«Yo lo considero un disco muy bueno y sigo tocando algún tema del mismo. Fue el resultado de dos años de trabajo, de componer, grabar demos, escoger canciones, desechar algunas otras para la versión final… Algunas parecía que encajaban perfectamente en el disco, pero cuidado… teníamos material para dos o tres discos enteros.» (Ian Anderson)
En 1982 Ian Anderson y los Tull se encontraban en un momento experimental en el que ya llevaban dos discos en los que los sintetizadores campaban a sus anchas arrinconando el folk original. También se tomaron un año de respiro y por vez primera había un hiato temporal de dos años entre discos. Era su álbum 14 y habían abandonado la nave Eddie Jobson y Mark Craney.
Buscaron aquí reconectar con el folk primigenio y sus inicios, pero sin renunciar a los sintetizadores y venían con la mochila cargada de nuevas canciones. Un excedente enorme para un disco realmente logrado, aunque a mí siempre me tiró para atrás el hecho de que este trabajo suene muy bajito. Inspiraciones en Tolkien y disco conceptual con una portada tremenda de Iain McCaig y una posterior gira teatralizada en la que el grupo aparecía en un barco pirata. Tolkien y los corsarios era un pastiche realmente raro.
Afortunadamente el disco es notable y hay canciones para el recuerdo, muy a pesar de que nunca ha sido un álbum al que hayan recurrido muchas veces en directo, más allá de “Cheerio”, que cierra el trabajo como coda. Personalmente creo que la segunda parte es muy superior a la primera, pero hay muchas canciones para el recuerdo y es un disco considerado de culto.
«Grabamos e hicimos demos de todo lo que creábamos y la idea es editarlo todo a la vez y sacarlo en un cofre en julio de 2022. Es un formato y un contenido muy elaborado y repleto de detalles. Estoy seguro que le va a encantar a todos nuestros fans, especialmente a los europeos, pues en Estados Unidos el disco pasó muy desapercibido. Eran esos días en los que la radio americana había encontrado su propia fórmula de música y apostaba por bandas del ahora llamado classic rock. Luego los gustos norteamericanos pasaron por el rock alternativo y el pop. Cambiaron los gustos con el paso del tiempo, y claro, The Broadsword and the Beast fue un disco editado con los gustos de la radio cambiantes, hecho que hizo que la cosa no funcionara para nada comercialmente hablando.» (Ian Anderson)
El disco
Una cara se abre con “Beastie” y otra con “Broadsword”, y al no tener claro qué canción debía darle nombre al disco se optó por una decisión salomónica: Broadsword and the Beast. Es precisamente “Broadsword” la que me parece el gran tema del disco con ese medio tiempo ampuloso, repuntado por los sintetizadores y los detalles de guitarra. Pero lo mejor de todo es la línea vocal. Corte prog con todas las de la ley y con ese fuerte deje teatral.
El estado de gracia de la segunda cara avanza con la suave “Pussy Willow”, muy melosa, con hadas en las letras, aunque con un interludio electrificado y potente, gentileza del gran Martin Barre. Aquí las teclas del “nuevo” Peter-John Vettese y los coros tienen la clave. “Beastie” antes abre los juegos con un mar de sintetizadores. Realmente el grupo estaba entestado en mantener esa línea de modernidad 80era. El tema es oscuro, funciona y se hace notar el profundo bajo de Dave Pegg.
El grupo se hace permeable al creciente heavy metal de la época y hay momentos en los que se acercan, siempre desde su estilo y perspectiva. Curiosamente “Clasp” ha sido recuperada en esta gira española reciente. Este corte es un mix de los mundos enfrentados: flauta folk y sintetizadores con reverb en la batería de Gerry Conway. Hay incluso distorsionador de voz sabiamente usado.
El corte más controvertido, y de largo, es “Watching Me Watching You” en el que los sintetizadores toman la canción y no hacen prisioneros. Son los Tull por la voz de Ian, pero el resto es de difícil digestión, Aunque con los años ha terminado siendo una de mis favoritas del disco. Es como si Jethro Tull hubiese hecho una sintonía de La Vuelta a España de ciclismo de esos tiempos.
Hay baladas con momentos de juglaría como en “Fallen on Hard Times”, dotadas de esos efectos tan de la década de las hombreras, pero no empañan una gran canción como esta. Más power ballad es “Flying Colours”, en su inicio, para entrar luego en una bonita línea vocal de aires épicos con aires tristones. Musicalmente es rica y Dave Pegg comanda el tema con su bajo.
En “Slow Marching Band” hay un acercamiento absoluto a Queen en las guitarras de Barre y es otra de las grandes joyas del disco. Hay mucho por analizar en esta pieza, por lo que mejor que lo dejemos para otro análisis en profundidad. “Seal Diver” es muy atmosférica y rica en lo instrumental. Grandilocuente y con exceso de sintetizadores dando una épica muy especial. Ian canta con muchísimo sentimiento y el corte es tremendamente progresivo.
Finalmente toca hablar de ese capricho de salida y de poco más de un minuto que pasó a ser la despedida de todos sus conciertos. Reverencial, casi barroca pero bella y funcional. Creada con toda la intención de ser una bonita despedida con muchísima clase. Da juego a todos y nos despide con flauta, como tiene que ser…
«Con los años la radio ha ido recogiendo cable otra vez para volver a apostar por el rock clásico en la actualidad, pero hace 40 años ninguna radio nos ponía en antena ni teníamos promoción alguna. Y era necesaria… Por ejemplo, en Alemania, el disco más vendido y exitosos de todos los de Jethro Tull es The Broadsword and the Beast.» (Ian Anderson)
Veredicto
Posiblemente estemos ante el último gran disco de Jethro Tull y su influencia fue enorme para la década posterior, pues Tolkien y el power metal cabalgarían juntos. Siempre he visto el The Broadsword and the Beast como un disco muy especial pues intentaba reconectar con su pasado aun manteniendo la modernidad ochentera ya iniciada con los sintetizadores.
Anderson renegó de esos directos pomposos con trucos de directo y el barco pirata, pero es que toda esa parafernalia sería también clave en los directos de heavy metal. A veces se suele olvidar la enorme importancia de Ian Anderson y los Jethro Tull, pero obras como estas fueron más allá de lo musical. Recordemos que el disco fue un sonoro fracaso, pero en Alemania (tierra de heavy metal por excelencia), es su disco más vendido y celebrado.