La primera vez que escuché algo de Jethro Tull fue curiosamente a través de una versión, la que Helloween hacía del “Locomotive Breath” en aquel intrascendente Metal Jukebox (1999). Aunque correcta y poco más, me sirvió para darle algo de conocimiento al nombre de Jethro Tull. Al poco tiempo, en los primeros pasos del nuevo milenio, fue cuando realmente me empecé a interesar cada vez más por una época que, después de mis añorados 90, considero como la más importante de la música: finales de los 60, principios de los 70. Puedo dar fe de que si alguna vez consigo por Wallapop el DeLorean DMC-12 de Doc, o la máquina del tiempo de H.G. Wells, me plantaría allí sin pensármelo dos veces. Verás tú cuando les explique que ya no hay conciertos…
Es un periodo de años que me parece acojonante, y no seré yo quien se ponga a enumerar todos los discazos que vieron la luz en ese tiempo, ni quien narre todo lo que se cocía en ciudades como Los Ángeles, San Francisco o Londres, pero si me gustaría poder concentrarme brevemente en el año 1971, y exponer de una manera muy global y resumida todo lo que estaba pasando.
Con el verano del amor y el movimiento hippie escribiendo ya su epitafio, The Beatles disueltos, y Jimi Hendrix y Janis Joplin en el otro barrio (dicen por ahí que Paul McCartney llevaba ya algún tiempo esperándolos), 1971 entra a escena con el hard rock y el prog rock totalmente en plena forma. Tenemos a Led Zeppelin empezando a no saber en que demonios gastarse tantos millones (problemón) y a Pete Townshend, de The Who, avergonzándose de ser tan miserablemente rico (otro problemón). La MK-II de Deep Purple ya totalmente afianzada, haciendo incluso que Blackmore parezca un tío simpático, a Rod Steward y Ronnie Wood bluseando con The Faces, y a Paul Rodgers peleándose con medio Free. También tenemos a Black Sabbath esnifándose todas las ganancias del Paranoid mientras Jim Morrison hacía las maletas para irse a vivir a Paris, y a los Stones más empresarios, amortizando su estudio móvil alquilándoselo a otras bandas. Por otro lado tenemos a Pink Floyd construyendo el puente para pasar de la psicodelia al progresivo, a Yes armando a su mejor formación con Rick Wakeman a los teclados, y al caudillo Robert Fripp haciendo y deshaciendo a su antojo con King Crimson a la vez que Emerson, Lake & Palmer se hacen más grandes, y Genesis comenzando a disfrutar de su etapa más creativa.
Casi al mismo tiempo que todo ello estaba pasando, una banda formada años antes en Blackpool, al noroeste de Inglaterra, seguramente siendo menos conocida que los citados anteriormente y a base de mucho pico y mucha pala, consiguen plantarse en la década de los 70 ya con un nombre muy a tener en cuenta, culminando ese buen hacer con su participación en el histórico concierto de la Isla de Wight en agosto del 1970. Jethro Tull gozaba de una más que aceptable reputación en el mercado estadounidense y Ian Anderson estaba algo decepcionado por algunas críticas recibidas en su propia Gran Bretaña (nadie es profeta en su tierra), así que el melenudo flautista tenía claro donde mirar si quería que su próximo disco fuese un éxito.
Con la entrada ya como miembro oficial del teclista John Evan y de un amigo personal de Anderson, Jeffrey Hammond, encargándose del bajo, la banda comienza la composición del nuevo disco en los estudios Morgan en Londres al poco tiempo de la publicación de Benefit (1970), pero después de la gira por Estados Unidos decidieron que el disco se grabaría en los recién estrenados, y también londinenses, Island Studios, donde justo a la vez, en la sala de al lado, Led Zeppelin estaba grabando su cuarto disco.
Aunque Anderson siempre ha negado que el disco fuese concebido como algo conceptual, es imposible no ver dos temas que se sirven como nexo común en las composiciones del disco: la parte más humana del espíritu del hombre y la crítica al cristianismo organizado, es decir, a la iglesia. El mendigo de la famosa portada, obra de Burton Silverman, siempre se ha asociado a la persona de Anderson, y es que su parecido es bastante elocuente. Tanto la portada como el concepto de algunos temas del disco están inspirados en una serie de fotografías que tomó la esposa de Anderson por aquel entonces, Jennie, a varios vagabundos por las calles londinenses. Tanto Anderson como su esposa veían que aquellas personas tenían cierta aura poética, unos espíritus libres; en cambio, para la mayoría de los mortales, no eran más que desechos de la sociedad, despojos humanos.
Con este concepto se abre el disco, con el representativo tema título, que arranca con uno de los riffs de guitarra más reconocibles del rock de los 70, mientras Ian Anderson nos presenta a nuestro vagabundo borrachín que mira sentado en un banco con malas intenciones a las niñas que juegan en el parque. El tema se convierte en sensible gracias a unos acordes de guitarra acústica muy bien acompañados del piano, pero va animándose hasta llegar al final donde lo cierra el mismo riff del inicio. Va, venga, lo digo: TE-MA-ZO. Vaya solo que se marca Martin Barre. La letra fue co-escrita por Anderson y Jennie, teniendo esta última, aun a día de hoy, parte de los royalties de la canción.
“Cross-Eye Mary”, la historia de una prostituta bizca en edad escolar con aires de Robin Hood que también merodea por la zona de nuestro vagabundo, se inicia en modo crescendo con la flauta de Anderson hasta que se van uniendo de forma escalonada el resto de los instrumentos. Es otro tema poderoso donde la guitarra lleva la voz cantante y se adorna con las florituras de Anderson.
Después de dos cortes potentes llega “Cheap Day Return”, una bellísima y corta pieza acústica donde Dave Palmer, colaborador ocasional de la banda, se encarga de los arreglos orquestales. Dave consumó hace unos años su deseo de convertirse en mujer y ahora es Dee Palmer. El tema en cuestión fue compuesto por Anderson en uno de los largos viajes que hacía en tren desde Londres al hospital de Blackpool (400 kilómetros de distancia ni más ni menos) para ver a su padre. Por lo visto esos días de visita se pasaba más horas entre trenes y andenes que estando con su propio padre. La pequeña duración de la pista sirve de puente para “Mother Goose”, y a partir de aquí y hasta el final se van a ir alternando sonoridades con una estructura muy similar a “Cheap Day Return”, con otras más contundentes y enrevesadas. “Mother Goose” es puro folk, no tiene mucho más que una guitarra acústica con un poco de percusión, pero funciona de maravilla de una manera muy desenfada. Ya al final de la canción aparecen casi de puntillas la guitarra de Barre y el bajo de Jeffrey. Anderson, a modo de meloso trovador, nos habla de un agradable paseo por el popular parque público Hampstead Heath y de cómo se va encontrando con estrambóticos e irreales personajes.
Siguiendo la estela más folk sigue “Wond’ring Aloud”, la cual siempre me ha aportado mucha paz y sosiego en su escucha, sobre todo en la parte de:
“As she floats in the kitchen
I’m tasting the smell
Of toast as the butter runs.”
Es uno de mis temas preferidos del disco, donde casi puedo olfatear yo también ese olor a tostadas recién hechas y mantequilla, e imagino una desordenada cocina impregnada por los reflejos de esa luz tan especial que se consigue en las primeras horas del día. Se podría decir que es lo más parecido a una canción de amor, donde cada instrumento parece estar en su sitio; la guitarra acústica, el delicado piano, la lírica voz de Anderson… ¡Precioso!
Aun siguiendo el camino trazado por sus anteriores temas, “Up to Me” cierra la cara A del disco de manera irregular para mi gusto. Es un tema con el cual nunca llegué a conectar, siempre vi algo perdidos a los instrumentos, tiene rock, tiene folk, la flauta parece hacer de hilo conductor y Barre va apareciendo de manera sigilosa de vez en cuando, pero siempre me ha fallado en conjunto.
Casi sin darnos cuenta la banda nos ha metido muchas partes en esta cara A que se alejan un tanto de la apertura inicial del propio Aqualung como de sus anteriores trabajos. Menos momentos eléctricos, más guitarras acústicas y mucho folk. El casi recién estrenado nuevo teclista, John Evan, ya comentó en una entrevista meses antes de la publicación de Aqualung que: “Musicalmente los arreglos serán más complejos al igual que las canciones”. Desde los inicios más R&B con This Was (1968), Ian Anderson no ha querido nunca encasillarse en ningún estilo determinado, razón de la salida del guitarra Mick Abrahams que abandonó la banda justo después de que se editase el primer disco por desavenencias con Anderson. Si se puede ver el video de la interpretación de “Song for Jeffrey” en el espectáculo Rock and Roll Circus de los Stones, apreciamos que el guitarra en ese momento no es otro que Tony Iommi.
Vayamos a la cara B, que empieza con “My God”, otro de los platos fuertes. Es el tema más largo del disco y donde quizás más variedad musical se refleja. Después del inicio con la guitarra acústica, el piano de Evan abre la puerta a un Anderson triste que critica a la iglesia por interponerse entre el pueblo y Dios. “My God” tiene diversas secciones, que van desde partes acústicas y melódicas a otras más agresivas, pasando por solos de guitarra, flauta, y hasta cánticos de inspiración eclesiástica. “Hymn 43” sorprende con la potencia con la que entra la voz de Anderson; la acompañan unos riffs muy eléctricos que le dan a todo el tema mucha fuerza. Siempre me pareció un tema muy hard que se viste de gala bajo el piano de Evan y la flauta de Anderson. Es la perfecta continuación al anterior corte, ya que “Hymn 43” está dedicado a Jesús, y critica todas las atrocidades que ha acometido la humanidad bajo su nombre.
“Slipstream” es otro breve corte donde predomina la guitarra acústica y los arreglos de Palmer, y que nuevamente actúa como puente a uno de los temas más representativos de Jethro Tull: “Locomotive Breath”, según setlist.fm, el tema más tocado en directo por la banda. Musicalmente es una excelente mezcla de rock y prog. Comienza con el piano de Evan a modo de improvisación, poco después van entrando la guitarra y el resto de instrumentos simbolizando el conocido ritmo de la locomotora. Es el tema donde más espacio hay para que todos los componentes de la banda se luzcan, aunque siempre con la voz y la flauta de Anderson llevando la batuta. “Locomotive Breath” nos habla de un metafórico viaje incontrolable en tren teniendo como última estación a la muerte. Como mandaban los cánones de aquella casposa Españistán de aquel entonces, y que aun actualmente nos llegan de vez en cuando embriagadores tufos, este tema fue censurado y sustituido por “Glory Row” en la edición española, que, ¡ojo al dato!, como diría Butanito, no vio la luz hasta 1976.
La obra se cierra con “Wind Up”, el tercer corte más largo del disco (siempre he sido algo maniático/freak de este tipo de estadísticas). De comienzo pausado, con la voz de Anderson casi en la lejanía, y con pinceladas de acústica y piano, el tema se va convirtiendo más hard, intenso y eléctrico, reclamando a Dios en las misas de los domingos, para luego volver al fino pasaje de piano y acústica que finaliza de manera elegante y relajada el grandísimo disco.
A partir de aquí, e incluyendo a Aqualung, claro está, comienza la etapa de más interés de la banda para un servidor, que terminaría con Stormwatch (1979), ya que nunca me he interesado demasiado en los posteriores trabajos de Jethro Tull. He visto a Ian Anderson encima del escenario dos veces, acompañado en sendas ocasiones de su escudero Martin Barre, la primera en 2013 en el Palau de la Música y la segunda en el Be Prog del 2017. Ya no es aquel Anderson irreverente de aquellos tiempos, pero muchas carencias del Anderson de ahora (sobre todo la voz) las sabe paliar con una actitud y una profesionalidad excelsa, y eso es de agradecer. ¡Larga vida a Jethro Tull y a los Tullianos!
Pota Blava y fanzinero de los 90. La música siempre ha sido una de mis grandes pasiones, y aunque el Metal es mi principal referencia, no he parado de moverme por diferentes estilos sin encerrarme a nada. Con los años el escribir también se convirtió en otra pasión, así que si junto las dos me sale la receta perfecta para mi droga personal. Estoy aquí para aportar humildemente algo de mi locura musical, y si además me lo puedo pasar bien…pues de puta madre.