Dentro de la abundancia de conciertos de la que podemos disfrutar este otoño (como casi cada otoño, también hay que decirlo), la fecha de hoy estaba marcada en rojo en el calendario de muchos metaleros, ya que un cartel con tres bandas consolidadas y de tanto nivel como éste no se vé todos los días. La metalada barcelonesa así lo entendió y respondió con creces a esta llamada colgando el cartel de sold out en una sala Razzmatazz que en los últimos tiempos se ha ido acostumbrando a vivir llenos, como los de Avantasia o Slayer+Anthrax. Todo lo incómodo que resulta intentar moverte por la sala o ver el concierto en condiciones se convierte en esperanza y alegría al ver que aún hay muchas bandas, y no sólo clásicas, que son capaces de mover tales cantidades de gente. En el caso de los suecos Amon Amarth, se estan rebelando año tras año y disco tras disco como uno de los grandes, y a juzgar por la devoción que mostraron sus muchos seguidores y lo redondo de su descarga, no podemos esperar otra cosa que no sea que sigan creciendo.
Muchos fans de toda la vida estaban bastante ofendidos con que un grupo tan clásico y con tanta solera como Testament quedara relegado a la posición de telonero de alguien con mucha menos historia que ellos. Al igual que pasará con la gira de Sabaton y Accept, la historia no lo es todo, y si bien el poder contar con teloneros de este nivel ayuda a dar un valor y un empaque a estas giras que no podrían aportar otros grupos más jóvenes, está claro que el grupo principal aún supone el gran reclamo de cara al público. El aspecto de los aledaños del Razzmatazz hacia presagiar una grandisima noche de metal, con los bares llenos, gente haciendo botellón, jebis de todas las edades acercándose desde todas direcciones, una cola para entrar que daba la vuelta a la manzana, y ciertos nervios por mi parte al no encontrar un sitio para aparcar y la posibilidad de perderme el principio de la descarga de Grand Magus (culpa mía por venir en coche, claro). Finalmente pude llegar a tiempo, incluso con cierto margen, para descubrir con satisfacción que hasta el pase de fotógrafo era el de las grandes ocasiones, una bonita pegatina de la banda en vez de la habitual pulsera impersonal.
Grand Magus
Con un par de minutos de antelación, y después de haber caldeado el ambiente con clásicos del metal de toda la vida a través de los altavoces, empezaron a sonar las notas de la larga intro que precedió la descarga de Grand Magus, una banda fantástica para abrir la velada, y que salió al escenario ante una Razzmatazz ya prácticamente llena. Muchos estaban allí para agarrarse a la barrera y mantener un lugar privilegiado hasta que llegara la hora de Amon Amarth, pero también me dió la sensación que la mayoría de presentes los conocía y esperaba con ganas. Y no es para menos, ya que los suecos estan lejos de ser unos novatos, con ocho discos y más de veinte años labrándose una trayectoria más que sólida. Es innegable que el heavy metal clásico y poderoso que practican es un género trilladísimo, pero Grand Magus se las apañan en hacerlo sonar diferente y resultón, demostrando gran facilidad para componer temas pegadizos y llenos de groove. Además de sus riffacos característicos y sus melodías motivantes, el hecho de contar con la voz potente, elegantísima y personal de JB Christoffersson, quizás más conocido por haber estado muchos años en Spritual Beggars (al igual que el batería Ludwig Witt, que aún sigue con ellos), les pone un escalón por encima de muchas otras bandas teóricamente parecidas.
Aún siendo un grupo totalmente consolidado, el trozo de escenario que les dejaron fué mínimo y los suecos se vieron obligados a poner la bateria en primera fila, limitando mucho los movimientos de JB y del bajista Mats Skinner pero permitiéndonos disfrutar de una visión perfecta de las evoluciones de Ludwig Witt detrás de los parches. Los tres componentes de Grand Magus aparecieron ataviados en cuero, tachas y sendas camisetas de la propia banda, y en los limitados 35 minutos de los que dispusieron hicieron un pequeño repaso a su discografía sin poner émfasis en ningun álbum en especial. De su último trabajo, el que teóricamente venían a presentar, solamente tocaron «Varangian», y el setlist acabó plagado de clásicos como la «I, The Jury» con la que empezaron, la poderosa y antémica «Iron Will» que llenó la sala de puños y cuernos, o la fantástica «Like the Oar Strikes the Water», con algunos pasajes rápidos que pusieron de manifiesto que todo el concierto había transcurrido hasta ahora en el mismo medio tiempo poderoso sin que nos hubiéramos dado cuenta y sin haberse hecho pesado en absoluto. Otros temas a destacar fueron la pegadiza y vacilona «Steel vs Steel», un tema que me encanta, y la final y épica «Hammer of the North», con la que convencieron al público para cantar sus oh-oohs con tanto éxito que todo el mundo siguió coreándolos bastante después de que ya se fueran, obligando a los miembros de Grand Magus a volver al escenario y saludar entre una sonora ovación. Éxito total de los suecos, que dieron un concierto sólido y potente y que me parecieron una elección perfecta para calentar al personal en una noche como ésta.
Setlist Grand Magus:
I, The Jury
Sword of the Ocean
Varangian
Steel Versus Steel
Iron Will
Like the Oar Strikes the Water
Hammer Of The North
Testament:
Si alguien venía con la idea o la esperanza de que Testament iba a ser algo remotamente parecido a un co-cabeza, la realidad le debió atizar con violencia al ver el espacio minúsculo y casi indigno al que fueron confinados. Con un par de telas laterales y un telón de fondo gigante con la serpiente tricéfala que decora la portada de su último disco, no estaban tan apretados como Grand Magus, pero poco les faltaba. Como ya han comentado pacientemente en las incontables veces que la pregunta ha aparecido en sus entrevistas recientes, los componentes de Testament no tienen ningun problema, al contrario, en ser relegados a la posición de teloneros de una banda bastante menos clásica que ellos, y por eso no pareció importarles el espacio tan limitado del que pudieron disfrutar, dándolo todo durante los sesenta minutos de los que dispusieron.
A pesar de que Testament es una banda que me encanta, no las tenía yo todas conmigo ante este concierto, ya que todas las veces que les había visto últimamente había tenido que sufrir un sonido, digámoslo así, bastante mejorable, con un volumen altísimo y tan comprimido que hacía hasta incómodo escucharlos. Una vez puede ser un accidente, pero dos y tres veces en salas y recintos distintos ya significa que ellos lo han querido así, y por eso antes de empezar me miraba con recelo los altavoces a pié de escenario que apuntaban directamente a las primeras filas, temiendo por la integridad de mis tímpanos desde el foso. Por suerte, y quizás por el hecho de ser teloneros y tener que sonar algo más flojitos que el grupo principal, el volumen estuvo a niveles decentes y, en general, aunque no fué excelente ni mucho menos, me dió la sensación que el sonido era bastante aceptable. Habría sido bonito vivir en esa alegre ignorancia, pero hacia el final del concierto me picó la curiosidad de ver qué tal se veía y se escuchaba todo desde la parte trasera de la sala, donde tristemente descubrí que el sonido era tan manifestamente flojo y descompensado que podía enterarme de como la gente a mi alrededor se quejaba amargamente sin ninguna necesidad de levantar la voz.
Hace solo un par de semanas de la publicación de Brotherhood of the Snake, el nuevo y potente disco de la banda californiana, del que pudimos escuchar hasta tres canciones. El poderoso tema título fué el elegido para abrir la descarga, seguido de un corte con mucha participación del públco y que apunta a nuevo clásico como es «Rise Up», perteneciente a un Dark Roots of the Earth (2012) del cual también sonó la canción que le dá nombre, que sonó y funcionó bastante bien pero que fué recibida con sorprendente indiferencia. Las otras dos apariciones de Brotherhood of the Snake fueron a través de «The Pale King» y de la hardcoreta «Stronghold», uno de los mejores momentos del concierto, con un sonido excelente y un público que, de haber tenido espacio para ello, se habría animado seguro con algun circle pit. Y aún lo habrían hecho con más ganas cuando enlazaron con «Into the Pit», completando el trío de representantes de un The New Order que gira tras gira se consolida como su disco favorito, y que para mí supuso el mejor tema de la noche: preciso, rápido, potente y afilado.
Por algun motivo que desconozco, a partir de ahí el sonido se lió, y la inevitable e icónica «Over the Wall» sonó confusa y embarullada, no logrando mejorar mucho la cosa para la «The Formation of the Damnation» final, único tema que tocaron de este disco que me encanta y que me pareció una elección algo extraña para acabar. Es complicado, por supuesto, empaquetar el magnífico catálogo de Testament en solo diez temas, pero el setlist escogido, con muchos temas recientes, fué como mínimo curioso, especialmente si tenemos en cuenta que la mayoría de público no había venido a verlos a ellos y quizás no conocían tan profundamente a la banda. Sorprendió la ausencia de clásicos inevitables como «Practice What You Preach» o de favoritos de su última época como «More Than Meets the Eye», un temazo espectacular que también es cierto que nunca habían acabado de clavar en directo. Particularmente doloroso me pareció que no hubiera representación alguna de The Gathering, y más cuando últimamente «D.N.R.» y «3 Days of Darkness» parecían haberse convertido en habituales de sus repertorios.
De lo que no hay ninguna duda es que ver a los miembros de Testament desenvolverse sobre el escenario, religiosamente equipados con muñequeras de la banda, es un auténtico espectáculo. Iluminados únicamente por unos focos traseros que hicieron pasar las de caín a los fotógrafos, y a pesar de no ser la gente más carismática del mundo, lo dieron todo y demostraron que como músicos estan en otro nivel. La base rítmica es de las más sólidas que podemos encontrar en el panorama metalero actual, con un Gene Hoglan sobradísimo tras los parches y un Steve DiGiorgio impresionante que, Chuck aparte, fué quién más se esforzó en arengar e interactuar con el público. Chuck Billy presentó muy buena voz, y como siempre apareció con su pequeño e inseparable palo de micro a modo de sable laser para deleitarnos con sus magníficas demostraciones de air guitar (el tío realmente lo vive, y ademas dá la sensación de acertar bastantes notas). Ambos guitarristas, auténticos artífices del éxito de esta banda, se situaron a esquina y esquina del escenario. El jefe Eric Peterson va totalmente a su bola, enfundado hoy en una curiosa camiseta-souvenir de Galicia, mientras que Alex Skolnick, señores, es una auténtica maravilla. Aunque a veces dá la sensacion de ser un guitarrista demasiado delicado para una banda de thrash metal, el dominio que demuestra sobre su instrumento es impresionante, con dedos frenéticos y solos absolutamente mágicos seguidos por entregados aplausos de admiración entre el público.
La descarga de Testament fué indudablemente correcta, pero ya les he visto unas cuantas veces y, a pesar de ir más que predispuesto a que me volaran la cabeza en cada una de ellas, nunca me ha parecido que dieran un concierto impresionante. No sé si el problema es únicamente el sonido o que falla algo en la compenetración entre los miembros de la banda, pero el hecho es que a pesar de ser el grupo más veterano de los tres que pudimos ver esta noche, fueron los que dieron el concierto más flojo. Fué sorprendente descubrir, por cierto, que aunque evidentemente mucha gente estuvo atenta y disfrutó de su actuación, fueron el grupo que generó menos interés entre la mayor parte del público , poniendo de manifiesto que el fan medio de Amon Amarth está más cerca del heavy metal de Grand Magus que del thrash clásico de los californianos.
Setlist Testament:
Brotherhood of the Snake
Rise Up
The Pale King
Disciples of the Watch
The New Order
Dark Roots of Earth
Stronghold
Into the Pit
Over the Wall
The Formation of Damnation
Amon Amarth:
Conozco muchos metaleros de toda la vida que se sorprenden de que una banda como Amon Amarth goce de un éxito tan rotundo. Es posible que su death metal melódico esté repleto de estructuras simples y siga siempre los mismos patrones, pero pocas veces habremos visto una banda tan inequívocamente dura siendo capaz de facturar canciones tan accesibles y pegadizas sin renunciar a ninguna de sus señas de identidad. A mi parecer, una de las razones para explicar el éxito de Johan Hegg y los suyos está en su espíritu eminentemente heavy, casi powermetalero, lleno de glorificaciones al propio heavy metal y a otros tópicos del género, que junto con una imaginería vikinga atractiva e icónica es capaz de conectar con un espectro muy amplio de fans del metal de todas las edades, con especial émfasis en el sector más joven. He de confesar que a pesar de ser un grupo que me gusta entre bastante y mucho y que me hacen disfrutar fácilmente siempre que me los pongo, solo había tenido la oportunidad de verlos en el contexto de un festival. Y aunque en ambas ocasiones me gustaron bastante (especialmente en el Resurrection de 2014 estuvieron muy bien, y quizás en el Rock Fest de este pasado verano también, pero tocar inmediatamente después del grandísimo bolo de Anthrax no les hizo ningun favor), el concierto de hoy me ha ganado totalmente para la causa.
Amon Amarth pudieron gozar finalmente de un escenario espacioso al revelarse, como de hecho ya sabíamos todos, que el mastodonte que había impedido que el resto de grupos tuviera metros para moverse era un señor casco vikingo con un par de cuernos de un tamaño considerable y con la batería de su nuevo fichaje, Jocke Wallgren, postrada en todo lo alto. Así que a diferencia de la mayoría de giras que recuerdo de ellos, esta vez no tendríamos drakkar, ni pequeño ni grande, lo que es una pena porque a mí me gustaba especialmente. A parte del casco en cuestión (y me parecerá poco?) el escenario presentó un aspecto totalmente desnudo y escueto, con sitio de sobras para que los miembros de la banda (e invitados!) pudieran moverse de un lado para otro y posicionarse cómodamente en sus escuadrones coreográficos durante la hora y media exacta de la que iban a disponer. Justo antes de comenzar el concierto, en una previa amenizada por el Killers de Iron Maiden prácticamente al completo, pudimos ver a Olavi Mikkonen entrenando molinillos entre bambalinas, dándonos una idea que la parte visual y las sencillas coreografías que trufan sus conciertos son tan importantes como la música en sí.
Como ya hicieron en el Rock Fest, empezaron sin guardarse absolutamente nada, con un «The Pursuit of Vikings» que puso toda la sala a saltar con su ritmo pegadizo y vacilón. También al igual que el pasado verano, continuaron con «As Loke Falls» y la primera incursión en su reciente Jomsviking, la potente y magnífica «First Kill», un tema que cada día me gusta más. Gracias a su innegable magnetismo sobre el escenario y a un sonido potente y nítido (almenos desde donde yo estaba, y visito lo visto en Testament, decidí no moverme mucho de la parte delantera aun y acabar siendo escupido a un lado por la marabunta), a estas alturas ya tenían al público comiendo en su mano. Jomsviking tuvo presencia mayoritaria en el repertorio, con hasta seis temas. Durante el pegadizo «The Way of Vikings», con su principio a lo «Juego de Tronos» y cuyo «that these two men are best friends / not enemies» tuve enganchado hasta el martes, salieron un par de guerreros portando grandes espadas para entablar una batalla sin cuartel (y me temo que estos no eran best friends, sino más bien enemies), un recurso al que iban a recurrir repetidamente durante toda la noche y que añadió una dosis de entretenimiento y expectación que todos disfrutamos.
Un largo redoble de batería que no llegó a ser solo introdujo «At Dawn’s First Light», seguida inmediatamente de la rápida «Cry of the Black Brds» y de una de mis canciones favoritas de la banda, la potente «Deceiver of the Gods» que dá nombre a su álbum anterior y que contó en esta ocasión con la visita de dos lanceros amenazantes. A pié de escenario tenían colocados un par de micros de ambiente a los que aquí se les dió un buen uso, ya que el público se desgañitó con sus coros. Me encanta como Johan Hegg, un tiarrón inmenso del que no puedes apartar la mirada, con una presencia y un carisma escénico que empequeñece al resto de la banda, canta como si cada canción fuera una historia, con movimientos gestuales explícitos, repartiendo sonrisas y señalando a uno y a otro entre el público. Su potente chorro de voz es gravísimo pero melódico, y a pesar de cantar siempre en el mismo registro, se las apaña para sonar dúctil y atractivo. Tal y como ya hicieron Grand Magus, Johan usó el viejo truco de decir que el día anterior tocaron en Madrid y la gente gritó mucho, pero que estaba seguro que en Barcelona y en Cataluña estaban los heavies más ruidosos, cosa que por supuesto acabó reconociendo ante el griterío ensordeceror del personal, que siempre pica joyosamente ante este tipo de retos tan manidos.
No es que la fórmula de los suecos haya cambiado demasiado a lo largo del tiempo, y Jomsviking no es ninguna excepción. Por ello todos los temas, nuevos y viejos, encajan perfectamente entre ellos, y tan efusivo es el recibimiento para clásicos como «Destroyer of the Universe» o «Death in Fire» (qué buena ésta) como para novedades como la solemne «One Thousand Burning Arrows», un corte lento y coreografiado que loa las virtudes de un rey recientemente fallecido y que contó apropiadamente con la presencia de un arquero grave y severo. Llegados a este punto, Johan Hegg se tomó unos momentos para contar una historia tormentosa entre bambalinas que sirvió de introducción a uno de los mejores temas de la noche, un motivante «Father of the Wolf» que contó con la amenazante presencia del señor con calavera, largos cuernos, abrigo de pieles y lanza puntiaguda que decora la portada de Deceiver of the Gods y que me recordó a los característicos personajes animales de los carnavales sardos. Un par de clásicos vikingos más como «Runes To My Memory» y una potentísima «War of the Gods» llena de coros dieron por acabado el set normal, con la banda retirándose por unos momentos entre vítores de emoción.
Para el bis, el apocalipsis. Johan Hegg apareció en el escenario con un pedazo de cuerno lleno de cerveza (suponemos) para empezar con el speech previo a un «Raise Your Horns» que tiene toda la pinta de convertirse en himno para la posteridad. Tanto su ritmo heavy y pegadizo como su temática, referida a los cuernos metaleros pero también a los cuernos que los vikingos usaban para beberse la cerveza o la hidromiel, conectaron apasionadamente con un público que coreó su infeccioso estribillo como si no hubiera mañana. Para acabar dejaron un par de temas del disco que les catapultó al éxito hace tan solo ocho años. El guerrero multidisciplinar que nos iba acompañando durante toda la noche hizo su última aparición en «Guardians of Asgaard», esta vez armado con un hacha ensangrentada tal y como lo hace en la portada de Jomsviking. Para introducir la icónica «Twilight of the Thunder God» los altavoces retumbaron con una violenta tormenta que hacia presagiar que el cielo cayera sobre nuestras cabezas, y cuando Johan Hegg apareció en el escenario portando el martillo de Thor (el thunder god) las piernas del público empezaron a desfallecer. Quedaba una última sorpresa escénica para el final. Como si fuera un Eddie cualquiera hechizado por las notas de «Iron Maiden», a medio tema apareció por detrás de la batería lo que desde mi escorada posición pareció un pezaco enorme (os lo juró que flipé) pero que me imagino que debía ser un dragón o algo así (lo cierto es que no lo corroboré, os pido disculpas), al que Johan atizó sin cuartel con su pesado martillo, acabando por derrotarlo inclementemente. Ahora sí, llegamos al final de un concierto brillante, dejando en el campo de batalla centenares de soldados sudados y extasiados con sonrisas en sus bocas.
La propuesta musical de Amon Amarth puede gustar más o menos, pero es innegable que en un concierto propio, con su escenografía y su público, lo petan como el que más, descargado himno tras himno con carisma y potencia y creyéndose cada segundo de lo que hacen. Estan en un momento de forma, confianza y popularidad excelente y la gente los adora. No sé a qué más pueden aspirar en un futuro próximo, teniendo en cuenta que su fórmula musical y escénica no va a cambiar una nota. Cuán popular puede llegar a ser una banda de death metal? Mucho me temo que en los próximos años Amon Amarth nos van a llevar a descubrir dónde está el límite.
Setlist Amon Amarth:
The Pursuit of Vikings
As Loke Falls
First Kill
The Way of Vikings
At Dawn’s First Light
Cry of the Black Birds
Deceiver of the Gods
On a Sea of Blood
Destroyer of the Universe
Death in Fire
One Thousand Burning Arrows
Father of the Wolf
Runes to My Memory
War of the Gods
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Raise Your Horns
Guardians of Asgaard
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Twilight of the Thunder God
Artículo publicado originalmente en Metal Symphony.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.