No hemos llegado ni a la noche de Reyes cuando la primera mala noticia de 2021 nos ha azotado: ha muerto Alexi Laiho, alma matter de Children of Bodom, debido a una enfermedad que arrastraba pero que no ha sido desvelada (ni falta que hace) con solo 41 años.
En 1993 y junto a Jaska Raatikainen (batería), fundó Children of Bodom, grupo que sin ser pionero, sí que popularizó el llamado melodeath. Siendo un chaval, uno de aquellos jóvenes prodigio, se cascó unos discos que pasarán a la historia como tremendos larga duración. Y aunque su devenir fue discutible, su calidad no lo es.
Además de los mencionados Children of Bodom, Laiho participó en Sinergy, Warmen, Kylähullut y The Local Band. Tras la separación de su grupo principal en 2019, fundó Bodom After Midnight, con poco recorrido por razones obvias.
Sus compañeros en su último proyecto, Daniel Freyberg, Mitja Toivonen y Waltteri Väyrynen han comentado:
Estamos destrozados por el súbito fallecimiento de nuestro querido amigo y compañero. No tenemos palabras para describir la profunda tristeza que sentimos.
Desde Science of Noise nos unimos al pesar de la comunidad metalera, afligidos, y queremos decicarle este artículo.
Descanse en paz.
«Red Light in my Eyes part 2» por Toni López
Álbum: Something Wild (1997)
Autor: Alexi Laiho
Conocí a Children Of Bodom como conocí a casi todo lo bueno (y lo menos bueno) que salía a finales de los 90, en la tienda Arise de Barcelona, donde primero catábamos las copias promo que enviaban las discográficas, y luego gastábamos sin mesura. Something Wild fue toda una sorpresa y un hallazgo; andaban fuertes estos fineses en la oleada power metalera de la época, con Stratovarius al frente y con bandas que surgían con fuerza como Sonata Arctica; Children iban un paso más allá, incorporaban elementos diferentes, como algunos acelerones más propios del metal extremo, o la voz de Alexi, un gutural estridente que poco se parecía a las voces usadas en bandas de este corte. Todo ello regado con esas pinceladas de música clásica y con un trabajo de guitarras extraordinario.
Como tantos otros, me enamoré a primera escucha y pronto se convirtió en una de esas bandas que necesitas ver en directo. Paralelamente iba saliendo mucha música, y sin spotify ni youtube era más complicado llegar a todo, pero se intentaba; y una de las cosas que llegaron fue Sinergy, banda liderada por Kimberly Goss, quién reclutó a Alexi a la guitarra, e incluso como pareja. El hecho es que fue gracias a este supergrupo montado por Kimberly junto a Jesper Stormblad de In Flames, que pude ver por primera vez en directo a Alexi. En octubre de 1999 Sinergy abría el cartel de una gira que encabezaban Primal Fear con Metalium como soporte; sin ser especialmente fan de aquel primer disco, Beware the heavens, me alucinó su concierto porque descubrí a un guitarrista brillante.
Curiosamente días después, tanto Alexi como Sharlee d’Angelo, bajista de Sinergy, volvieron a tocar en la misma sala, la mítica Garatge de Barcelona, en esta ocasión con sus grupos, Laiho con Children of Bodom, Sharlee con Arch Enemy. Aquel cartel ha sido una de las salvajadas más grandes vistas ahora con la perspectiva; Arch Enemy con John Liiva presentando Burning Bridges (sí, mi principal motivación era la banda que abría, una vez más), Children of Bodom presentando Hatebreeder, primera vez que iba a poder verlos, y los gigantes Dark Tranquillity e In Flames presentando Projector y Colony respectivamente. Debo decir que era mi primera vez con Dark Tranquillity y la sensación fue agridulce, casi ni rozaron The Gallery pese a tener solo 4 discos en el mercado, se dedicaron a presentar Projector que era un cambio que yo aún no había asimilado.
Pero volvamos a Children; como decía anteriormente, no se llegaba a todo, el bolsillo de un estudiante era el que era, y yo fui a ese concierto sin haber comprado Hatebreeder, solo había escuchado alguna canción en emisoras de radio o bares, y no me había impactado tanto como el primer disco. Mi canción de Children es «Red light in my eyes part 2», la combinación con la clásica siempre me encantó, y en aquella noche me llevé una decepción enorme, cuando, tras tocar «Red light in my eyes part 1», cambiaron a otra cosa y se pusieron a tocar temas que desconocía, así que evidentemente eran del disco nuevo; aún les perdono porque ahí escuché por primera vez otra de mis favoritas, «Towards dead end», que fue de las grandes culpables de que el día siguiente acabara comprando el disco.
Después de aquello volví a ver a Children varias veces, siempre por estar en carteles, nunca por ellos expresamente, y es que fui perdiendo el interés por la banda conforme iban sacando discos. También pude ver a Alexi una vez más junto a Sinergy, en aquella famosa noche en la sala Mephisto en que telonearon a Nightwish con el aforo obscenamente engordado. Recuerdo acabar saliendo a la calle a respirar y charlar con Kimberly, que nos dijo que disculpásemos a Alexi (ella siempre tan amable) porque se encontraba bastante mal. Y es que la salud nunca fue su fuerte. Otro genio que nos deja antes de tiempo. Descanse en paz.
«Lake Bodom» por Albert Vila
Álbum: Something Wild (1997)
Autor: Alexi Laiho
Aunque hace muchos años que no sigo con demasiada profundidad la trayectoria de Children of Bodom y de sus escisiones, la muerte de alguien como Alexi Laiho, que además, a sus 41 años, tenía un triste mes más de edad que yo, me ha supuesto un verdadero jarro de agua fría. El excepcional guitarrista finlandés, con fama no sé si justificada de ser un tipo algo complicado y arisco, fue también un auténtico revolucionario dentro del mundo del metal extremo, abriendo el death metal melódico a toda una generación de power metaleros y, a la sazón, colocando los primeros ladrillos de ese puente que ha existido desde entonces entre ambos estilos. Sus “espadazos” son absolutamente icónicos e identificativos, su estilo es y ha sido siempre original e inconfundible y, lo más importante de todo, su música ha dejado una huella imborrable en los gustos y los corazones de un montón de aficionados (solo hay que ver las reacciones a su fallecimiento, tanto por parte de otros músicos como de gente a mi alrededor).
Si bien recuerdo, he tenido la ocasión de ver a los finlandeses en directo en tres o cuatro ocasiones (siempre en festival o como teloneros, la última en el Rock Fest BCN de 2019), y aunque en ninguna de ellas estuvieron para nada mal, tampoco las recuerdo como nada especialmente memorable. Eso sí, la cantidad de temazos que acumularon, sobre todo, en sus cuatro o cinco primeros álbumes, es prácticamente obscena. Cuando repasé Hatebreeder en ocasión de su vigésimo aniversario después de no haberlo escuchado en un porrón de años, me volví a quedar prendado de la capacidad compositiva que tenían estos tíos (especialmente Alexi, claro, como lider con mano de hierro que siempre fue) en esa época dorada.
Ya os digo que hace tiempo que no he estado muy al tanto de la carrera de Children. Habré escuchado alguna vez sus últimos discos (quizás Halo of Blood un poco más, pero vamos), pero en general he pasado bastante de puntillas por ellos y no soy capaz de opinar si aún lo tenían aquello que les hizo tan grandes o si su fórmula se acabó agotando con el tiempo. Lo que está claro es que tanto Alexi como el resto de la banda no se durmieron nunca en los laureles, sacando discos a menudo (incluso con divertimentos en forma de discos de versiones como Skeletons in the Closet) y participando también en otras bandas paralelas como Sinergy o Warmen.
Alrededor del cambio de siglo, de todas maneras, y como casi todo el mundo, yo también fui un fan más de la banda finlandesa a pesar de que en mi entorno extremo se veían poco menos que como unos moñas. Y es verdad que le solían gustar más a aquellos que provenían del metal clásico, de Manowar, Helloween y Blind Guardian que a los fans del death metal más puro, pero a mi juicio nunca hubo nada indigno en ellos, al contrario, y a pesar de no haber pasado por ninguna época power ni antes ni después, recuerdo infinitos viajes en tren camino a la universidad con mi discman sacando humo mientras daba vueltas sin parar a Something Wild o a Hatebreeder.
De hecho, tanto me gustaban que la primera melodía de móvil personalizada que tuve (de esas que te bajabas en un midi a cambio de un SMS y que luego sonaba infantil y algo ridícula, pero tú contento porque es lo que había) fue precisamente el pizpireto inicio de “Lake Bodom”. Quizás con el tiempo no se trate de uno de mis temas favoritos de la banda, pero entonces sí lo era, y ese principio me parecía la mar de apropiado para poner música a todas mis llamadas entrantes. Ni que sea por eso, Alexi, muchísimas gracias por tu pasión y por todo el arte que has dejado tras de ti. Es una verdadera tragedia ver a alguien tan joven y con tanto por decir aún irse así de pronto, pero no nos queda otra que integrarlo y homenajearlo de la mejor manera: pegándonos unas buenas escuchas a algunos de los discos definitivos del metal del los noventa.
«Towards Dead End» por Jordi Tàrrega
Álbum: Hatebreeder (1999)
Autor: Alexi Laiho
Me parece inconcebible que todo un Alexi Laiho esté muerto. Si el 2020 fue horrible el 2021 no empieza mucho mejor que digamos. Es irónico pues la parca de sus portadas es la que se nos lleva a este gran músico segando su vida con la guadaña. Ya poco quedaba de Children of Bodom pero creo que en el fondo todos esperábamos un resurgir de alguien tan joven y con tanta calidad. Recordaremos especialmente esos tres primeros discos con los que Laiho asombró al mundo con una apuesta innovadora y diferente. Children of Bodom era una especie de heavy metal clásico a velocidades de power metal, con solos endiablados de la guitarra de Laiho y el teclado de Janne Wirman. En muchas ocasiones se acercaban al metal neoclásico y su forma de componer era barroca y compleja acercándoles a Blind Guardian. Lo mejor de todo es que eran unos mocosos, no tenían ni la mayoría de edad casi cuando editaron Something Wild en 1997.
Recuerdo que tuve muchos debates con Javi Félez de los Moontower Studios y de Themetalcircus en los que yo defendía que C.O.B. era la puerta de entrada de muchos heavies a la música más extrema. Él siempre lo negaba, pero sé de buena tinta que Children of Bodom acercaron lo extremo a gente a la que le repelían las voces guturales. Ese es otro de sus grandes logros pues Alexi tuvo muchos. Otro fue el brillante título del grupo con el que muchos conocimos uno de los más tristemente célebres asesinatos: el del lago Bodom. Mucho antes de que el thriller nórdico dominara parte de la literatura mundial. Es como si aquí alguien se llamara aquí “Las niñas de Alcasser”.
A lo largo de los años les he podido ver muchas veces pero me dolía un poco verles yendo a menos año tras año y concierto tras concierto. He podido ver a Alexi en el escenario pequeño del Wacken junto a la que fue su esposa Kimberly Goss. Encarnando la segunda encarnación de Sinergy, toda una banda a reivindicar, pues allí estaba también Marco Hietala antes de entrar en Nightwish. Siempre le recordaré escupiendo en el tema “I Spit on Your Grave”. En el mismo Wacken de 2008 reinaron por todo lo alto siendo cabezas de cartel, con coches de desguace sobre el escenario y tocando un “My Umbrella” unido con el “Jump” de Van Halen (vaya… otro héroe caído). En disco la cosa no funcionaba del todo, pero en 2008 en directo seguían imbatibles.
Fue a partir de Hate Crew Death Roll que la cosa empezó a ir para abajo a pesar de que muy posiblemente coincidió con su momento más alto de popularidad. Fue el primero de los seis número 1 en listas en su Finlandia natal y luego meterían la patita en los Estados Unidos. Iba a escoger el tema “Bodom After Midnight” pero finalmente me he decantado por “Towards Dead End” pues es la primera canción que me enamoró del grupo. Así es como me impactaron a mi: con esa velocidad a doble bombo, ese sabor neoclásico y ese riff matador. Era algo totalmente diferente a lo que solía escuchar y me encantaba. Con una voz aguda hubiesen sido quizá un grupo más, con la de Alexi Laiho fueron especiales tendiendo puentes entre dos mundos: el clásico y el extremo.
Finalmente, Children of Bodom no reinaron como pudo haber sido y merecían, y, puede, que su plaza se la haya quedado Arch Enemy. Desde el 2008 Alexi no lo ha tenido fácil hasta el punto que los C.O.B. ya habían desaparecido. Como bonito recuerdo me queda el haberle visto en la sesión de firmas del Leyendas del Rock de 2016 en el que pudimos intercambiar algunas palabras. Sólo tenía 41 años… Ya eres eterno.
«Hate Me!» por Xavi Prat
Álbum: Follow the Reaper (2000)
Autor: Alexi Laiho
Ha muerto Alexi Wildchild Laiho. Joder, vaya forma de empezar 2021. Ha muerto, como digo, Alexi Laiho, y sin acabar de creérmelo aún, no sé exactamente qué escribir. Por hacerlo fácil, empecemos por él, no por opinión. Musico de pies a cabeza, empezó a tocar la guitarra a la edad de ¡3 años!, a los cinco empezó con el piano y a los siete con el violín. Con este bagaje, no es de extrañar que haya sido uno de los músicos fineses más influyentes y mejor valorados. Tan importante como estas dotes (tremendo guitarrista fue, siempre en la lista de los top 100) fueron sus problemas de salud mental, ese puto estigma que la sociedad aún adolece. Sufriendo depresiones severas en plena adolescencia, tuvo que ser ingresado en un hospital psiquiátrico un par de veces. Lo resúme él mismo:
Estaba con la cabeza jodida. Solía cortarme y hacerme daño a mí mismo, sabiendo perfectamente lo que hacía.
La banda me estaba causando esa presión pero era lo único que me hacía seguir adelante. Ahora estoy mucho mejor.
Sí, la banda le salvó la vida, casi literalmente. Más de una vez ha dicho que sus compañeros han sido los únicos amigos verdaderos que ha tenido. «No son mis amigos, son mis hermanos», mencionó. Así que sí, Children of Bodom le salvó la vida, y alegró la de tantos miles de fans.
Y entre esos fans estoy yo. Hoy siento que ha muerto una parte de mi yo jovencito, pues cuando descubrí el grupo, en el 2000 con su tremendo Follow the Reaper, me hice seguidor indiscutible. No es que abriese, musicalmente hablando, grandes puertas para mí, ya que más allá de la voz, su música se asemejaba mucho a lo que por aquél entonces escuchaba, pero lo que hacía realmente me gustaba. De hecho en un chaleco tejano paco que tengo, la espaldera es de los CoB.
Siempre he dicho que, de haber dejado la carrera tras Hatecrew Deathroll (2003), su discografía hubiese sido inmaculada. Decidieron seguir, olé por ellos, aunque a mi dejaron de gustarme tanto. Pero es que esos cuatro primeros discos de estudio son absolutamente brillantes. Quizá sea ese cuarto álbum mi preferido, pero si tengo que escoger una sola canción de las compuestas por Laiho, «Hate Me!» es la primera que me viene a la cabeza, inevitablemente. Quizá, hoy, no sea mi preferida (sólo quizá), pero sin duda fue la que me enganchó. El riff, que muchos tacharían de simplista, es tremendamente inteligente (y mi tono de móvil durante años). La melodía, el estribillo… sí, muchos echarán pestes, pero está pensada al milímetro, y aunque solo sea por eso (aunque tiene mucho más, pues es un temón), ya merecería estar aquí.
41 años, puta desgracia, solo uno menos que yo. Las dos veces que pude verte en directo te saliste. Que la tierra te sea leve, Alexi, gracias por tu música y por hacerme feliz.
Descansa en paz, y no dejes que tu Reaper te toque los huevos.
«Hate Crew Deathroll» por Abel Marín
Álbum: Hate Crew Deathroll (2003)
Autor: Alexi Laiho
Comenzamos el 2021 con la misma dinámica de estos últimos años, aunque en realidad, por lo que parece, terminó el fatídico 2020 como lo venimos haciendo desde hace cinco años. Y es que parece que desde la muerte de Lemmy hace un lustro, la muerte sobrevuela más a menudo por las cabezas de los músicos que de algún modo, más o menos directo, admiramos o hemos admirado en un pasado no demasiado lejano.
Morir es una putada, pero hacerlo cuando quedan muchos años por disfrutar de esta puta vida es algo que a los que les toca de cerca jamás estarán preparados para ello. Tengo 44 años y por generación me ha tocado de cerca, es más, hace poco me enteré de la muerte de un antiguo amigo de la infancia con el que hacía años que no tenía contacto y la sentí cercana. Con el ejemplo de Laiho me ha ocurrido algo similar. Hace años que perdí la pista a Children Of Bodom, es más, su último disco únicamente lo habré escuchado un par de ocasiones sin demasiada atención. Pero volví a reencontrarme con su música a raíz de verlos y disfrutarlos en el pasado Rock Fest, que, a pesar de haber sido un notable directo, me dejaron con la sensación que les faltaba el punch de hace años. Sigue en mi memoria el sudado concierto que hicieron de cabezas junto a Shadows Fall y Soilwork en la gira del Hatecrew Deathroll (2003) tras el cual les perdí la pista. Aún tengo y uso, de tanto en tanto, aquella camiseta con las dos guadañas cruzadas en el pecho y a la espalda el enorme párrafo que gritamos extasiados en aquel concierto:
We’re the Hate Crew, we stand and we won’t fall…
We’re all for none and none for all
Fuck You! We’ll fight ‘til the last hit
And we sure as hell ain’t taking no shit!
La primera vez que escuché su música fue tras una de las tantas visitas al carrer Tallers de Barcelona. Fue en la mítica Arise, donde me hice con una edición muy chula de su Tokyo Warhearts – Live in Japan (1999). A pesar de una portada bastante divertida pero de dudoso gusto -como casi el resto de su discografía a excepción del Hatecrew Deathroll (2003) y algún otro que no he escuchado- el interior de la cuidada caja de cartón guardaba una postales con las fotografías de dicho concierto. Tal como las saqué las guardé cuidadosamente en un portafolios de plástico para que no se deterioraran. Y allí siguen guardadas junto al disco 22 años después (si contamos el recién estrenado año).
El disco lo escuché hasta el aburrimiento, de la misma manera que me lo he puesto mientras escribo este artículo, dando pié a devorar todo lo que envolviera al universo COB. De la misma manera, gracias a mi amigo Ángel Cuenca que era y es una auténtica fuente musical, dimos con el Beware the Heavens (1999), primer disco de Sinergy en el que el heavy / power metal acabó de engancharnos a todo el universo que envolvía a la enigmática figura de Alexi Laiho.
El tiempo pasa y evoluciona,como nosotros, pero afortunadamente la memoria nos devuelve recuerdos a pesar de que en muchas ocasiones esa regresión se activa con noticias de este tipo. Sirva este nostálgico artículo como homenaje a Alexi Laiho y a todo el legado que nos deja.
Descansa en paz.
«If You Want Peace…Prepare For War» por Beto Lagarda
Álbum: Are You Dead Yet? (2005)
Autor: Alexi Laiho
Ha muerto Alexi, con su prematura partida se ha llevado algo de mi. Suena cursi y tópico, pero le debo gran parte de mi a sus riffs, a sus voces, a sus himnos. Su música me acompañó en una etapa dura de mi vida personal y me sirvió como puerta de entrada a un mundo de oscuridad metalera adornada por los teclados afilados de Children of Bodom.
Hoy siento una gran pena, no comparable a la de la muerte de Dio o Chris Cornell, pero queda cerca. Se va un gran guitarrista y compositor, uno de los artífices de la globalización del metal extremo. Hoy lloramos la pérdida recordado algunas de las canciones que son ya himnos de una generación de metalheads.
He tenido la suerte de ver a C.O.B. cuatro veces, la última en 2015. Siempre me impresionó la forma de tocar, su pose, la chulería y el despilfarro de potencia con el que Alexi impregna a compañeros y fans. Me siento afortunado de haberle visto y haber gozado en esas cuatro noches y en innumerables horas de reproducción de sus discos en malos y buenos momentos de mi vida.
Os comparto una de mis canciones preferidas, “If You Want Peace…Prepare For War”. Aunque bien podría haber escogido una veintena diferente. Pero esta canción ilustra bien la esencia de Alexi y sus Children. Melodías preciosas, teclado maravillo, solo mayestático, estribillo poderoso y mucha destrucción y violencia. Violencia tanto musical como en unas letras suculentas y afiladas.
Te echaré de menos Alexi. Hoy el mundo pierde uno de los guitarristas más excelsos de nuestros tiempos. También pierde a un excelente compositor de metal extremo. Pero también pierde a un ser querido, por familiares, compañeros y amigos.
Descansa en paz maestro.