«Woe to you, oh earth and sea
For the Devil sends the beast with wrath
Because he knows the time is short
Let him who hath understanding reckon the number of the beast
For it is a human number
Its number is six hundred and sixty-six.»(Apocalipsis 13:18)
¡Ay de ti, oh tierra y mar! Porque el Diablo envía a la bestia con ira, porque sabe que el tiempo es corto… con semejante inscripción bíblica y épica se inicia un tema que ha llegado a tener un gran peso en la música, quizá de las mismas proporciones a las que nos referimos: The Number of the Beast de los Maiden. Grabada en 1982, el quinto corte y la que le da nombre al álbum. Escrita por Steve Harris tras haber visto Damien: Omen II (La Profecía II), aunque, sin duda, podemos encontrar en la letra de la canción referencias a otras cosas, desde un poema hasta las Revelaciones de San Juan. En lo personal, escribo estas líneas con diversos motivos que, de cierta manera se complementan a la perfección: mi gusto por Iron Maiden, el aniversario de The Number of the Beast, mi fascinación por éste tipo de temas y mi curiosidad histórica, por lo que me he propuesto ha desentrañar algunos aspectos que se esconden tras las líricas de semejante temazo, aunque, claro, desde mi óptica, pues poco o mucho puede de haber de cierto.
De primera instancia, tenemos las declaraciones de Harris con respecto al tema:
«Básicamente, esta canción es acerca de un sueño. No se trata de la adoración al diablo.»
Ciertamente de eso nos podemos dar cuenta desde la primera estrofa de la canción en la que nos dice que, efectivamente, tuvo una especie de pesadilla muy lucida, aunque, si profundizamos, podemos creer que nuestro narrador anónimo, más que sueños o pesadillas, tuvo visiones que en verdad le han impresionado y que, ahora, trata de recordar bien para poder explicar lo que vio:
«I left alone, my mind was blank
I needed time to think
To get the memories from my mind
What did I see? Can I believe?
That what I saw that night was real and not just fantasy?Just what I saw in my old dreams
Were they reflections of my warped mind staring back at me?
‘Cause in my dreams it’s always there
The evil face that twists my mind and brings me to despair.»
En la segunda estrofa, el narrador se pregunta a sí mismo ‘si lo que vio en sus viejos sueños no fue más que un ‘reflejo’ de su propia mente retorcida que le miraba a sí mismo’, podríamos suponer que el narrador ha sufrido alguna especie de desprendimiento de su alma, por lo que en algún plano astral pudo acceder y contemplar ciertas visiones, en las cuales, una figura demoniaca se le ha presentado y parece ser que aún le atormenta tal visión al decirnos que ‘en sus sueño siempre está ahí, la maligna cara torciendo su mente y llevándolo a la desesperación’.
Dicho lo anterior, nos puede llevar a pensar en el paralelismo con San Juan, el profeta de Patmos, quien escribió el Apocalipsis alrededor del año 95 d.C. Juan fue uno de los discípulos más destacados de Jesús y hermano de Santiago apóstol. Juan tiene la peculiaridad de haber presenciado diversos momentos muy importantes de la vida de Jesús, siendo eso: en la resurrección de la hija de Jairo, en la transfiguración de Jesús, en el huerto de Getsemaní y estuvo presente en las diferentes ocasiones que Jesús se presentó después de resucitar; también fue al único al que le otorgó las revelaciones, estas visiones sobre diferentes aspectos en cuanto a lo que podríamos pensar que es el fin de los tiempos (claro, que trata el fin de los tiempos pero de la época en la que vivió el apóstol), el Apocalipsis que, por cierto, dicha palabra no tiene nada que ver con la destrucción, sino que en griego significa revelaciones, Hollywood y demás medios se han encargado de darle ese sentido a dicha palabra. Pero volvamos al tema.
Juan yace en la isla de Patmos, en el Mar Egeo exiliado por predicar la Palabra del Señor y justo ahí es cuando tiene su acercamiento con las revelaciones por medio de un ángel que es enviado por Dios:
«… Él envió a su ángel para transmitírsela a su siervo Juan, quien atestigua que cuanto vio es palabra de Dios y testimonio de Jesucristo. Feliz el que la lea y felices los que escuchen las palabras de esta profecía y observen lo escrito en ella, porque el tiempo está cerca.»
(Apocalipsis 1:1:3)
Sin duda el mensaje que transmite Juan no tiene nada que ver con lo que nos cuenta el narrador, ya de entrada nos señala que ‘el maligno rostro’ lo sigue en todos sus sueños. Esto podemos interpretarlo de la siguiente manera: algún ente demoniaco ha llamado a nuestro personaje que ha dejado su cuerpo y ha sido llevado al otro lado, al mundo subterráneo, si podemos llamarlo así. En cambio, Juan tiene una visión más placentera cuando escucha la llamada de una voz extraña:
«Un domingo, se apoderó de mí el Espíritu, y escuché detrás de mí una voz potente, como de trompeta, que decía: Lo que ves escríbelo en un libro y envíalo a las siete iglesias (…) Me volví para ver de quien era la voz que me hablaba y al volverme vi siete lámparas de oro y en medio de las lámparas una figura humana, vestida de larga túnica, el pecho ceñido de un cinturón de oro; cabeza y cabello blancos como la lana blanca o como nieve, los ojos como llama de fuego, los pies como de bronce brillante y acrisolado, la voz como el estruendo de aguas torrenciales. (…) Al ver esto, caí a sus pies como muerto; pero él, poniéndome encima la mano derecha, me dijo: No temas. Yo soy el primero y el último, el que vive; estuve muerto y ahora ves que estoy vivo por los siglos de los siglos…»
(Apocalipsis 1:10:18)
Más que un simple Ángel, parece ser el mismo Dios quien, de nuevo, ha seleccionado a Juan para ser su portavoz de los hechos futuros. Como hemos dicho, el personaje de la canción, más bien tuvo la fortuna (?) de contemplar al propio Diablo. Llama la atención, también que Juan, al referirse de que un ángel se apoderó de su espíritu, puede ser una referencia de nuevo a los viajes incorpóreos, donde se puede llegar a un estado de entendimiento más alto. Dejemos, por el momento, al apóstol Juan y sigamos con la canción.
En la tercera y cuarta estrofa el narrador comienza a describir lo que vio en sus visiones:
«Night was black, was no use holding back
‘Cause I just had to see, was someone watching me?
In the mist, dark figures move and twist
Was all this for real or just some kind of Hell?(…)
Torches blazed and sacred chants were praised
As they start to cry, hands held to the sky
In the night, the fires are burning bright
The ritual has begun, Satan’s work is done.»
Primero nos señala que la noche era obscura, una obviedad, tal vez, sin embargo, lo que nos puede indicar aquí es que esa «oscuridad» no es del todo normal, pues «tenía que ver», ser testigo de lo que pasaba en esa noche, a pesar de que se sentía observado o que él se ocultaba entre la negrura para aprender y no ser visto; pudo distinguir entre las tinieblas a «las negras figuras» que se movían y giraban, lo que lo lleva de nuevo a preguntarse: «¿Es real lo que veo o es una especie de infierno?»
Seguido a eso, nos detalla con precisión cómo se lleva a cabo una especie de ritual, seguramente para llamar a la bestia o inclusive a Satanás. Se encienden antorchas y se recitan cantos sagrados, pero ¿a quién? Si nos remitimos de nuevo a las revelaciones de San Juan, vemos un pasaje muy interesante que hace referencia a la adoración por parte de la humanidad a una de las bestias que aparecen en la tierra:
«Vi salir del mar una fiera con diez cuernos y siete cabezas; en los cuernos diez turbantes y en las cabezas títulos blasfemos. La fiera de la visión parecía un leopardo, con patas como de oso y boca de león. El dragón le delegó su poder, su trono y una autoridad grande. Una de sus cabezas parecía herida de muerte, pero la herida mortal se sanó. Todo el mundo admirado seguía a la fiera y adoraba al dragón que dio su autoridad a la fiera; y adoraban a la fiera diciendo: ¿Quién se mide con la fiera? ¿Quién podrá luchar con ella? (…) La adoraban todos los habitantes de la tierra cuyos nombres no están registrados desde el principio del mundo en el libro de la vida del Cordero degollado.»
(Apocalipsis 10:1:8)
Posiblemente los llantos y que hayan levantado sus manos al cielo, debe de formar parte en el ritual. No es difícil imaginar que, siguiendo a Juan, dentro de las adoraciones a este ser quimérico, la gente en su afán de venerar a la bestia, llorara y levantara sus manos hacia él. Después sigue contando nuestro narrador de la canción que «el fuego sigue ardiendo en la noche», y «que el ritual ha comenzado y la obra de Satán está hecha», ¿la bestia habrá sido liberada?
Hasta aquí, no puedo evitar hacer mención de dos frases que aparecen en los coros y que vale la pena detenerse a pensar en ellos, aunque sea de manera breve: «Hell and fire was spawned to be released» y «Sacrifice is going on tonight».
La primera frase es muy clara, «el fuego del infierno fue engendrado para ser liberado», ¿para que se molestaría el eterno enemigo en crear tales cosas sino es para ser desatarlas en la tierra? En las revelaciones del apóstol Juan hay varios simbolismos que podrían representar la frase, ya sean la liberación de las bestias –incluyendo las dos que mencionamos ya aquí, el dragón y el leopardo- y la manera por la que andan sobre la tierra trayendo confusión y caos a la humanidad. La segunda frase, «el sacrificio se hará esta noche», no es muy clara, pues no especifica qué o quién va a ser sacrificado, por supuesto que el sentido de este sacrificio se vuelve obvio teniendo en cuenta el contexto en el que se menciona.
«This can’t go on, I must inform the law
Can this still be real, or just some crazy dream?
But I feel drawn towards the chanting hordes
Seem to mesmerize, can’t avoid their eyes.»
La quinta estrofa resulta algo confusa en cuanto a su significado. Es claro que el narrador queda asombrado y pávido ante tales visiones inférnicas, tanto así que siente que debe informarlas a las autoridades, ¿a cuál autoridad se refiere? Es difícil de determinarla, aunque, en definitiva, no debe de ser una autoridad terrenal pues ¿de qué serviría? En cambio, podría, quizá, nuestro narrador anónimo podría comunicar sus visiones a alguna autoridad divina o a alguien que emita un juicio durante estos eventos. En el caso de Juan, refiere en varias partes de sus visiones, escenas de juicios a ciertas autoridades conformadas por santos o ángeles. Una de esas es la siguiente que resulta muy interesante, por cierto:
«Vi un trono grande y blanco y a uno sentado en él. De su presencia huyeron la tierra uy el cielo sin dejar rastro. Vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante el trono. Se abrieron los libros, y se abrió también el libro de la vida. Los muertos fueron juzgados por sus obras, según lo escrito en los libros. El mar devolvió sus muertos. Muerte y abismo devolvieron sus muertos, y cada uno fue juzgado según sus obras. Muerte y abismo fueron arrojados al foso del fuego –ésta es la muerte segunda, el foso de fuego-. Quien no esté inscrito en el libro de la vida será arrojado al foso de fuego.»
(Apocalipsis 20:11:15)
El narrador se sigue preguntando «si lo que ve es real o si simplemente se trata de un loco sueño», sin embargo, se siente atraído (¿seducido?) por los cánticos y por quienes los recitan, a tal grado que se siente hipnotizado y no deja de verles a los ojos
«I’m coming back, I will return
And I’ll possess your body and I’ll make you burn
I have the fire, I have the force
I have the power to make my evil take its course.»
Esta última estrofa resulta aún más confusa, pareciera que es dicha por otra persona por las palabras que usa: «Voy a volver, regresaré/poseeré tu cuerpo y lo haré arder/tengo el fuego, tengo la fuerza/tengo el poder para que mi maldad siga su curso», o podemos, porque no, pensar que el narrador, tras haber estado presente ante los rituales o ser atraído por los cánticos, ha decidido formar parte de dichos eventos y ha obtenido (aprendido) el poder necesario para ejercer su voluntad.
Por último, no podemos dejar pasar el emblemático coro: «666 the number of the beast…»
En la misma introducción de la canción tenemos la respuesta:
«Let him who hath understanding reckon the number of the beast
For it is a human number
Its number is six hundred and sixty-six.»
Resulta que más que ser un número, representa el nombre de una persona, recordemos que en la época en que Juan escribe sus revelaciones, el mundo antiguo estaba bajo el dominio del imperio romano. En los primeros años del cristianismo, se les perseguía por ‘paganos’ por las diferentes autoridades, siendo por orden del emperador, de modo que el 666 se representa así con los números romanos: DLCXVI. Una teoría apunta a que el número no es más que siglas para denominar al verdadero nombre: Dominutius Caesar Legatos Xti Violenter Interfecit, traducido quiere decir: Domicio (o Domiciano) mató vilmente a los enviados de Cristo.
Domicio fue el nombre de Nerón (Lucio Domicio Enorbarbo) (37-68) antes de ser adoptado por el emperador Tiberio, probablemente antes o después del año 40 d.C. aunque también se cree que tal nomenclatura apunta al emperador Tiberio Flavio Domiciano (51-96). Ambos han pasado a la historia, entre diversas cosas, por su grave y cruel temperamento y perseguir férreamente a los cristianos, aunque sobre Tiberio, los historiadores no se han puesto de acuerdo si en verdad fue tan cruel, se sabe que tenía una actitud grave, se menciona que fue despiadado pero eficiente y, debido a sus políticas religiosas, no existen pruebas suficientes de que él ordenara perseguir a los cristianos como algunos historiadores de su época han apuntado.
Cual sea la verdad, el verdadero y único hecho es que The Number of the Beast ha pasado a ser una canción emblemática e importante dentro de la historia del heavy metal. Sin tal álbum el metal hubiera tomado otra vertiente u otra dirección y sería muy diferente a como lo conocemos hoy en día. Un hecho interesante que es importante señalar es que Steve Harris obtuvo inspiración para escribir el tema gracias a la lectura de un viejo poema escocés, escrito por Robert Burns (1759-1796): Tam o’ Shanter.
Un poema bastante curioso y divertido de leer. Resulta que Tam es un granjero que se la vive de juerga con sus amigos y se emborracha a menudo, a pesar de que siempre preocupa a su esposa por tal comportamiento. Todo esto ocurre en el pueblo de Ayr. En una de esas parrandas, Tam regresa a su casa montado en su yegua Meg. Mientras va a su casa, pasa por delante de una iglesia donde ve que se encuentra llena de brujas, hechiceros y demonios danzando y al Diablo tocando la gaita. Tam comete la imprudencia de llamar la atención de una bruja y, de inmediato, todos los bailarines se detienen, el Diablo deja de tocar y todo se abalanzan hacia él y Tam huye aterrado directo a un rio de nombre Doon, porque, por alguna razón, cree que las criaturas no podrán cruzarlo. Al estar cerca del río y antes de cruzarlo, una de las criaturas le arranca la cola a la yegua y, efectivamente, no pudieron atravesar el río.
Aquí se abre otra incógnita: ¿no habrá sido la historia de Tam, mejor, la inspiración para Dance of the Death? En lo personal, imagino que Harris sin duda debió acercarse a las revelaciones de San Juan cuando obtuvo la idea de escribir la canción tras ver la película Damien: Omen II. Sin importar cómo haya sido concebida, tras ver la película, leer el poema o las revelaciones, el trabajo está hecho y Satán no podría estar más contento.