Crónica y fotos del concierto de Iron Maiden + Gojira + Sabaton - Estadio Wanda Metropolitano (Madrid), 14 de julio de 2018

Iron Maiden dan un puñetazo en la mesa y toman Madrid con un concierto inmenso

Datos del Concierto

Bandas:
Iron Maiden + Gojira + Sabaton
 
Fecha: 14 de julio de 2018
Lugar: Estadio Wanda Metropolitano (Madrid)
Promotora: Madness Live! + Sufriendo y Gozando
Asistencia aproximada: 52000 personas

Fotos

Fotos por FB Iron Maiden / FB Gojira

Nuestra Previa

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Empecemos por decir que no es nada raro ver a Iron Maiden en España. Según comprobé el otro día, los británicos han venido más de 70 veces desde que empezaron su meteórica carrera hace ya más de cuatro décadas. Durante este tiempo, los hemos visto en festivales, en salas, en pabellones, en ciudades grandes y en pueblos pequeños. Para no repetir la fórmula mil veces repetida, en esta ocasión la banda y la pareja Madness Live / Sufriendo y Gozando se han compinchado para, aprovechando la gira de greatest hits The Legcy of the Beast, liarse a montar el concierto más grande de la historia de la banda en nuestro país. Si bien a mí eso a priori tampoco os creais que me motive mucho (Maiden es y siempre ha sido una de mis bandas favoritas, pero meterme en un estadio para verlos a ellos o a cualquiera es algo que siempre me ha dado bastante palo), el interés periodístico me animó a liarme los bártulos a la cabeza y lanzarme de lleno al sofocante verano madrileño.

Por ello, me enfundé la única camiseta de la banda que me queda (una de la gira del X Factor, absolutamente raída y más gris que negra, conmemorando la primera vez que les ví allá por el año 95, con Blaze Bayley sufriendo a lo bestia ante los temas más agudos y con los fans de la banda recibiendo a botellazos a los pobres e incomprendidos teloneros My Dying Bride), y me encaminé hacia el AVE para encontrarme un montón de gente (conocidos y desconocidos) equipados con el mismo uniforme que yo. A mi llegada a Madrid la cosa fue aún más notoria: a la que dabas la vuelta a una esquina, ahí estaba un tipo con una camiseta de Maiden. ¿La terraza de un bar? Camiseta de Maiden. ¿El baño de mi albergue? Camiseta que te crió.

El estadio Wanda Metropolitano, ex-estadio de La Peineta y eterno y frustrado proyecto de Estadio Olímpico, fue inaugurado hace menos de un año para albergar los partidos del Atlético de Madrid. La verdad es que es un recinto imponente, aunque está ubicado en un secarral rodeado de campos y al quinto pino de todo. Al llegar, una manada de jebis armados con su camiseta de la doncella de rigor se repartían más o menos de forma ordenada por todas las puertas de acceso al estadio. Hubo un pequeño jaleo con la puerta 9 (precisamente la de prensa), que hizo que algunos asistentes contrariados y tirando a garrulos se quejaran con mucha vehemencia porque una de las PDAs de control de acceso no funcionaba correctamente. Uno de los lastres de este tipo de conciertos de estadio, en mi opinión, es que estan repletos de gente que no va a un concierto en su vida, y cualquier pequeña contrariedad (como quince minutos de cola, que no fueron más) les parece suficiente para indignarse como si se fuera a acabar el mundo, liarse a gritos con el primero que pase y pedir reclamaciones a troche y moche.

Una vez dentro pudimos ver la majestuosidad de este nuevo estadio, cubierto en su mayor parte, y el generoso tamaño del escenario (creo que es el mismo que se usó en el último Sonisphere o que se usa habitualmente para las bandas principales del Primavera Sound). La zona de prensa estuvo habilitada en una esquina inferior de las gradas, casi a la altura de la pista pero tan escorada que contaba con una visibilidad verdaderamente pobre (no se veían ni el batería ni quienquiera fuera el guitarrista / bajista colocado a nuestro lado). Por lo menos estábamos en la zona de sombra, porque justo enfrente se estaban friendo a base de bien.

Sabaton

Al cabo de poco, y sin mucho aviso, empezaron a sonar por la PA las primeras notas del «In the Army Now» de Status Quo en versión Sabaton. La verdad es que yo me esperaba que fueran a tocarla de verdad, con lo que fue una pequeña decepción tener que escucharla enlatada por completo, siendo como es un tema mítico en mi vida. Aunque mucha gente le tiene bastante rabia a Sabaton y a su éxito, y aunque no se trate de una banda que se me ocurra ponerme en mi casa, creo que fueron una elección excelente para abrir la noche de hoy. Activos, divertidos y de himno fácil, los suecos cumplieron sobradamente con su cometido de empezar a calentar a las masas, que por entonces aún estaban muy lejos de llenar la pista ni, sobretodo, unas gradas prácticamente vacías por culpa de las cuales nos tuvimos que chupar un eco terriblemente molesto.

A pesar del mal sonido, Joakim Bróden y los suyos se pusieron a la gente en el bolsillo rápidamente con las iniciales «Ghost Division» y «Winged Hussars», y tan pronto empezaron con sus bromas y sus «Olé olés» para rebautizar «Swedish Pagans» como «Spanish Pagans» supimos que su único cometido era venir a pasárselo bien e intentar que el público también lo hiciera. «Carolus Rex» es un temón épico de puño en alto se mire por donde se mire (quizás su mayor temón), mientras que la machacona «Primo Victoria» tampoco se queda corta. Mientras en la grada la gente que iba entrando paulatinamente pasaba un poco de ellos, las primeras filas de la pista disfrutaron de lo lindo, y de hecho pudimos ver a una considerable cantidad de gente con camisetas de los suecos, especialmente entre las generaciones más jóvenes.

Después de cuarenta y cinco minutillos de heavy metal energético, pantalones militares, historias bélicas de todos los rincones del mundo y coreografías a saco, Sabaton encararon el final de su concierto con la melodía silbada que da paso a «To Hell and Back», retirándose entre aplausos y ovaciones que premiaron una actuación que, a pesar de sonar bastante mal, cumplió de sobras con lo que se les pedía. Los suecos serán simplones y todo lo que queráis (que lo son), pero en directo son un valor seguro y, en las circunstancias de hoy, me parecieron una elección ideal.

Setlist Sabaton:

Ghost Division
Winged Hussars
Swedish Pagans
Carolus Rex
The Last Stand
Night Witches
Primo Victoria
Shiroyama
To Hell and Back

Gojira

Los que no pegaban en absoluto aquí eran, a mi juicio, los franceses Gojira. La banda liderada por los hermanos Duplantier me flipa y son unas puñeteras bestias en directo, pero aunque su popularidad ha crecido como la espuma en los últimos años, me parecen demasiado tralleros y demasiado modernos para el fan medio de Iron Maiden. De hecho, dio la sensación que la mayoría de gente se los tuvo que tragar por fuerza con tal de aguantar su posición frente al escenario, y en las gradas la desgana, incomprensión y falta de interés ante la particular visión del metal progresivo de los de Bayona fue prácticamente total. De hecho, si tuviéramos que confiar en el test de las camisetas, yo no vi ni tan siquiera una sola de Gojira. Se merecieron casi que me comprara una yo.

Porque su concierto, amigos, fue absolutamente espectacular. Si Sabaton habían sonado mal, Gojira lo hicieron como un cañón, durísimos como siempre y listos para pegarte martillazos, hachazos y todo lo que se os ocurra que sea contundente y haga mucho daño. Los franceses son una de esas bandas que, si te dejas, te atrapan en su espiral de brutalidad para no soltarte hasta que se bajan del escenario, y eso exactamente es lo que me ocurrió a mí y, supongo (porque yo no vi a nadie más), a una docena de flipados como yo en diversos puntos remotos del estadio.

La inicial «Only Pain» ya sonó magnífica, pero a la que se animaron con «L’Enfant Sauvage», uno de mis temas favoritos, eso subió a niveles estratosféricos. Y no digamos lo que ocurrió cuando empezaron a tocar la brutal intro de la espectacular «Flying Whales». Ahí es cuando empecé a engorilarme en mi asiento / jaula (curioso eso de hacer headbanging sentado), solo para abrir los ojos al cabo de un rato y ver a todo el mundo a mi alrededor absolutamente impasible. Casi me ofendí con que la gente no supiera o no quisiera apreciar el bolaquísimo que se estaban marcando los franceses. De hecho, el propio Joe Duplantier comentó en algun momento que temía que su actuación fuera a ser un auténtico desastre y que todo el mundo iba a sudar de ellos. Él dijo que desde dónde él lo veía tampoco estuvo tan mal, aunque lo cierto es que solo se llevaron alguna que otra ovación sincera en el momento en el que hacían alguna mención ocasional a Iron Maiden. Malaguanyats, tu.

Ni la trallerísima y casi blackmetalera «Backbone» ni la progresiva «The Shooting Star», trufada de ritmos rarunos, o el potente final con «Vacuity» hicieron mucho para convencer al personal a pesar de sonar casi perfectas, con lo que Gojira se bajaron del escenario sin pena ni gloria ante los ojos de miles de metaleros que dejaron pasar la oportunidad de descubrir una banda con la que flipar. Personalmente, es la tercera vez que los veo en directo y la tercera que me han dejado con los cojones en el suelo. Y eso que (oh horror) nunca he tenido aún la oportunidad de hacerlo en sala, donde imagino que deben ser la leche. A todo eso, entiendo que la mayoría de gente que lea esto y estuviera en el estadio se sienta como si hubieran visto conciertos distintos al que ví yo y se estén preguntando perplejos: «¿Pero este tío qué dice? ¡Si fueron un coñazo!». Pues peor para vosotros, en serio.

Setlist Gojira:

Only Pain
L’Enfant Sauvage
Stranded
Flying Whales
The Cell
Backbone
The Shooting Star
Vacuity

Iron Maiden

El hecho es que aquí todo el mundo había venido por una sola razón, y esa razón se llama Iron Maiden. Quizás existían dudas sobre si la banda británica tendría la capacidad de convocatoria y movilización suficiente para meter más de cincuenta mil personas en Madrid, pero observando la pinta que presentaba el estadio en los minutos previos a los que la doncella saltara al escenario se disiparon todas. A pesar de competir con el Resurrection Fest, con el Mad Cool, con el BBK, con el Barna ‘n’ Roll y con mil otros fregados interesantísimos para el fan ávido de conciertos, el Metropolitano debía estar al borde de colgar el cartel de sold out. De hecho, uno de los momentos más bonitos de estos minutos previos fue cuando vi a Juan Antonio Muñoz, director de la promotora Madness Live y gran valedor de esta apuesta, bajar a la pista y, él solo, dar una lenta vuelta entera sobre sí mismo para admirar las gradas abarrotadas sin poder disimular una emocionada sonrisa. Sin duda, un exitazo y un nuevo momento cumbre en la trayectoria de Madness, una promotora que, os caiga mejor o peor, se lo curra y arriesga como la que más.

A la que empezó a sonar la esperada y habitual «Doctor Doctor» de UFO, un escalofrío de excitación recorrió el estadio al completo, y dos tíos vestidos de militares empezaron a retirar los telones que cubrían la decoración del escenario. En esta primera parte del concierto la decoración consistía precisamente en unas telas de camuflaje que, como explicaría Bruce más adelante y como ya habríamos visto si nos hubiéramos fijado, sirvieron para ambientar unas primeras canciones que compartían temática bélica. Al acabar, se encendieron las pantallas y el señor Churchill se empezó a dirigir a los británicos animándoles a luchar sin rendirse contra las tropas alemanas invasoras, dando paso a la locura más absoluta con las primeras notas de la inicial «Aces High» y con los miembros de Iron Maiden saltando al escenario con una energía que ya quisieran para ellos más de una banda de veinteañeros.

Porque el avión hinchable que decora este primer tema es resultón, claro, pero lo que es admirable de verdad es que estos tíos, bordeando los sesenta, se tiren dos horas corriendo arriba y abajo sin descanso poniendo muecas y soltando un himno tras otro, con mención especial para un Bruce Dickinson que, cambiándose de vestimenta casi a cada tema, se pega unas carreras de aúpa mientras demuestra una confienza y un nivel vocal impresionante, saliendo sobradamente airoso ante los temas más agudos (que no son pocos) de su repertorio. Después de ver a unos cuantos vocalistas míticos arrastrarse la semana anterior en el Rock Fest, esto de Bruce fue un puñetazo sobre la mesa en toda regla.

Está claro que empezaron con buen pié, y con total acierto apostaron por un concierto con un ritmo altísimo y sin casi parones entre canciones, lo que mantuvo el nivel de intensidad del público al borde del infarto en todo momento. Continuaron directamente con la espectacular «Where Eagles Dare» y la demostración de las habilidades de Nicko tras los parches y los platos, y siguieron sin demora con «2 Minutes to Midnight». Todo el mundo se sabía el setlist de pé a pá, claro, ya que Maiden son notorios por no modificar ni un milímetro de su repertorio en toda la gira, pero una cosa es leerlo en un papel y otra muy distinta vivir un principio de concierto tan brutal como éste en un escenario de lujo como el de hoy. Y es que desde mi posición no se veía un pimiento, es cierto, pero se oía a la perfección. Con solo tres temas me estaba empezando a tragar años de reticencias a conciertos de estadio.

El primer parón llegó ahora, cuando Bruce preguntó si había algun escocés en la sala (a la que la masa ávida de soltar «yeeeahs» a todo lo que le pregunten contestó al unísono) para introducir una charleta histórica sobre William Wallace y su lucha por la libertad de Escocia. La consecuente «The Clansman» fue el primero de los dos recuerdos a la época Blaze y es innegable que se trata de un temazo como la copa de un pino, con «oh oh ohs» y melodías coreables a tutiplén. A estas alturas yo ya me había apartado a un rincón de la grada lateral donde no veía absolutamente nada pero donde tenía espacio de sobras para desfasarme con total libertad, preguntándome qué coño hacía yo en la puñetera grada.

Ante la felicidad del público no se les ocurrió otra que continuar directamente con «The Trooper», uno de sus clásicos más top y una de las mejores canciones de la historia del puto heavy metal. De hecho, ésta fue precisamente la canción que me introdujo a la música de esta banda a mis tiernos trece o catorce años, así que os podéis imaginar la pasión con la que la viví. Aunque sorprendió que Bruce no apareciera vestido con su clásica casaca roja, en seguida vimos por qué, ya que fue el mismísimo Eddie el que hizo su primera aparición sobre el escenario con el identificativo unifrome de los regulares británicos en la guerra de independencia, librando una batalla sin cuartel con el vocalista que, espada en mano, recibió ovaciones extra a la que sacó a ondear una bandera española que acabó sustituyendo por la clásica británica durante los últimos compases del tema.

Llegados a este punto, los asistentes de la banda retiraron las telas bélicas para dejar al descubierto la espectacular catedral que ilustra la temática de esta gira. Vidrieras con múltiples Eddies, elegantes candelabros colgando del techo y una tonalidad rojo oscuro general que dieron perfectamente el pego. Siguieron con la también genial «Revelations» y con «The Greater Good of God», el tema más nuevo que tocan en esta gira y, sin duda, el que recibió la respuesta más tibia por parte del público (a ver, entendedme, tibia entre comillas). A mí también me sorprende un poco la inclusión de precisamente este tema teniendo el catálogo que tienen para escoger, pero tampoco es para hacerle ascos, sobretodo a una segunda mitad espectacular.

A partir de aquí, la cosa fue un no parar hasta el final del concierto. Para empezar, «The Wicker Man» es un single perfecto y el símbolo más redondo del renacer de Iron Maiden tras la vuelta de Bruce y Adrian a principio de los dosmiles (y para mí, un representante de Brave New World bastante más excitante que la melosa y aburridilla «Blood Brothers» que se han empeñado en tocar en las últimas giras). Y a pesar de que haya gente que se la mire mal por pertenecer a una época oscura de la banda, «Sign of the Cross» también es un tema impresionante, el primero que introduce una manera de entender el progresivo que se va a repetir constamente a partir de entonces en la trayectoria de la doncella. Con un Bruce encapuchado y escondido detrás de una cruz luminosa muy Ozzy, la banda fue pasando por todos los pasajes que forman esta compleja canción con pulcritud y energía, saltando con fluidez de los momentos más sombríos e intimistas a las explosiones de melodía, coros y fuegos artificiales.

La celebrada «Flight of Icarus», otro single perfecto que siempre había sido bastante ignorado, completó el protagonismo especial de Piece of Mind en el repertorio de la noche y, lanzallamas en mano, pavimentó el engorilamiento de la gente antes de uno de los momentos más especiales de cualquier concierto de Iron Maiden. Porque «Fear of the Dark» puede ser un tema trilladísimo hasta el hastío, pero tiene tantas y tantas partes tan icónicas y tan pegadizas que la convierten en un himno del metal como ningún otro. No hace falta decir, evidentemente, que las cincuenta y pico mil almas que llenábamos el estadio nos desgañitamos al unísono ante cada «oh oh oh» que se nos venía encima.

Después de esto, la gente estaba en la puñetera gloria, y yo también. ¿Cómo mantenerlos ahí? Pues qué tal si el mismísimo diablo nos viene a contar eso de que «Woe to you, oh Earth and Sea, for the Devil sends the beast with wrath….»…? «The Number of the Beast» es otro de esos temas imprescindibles para entender a esta banda, y su interpretación fue una vez más impecable. Al acabar, y sin casi darnos cuenta (en serio que pasó todo volando), la banda empezó con las primeras notas de «Iron Maiden», lo que quería decir que el set principal llegaba a su fin. Este tema homónimo, a mi juicio y creo que al de muchos, es bastante flojo dentro del cancionero de los británicos, pero claro, cualquiera no lo toca. También fue el momento en el que apareció el cabezón cornudo y gigante de Eddie tras la batería y en el que Janick Gers empezó a hacer sus encantadoras paridas. A mucha gente le irrita cosa mala, pero a mí el bueno de Janick me cae de puta madre.

Mientras los más pardillos comenzaban a desfilar escaleras arriba, la mayoría de gente se puso a vociferar en busca de los bises y, evidentemente, al cabo de poco los seis miembros de la banda volvieron a aparecer sobre el escenario para, sin ningun tipo de introducción, empezar a interpretar otro gran clásico maravilloso como es «The Evil That Men Do», que ayudó un poco más a que nos quedáramos sin voz durante los próximos días. «Hallowed Be Thy Name» me parece la mejor canción de la historia de Maiden, y su interpretación me puso los pelos de gallina al principio, con Bruce tras las rejas y acariciando una soga mientras esperaba el momento de ser ejecutado, y me hizo sudar como un pollino después a base de sacudidas espasmódicas y mi intención de convertirme en air-orquestra. Con ella nos acercamos al final de verdad, protagonizado por otro tema que me parece lejos de lo mejor que tienen, pero que también es imprescindible e inevitable: «Run to the Hills», tras el cual la banda se bajó definitivamente del escenario y nos dejó absolutamente exhaustos y con una sonrisa bobalicona en la boca.

Algunos voluntariosos empezaron a reclamar un segundo bis (por supuesto sin éxito: Iron Maiden no son una banda de sorpresas en este sentido) y todos nos quedamos con la sensación de que las dos horas que duró su concierto se nos hicieron muy muy cortas. Ahora que vuelve a estar de moda que algunas bandas alarguen sus actuaciones hasta las tres horas o incluso más, sería la leche que los británicos se atrevieran a hacerlo, ya que les sobra catálogo por todos lados. Sé que no ocurrirá, por supuesto, pero soñar es gratis.

Este concierto se anunció y promocionó como «El concierto de tu vida». No sé si va a ser el concierto de mi vida, probablemente no (¿cómo puede uno escoger un concierto entre los cientos o miles a los que he asistido?), pero lo que es seguro es que fue un concierto absolutamente impresionante y que se comieron con patatas, ketchup y mayonesa a todas las bandas grandes que yo he visto este año, con Metallica al frente y los múltiples cabezas del Rock Fest detrás. Quizás, incluso, se trata de la mejor de las seis veces que he visto a Iron Maiden hasta ahora, y esto es algo que, en una banda de su edad y trayectoria, es absolutamente admirable. Hubo gente, por cierto, que he visto que se quejaba del sonido. Un estadio es muy complicado de sonorizar, y estoy seguro en que hubo sitios en los que se debía oir mal, pero desde mi posición se oía perfectamente. Es cierto que no veía casi nada (y por eso, si os habéis fijado, en esta crónica hay pocas referencias a la parte visual o al desempeño de cada uno de sus miembros), pero si me tengo que tirar todo el concierto desgañitándome y mirando al cielo con el puño en alto, qué más da realmente ver o no, ¿verdad?

Setlist Iron Maiden:

Aces High
Where Eagles Dare
2 Minutes to Midnight
The Clansman
The Trooper
Revelations
For the Greater Good of God
The Wicker Man
Sign of the Cross
Flight of Icarus
Fear of the Dark
The Number of the Beast
Iron Maiden

The Evil that Men Do
Hallowed Be Thy Name
Run to the Hills

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Sobre Albert Vila 954 Artículos
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día. Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.