En serio que no miento si digo que, en una temporada de otoño en la que he visto bolazos de Riverside, de Slayer, de Anthrax, de Refused o de Hypocrisy entre muchos otros, el concierto que esperaba con más ganas era ni más ni menos que éste de The Night Flight Orchestra. A mí este rollo Saturday Night Fever que se traen siempre me ha encantado (tendríais que ver las playlists que me monto para las cada vez menos habituales fiestas locas a las que voy… solo me faltan los patines), y lo cierto es que la particular revisión que se marcan los suecos me parece sencillamente irresistible. Aunque los conocí cuando Skyline Whispers daba sus últimos coletazos, y (como todo el mundo) los descubrí y me interesé por ser quien eran, fue Amber Galactic el disco que me atrapó sin remedio, y con las escuchas y el vicio, temas como «Gemini», «Domino» o «Midnight Flyer» ya son parte indispensable de mi yo musical.
Lo que empezó como una curiosidad que satisfaciera las ansias de pose y movimiento de esqueleto de Bjorn Strid (cantante de Soilwork) y Sharlee D’Angelo (bajista de Arch Enemy, Witchery y Spiritual Beggars), se ha acabado por convertir en una banda en toda regla, con la publicación de un disco por año e, incluso, un salto a la carretera algo inesperado y que yo antojaba como improbable hace tan solo doce meses. Yo, iluso de mí, pensaba que este crecimiento de la banda a nivel de popularidad se debía a que la gente había conectado con su festiva e infecciosa propuesta, llena de temazos incontestables, así que hoy venía hasta aquí dispuesto a darlo todo en lo que, en mi mente inocente, iba a ser una bacanal desenfrenada de bailoteos y sudor. Y si se terciaba, claro, de sexo, champán y farlopa en cantidades industriales. Porque… de eso va esta banda, ¿no?
Pues parece que no, o almenos no es así como lo entendió el público que llenó dos tercios de la pista (lo que no está mal) de la cada día más habitual Sala Boveda. La sensación es que la inmensa mayoría de los presnetes estaban aquí para escudriñar este proyecto de dos personalidades del death metal como Bjorn y Sharlee con poco más que curiosidad, pero que la música de The Night Flight Orchestra en sí les importaba un comino. O eso es lo que yo deduzco de una pasividad generalizada que me resultó casi alarmante. Vale que Barcelona no suele tener las audiencias más activas, pero cojones, que estos tíos estaban sobre el escenario soltando un hitazo bailable tras otro y en la pista había cuatro tíos que se movían mientras el resto se lo miraba todo con cara de pasmarote. Ya llegaremos a ello, pero la verdad es que acabé, incluso, algo cabreado ante la irritante falta de respuesta del público. Y si no, que os lo cuenten aquellos con los que hablé durante la noche.
Black Mirrors
Los belgas Black Mirrors ya habían venido a esta sala hace poco más de un mes como teloneros de The Vintage Caravan. Yo no estuve ese día (de hecho se solapó con Hypocrisy y Kataklysm), pero las referencias que recibí fueron inmejorables, y por lo que parece, y a pesar de ser los encargados de abrir la velada, salieron entre ovaciones de gala. Con esas expectativas me puse a escuchar su último disco, publicado este mismo verano y titulado Look into the Black MIirror. Y bien, sí, no está mal, pero su stoner / doom psicodélico setentero tampoco me pareció nada del otro mundo o, como mínimo, nada que les hiciera destacar por encima de las múltiples bandas del palo que han florecido en estos últimos años. Pero en todo caso, y lejos de amedrentarme por eso, venía con todas las ganas de ver un bolazo. Y la verdad es que asi fue.
Su concierto duró unos 45 minutos, pero no necesitaron más de dos para convencerme totalmente con su presencia, su energía y su mojo. Porque es verdad que lo tienen: los belgas sonaron compactos y poderosos y su vocalista Marcella encandiló a todos (o por lo menos a mí) con sus bailoteos setenteros, su aire chamánico y su magnético vozarrón sin necesidad de parafernalia ni de ser nada más que una chica totalmente normal. Desde «Funky Queen» (su tema más conocido), pasando por «The Mess», por la hipnótica «Inner Reality» o por una versión del «Kick out the Jams» de MC5 que llevaron totalmente a su terreno, Black Mirrors me tuvieron moviendo hombros, caderas y cabeza de lado a lado durante toda su descarga.
En cuanto a la gente, creo que gustaron bastante (aunque no sabría decirlo del todo por la falta de respuesta explícita de la mayoría de ellos), pero estuvieron muy lejos de recibir el calor y la ovación que, por lo que me cuentan, recibieron en su última visita. Yo lo achaqué al hecho de que, si lo miramos bien, su propuesta tampoco pegaba demasiado con la de los cabezas de cartel de hoy (en realidad, seguro que en los setenta los fans de ambos estilos se odiaban unos a los otros), pero a medida que pasaba la noche me di cuenta de la sorpredente (y quizás triste, no sé) realidad: a la mayor parte de gente que estuvo hoy aquí se la sudaba a dos manos el hard rock en todas sus vertientes. Y si no es así, de verdad que lo disimularon muy bien.
Setlist Black Mirrors:
Shoes for Booze
Funky Queen
The Mess
Inner Reality
Kick out the Jam
Burning Warriors
The Night Flight Orchestra
Está claro que el público es soberano, y yo ni soy nadie ni me atrevería a decirles qué es lo que tienen que hacer cuando van a un concierto. Pero la verdad es que la apática respuesta de la mayor parte de los presentes estuvo muy cerca de arruinarme un bolo que esperaba con muchas ganas. Probablemente es culpa mía, ya que venía con unas expectativas de festividad que, mirado en perspectiva, eran totalmente irreales, pero teniendo en cuenta que cuando yo escucho los temazos que ha parido esta banda se me ponen morritos de forma instantánea y no puedo dejar los hombros ni las caderas quietas, en mi mente ilusa e inocente me esperaba que la gente viniera con ganas de responder como yo venía a hacerlo: dándolo todo y convirtiendo la pista en poco menos que una bacanal de vicio y pasión.
Pero no, a la inmensa mayoría de la gente esto se la sudaba. Es más, permitidme que dude que hayan escuchado a la banda más de una vez. Excepto algun que otro flipado suelto como yo mismo, lo que vi es que el grueso de las 300 personas que estaban ahí (y daban muy buen aspecto a la sala) lo habían hecho por la curiosidad de ver a Bjorn y a Sharlee fuera de su teórica zona de confort, pero no percibi un interés demasiado grande por el proyecto The Night Flight Orchestra en absoluto. De hecho, mirar a mi alrededor y ver la completa indiferencia de la gente ante temas como «Midnight Flyer» o «Gemini» (dos de los más conocidos… joder, es que si no conoces eso significa que conoces a la banda) me dejó totalmente atónito.
Esa sensación me recordó mucho a la que tuve este mismo verano en el concierto de Iron Maiden en Madrid, donde estaba yo engorilándome a lo bestia con Gojira y, cada vez que abría los ojos y miraba a mi alrededor, veía a todo el mundo pasando de todo, como si eso no fuera con ellos, incluso mirándome con cara de «qué hace este matado». Pues lo mismo, con la sutil diferencia que aquel día, para esos indiferentes, Gojira eran un mal necesario a la espera de Maiden, pero hoy la gente que había venido lo había hecho, teóricamente, para ver a The Night Flight Orchestra como gran reclamo. Quizás estoy siendo injusto, no lo sé, o quizás me levanté con el día vinagre, pero esa es la sensación que tuve, y me parece bastante triste.
A la hora convenida los ocho miembros de la banda (¡ocho!) se repartieron en dos ordenadas filas como si se tratara realmente de una orquestra, llenando hasta los topes un escenario otra vez ampliado un metro y pico en su lateral, como el día de Omnium Gatherum. La fila trasera estaba formada por un batería hundido en una esquina (aunque su instrumento, transparente y con lucecitas, habría merecido lucir bastante más), dos coristas-florero encima de una tarima y vestidas de azafatas de vuelo old school, con sombrerito y minifalda (por cierto, la chica del merch también iba más o menos así – quizás por eso habia siempre tanta gente en el merch -), y un chico que tan pronto te agarraba una segunda guitarra como le pegaba a los bongos, a las maracas o a lo que hiciera falta.
En primera fila, la primera división, formada por el guitarrista David Andersson (compañero de Björn en Soilwork y artífice musical de casi todo), el teclista Richard Larsson (que podría haber estado un poco menos parado, el tío) y los dos grandes protagonistas en el centro: los inmensos (de calidad y de tamaño) Sharlee D’Angelo, enfundado en un traje blanco y un bajo a cuestas, y Bjorn Strid con sus zapatos amarillos, sus pantalones y chaqueta morados, su sombrero bohemio y sus obviamente innecesarias gafas de sol.
Los que los llevamos un tiempo escuchándoles sabemos perfectamente lo seria que es esta banda y cómo de cierta es su afición por este tipo de música, pero entiendo que los espectadores ocasionales no tuvieran del todo claro donde acaba la línea de la seriedad y donde empieza la parodia. Está claro que hay una cierta ranciedad heteropatriarcal desfasada y exagerada en su imagen y sus letras, pero también creo que el proyecto en sí es un homenaje nostálgico y verdaderamente sentido a una época muy concreta de la música y de la sociedad.
Después de que las azafatas saludaran al público con un brindis (me temo que con vino blanco, no con champán con copa plana como debería haber sido en mi mente), The Night Flight Orchestra empezaron a desgranar un repertorio absolutamente espectacular. Es verdad, en descargo del público, que los miembros de la banda no son precisamente carismáticos (tampoco lo son en sus bandas habituales) y hacen poco por interactuar con el público o complementar con palabras y movimientos el cachondeo inherente en su música (más allá que pedir palmas a todas horas que, eso sí, fueron normalmente seguidas por el público), pero joder, que las canciones tienen un mojo y un groove totalmente irresistible. De hecho, creo firmemente que si los estribillos de «Living for the Nighttime», «Midnight Flyer», «Star of Rio» o «Gemini» no te ponen a mil es que o no te interesa esta música o no tienes sangre en las venas. O las dos.
El bonito medio tiempo «Something Mysterious» bajó un poquito el ritmo, pero la absolutamente espectacular «Paralyzed» (una canción que va a mi top 5 del año de cabeza) me engullió en un torbellino de sudor y pasión setentera que me hizo olvidar por completo lo mosqueado que me estaba poniendo con la gente. Menudo temón, válgame Dio. Teniendo en cuenta que en el resto de conciertos de la gira no lo habían hecho, una de las dudas que tenía es si iban a interpretar «Barcelona». Y sí, lo hicieron (supongo que era inevitable), aunque a mi juicio fallaron un poco en no introducirlo con algo más de bombo (una interacción que eché en falta, ya os digo, durante todo el concierto). Tampoco os penséis que la gente la vivió con una pasión desmesurada, pero es verdad que sí que hubo un pelín más de respuesta ante el detalle por parte de la banda de dedicarle una canción a nuestra ciudad (algo que, como ya veréis en breve, tampoco pasa tan a menudo).
El set principal acabó con «1998», y yo si hubiera sido ellos no habría hecho el parón antes del bis, ya que te exponías a lo que pasó: que la gente no tuviera del todo claro si vitorear a la banda de vuelta o irse a su casa como si ahí no hubiera pasado nada. Al final, y con algun silencio incómodo de por medio, reaparecieron de nuevo para arrancarse con una bien recibida «This Time» y con la balada rockera «Lovers in the Rain». Cuando estaban ya a punto de anunciar su último tema, justo delante mío empezaron a pedirles «Josephine» (que es la que habían quitado del setlist habitual para meter «Barcelona»), así que como ya se la sabían se animaron con ella, convirtiendo este concierto en el más largo de toda su gira. Visto el éxito de esa primera petición, los chicos de delante mío volvieron a intentarlo con «Domino», pero esta vez no tuvieron tanto éxito, y fue «West Ruth Ave» la elegida para cerrar un bolazo en el que una vez di por perdida mi batalla interna con la pasividad de mi entornó, acabé empapado de sudor y pegándome unos bailoteos de padre y muy señor mío.
Para mí, lo que hicieron The Night Flight Orchestra esa noche en Barcelona fue un bolazo. Sin reservas. Verdad que podrían haber dado un poco más de juego y ahondar más en sus personajes, pero que no me engañen: nada hubiera cambiado. La mayoría del público no estaba por la labor y, posiblemente, ni tan siquiera les conocían lo suficiente. Y no pasa nada oye, resignación. Quizás de no ser así no hubieran ni venido, así que bienvenido sea. La rabia que me queda es que, de haber estado en una sala dispuesta a ello, ese repertorio hubiera catalizado un fiestón que recordaríamos durante mucho tiempo. Pero la frialdad con la que yo noté que se vivía lo dejó, solo, en un muy buen concierto. Una lástima.
Setlist The Night Flight Orchestra:
Sometimes the World is not Enough
Living for the Nighttime
Speedwagon
Midnight Flyer
Turn to Miami
Star of Rio
Gemini
Something Mysterious
Barcelona
Paralyzed
Can’t Be That Bad
1998
—
Ths Time
Lovers in the Rain
Josephine
West Ruth Ave
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.