta de macarras y un joven y menudo guitarrista, sorprendentemente vestido de escolar, se encargaban de hacer temblar los cimientos de las pequeñas salas de conciertos en las que tenían la oportunidad de desplegar su potencial de clásico y contundente rock ‘n’ roll. De esta manera estaban presentando sus ya cinco álbumes que llevaban a sus sudadas espaldas, cinco joyas que eran la previa a lo que más tarde se crearía, dando forma a su Highway to Hell (1979). El que está considerado, junto al Let There be Rock (1977) como el mejor disco en la carrera de AC/DC y para otros tantos la mejor y más fructífera época de la banda.
Lo que venimos a celebrar con el disco que tengo en las manos es el nada despreciable 40º Aniversario del primer directo oficial de AC/DC. Un disco que no ha perdido nada de fuerza a pesar de los años. Sigue sonando enérgicamente sucio y directo. Y qué decir de su famosa portada, con ese Angus ensangrentado atravesado por su Gibson SG apoyado en un Bon Scott mirándolo de reojo con cierta expresión burlona micrófono en mano. Pero ahí no queda todo, en la contraportada nos encontramos al menudo guitarrista tumbado boca abajo, en un charco de sangre, con el mástil de su guitarra sobresaliendo por su espalda, en un solitario escenario. ¿El rock ha muerto? Jajajajaja…
Volver a recuperar el disco y escucharlo con auriculares es una experiencia que hay que retomar cada cierto tiempo. Los gritos de un público expectante, la saturación de la sucia distorsión de aquellos aparatos de la época (se intuye como conectan los instrumentos) y los gritos de la desgarrada voz del bueno de Bon, hace que empieces visualizando lo que vas a escuchar como si fueras uno de los sudorosos presentes en aquella sala australiana. Un viaje al pasado que te dejará sin aliento.
El concierto empieza con un frenético “Riff Raff” que te corta el alma, la contundencia musical es brutal y la “simple” y efectiva batería de Phil junto con el contundente bajo de Cliff te trituran el cerebro antes que Bon te desgarre la piel a dentelladas. Ya estás atrapado, esto no puede acabar mal. Ya estamos visualizando al menudo e hiperactivo Angus, ataviado con su traje de escolar, recorriendo todo el escenario mientras el bueno de Malcom (Rock In Peace) mantiene intacta la cohesión de la banda.
Sin tiempo a respirar, “Hell Ain’t a Bad Place to be”. “Hey you!!” se desgañita Bon, te mantiene inmóvil mientras te clava su burlona mirada y mueve su delgado y tatuado cuerpo como una serpiente sobre el escenario, sonriendo e intuyendo su mellada dentadura a causa de algún altercado con un marido celoso. Tras un corto good evening, “Bad Boy Boogie” y no puedes parar de moverte. La banda es una auténtica apisonadora. El sonido de los acoples se fusionan con autenticidad en la previa de los solos de Angus, solos que nos sabemos de memoria pasados los años, pero que nos enganchan y nos mantienen boquiabiertos. La banda mantiene el ritmo mientras realiza el solo y despojándose tal vez de alguna que otra prenda. «I’m a bad boy!», grita Bon al final del disco para enlazar con “The Jack”. Aquí está en su salsa, el público enloquece mientras se insinúa al público y nos describe con ironía como contagiarse de una enfermedad venérea. Bon entra en éxtasis pidiéndole al público que coree el estribillo antes del solo. El blues rock se filtra por los auriculares electrificando tu cuerpo, es imposible mantenerse impasible ante tanta genialidad. No hay clemencia, “Problem Child” te golpea por la espalda. Malcom es la solidez musical en persona, no hay margen de error. Bajo y batería te deshacen el cerebro. El final de la canción te deja aturdido. Pero respira hondo y coge todo el aire que puedas, “Whole Lotta Rosie” llega para destrozarte a mitad del concierto (recomiendo ver la canción en el directo del «Let There be Rock»… absolutamente espectacular, de mis versiones favoritas). Un sugerente Bon empieza susurrando por encima de los gritos del público (clamando a Angus) para explotar antes que la banda, como una apisonadora, te pase por encima.
“Rock’N’Roll Damnation”, da un poco de respiro. Movemos nuestras añoradas greñas y doloridas caderas. Pero tranquilos, es un espejismo, “High Voltage” viene a la carga. La voz de Bon suena más desgarrada, no quiero imaginar que tratamientos “medicinales” regados con licor utilizaría para recuperarse de tanto esfuerzo.
“Let There Be Rock” llega como penúltimo corte. Cliff y Phil arropan a Bon en las primeras frases de cada estrofa hasta que los hermanos Young te golpean con sus menudos puños en el estómago y en la barbilla a la hora de introducir las guitarras. El machacón e intenso riff durante toda la canción destroza cualquier pequeña neurona que pueda quedar inmune. El clímax final acaba con las agudas notas de Angus rasgándonos la piel para introducir otro frenético solo con aroma de blues. Veo las famosas rabietas en el suelo del escenario, los silbidos rompen el silencio hasta que cae todo el peso de la trituradora australiana al completo para dar paso a un “Rocker” pisando el acelerador. Bon se desgañita y Angus agota el poco oxígeno que queda en sus pulmones destrozando sus magulladas rodillas en cada rabieta y en cada carrera.
Así llegamos al final del disco, todos a una y el extasiado público silba reclamando la atención de los sudorosos melenudos. Respiro hondo y con la mirada perdida me acomodo en mi asiento pensando en quién tuvo los santos cojones de contratar a estos rudos australianos para telonearlos. Me gustaría ver las caras de los anfitriones pensando en cómo podrían superar tal barbaridad. En fin… por eso son los más grandes.
En conclusión, el disco ha envejecido sin perder ni una pizca de su fuerza original. Vanda y Young hicieron un trabajo de producción magnífico antes de dejar en manos de Robert John «Mutt» Lange la producción del posterior y último trabajo de Bon Highway to Hell. Pero eso ya se merece otro artículo.
¡Salud y rock & roll!
Amante del metal en su variedad de estilos. Vivo con la esperanza de poder llegar a viejo acudiendo a salas de conciertos y festivales. Si los rockeros van al infierno, que me guarden sitio y una cervecita.
Salud y Heavy Metal.