El disco Epica de Kamelot es uno de los mejores discos de power metal de la historia, pero… muy posiblemente no sea el mejor álbum del grupo de Thomas Youngblood… Casi nada hacer una afirmación así, pero si os dio que la banda Epica optó por este nombre tras escuchar ese disco, creo que ya es un dato muy a tener en cuenta. El otro dato a tener en cuenta es que el enorme Sacha Paeth vuelve a estar tras los controles junto al resto de miembros de Heavens Gate. Y ojo a los invitados, que son espectaculares…
Nos situamos en 2003, cuando el power metal estaba en su mejor momento a pesar de que en discotecas de heavy metal y los pacazos senior veían a ese género como una metadona de calidad ínfima que calmaba el mono de metal clásico a falta de Maidens, Kiss, Iron Maidens y Judas Priests, así que poco caso hicieron de esas bandas jóvenes que defendían el heavy metal tradicional a capa y espada (nunca mejor dicho).
Kamelot venían de Estados Unidos y tenían a Europa como su feudo fuerte habiendo fichado al gran noruego Roy Khan, vocalista de Conception con el cual se habían marcado dos grandes discos: el inicial Siege Perilious, en el que el vocalista no pudo meter mano en la composición y un deslumbrante The Fourth Legacy(ya con Khan en labores compositivas y con Paeth tras los controles).
Esta vez el grupo tiraba la casa por la ventana y se introducía en el mundo de los discos conceptuales siendo el Fausto de Goethe la base de todo lo compuesto. Había tres personajes que son los mismos que muestra la lograda portada. Era un toque sofisticado que buscaba el grupo huyendo de elfos y personajes artúricos para poner tierra de por medio respecto a bandas de similar sonido y centrarse en la literatura universal. El Faustoes realmente un auténtico tostón de libro, recomiendo mejor el Werther del mismo autor.
El disco
Como todo disco de power metal de esa época había que abrirlo con una intro ampulosa para dar paso luego a una maravilla titulada “Center of the Universe” que hizo las delicias de todos los fans del género. Trote caballuno a lomos del doble bombo de Casey Grillo para demostrar que el grupo seguía en un momento dulce, estratosférico, con un tema que era clásico al instante. Maravillosos arreglos de teclado en un corte técnico, elegante, que bajaba a balada, se nutría de voces femeninas y las elevaba a lo más alto. Recordemos que la vocalista femenina era Mari Youngblood.
En “Farewell” el espíritu progresivo que cargaba la mochila de Khan lucía con un presente bajo de Glenn Barry y dando otra lección de calidad. El estribillo es excepcional y don Thomas Youngblood conseguía integrar los solos en canciones de notable alto, siendo una obra en la que la calidad no bajaba en ninguno de los temas propuestos. Hay varios interludios ampulosos para dar enlaces a lo que es el concepto de fondo, la historia.
El sabor de oriente impregna “The Edge of Paradise” con algo de tecnología de fondo, que, para nada molesta, y que les sirve perfectamente en las canciones. Los detalles de Youngblood a la guitarra son múltiples y la música fluye a golpe de inspirados estribillos. Juegos en los tempos, preciosismo compositivo dando una base absoluta a que aterricen posteriormente bandas con vocalista femenina buscando esos momentos tan rutilantes aquí conseguidos. Hay muchos momentos netamente progresivos.
No tarda en llegar la primera balada bajo el nombre de “Wander” y que alcanza uno de los clímax del disco, basada en la maravillosa voz de Roy, que lo borda. Gran balada, pero sin tiempo para el descanso llega la inspiradísima “Descent of the Archangel” en la que mete el solo Luca Turilli de los entonces emergentes Rhapsody. Tema con loops y programación, a medio tiempo, pero con doble bombo y mucho sentimiento a pesar de la inspiración tecnológica.
Una de mis grandes debilidades es “A Feast for the Vain”, portentoso tema que aparece tras un interludio y que es una de las mejores canciones que haya grabado nunca el grupo. Increíblemente siempre la han dejado de lado hasta el punto de que ni ha llegado a sonar en directo. Hay incluso fragmentos acústicos que se acercan al flamenco y van a la par que las orquestaciones. La balada “On the Coldest Winter Night” permite que Khan luzca vibrato y Miro, el teclista de Heavens Gate, toca el piano con maestría. Hay percusiones y efectos de viento.
Siguiendo con las sorpresas y giros estilísticos hay esa “Lost & Damned”, capaz de integrar el tango en una composición 100% Kamelot, con estribillo de puño en alto y trote caballuno, si bien hay también orquestando un Miro que consigue que trabaje para la canción la sinfónica de Rodenberg. Participa Fabricio Alejandrotocando el bandoneón, una especie de acordeón. En los coros decir que están participando nombres como los de Robert Hunecke-Rizzo, Cinzia Rizzo, Annie y Herbie Langhans, o lo que es lo mismo,: la plana mayor de Heavens Gate y que terminarán participando todos en Avantasia.
La orquesta ataca especialmente “Helena’s Theme” y el posterior interludio desembocando luego en “The Morning After (Carry On)”, un corte muy pausado y ceremonial, intenso y que combina voz solista exquisita con muchísimos coros. El gran final lo pone “III Ways to Epica”, otro excepcional corte puramente Kamelot, con todos los ingredientes que han jugado en este disco y resumiendo un poco lo que es Epica en su totalidad. En la edición digipack especial que salió en su día había ese bonus llamado “Snow”. Tema de calidad suficiente para haber entrado en el disco y que completa para regocijo de los fans completistas.
Veredicto
Esta obra es una auténtica barbaridad, y mirando en perspectiva, está a la altura de los mejores discos de Blind Guardian, Gamma Ray o Rhapsody. Kamelot pusieron los cimientos de lo que posteriormente sería el metal sinfónico con vocalista femenina al frente y siguen contando con una vocalista invitada en sus directos, algo que los hace únicos sobre las tablas. La calidad de la obra es abrumadora y hay canciones absolutamente espectaculares, incluso algunas de las intros y temas enlace.
El grupo evolucionó dando un paso al frente como ya lo hicieron con Fourth Dimension y con Karma. Lo mejor estaba por venir ya que la historia de Fausto necesitaba de otro disco y con el posterior The Black Halovolverían a superarse añadiendo nuevas texturas o aventurándose a límites no explorados. Conozco a gente que no le gusta el heavy metal, pero sí les gusta Kamelot, y eso sucede con bandas muy especiales. En esta obra hay auténticas maravillas.