Euskadi siempre ha sido un oasis del metal a este lado de los Pirineos, de donde han surgido desde clásicos imprescindibles, anclados en los géneros más tradicionales, hasta un sinfín de propuestas de lo más variadas, arriesgadas e interesantes, permeables siempre a las corrientes internacionales. Con una escena underground envidiable, merece la pena prestar atención a las novedades que nos lleguen de tierras vascas, y, en el caso de Ikarass, supone todo un acierto.
Con sede en Durango, Ikarass empezó a gestarse en 2013 de la mano de los guitarristas Hodei G. Mendiguren y Matio Baños. Después de completar la formación con Imanol M. Aginako como vocalista, Unai Baseta, al bajo, e Imanol Bilbao Bernaola, a la batería, autopublicaron su álbum debut, Relapse into Desolation, en marzo de 2020. En plena sintonía con la escena post-metal, el disco hunde sus raíces en un sludge metal atmosférico claramente deudor de bandas como Neurosis, Cult of Luna o Amenra. No obstante, la formación vasca consigue llevarlo por derroteros más siniestros y oscuros si cabe, recogiendo elementos y atmósferas propias del doom metal e, incluso, del black metal depresivo.
El alambre de espino que se deja entrever ante las formas oscuras y difusas de la portada ya nos da una idea de qué nos vamos a encontrar: una música intensa, emocional, con una atmósfera tenebrosa, que nos sugiere una marcha errante a través de una senda tortuosa, mientras nos azotan la furia, la desesperación y una lenta agonía. A lo largo de los cinco temas del álbum, predominan los riffs pesados de guitarra, no exentos de melodías, texturas y matices, que avanzan como los pasos lentos y firmes de un gigante, y se apoyan en un sección rítmica pausada que les aportan consistencia y solidez. La voz, que oscila entre un registro más grave y shrieks más cercanos al black metal, se encarga de impregnar de una mayor emotividad al conjunto. No faltarán, asimismo, recesos en el camino, más meditativos, donde las guitarras se vuelven más limpias y la sección rítmica se libera de la tensión, aunque la atmósfera densa, hostil y funesta se mantiene de principio a fin en todo el álbum, apoyada constantemente por unos arreglos que contribuyen a ennegrecerla.
«Guided by Greed», el primer tema del álbum, resulta una elección ideal para sumergirnos en la música de Ikarass. El poderoso riff de guitarra que vertebra la pieza, especialmente en su primera mitad, hace que nos resulte muy difícil despegarnos de ella, pero, cuando entra en escena la voz de Imanol M. Aginako, ya no tenemos ninguna escapatoria, y consigue arrastrarnos hasta un clímax agónico. En la segunda mitad cobrarán más protagonismo los pasajes más melódicos y su contraste con los más emotivos y contundentes.
«Blood Heaven» continuará la estela de su predecesora, pero con una mayor relevancia de los melódicos arpegios de guitarra frente a los riffs más pesados. Uno de los méritos del sludge metal atmósferico es la sensación de intensidad que logra recrear sin necesidad de recurrir a distorsiones extremas ni ritmos frenéticos, gracias al suspense que evocan los pasajes más ambientales y de tensa calma en oposición a los más metálicos y arrolladores. Ikarass demuestran que dominan la técnica a la perfección y saben cómo mantenernos en vilo.
Llegamos a la parte central del álbum con «Descend», un tema que nos sugiere un viaje por una tierra baldía y desvastada, que alcanza nuevas cotas de negrura y nos transmite un ambiente malsano. Quizás la canción más rayana en el black metal depresivo, constituye todo un descenso a los infiernos que nos conecta directamente con el tema homónimo del disco, «Relapse into Desolation», una pieza muy doom, con un tono severo, donde no hay sitio para la esperanza, que desemboca en un pasaje instrumental, con ciertos aires progresivos, hasta que culmina en una épica agonía.
La última y quinta pista del álbum, con letras adaptadas de «Ez naiz existitzen», de la formación vasca de crossover thrash Anestesia —qué gran disco Gu, no podía evitar decirlo—, es quizás la más cercana al sludge metal más primigenio y descarnado, cuyo broche final también hace evidentes las influencias de doom death old school que podemos notar a lo largo de todo el álbum. Nos muestra, asimismo, una faceta distinta que, quizás, no hubiera estado de más incluir en alguna canción más dentro del álbum, cuya duración, de poco más de 45 minutos, no es excesiva para un disco de este género.
Como conclusión, estamos ante un álbum muy sólido, bien pensado y de una gran fluidez, que hará las delicias de los aficionados que sientan añoranza por los sonidos más clásicos del sludge metal atmosférico y, a la vez, agradará a los que buscamos ambientaciones oscuras y depresivas. Tal vez es un disco nos enseña muchas de sus cartas demasiado pronto, pero lo cierto es que no muchas bandas consiguen empezar con tan buen pie en su debut. De hecho, Ikarass tienen las ideas muy claras, saben atrapar al oyente y dominan con soltura los recursos del género, aportándoles, además, su toque personal. Solo me queda formular dos deseos: que graben más temas y sigan explorando su sonido. Y, por supuesto, que los podamos ver muy pronto en directo.
Filólogo, traductor, coleccionista de discos y obsesionado con el cine y la música. Desde que oí por primera vez una guitarra eléctrica supe que mi rollo era el rock, especialmente el metal y el punk.
Prefiero intensidad a velocidad, sencillez a complejidad y melancolía a épica, pero en esto de la música tengo más filias que fobias, y nunca sé qué me apetecerá al día siguiente. Deseoso de compartir mis gustos volubles y contradicciones.