Karkosa, la banda proveniente de Fort Wayne, Indiana, emerge con su primer larga duración, Esterrorcult, lanzado el 23 de febrero a través de Redefining Darkness Records. En este disco, el cuarteto demuestra una capacidad única para fusionar el blackened death metal con una sorprendente dosis de cautivadora accesibilidad.
Desde los oscuros y corrosivos abismos de la música extrema, Karkosa ha logrado crear un trabajo que cautiva y engancha. Sin embargo, esto no compromete su contundencia ni su ferocidad, ya que el álbum está repleto de impactantes y viles riffs que arrastran al oyente hacia su esencia malévola y oscura. Pero lo que distingue a este trabajo del resto es su riqueza de detalles: desde inquietantes interludios hasta coros casi operísticos, pasando por una producción masiva que eleva cada canción a la categoría de (casi) memorable.
La habilidad de Karkosa para entrelazar letras que invitan a dejarse los pulmones junto con intrincados y técnicos riffs es impresionante. Cada canción es un viaje donde la brutalidad se combina con una dinámica composición que mantiene al oyente inmerso en un mundo de oscuridad y caos.
Esterrorcult es una experiencia vertiginosa a través de los abismos más oscuros de la música extrema, donde cada nota es un puñal que penetra suavemente. Desde los primeros acordes de «Encorcelled Spirits», el álbum nos sumerge en un torbellino, tan técnico como poderoso, cortesía de las guitarras de Brenton Weaver y Alden Debee. La batería implacable de Ian Lemberg, caracterizada por una sucesión interminable de blast beats y dobles bombos criminales, proporciona el telón de fondo perfecto para la furiosa entrega vocal de Rafael Palacios, cuyos alaridos infernales atraviesan el espacio sonoro con una intensidad abrumadora.
Cada canción de Esterrorcult es colosal en sí misma, destacando por su innovación y su capacidad para desafiar los límites del género. «Poison of God» tortura al oyente con sus riffs devastadores antes de llevarte a través de un interludio de oscuridad aún más profundo, mientras que «Tomb of Hyram Abiff» exhibe el espectro completo de las habilidades vocales de Palacios, desde guturales desgarradores hasta aullidos desesperados que cortan como cuchillas.
Pero es en la diversidad de sonidos donde Esterrorcult realmente brilla. Canciones como la número seis, «Remnants of Creation», incorporan elementos inesperados, como esos growls sobre un telón de fondo de black metal, mientras que «The Freezing Shadow of Eternal Winter» adopta un enfoque casi progresivo, desafiando las expectativas del oyente en cada compás. Incluso en los momentos más melódicos, como el sorprendente solo de «Cyclopian Gateway», la ferocidad y la oscuridad permanecen intactas, recordándonos constantemente la naturaleza implacable de la banda.
A lo largo de Esterrorcult, Karkosa demuestra una habilidad impresionante para crear atmósferas envolventes y perturbadoras, llevándonod a un estado emocional que va desde la furia desenfrenada hasta la melancolía más profunda. Incluso los interludios instrumentales, como el ominoso «Axis Mundi», contribuyen a la narrativa general del álbum, sirviendo como pausas momentáneas antes de sumergirse nuevamente en el caos sonoro.
Si bien se les podría echar en cara la falta de prominencia del bajo en la mezcla, esto no hace más que resaltar la maestría de los otros elementos musicales presentes en Esterrorcult. La producción impecable, cortesía de Anthony Longano, garantiza que cada detalle sonoro sea cristalino y potente, elevando aún más la experiencia auditiva.
Esterrorcult es mucho más que un simple álbum de blackened death metal. Es una obra, no diré de arte, pero sí monumental, una exploración audaz de los límites de la música extrema que se te queda atorado dentro del pecho si te atreves a sumergirte en su oscuridad. Con este álbum, Karkosa se afianza como una de las bandas más prometedoras e innovadoras de la escena actual del metal extremo.
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.