Me gusta el rock en casi todas sus variantes, y si una de estas variantes es la de un subgénero del rock alternativo influido por el punk, el hardcore, el noise, el heavy metal y con estructuras cercanas al rock clásico, pues mejor que mejor. Uno ya tiene una edad y ha podido catar casi de todo a estas alturas.
Las palabras tienden a cambiar de significado con el paso del tiempo. Ocasionalmente, una palabra entra en circulación y se abre paso en la cultura pop, encontrando un hogar dentro de la corriente principal. En los años 90, la palabra «grunge» tomó al mundo por sorpresa debido a la aparición de toda una serie de músicos de Seattle, Washington, y cuando la música grunge llegó a las ondas, la industria de la moda y el entretenimiento entró en un completo frenesí.
Pero la palabra en realidad no significa nada para los músicos en los que se inspiró. De hecho, casi todos lo niegan cuando describen su sonido. Ahí quizá radique la célebre afirmación de que, al igual que el punk, «el grunge ha muerto». Algunos podrán argumentar que ha estado muerto durante mucho tiempo, pero de lo que estoy hablando es de las tendencias de los medios que tomaron el mundo por sorpresa a principios de los años 90. Pero la música, todavía está viva, como uno puede comprobar en muchas bandas actuales. Y no hablo exclusivamente de bandas afincadas en los Estados Unidos.
Nirvana, Pearl Jam, Soundgarden, Alice in Chains son las más famosas bandas del movimiento grunge y ninguna de ellas reclamó esa palabra como propia de su sonido, así que sería de recibo afirmar que la palabra fue creada por los medios, no por los músicos. Cuando la palabra «grunge» se usa hoy es para comentar sobre el estilo que salió de aquella escena. Pero cuando uno lee artículos en los que que llaman a las Kardashian «grunge» por la elección del atuendo de turno, no puedo evitar carcajearme sonora y burlonamente. Lo que visten es representativo de un grupo de personas que tenían poco o nada de dinero y que tenían que encontrar ropa en tiendas de segunda mano para poder estar lo suficientemente calientes como para soportar los días fríos y húmedos existentes al noroeste del Pacífico. Y eso no tiene nada de cool.
Eso que llamamos música grunge no es más que rock alternativo que se convirtió en la corriente principal de un grupo de personas altamente talentosas que comenzó con nada y que llegó más allá de la notoriedad. Lo que se describe es ese sonido. El sonido de la batería, de las guitarras, del bajo y de esas voces tan rasgadas que conforman esa música, ese sonido tan original. Nada sonaba así, de ahí que el vocalista de Mudhoney, Mark Arm, utilizara la palabra por primera vez en 1990, cuando todavía nadie sabía que explotaría de la manera que explotó.
La música, como tal, no conoce de fronteras, y las camisas de cuadros y los pantalones rasgados no tardaron en cruzar el charco e instalarse en Europa. Fue tal su alcance que alcanzó hasta mi armario, el cual estuvo repleto de camisas de leñador (ojo, que todavía lo está) más de una década… y de dos. Pero me consta que no fui el único que sufrió en sus carnes el desenfreno del grunge. Os invito ahora a que le echéis un vistazo a la foto que cierra esta reseña.
Keloidrop tienen un fondo de armario bastante parecido al mío. Los barceloneses están de vuelta, esta vez en forma de power trio, tras la marcha de su anterior guitarrista solista Ori Novella. Pero esa no es la única novedad, pues tras los parches también tenemos una cara nueva, la de Edu Mandarina, quien ha pasado a llevar el ritmo de la formación después de que Albert Sanromà abandonara también sus filas.
The Challenge (2020) (aka «el disco en el que sale Leo, el perro de Marcos, en la portada») es su tercera entrega discográfica tras su homónimo debut de 2015 y su brillante More Mass (2018). Podríamos decir que el título del disco está inspirado en hechos reales, pues la banda desechó utilizar finalmente el título originalmente pensado, Overlord, tras comprobar en sus propias canes como el planning que habían ideado para consumar la grabación del plástico, se iba al garete. Lo que inicialmente se había planteado como una calmada y pausada sesión de grabación, acabó por convertirse en todo un reto para el trío. Menos mal que estaba Leo para poner un poco de orden, con su pose de «¿Ya estás otra vez con la guitarra, papa?».
Tras tan extensa entradilla, no debería sorprendernos lo que nos encontramos al darle al play al disponernos a escuchar los poco más de 40 minutos que dura este The Challenge. Sonido grunge de manual, conciso, efectista y, por encima de todo, muy bien elaborado, en el cual Marcos ha sabido suplir con una sola guitarra la ausencia de Ori muy dignamente. Imagino que no ha de resultar fácil -pero sí gratificante- pasar al primerísimo primer plano de la grabación y ser el encargado de todos y cada uno de los riffs que aquí nos encontramos, que no son pocos.
La inmediatez del sonido de un trío, por encima de la calma chicha que en ocasiones se le supone al de un cuarteto, está más que presente a lo largo de todo el trabajo. Las canciones son más potentes, directas y sucias que nunca, lo que se nota creo que gracias a una producción bastante más pulida, a cargo de Víctor Gorriti en los Gato Negro Estudio de Viladecans y en Origami Sound de Barcelona.
Que el espíritu de Kurt Cobain y los suyos se ha metido en Keloidrop no solo es una sospecha, sino que más bien se trata de un hecho consumadísimo. Los coqueteos con el sonido de los de Aberdeen que encontramos en sus anteriores trabajos, aquí pasan a ser toda una evidencia, imagino que amplificada por el hecho de ser ahora tres. Es más, este trabajo podría perfectamente ser una especie de Bleach 2.0; no hay más que echarle una escucha a un tema como «Cyst», punto álgido del álbum, en el que la banda deja aflorar toda su rabia punk, y «Overacted», que por momentos me suena mucho a «Negative Creep», exponente máximo del sonido grunge por culpa de esos gritos frenéticos de Cobain encima de un riff repetitivo y pesado. Esta es una constante en todo este trabajo, con la salvedad de que las voces de Marcos no siempre son llevadas al límite.
A la banda no solo les gusta jugar con Nirvana, pues ellos tampoco le hacen ascos a una banda como Alice in Chains, clara inspiradora del riff inicial de «Antetempo». Las compariciones no tienen porqué ser odiosas, ¿verdad «Man in the Box»? Pero lo que más abundan aquí son esos temas que parece que van a acabar en una orgía de distorsión pero que acaban por quedarse en unoa medios tiempos contenidos pero sucios, como es el caso de «Find You». En eso, Keloidrop son únicos.
Melodías, de esas que se acompañan con un leve movimiento de cintura hasta que acaban por estallar en el estribillo, hay aquí para aburrir, y un claro ejemplo son «Ever Retrying It» o la opener «The Line», un tema que tengo muchas ganas de ver cómo defienden en vivo pues tiene toda la pinta de ser todo un trallazo. ¡Puto virus, vete ya!
Pero no todo va a ser distorsión, y toda banda que se precie ha de aprender a levantar el pie del acelerador de vez en cuando. En «Next Day», que marca el meridiano del disco, me recuerdan ligeramente a los Foo Fighters de The Colour and the Shape (1997). El álbum se cierra -muy en esa misma onda- con la engañosa «Keep Me On Your Way», tema que podéis perfectamente cortar tras el minuto 3:30, pues los últimos dos minutos y pico están dedicados al noble arte del acople. Aquí me la han colado, pues tras la primera escucha, me esperaba que el tema se reanudara con una suerte de hidden track… pero no, con lo que me han obsequiado es con un tinnitus de por vida.
Tras leer la chapa, uno podría pensar que la banda peca de poca originalidad, pues por aquí me suenan a estos y por allá me suenan a estos otros, pero no es este el caso de Keloidrop. Su sonido es único dentro de la escena local, y eso es de agradecer. Se agradece que en plena eclosión de los sonidos core, haya todavía quien tire de distorsión y alma para abrirse hueco entre tanta banda. Su propuesta, aunque ya la habréis catado hace más de 20 años, suena fresca. Que los 90 estén de vuelta en pleno año 2020 solo puede significar una cosa… bueno, dos: alegría y jolgorio. ¡Viva el grunge, copón!
The Challenge es el mayor reto al que se ha enfrentado la banda, y no solo han salido airosos del entuerto, sino que les ha servido para lograr escalar un par de peldaños más dentro de la reñida escena underground local, una escena que les estará esperando con los brazos abiertos una vez pase toda esta puta pandemia. Poned un labrador en vuestras vidas. Yo me quedo con Leo.
¡Nos vemos en la Rocksound más pronto que tarde!
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.