Iron Maiden – Virtual XI: ¿20 años del peor disco de la doncella?

Ficha técnica

Publicado el 23 de marzo de 1998
Discográfica: EMI Records
 
Componentes:
Blaze Bayley - Voz
Dave Murray - Guitarra
Janick Gers - Guitarra
Steve Harris - Bajo
Nicko McBrain - Batería

Temas

1. Futureal (3:00)
2. The Angel and the Gambler (9:51)
3. Lightning Strikes Twice (4:49)
4. The Clansman (9:06)
5. When Two Worlds Collide (6:13)
6. The Educated Fool (6:46)
7. Don't Look to the Eyes of a Stranger (8:04)
8. Como Estais Amigos (5:26)

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Supongo que la gran mayoría de fans de Maiden estaremos más o menos de acuerdo en que Virtual XI es el disco más flojo de los 16 que ha publicado la doncella a lo largo de su vasta carrera. Algunos pueden argumentar que les gusta menos The Final Frontier, e incluso algún que otro insensato dirá que el peor es No Prayer for the Dying (una afirmación que me parece casi blasfema). Pero lo que es seguro es que este onceavo disco de los británicos, publicado en 1998, siempre pulula por los últimos puestos de cualquiera de los cientos de listas que clasifican los álbumes de Iron Maiden de mejor a peor.

Éste es el segundo (y último) trabajo de los ingleses con Blaze Bayley haciéndose cargo de las voces, y aunque su actuación, mucho menos convincente que en The X Factor, es uno de los motivos de la poca brillantez que desprende este disco, no se trata ni mucho menos del único, ni tan siquiera me atrevería a decir que del más importante. El problema principal es que, a pesar de que por aquí y por allí asoman cositas interesantes, Virtual XI falla miserablemente en intentar cohesionar pasajes y canciones.

El sonido es pobre y encarcarado, como vacío, lánguido y falto de energía. No tiene (ni busca) la oscuridad que definía su siniestro disco anterior, pero tampoco transmite la luz, la alegría y la inmediatez de la mayoría de trabajos con Bruce Dickison. Visualmente (y ya sabemos que el aspecto visual es básico en esta banda), la mezcla entre fútbol (un concepto que ya exploraron años atrás en ese despropósito que es «Weekend Warrior») y el rollo realidad virtual / videojuego (animado por la publicación del muy mejorable «Ed Hunter») no acaba de cuajar del todo y, por si fuera poco, el Eddie de la excelente portada es uno de los menos memorables de toda su carrera.

Además, es cierto que Blaze vive sus horas más bajas al frente de la doncella. En The X Factor aún suena convincente, pero las dudas que sembró entre fans, entorno y, quizás, la propia banda después de ese disco y la posterior gira le colocaron en una posición algo descohesionada, como si fuera a su aire. Por ello y por una cierta falta de inspiración en la composición, Virtual XI se pierde en un mundo de indefinición y, sobretodo, de composiciones mediocres y aparentemente incompletas que en su mayor parte pasan sin pena ni gloria y han quedado totalmente abandonadas en el imaginario colectivo que rodea la banda.

Tal es la cosa que, personalmente, a parte de algunos trocitos y pasajes aquí y allá, solo soy capaz de salvar dos temas y medio, que son los que se han hecho un sitio en las múltiples listas de reproducción que corren por mi ordenador y por las nubes. Por supuesto, salvo «The Clansman», una epopeya épica basada en Braveheart que no desentonaría en ninguno de sus discos más brillantes y que tuvo algún intento de ser recuperada en directo en la época Dickinson sin demasiada continuidad, aunque ahora corren rumores de que podría volver a los setlists en la próxima gran gira de la banda.

A medias, salvo «Futureal», una canción que no está nada mal pero que, en su intento de repetir la fórmula de «primer single corto y directo» de temas como «Be Quick or Be Dead», «Man on the Edge» o «The Wicker Man» (ésta ya posterior) sale perdiendo (y bastante) en la comparación. La otra que salvo por completo es la final y olvidada «Cómo Estáis Amigos», un bonito tema dedicado a los combatientes de la guerra de las Malvinas que en su momento me encantaba y que podría ser tan festivo como están intentando que sea últimamente «Blood Brothers», si no fuera porque ni tan siquiera lo han tocado una sola vez en directo en toda su carrera..

En medio de todas ellas, encontramos un puñado de temas con pasajes perfectamente salvables pero que, en el mejor de los casos, parecen quedarse a medias. La larguísima «The Angel and the Gambler», que curiosamente fue escogida como single a pesar de bordear los diez minutos, es de las mejores, pero creo que lo habría sido más si se hubiera ahorrado alguna de las 66 veces (contadas) que repite la frase «Don’t you think I am a savior? / Don’t you think I could save you? / Don’t you think I could save your life?». Aunque la frasecita de marras es pegadiza y tiene su cosa, llega un momento en el que uno piensa en empezar a darse de golpes contra la pared.

La partes tranquilas de «Lightning Strikes Twice» no me desagradan en absoluto, con la voz poderosa y barítona de Blaze haciendo un buen trabajo. Cuando empieza el riff prowlero tampoco está del todo mal, pero me cuesta tragar con ese estribillo tan amateurizado en el que el pobre señor Bayley se hace un trabalenguas y a cada vuelta de ese «Strikes Twice» se le entiende un poco menos. No puedo evitar imaginármelo soltando un puñado de capellanes cada vez que lo intenta.

Tampoco «When Two Worlds Collide» ni «The Educated Fool» pasan de ser dos temas aceptables, sin llegar ni por asomo al nivel que se le presupone a una banda de la talla de Iron Maiden, y el abuso de sintetizadores ochenteros tampoco creo que les haga un gran favor. La segunda, al menos, sí que tiene un poco de ese aire oscuro que veíamos en su disco anterior, pero se acaba desvaneciendo de forma bastante alarmante a medida que va avanzando, convirtiéndose en un tema tirando a tedioso.

A «Don’t Look at the Eyes of a Stranger» le pasa algo un poco parecido: es una de las mejores de las que no lleg a salvar: el toque sinfónico tiene su cosa, la líneas vocales no están mal, pero en su global es demasiado larga, le falta cohesión y gancho y se acaba haciendo algo pesada. Es verdad que la parte intermedia, con los susurros de Blaze y el crescendo que viene después, es bastante motivante a pesar de que parezca bastante metida con calzador, pero con los minutos acaba perdiendo el hilo de nuevo, presa de esa especie de velo de desgana que parece cubrir el álbum por completo.

Tampoco creo que se trate de un disco horrible ni mucho menos, pero sí que me parece el menos memorable e inspirado de toda la carrera de la banda. Y ya os digo, no es tanto por la voz de Blaze, que a mí no me desagrada para nada, y prueba de ello es que yo coloco a The X Factor por encima de algunos de los discos con Bruce, sino la languidez, la desmotivación y la falta de vida que parece desprender tanto la banda como la producción.

La gira de presentación de este disco pasó por España con la compañía de unos Helloween que acababan de sacar Better then Raw. Imaginaos lo que lo petaría esta gira a día de hoy, pero entonces ambas bandas estaban en horas bastante bajas y se tuvieron que conformar con actuar (al menos en Barcelona) en el mediano Pavelló de la Vall d’Hebron que, eso sí, consiguieron llenar del todo (y lo sé porque yo, infeliz de mí, me quedé sin entrada). Es interesante ver como muchas de estas bandas clásicas pasaron por serios bajones en los noventa, pero ahora lo petan más que nunca. Algo que daría para un nuevo artículo, ciertamente.

Por cierto, Helloween fue un telonero mucho más apropiado que los pobres My Dying Bride, cuya presencia fue objeto de botellazos e insultos de todos los colores cuando la gira de The X Factor pasó por esa misma ubicación dos o tres años atrás. Supongo que alguien debió pensar que, como el disco que venía a presentar la doncella tenía un rollo oscuro, una banda como los doomeros de Halifax pegarían en el cartel. Los fans de Maiden, que jamás se han caracterizado por ser particularmente abiertos a nuevas sonoridades, no pensaron lo mismo y se ensañaron con Aaron Stainthorpe y los suyos, sacándose los ojos y las orejas ante las teatrales muestras de desesperación trágica que se sucedían sobre el escenario.

Otro detalle que merece comentario de esa gira es que el repertorio que tocaron (que como sabéis, en el caso de Maiden no suele variar ni un milímetro de un concierto a otro aunque la gira dure meses) presentaba nueve de los once primeros temas de la época Blaze (y una de las que no era la también bastante floja «Heaven can Wait»). Los ingleses siempre se han caracterizado por apostar sin reservas por el disco que están presentando, y es una decisión que me encanta, pero me imagino a los pobres fans ávidos de clásicos absolutamente desesperados.

A pesar de que, por lo que hemos visto, el setlist de la gira se adecuaba bastante al tono de voz de Blaze, el simpático vocalista demostró que tenía problemas serios para aguantar el elevado ritmo de conciertos a los que se somete Iron Maiden sin que su voz se resintiera, y por ello tuvieron que cancelar más de una actuación. Esta excusa les vino de perlas para deshacerse de él menos de un año después de la publicación del disco, dando paso al retorno de los hijos pródigos Adrian Smith y Bruce Dickinson entre vítores y ovaciones, tanto por parte de los fans como de los promotores y las compañías discográficas.

Lo que pasó a partir de entonces todos lo sabemos: Iron Maiden han ido sacando discos obteniendo un éxito insultante uno tras otro, llenando pabellones y festivales y haciéndose cada día, si cabe, un poco más grandes, hasta el punto de que este mismo verano van a estar en el Wanda madrileño en su primer concierto de estadio en España. Blaze Bayley, mientras tanto, vendrá por enésima vez a medio llenar la sala Monasterio y a darnos la oportunidad de escuchar esos temas que su banda madre ya ha dejado de tocar hace tiempo. Unos tantos y unos tan poco, amigos.

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Sobre Albert Vila 954 Artículos
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día. Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.