Iron Maiden – Piece of Mind: 35 años del lineup clásico de la Doncella

Ficha técnica

Publicado el 16 de mayo de 1983
Discográfica: EMI Records
 
Componentes:
Bruce Dickinson - Voz
Dave Murray - Guitarra
Adrian Smith - Guitarra
Steve Harris - Bajo
Nicko McBrain - Batería

Temas

1. Where Eagles Dare (6:08)
2. Revelations (6:51)
3. Flight of Icarus (3:49)
4. Die With Your Boots on (5:22)
5. The Trooper (4:10)
6. Still Life (4:37)
7. Quest for Fire (3:40)
8. Sun and Steel (3:25)
9. To Tame a Land (7:26)

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Después de celebrar los 20 años del Virtual XI y los 30 del Seventh Son, nos hemos animado también con los 35 del Piece of Mind para completar una primavera fértil en efemérides maidenescas redondas. Ya sé que quizás los 35 no visten tanto como los veinte, los treinta o los cuarenta, pero como ya íbamos embalados se nos ha hecho difícil parar. Además, así cuando nos toque celebrar las cuatro décadas ya tendremos el artículo escrito, oye.

Añado a la excusa que, personalmente, el Seventh Son y el Piece of Mind son dos discos que no puedo disociar a pesar de corresponderse a los dos extremos temporales y conceptuales de la época más gloriosa de la banda británica. Recuerdo el día, en pleno momento de descubrimiento adolescente, en que un amigo y yo nos agenciamos por fin estos dos discos, en cassette, y completamos con alegría la discografía completa de Maiden (que hasta entonces llegaba a Fear of the Dark). Intenté trillarme ambos, pero de buenas a primeras Seventh Son me entró más y mejor que Piece of Mind, así que podríamos decir que éste que nos ocupa fue el último disco clásico de la banda que llegó a mis manos (aunque ya estaba más que familiarizado con sus clásicos gracias a numerosos directos, claro). Quizás por ello, en mi universo personal nunca alcanzó las cotas de devoción que sentí por otros trabajos de la época como Powerslave o The Number of the Beast.

En 1983 estábamos hablando de una banda muy cerca de su punto álgido. Después del exitazo que supuso The Number of the Beast y el debut de un Bruce Dickinson que les iba a comandar hacia el Olimpo del Heavy Metal, con Piece of Mind vivimos el último gran cambio en la formación de la banda. Clive Burr se bajó del carro y en su lugar entró el simpático Nicko McBrain, completando ahora sí el line up que les hizo del todo inmensos a todos los niveles. Ellos dos, junto a Steve Harris, Dave Murray y Adrian Smith, iban a grabar cuatro discos brutales y un directo imprescindible y definitivo en los intensos y exhaustos cinco años que transcurrieron desde 1983 a 1988 y que supusieron, sin duda, la gran época dorada de la banda.

Aunque muchos fans de la doncella son defensores irredentos de Clive y de su trabajo tras los parches por encima de las capacidades de su sustituto, para mí la personalidad de Nicko McBrain como personaje y como instrumentista, con un estilo icónico e identificativo como pocos, son totalmente imprescindibles para hacer que Maiden sean Maiden. Y Nicko tarda bien poco en tomar protagonismo, ya que «Where Eagles Dare», el tema que abre el disco, es una demostración espectacular de sus capacidades, desde el redoble que ocupa sus primeros segundos, pasando por sus característicos galopes o el uso del ride y de toda la anchura de su amplio kit. No sé si esta canción está puesta ahí precisamente para que la gente se quedara maravillada de buenas a primeras con el nuevo Nicko, pero, personalmente, me parece una de las actuaciones más brillantes de su carrera.

Teniendo en cuenta que servidor conoció a Iron Maiden a través del A Real Dead One (ni más ni menos), en mi tierna e inocente adolescencia di por sentado que los temas que se hicieron un lugar en ese directo eran los más conocidos y los más mejores de la carrera de Maiden. «Where Eagles Dare» era uno de ellos (y eso que faltaban no solo «Revelations» y «Flight of Icarus», sino también «Wrathchild», «Aces High» o «Powerslave»), así que asumí engañosamente que se trataba de un clasicazo. Y aunque entonces fue de las que menos me encandiló de entre ese conjunto de himnos eternos del heavy metal, con el paso de los años acabó por fliparme y, a día de hoy, me parece una de las grandes gemas semi-olvidadas de la carrera de la banda.

Y al igual que asumí erróneamente el estatus de hitazo de «Where Eagles Dare» por culpa de ese disco, durante algún tiempo dos temazos como «Revelations» y «Flight of Icarus» no fueron nadie, y no fue hasta que pude ponerle la zarpa encima a Live After Death, primero, y a este Piece Of Mind, después, que fui capaz de valorarlos en toda su dimensión. La primera siempre tuvo algo especial, con su aire vagamente oriental y su sinuoso vaivén, siguiendo con la senda de «pseudo-semibaladas» que empezaron con «Children of the Damned», también la segunda pista de The Number of the Beast. La épica «Flight Of Icarus», por su parte, tiene todo para ser el clásico indiscutible que nunca llegó a ser, y a parte de estar trufada de melodías pegadizas nos muestra al Bruce Dickinson más cercano a Dio que jamás vamos a poder ver.

El tema que más me atrapó en esas embobadas y devotas escuchas de A Real Dead One fue precisamente «The Trooper», el gran hitazo indiscutible de este Piece of Mind y, posiblemente, la canción quintaesencial de Iron Maiden y, casi, de todo el heavy metal como género. No hay mucho que decir sobre un tema que ha traspasado el umbral de la leyenda hace un porrón de años, pero los punteos doblados que componen el riff principal, el bajo poderoso y cabalcante, el estribillo icónico, los gritos de Bruce, la bandera de Inglaterra y la siempre maravillosa batería del señor Nicko McBrain fueron lo que me ganó para siempre para la causa Maiden y, vete a saber, si para todo el género. ¿Mi vida musical habría sido igual sin «The Trooper»? Pues no lo tengo claro.

Estos cuatro temas se suelen considerar los cuatro grandes de este disco, y los otros cinco (en su conjunto) son objeto de debate entre los fans. Para algunos son joyas infravaloradas, para otros son simplemente segunda división, e incluso hay quien dice que son puro y despreciable relleno. En mi caso, y aunque es verdad que, al igual que ocurre en el siguiente Powerslave (quizás aún más ahí) la distancia en calidad y, sobretodo, en miticismo entre «las cuatro grandes» y las «otras no tan grandes» es evidente, éstos distan muchísimo de ser tan superfluos y prescindibles como algunos simplistas los consideran.

En este pequeño subconjunto de canciones podemos apreciar como los primeros Maiden se dan la mano con los que estan a punto de emerger para acabarse de comer el mundo. El rock desenfadado y vacilón de «Die With Your Boots on» (un tema muy querido para muchos fans) y de la motera «Sun And Steel» se aceran más al sudor inmediato de sus primeros discos con Paul di Anno que a las composiciones épicas que van a caracterizarlos durante la mayor parte de los noventa, cuyas intenciones se vislumbran en temas imperfectos pero entrañables como «Quest for Fire» (con una letra algo vergonzante) y la magnífica y flagrantemente olvidada «To Tame a Land».

«Still Life», por su parte, es un tema accesible y melódico 100% Iron Maiden que no ha pasado ni pasará a la historia. Como curiosidad, en los primeros segundos de este tema se puede oír algo grabado del revés. Ya sabréis que en los temerosos setenta y ochenta se decía que las bandas de rock (hijos de Satán todos ellos, por supuesto) incluían adoraciones al diablo mediante este tipo de pasajes. Os podéis imaginar como después de causar sensación con algo tan explícito como The Number of the Beast, los baluartes más conservadores (especialmente americanos) se pusieron las manos a cabeza y señalaron a la banda como peligrosos adoradores de Lucifer. Para ponerlos aún más nerviosos, incluyeron a Nicko (siempre listo para trollear a quién haga falta) balbuceando en acento rasta exagerado y bastante ininteligible: «¿Qué dijo el monstruo de las tres cabezas? No te metas en cosas que no entiendes». Aunque el «satanismo» de Iron Maiden siempre fue totalmente inocentón y más visual que otra cosa, parece que las amenazas del establishment funcionaron, ya que no sé si recuerdo más temas en su carrera futura que hagan referencia a figuras diabólicas.

Después de dar vueltas por el mundo durante meses con la gira que acompañó a la salida de este disco, el «World Piece Tour», y lejos de tomarse un merecido descanso, en poco más de un año se iban a meter de nuevo en el estudio para embarcarse en la grabación del que iba ser su disco más ambicioso hasta el momento, un Powerslave espectacular que abre definitivamente la veda de la épica y del que ya hablaremos cuando llegue alguno de sus aniversarios redondos. El recuerdo audiovisual más destacado de esta gira, por cierto, es el breve «Live in Dortmund», un mini festival celebrado en la ciudad alemana en el que se compartieron cartel con estrellas indiscutibles del momento como Quiet Riot, Def Leppard, Scorpions, Judas Priest y un puñado más (parece que esté enumerando un cartel del Rock Fest, tú). Es curioso ver como la gente no hace ni de menos ni de más cuando empiezan con las notas de «The Trooper», un momento que hoy es garantía de locura y griterío incontrolable en todos los rincones del mundo.

Aunque Piece of Mind es uno de los discos favoritos entre los fans la banda británica, a día de hoy solo «The Trooper» ha conseguido el estatus de clásico imprescindible de esos que no pueden dejar fuera de ningún setlist. Según las completísimas estadísticas de Setlist.fm, este disco es el tercero más tocado en la carrera de la doncella, pero esto es en gran parte gracias a «The Trooper», ya que si miramos con detalle, solo «Revelations» y, en menor medida, «Flight of Icarus» y «Die With Your Boots on» han sido visitadas relativamente a menudo. Dicen ciertos rumores que «Where Eagles Dare» es una de las sorpresas que nos tienen preparadas para esta próxima gira. A ver si es verdad.

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Sobre Albert Vila 954 Artículos
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día. Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.