En Science of Noise recibimos copias de promoción digitales por parte de una cantidad cada vez más considerable de sellos, agencias y bandas directamente a nivel individual, así que a lo largo de un mes cualquiera llegamos a acumular un montón de discos (la mayoría de ellos, desconocidos por todos nosotros, claro) con todo el potencial para ser reseñados. Varios de mis compañeros hacen lo posible para sacar adelante muchos de ellos, ya sea con una reseña al uso como ésta, o bien en formato breve dentro de un Six Pack. Y desde aquí les felicito y les agradezco públicamente por ello.
En mi caso, ya sea porque voy bastante de culo con otras cosas o porque normalmente necesito escucharme un álbum muchas veces antes de animarme a reseñarlo, os confieso que no suelo prestarle demasiada atención a la inmensa mayoría de estos discos a no ser que ya conozca a la banda con anterioridad o tenga referencias muy directas. Y eso es una pena, claro, porque una de las cosas que más molan de este «trabajo» (en realidad, a parte de dormir poco, molan casi todas) es la de descubrir bandas que de otra manera nunca habrías hecho. Y escribir una reseña sobre ellos, creedme, es una manera excelente de descubrir una banda.
Eso os lo digo porque hace ya unos días que me estaba mirando la promo de este disco con cierta curiosidad, como si de una forma u otra me estuviera llamando desde el mar de carátulas que es nuestro Haulix. Entre eso y que un cierto gusanillo en mí (a falta de conciertos, previas y crónicas) me animaba a meterme a reseñar cosas desconocidas de nuevo, he aprovechado que se acercaba su fecha de publicación para animarme a escucharlo sin saber del todo qué me encontraría tras esta sencilla pero atractiva portada blanquecina y celestial.
Y la verdad que cuánto más lo escucho más me sorprende que estos chicos, con quince años de carrera y cinco discos bastante bien valorados por la crítica, tengan unos tristes tres mil seguidores en Facebook y que ninguna de sus canciones en Spotify supere las dos mil reproducciones. Este tipo de números no quieren decir nada y no son definitivos, claro, pero insinúan muy bien que estos Irdorath no son precisamente un fenómeno de masas. Ya sé que Austria no debe ser la meca del metal que es su vecina Alemania, y también es cierto que no inventan la sopa de ajo con su black metal thrashero directo y «accesible», pero joder: esto suena de puta madre y es sobradamente disfrutable para cualquiera que le guste la tralla.
Irdorath cogieron su nombre de un territorio del que fuera popular juego de ordenador Gothic II, así que para empezar (como todo buen metalero que se precie, por otra parte), todo apunta que estos cuatro chavales deben ser un poquito frikis. Pero además de eso, también saben componer y tocar la mar de bien, cosa que han demostrado sobradamente en los cuatro álbumes que han grabado hasta ahora. Unos álbumes que no he escuchado (perdón) y que, por cierto, han sido editados por cuatro sellos distintos. Este The Final Sin es el primer trabajo que publican con la discográfica española Art Gates Records, un sitio que les pega bastante y en el que podemos encontrar bandas más o menos similares como nuestros propios Noctem. Sería un excelente señal, por supuesto, que no fuera el último.
Lo que encontraremos aquí es un trabajo más o menos canónico de thrash / black metal melódico (con mucho más de lo segundo que de lo primero), muy bien construido y con mucho gancho. Los nueve temas que lo componen son agresivos, llenos de riffs atmosféricos e incisivos y con blast beats constantes. Por suerte no parece que te están poniendo un ventilador en los morros y, al contrario, resultan hasta cierto punto accesibles e incluso pegadizos, lo que hace que si te gusta el estilo te vaya a ser muy fácil disfrutarlo. Y a mí, y al igual que me pasa con el death metal melódico sueco (que me lo trago todo), este rollo Dissection también me atrapa con extrema facilidad.
Ya hemos dicho que es posible que estos chicos no inventen nada del todo nuevo. De hecho, para seguir con los clichés llevan un corpse paint bastante estándar y hasta tienen fotos acompañados de chicas ensangrentadas en top less y alas de ángel. Pero si analizamos un poquillo más allá, veremos que además del black metal melódico con blast beats, punteos épicos, riffs rasgados agudos y reverbs a punta pala, también tienen momentos donde se acercan a bandas como Amon Amarth («Divine Delusion»), otros pasajes en el que suenan incluso un pelín hardcore («The Plague, I Am» o «Debaptized») y una cantidad generosa pero no abusona de toques orientales («Redemeer of the Heretics»). Vamos, que en absoluto se encasillan en una sola etiqueta.
Es complicado destacar temas concretos, ya que los cuarenta y pico minutos que dura este disco se me pasan volando y resultan ser totalmente sólidos y equilibrados. Tanto que, de hecho, me atrevería a decir que me gustan y me motivan todas las canciones. La producción es magnífica, cosa que te ayuda a sentir la agresividad en todo momento, mientras que la pericia técnica de sus miembros (con especial hincapié en su batería Thomas Leitner, un tío que no para quieto en ningún momento) hace que que sea imposible aburrirte en ningún momento. Todo ello se ha juntado para parir un muy buen disco que espero que les sirva para subir algún escalón a nivel de popularidad y, de paso, y aprovechando que están en una discográfica española, también para darse a conocer un poco por estos lares. ¡No perdáis la oportunidad de pegarles una escucha!
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.