Ya tenía ganas de catar por fin la remodelada sala pequeña del Apolo después de haber oído maravillas tanto a nivel de sonido como de visibilidad por parte de los compañeros que ya la habían pisado para cubrir el AMFest, el concierto de despedida a los holandeses Textures y el retorno de Lagartija Nick. Y después de vivirla personalmente, mi veredicto es que los elogios son totalmente justificados: el hecho de colocar el escenario a lo ancho hace que la visibilidad sea excelente desde casi cualquier sitio sin que esto repercuta negativamente en el sonido y sin la incomodidad de sentirse encajonado en la parte delantera. Si alguien tiene la tentación de usar la vieja Apolo 2 como referencia para intentar comparar lo va a tener complicado, ya que ambos espacios no tienen absolutamente nada que ver, ni en tamaño ni en configuración, de manera que resulta bastante imposible intentar ubicar donde estaba el viejo escenario.
Aunque la sala era un elemento de interés y curiosidad indudable, evidentemente no era eso a lo que veníamos. Aún y dolerme en el alma tener que renunciar al concierto que los islandeses Sólstafir dieron esa misma noche en la Sala Razzmatazz 2, opté convencido por ser partícipe del retorno a los escenarios catalanes de una de mis bandas favoritas en toda la escena nacional, unos Jardín de la Croix que, después de haber visitado la Ciudad Condal en el Primavera Sound y en el Be Prog! My Friend, demostraron seguir en estado de gracia y en un imparable camino de subida. Para añadir atractivo a la noche, el cartel también contó con los barceloneses Ànteros, autores de uno de los debuts más interesantes que he oído en estos últimos tiempos. Y si a todo esto le añades el siempre acogedor y familiar cobijo que ofrecen los amigos de Aloud Music, promotores de esta velada y sello discográfico de ambas bandas, no te queda otra cosa que un planazo de sábado noche.
Ànteros
Aunque sobre el papel llegaba con margen de sobras, no sé si por culpa del puto black friday o de vete a saber qué desafortunada alineación de astros, tanto los aledaños de la sala Apolo como las laderas de la montaña de Montjuïc estaban absolutamente inaparcables, lo que me hizo dar un montón de vueltas frustrantes que seguro que acortaron mi vida en unos días para acabar obligándome igualmente a meter el coche en un párking de pago (¡con la alergia que les tengo!). Triste y resignado a llegar tarde, milagrosamente me las apañé para entrar en la sala (¡casi llena!) y coger sitio enfrente del escenario justo cuando empezaban a sonar las primeras notas de la potentísima «Nereid», el tema que abre el disco de début de Ànteros. ¡Bingo!
Será la densidad que les confieren sus tres guitarras, será el excelente equipo de la sala o será el buen trabajo desde la mesa de sonido, pero el hecho es que en los cuarenta minutos de los que dispusieron, Ànteros sonaron como un puñetero cañón. Lo más probable es que, a parte de esos detalles técnicos, el mérito principal sea que en el único disco que han publicado por el momento (un pepinazo que cuánto más he venido escuchando más me ha atrapado), tienen un puñado de canciones fantásticas, potentes, dinámicas y emotivas, cosa que supieron reflejar a la perfección sobre las tablas. Destaco la maravillosa y enérgica «Elara», que ya me encandiló en su EP, o un también excelente «Polaris», en que las pegadizas y épicas líneas vocales con eso de «Y siento que al final no hay más que el aliento de polvo y sueño…» se me metieron hasta el tuétano. Pero vamos, que más allá de momentos concretos, el suyo fue un concierto fantástico de pe a pa.
Visualmente, contaron con unas proyecciones muy efectistas basadas en la portada de Cuerpos Celestes y unas luces rojas fijas y tenues que resultaron ser un auténtico infierno para los fotógrafos y que dejaron a los músicos en un claro segundo plano, especialmente los guitarristas Endika y Rubén, también encargados de los juegos de voces y escondidos siempre en la penumbra que invadía ambos extremos del escenario. Esto fue un engorro para mí como fotógrafo mediocre, pero para el resto del público el efecto visual fue bien bueno, y la banda salió entre vítores y gritos de «One more song!«. Un bolazo y una bandaza que estoy seguro que dará mucho que hablar en poco tiempo y que copará listas de mejores discos nacionales del año, ya lo veréis.
Setlist Ànteros:
Nereid
Hydra
Rhea
Polaris
Luna
Elara
Vega
Cressida
Jardín de la Croix
Antes me he saltado algunas reflexiones porque venía apurado de tiempo, pero aprovecho el descanso entre las dos bandas para mirar un poco a mi alrededor y asimilar lo positivo de mi sorpresa. En una noche de sábado con un montón de opciones conciertiles en Barcelona que podrían gustar a unos sectores de público parecidos (empezando por mí), desde Peter Hook (el cantante de Joy Division) en la sala de arriba del mismo Apolo, a Solstafir y Myrkur en el Razzmatazz 2, nuestro concierto presentaba un aspecto más que decente (quizás unas 300 personas?) y, lo que es incluso mejor, los muchos que estaban mostraron una actitud de entrega y pasión incondicional que generó un ambiente alegre, festivo y familiar. Por si fuera poco, había incluso chicas Jägermeister repartiendo chupitos y haciendo fotos en sus Polaroids, como en los festivales veraniegos (les faltó ir subidas en una furgoneta, eso sí), lo que contribuyó a la sensación de estar en un evento desenfadado y para disfrutar entre amigos.
Jardín de la Croix cerraban con este concierto el que ha sido indudablemente el mejor año de su carrera a nivel de directo y popularidad. Con el excelente Circadia bajo el brazo, no solo se han pateado la península de norte a sur y de este a oeste cosechando éxito tras éxito, sino que han tenido la oportunidad de participar en festivales del nivelazo del Primavera Sound, el Download, el Be Prog!, el Tsunami Xixón y, para poner la guinda, el ArcTanGent británico, un lugar reservado para las delicatessen más selectas del mundo progresivo e instrumental. Este bagaje les ha curtido e insuflado confianza y seguridad, y los componentes del cuarteto madrileño se subieron al escenario con todo el convencimiento y la voluntad de comerse el mundo gracias a su energía, su emotividad, sus canciones y una técnica y una precisión que nos dejó a todos boquiabiertos.
De hecho, sorprende que siendo su música tan compleja y rebuscada, sean capaces de transmitir el nivel de emoción que transmiten, lo que se tradujo en unas primeras filas absolutamente enloquecidas ante su descarga, pogos ocasionales e inesperados incluidos. Ellos lo notaron y tomaron el testigo devolviendo generosamente el esfuerzo al público, dejándose hasta la última gota de sudor y las falanges de los dedos encarcaradas con tanto tapping y tanta progresión culebreante. Es muy interesante ver como tanto física como musicalmente el bajista Nacho Hernandez constituye la pieza central sobre la que gravitan los demás instrumentos: sus líneas no son, ni mucho menos, tan virtuosas ni complejas como las que les toca interpretar al batería Israel Arias y a los guitarristas Pablo Rodríguez y Ander Carballo (que además se encarga de unos teclados que ni tan siquiera llevan grabados, como les pasa a la mayoría de grupos), pero el bajo agarra la responsabilidad de convertirse en la base sólida, compacta y potente que permite que sus compañeros se descantillen con ritmos, melodías y demás florituras rebuscadas sin que se pierda ni un ápice de conjunción ni de solidez.
Como buen grupo instrumental, encima del escenario no había ni un solo micrófono, y las pocas veces que se dirigieron al público lo hicieron desgañitándose a viva voz. Nos comentaba Nacho en la entrevista que le hicimos a la banda durante el transcurso del pasado Primavera Sound que, cuando ves que el público corea las melodías de tus temas, significa que como grupo instrumental lo has logrado. Pues bien, Jardín de la Croix pueden estar más que satisfechos en este sentido, ya que la gente se pasó medio concierto coreando los fraseos más icónicos de su repertorio. Un repertorio, por cierto, que me sorprendió un poco, ya que pensaba que iba a estar centrado casi al 100% en su último y exitoso Circadia pero que resultó tener un hueco bastante amplio para temas antiguos como «Man Made Lightning» o «Colorado Springs», así como el fragmento de «Talking with Planets» que siempre suelen tocar para acabar. Se dejaron el gran «Blacksnout Seasnail» en el tintero, pero lo compensaron con creces tocando lo mejor de su último disco, desde la inicial y creciente «Flowers and Carrions», hasta la final y épica «Intermareals», mi tema favorito de este álbum y, vista la reacción del público, el favorito también de un público que respondió con caras embabiacadas, suspiros de admiración, risas histéricas y vítores de indisimulada devoción a cada uno de los finales de canción habitualmente envueltos en apoteósicos alardes de precisión grupal abracadabrante.
La cosa acabó con sonrisas exhaustas tanto arriba como abajo del escenario y con Nacho tocando y surfeando por encima de un público que vivió la velada con un nivel de pasión que, sinceramente, no me esperaba. La única pega de este concierto maravilloso fue que solo duró 50 minutos, algo que tanto a mí como a la mayoría que estábamos allí nos sorprendió bastante ingratamente y nos dejó algo perdidos y confusos cuando empezaron a abrir las luces, a recoger los trastos y a poner música de fondo. Supongo que, visto a posteriori, cincuenta minutos son suficientes teniendo en cuenta la intensidad de su música y la exigencia instrumental que tienen, pero en el momento, de verdad, fue una sensación de coitus interruptus bastante seria. Sea como fuera, Jardín de la Croix estan en el mejor momento de su carrera y, lo que es mejor, aún no atisban la cima. Una bandaza como la copa de un pino que no tiene nada que envidiar a nadie, ni en disco ni en directo. ¡Larga vida!
Setlist Jardín de la Croix:
Flowers And Carrions
Seventeen Years To Hatch An Invasion
Man Made Lightning
Green Architect
Colorado Springs
Intermareals
Talking with planets (extracto)
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.