Lejos quedan los años de gloria de unos dinosaurios como Kansas, que reinaron por todo lo alto en la década de los 70. Se ganaron la inmortalidad con “Dust in the Wind” y con dos discos para el recuerdo y la reverencia como son Leftoverture y Point of Know Return además una docena larga más. Puedes pensar que es absurdo que en pleno 2020 el grupo siga en activo, pero si les has llegado a ver en concierto sabes perfectamente que están varios peldaños por encima que la mayoría de bandas (coetáneas y actuales). Su matador directo es pura clase, y lejos de querer vivir de rentas siguen ofreciendo material más que interesante por mucho que sepan que su intrascendencia actual es normal, y más con una formación remozada. Quizá The Absence of Presence no sacie a sus fans veteranos, pero sí que hay dos temas que justifican este álbum y que siguen presentando la magia del rock progresivo a las nuevas generaciones.
Se dedican a combinar fuerza de hard rock con pasajes suaves jugando con cumbres y valles en los que la elegancia emana a borbotones. Es una obra que a las primeras escuchas te deja frío, peros sras/es esto es rock progresivo y uno no puede quedarse en la superficie. Hay que sumergirse en sus aguas y en cada escucha dar brazadas hasta el fondo. El tema título es una auténtica virguería de rock progresivo, un hit de manual de los que lo poseen todo y que te elevan a medida que la canción cambia y se eleva. Los juegos de coros, esos teclados delicados y los juegos progresivos constantes bordan una composición con mucho peso del progresivo puro y duro. Hay que destacar el espectacular papel que juega su actual vocalista Ronnie Platt en esta composición y en cómo brilla en la otra fundamental: “Memories Down the Line”. Una delicada composición de aires AOR en acústica con el siempre espectacular violín de David Rasglade. Una maravilla sedosa para todos los públicos. Hard rock potente y prog elegante contiene “Throwing Mountains”, con reminiscencias a su glorioso pasado. Intrincados ritmos con cambios contantes y espacio para que las guitarras de Zak Risvi y Richard Williams disfruten dándose el turno con el violín y teclados.
Hay una instrumental breve titulada “Propulsion 1” pero me quedo con “Jets Overhead” con esa apertura a piano de Tom Brislin dando paso a un complejo medio tiempo con juguetón bajo de Billy Greer. Es una canción algo típica, aunque bella, que se apoya en la belleza instrumental y en la que violín y teclado atacan un hermoso duelo cargado de feeling. Luego el disco decae un poco en temas como “Circus of Illusion” o “Animals on the Roof”, que, a pesar de contener toda la esencia de la banda no son tan inspirados como los del tramo inicial. En “Never” vuelven al reposo baladero con bonitos arreglos arropando la fantástica labor de Platt. Curiosamente en el tema final vuelven a destapar el tarro de las esencias con una pieza muy completa que lleva el nombre de “The Song the River Sang”. Gran gusto compositivo y momentos emotivos que terminan abruptamente en un final sorprendente.
Ronnie Platt ha afirmado que sabe que no es el mejor disco de Kansas, pero que tampoco es de los peores. Ha sido un fichaje estelar y a pesar de sus casi 50 años de carrera Kansas sigue ofreciendo material capaz de emocionarte. Dudo que poco más se le pueda pedir a una agrupación de sus características a sabiendas de que podrían tirar de lo glorioso y dedicarse a los circuitos de nostalgia. Los supervivientes Phil Ehart y Richard Williams siguen mostrando la marca de Kansas en todo lo alto y a la altura de lo que esperamos de ellos. Ya lo han hecho todo con el grupo, ahora les queda disfrutar. Les honra el hecho de seguir ofreciendo música, así que bienvenido sea este Abscence of Presence.