Cuando nadie daba un duro por ello, y para regocijo de toda la parroquia musical catalana, hace un par de meses la gente del AMFest nos sorprendió anunciando que este año se habían sacado de la manga una edición especial del festival adaptada a las obligadas circunstancias pandémicas actuales. A celebrar en el barcelonés Castell de Montjuïc bajo el marco de un Sala Barcelona / Curtcircuit que se lo está currando lo indecible para mantener viva la música en directo en estos tiempos y con fechas originales a principios de noviembre, la propuesta incluía a nueve bandazas con espíritu 100% Aloud que se encuentran entre lo mejor que podemos encontrar dentro de nuestras fronteras a día de hoy.
Por culpa de las medidas impuestas para combatir la propagación del Covid, el festival se vio obligado a mover sus fechas a principios de diciembre (lo que significa unos cuantos grados menos, claro) y a renunciar tristemente a la presencia de todos aquellos espectadores (muchos, y evidentemente muy frustrados) que iban a acercarse al Castell desde fuera de Barcelona, ya que como sabéis a día de hoy aún está prohibido desplazarse fuera del municipio de residencia de uno para asistir a eventos culturales (aunque unas horas antes hayas podido bajar tranquilamente para trabajar en circunstancias mucho menos seguras). Dicho esto, yo cuando volvía a casa a las 22.30 me encontré la carretera llena tanto de subida como de bajada, así que no sé si la gente se lo toma demasiado en serio…
Pero bueno, asumido el contratiempo a nivel logístico y económico (qué remedio), el festival ha logrado tirar finalmente adelante, estableciéndose sin ninguna duda como el gran evento musical de esta descafeinadísima temporada conciertil de otoño en la capital catalana. Esto tiene un punto de tristeza desesperante, por supuesto, ya que en cualquier año normal el otoño estaría repleto de eventos a cuál más atractivo que complicaría mucho realizar una afirmación tan categórica, pero también es un mérito en sí mismo: el cartel del AMFest de este año es el mejor que las circunstancias permiten, con una serie de bandazas cuya presencia en el calendario me haría babear exactamente lo mismo aunque estuviéramos en un año normal.
Con la noticia aún fresca de que los cordobeses Viva Belgrado no iban a poder encabezar finalmente esta jornada del viernes por culpa de los caprichos del riñón de su vocalista Cándido (¡mierda!) y de que los encargados de sustituirlos a última hora iban a ser los catalanes Böira (¡viva!), me encasqueté los calzoncillos largos, la camiseta térmica, los guantes, la bufanda y el salvoconducto de prensa que me permitía viajar desde mi pequeña ciudad de comarcas hasta Barcelona y me encaminé hacia el Castell de Montjuïc, un lugar de tétrica y trágica historia que me sigue pareciendo absolutamente ideal como escenario para conciertos, tanto por belleza y atmosfera como por localización y tamaño. Es una pena que lo tengamos que haber descubierto en estas circunstancias, pero espero que cuando vuelva la ansiada normalidad (porque lo hará, ¿verdad?) podamos seguir contando con una ubicación tan especial para disfrutar de música en directo sin sillas, distancias ni mascarillas.
Tras subir los últimos metros a pie desde el aparcamiento hasta el Castell, superar el florido foso de forma majestuosa, esperar en la corta cola que aguardaba en el exterior y atender a la asignación de grupos, mesas, sillas y recomendaciones sanitarias que no permitían levantarte para otra cosa que no fuera ir al baño, accedimos finalmente al elegante y bucólico patio del castillo, dónde rápidamente pudimos comprobar que, a pesar de todos los obstáculos y contratiempos, el público barcelonés pareció responder a la llamada de Aloud ocupando a lo largo de la noche la práctica totalidad de las sillas que se dispusieron en el bonito recinto. Y es que más allá de las ansias de conciertos que tenemos todos, la reputación del festival y el cariño que se le tiene a sus organizadores lo convierten ya en una cita innegociable del calendario musical barcelonés, y cada vez más gente se decide a ir por pura confianza en ellos y con independencia, incluso, de los nombres que vayan a formen parte del cartel.
iou3R
Los encargados de dar el pistoletazo de salida a esta jornada inaugural de AMFest fueron los catalanes iou3R. Parapetados tras grandes sintetizadores y dispuestos en triángulo en el centro del escenario (alrededor, por cierto, de una paella para tostar castañas colgada a modo de tótem (!?)), este excitante trío procedente de la comarca del Maresme nos ofreció una interesante descarga de noise, space rock, ambient y atmosferas hipnóticas y envolventes con la ayuda de percusiones, guitarrazos y cualquier otro recurso que se les pasara por la cabeza. Aunque aún jóvenes como banda (nacieron en 2017), los tres músicos que forman iou3R cuentan con una trayectoria sobradamente dilatada en el panorama catalán alternativo y post rockero, surgiendo de las cenizas de los míticos (lo:muesö) con la intención de experimentar con las sonoridades electrónicas de una forma que su antigua banda no les permitía.
En lo que es su segunda participación en el AMFest tras haber estado ya en la edición de 2018, y sin mediar palabra con el público en ningún momento, el trío se lanzó a por una sesión ininterrumpida de cuarenta minutos de duración que incluyó tanto amplios pasajes improvisados como partes de su primer trabajo Escornalbou (2019) y del próximo disco que van a publicar en un par de semanas. Tal y como ellos mismos comentan, no son una banda que suela reproducir canciones como en los discos, sino que trabajan con las sonoridades de los temas haciéndolos más o menos reconocibles. Eso es exactamente lo que ocurrió hoy, y aunque su propuesta musical es indudablemente original, rica, valiente y muy interesante, me temo que el entorno y la distancia hicieron que no fuera del todo fácil conectar con ella. En todo caso, estaremos al tanto de poder verlos en un escenario más favorable, porque la verdad es que si te atraen este tipo de estilos se trata de una banda altamente recomendable.
Setlist iou3R:
NEVED
Me’l duré
La serp
The Wharf
Jamais Vu
El Jesucristo de los animales atropellados
Outro (improvisada)
Sara Zozaya
Tras levantarnos de nuestras sillas durante un ratito para relacionarnos tímidamente con aquellos que habíamos reconocido en la distancia durante el primer concierto, nos dirigimos de nuevo a nuestras posiciones tan pronto las luces del patio se apagaron y empezamos a escuchar, como tímida música de fondo, unas notas muy tranquilas y oníricas que anunciaban el inicio de la actuación de Sara Zozaya. Debo reconocer que no conocía casi nada sobre la cantautora donostiarra antes de que me empezara a mirar con detalle qué es lo que íbamos a ver este fin de semana en el Castell de Montjuïc, y aunque su producción de estudio me pareció más que decente (sin volverme loco, eso sí), su directo dulce y sensible a la par que intenso, potente y claramente de menos a más acabó por sorprenderme y por dejarme absolutamente prendado de su propuesta.
Acompañada por un batería y un guitarrista que permaneció sentado la mayor parte del tiempo, Sara se erigió como máxima protagonista del escenario ya fuera tras su teclado, con su guitarra en mano o a través de su propia y personal voz. Sin ser para nada experto en su musica y su discografía, disfruté mucho del concierto y, ahora sí, quedé inevitablemente atrapado por su natural fluir entre envolventes melodías cinemáticas al piano, pasajes íntimos que llegaron a recordarme a Emma Ruth Rundle e, incluso, a Lana del Rey, escarceos electrónicos y guitarrazos devastadores. Sin moverse demasiado de sus posiciones (excepto en los momentos más cañeros), y con cierta timidez a la hora de comunicarse con el público, Sara y sus compañeros fueron capaces de expresarse como nadie a través de la música, con una voz que iba desde la dulzura a los aullidos y con unas proyecciones (muchas veces con el agua como protagonista) que ayudaron a alimentar la magnética atmosfera que fue capaz de generar la descarga de los guipuzcoanos.
Con algunas canciones en euskera y otras en castellano (como una que introdujeron como nueva, que decia algo sobre «en tu pelo» y que me pareció brutal), el concierto fue subiendo de intensidad a medida que pasaban los temas, con finales apoteósicos cada vez más frecuentes y potentísimos pasajes de indisimulado post rock y shoegaze que no supe apreciar en sus discos y que aquí me parecieron maravillosos y absolutamente magníficos en contraste con los momentos más atmosféricos y sensibles que servían de habitual hilo conductor. A pesar de que empezaba a hacer un frío que pelaba y de que ya estábamos empezando a fantasear sobre qué capas de más nos podríamos poner para venir mañana y a observar con preocupación cómo los hielos de los vasos tendían a hacerse grandes en vez de derretirse, creo que la propuesta de Sara Zozaya supuso todo un descubrimiento para la mayoria de los presentes (y también para mí), totalmente atrapados con lo bonito que llegó a sonar todo.
Böira
Llegados a este punto, el tema de conversación habitual entre los asistentes empezaba a ser cada vez más el del frío. No quisiera ser pesado, pero hacía un frío de cojones, y obligado como estabas a quedarte en tu silla sin posibilidad de moverte ni levantarte, aún tenías sensación de que hiciera más. Por ello cualquier viaje al baño, incluso antes de entrar en él, suponía todo un alivio por el solo hecho de sacudir músculos y extremidades y que éstas entraran algo en calor. La buena gente de Sala BCN proveyó gratuitamente de mantas a todo aquel que las pidiera (lo que hizo que muchos viéramos el concierto como abueletes – sólo nos faltaba la sopita -), lo que es un detalle realmente de agradecer, pero a medida que avanzaba la noche la cosa se iba haciendo cada vez más molesta. Todo esto lo digo, entre otras cosas, porque si tenéis pensado subir al Castell hoy o mañana no escatiméis en capas, porque ya os garantizo que no os van a sobrar.
Es curioso, de todas maneras, recordar como nos quejábamos del calor insufrible que hacía en Fabra i Coats y de un año a otro hemos pasado a sufrir el frío polar. Si es que a esta gente del AMFest les gustan realmente los extremos.
Pero bueno, a lo que íbamos. Los encargados de liderar y cerrar esta primera jornada del festival iban a ser originalmente los cordobeses Viva Belgrado, una de las bandas bandera de Aloud, grandes grandísimos del post hardcore estatal y, sin duda, uno de los principales reclamos de este fin de semana. Por desgracia, hace tan solo un par de días comunicaron su imposibilidad de estar aquí por culpa de una piedra en el riñón que le fue extirpada a su vocalista Cándido Gálvez, de forma que tuvimos que quedarnos con las ganas de disfrutar de su potente directo y de las canciones de su reciente Bellavista. Por suerte, la organización anunció rápidamente que, como sustitutos, podríamos disfrutar de una de las grandes niñas de los ojos del post rock catalán como son Böira. Una banda que me flipa y que, entre vosotros y yo, me gusta incluso más que los que vinieron a sustituir.
El quinteto barcelonés / celonino (como se encargaron de remarcar al final del concierto) ha estado algo ausente de la vida pública en los últimos tiempos tras haber causado verdadera sensación con su disco de debut, ese Si de la Runa Naixés que publicaron en un ya lejano 2015. Mi último recuerdo con ellos fue a principios de 2017, cuando los vi triunfar sin paliativos en una Rocksound petada hasta los topes junto a Captains of Sea and War, pero al cabo de poco entraron en una especie de hivernación que los ha mantenido en un cierto segundo plano hasta ahora. Por lo que parece, y precisamente bajo el paraguas de Aloud (¿dónde encajarían mejor que aquí?), los catalanes tienen pensado sacar por fin un nuevo trabajo en 2021, del que precisamente avanzaron un tema hoy (el primero de todos, «Torelló») y que desde que lo anunciaron me apetece mucho poder escuchar.
Con Guillem y Marc derrochando valentía y sacudiéndose de un lado a otro en manga corta, Böira fueron de largo la banda más movida, cañera e intensa de la noche, y tras la bonita y duce intro a base de susurrante voz femenina, no pararon quietos ni un momento. Su música se puede encajar a grosso modo dentro del post rock más potente y guitarrero, pero las eternas, envolventes y etéreas melodías de piano a cargo de Nuria Sanz le dan ese toque melancólico y emotivo tan caracteristico de ellos que encajó a la perfección con el entorno del castillo y las (pocas) estrellas que se ven sobre el cielo de Barcelona, calentando (ni que fuera simbólicamente – aunque alguna que otra bienvenida y agradecida sacudida de cabeza generaron -) los ánimos de los presentes.
Con una actitud intachable y un sonido excelente en todo momento (algo que fue una constante durante toda la noche), los barceloneses basaron su repertorio, cómo no, en las canciones de su primer disco, del que creo que solo se dejaron «Glasgow». Dentro de lo sólido y compacto de una actuación en la que cuesta destacar algún momento por encima de los demás, me gustaría hacer especial mención para los berridos en «Allau» (únicas líneas vocales que tienen en todo su cancionero) y los alegres «Uo-oh-oh-ohs» de ascendencia algo hardcore en la melódica y directa «Volcano», acabando su descarga con una intensa «Refugi» y su parte final apoteósica que, sorprendentemente, vio como algunos asistentes (que quizás ya no podían aguantar más el frío) iban desfilando ante la perspectiva y la certeza de que estábamos ya ante los últimos compases de la velada.
Como correponde a todos unos cabezas de cartel (aunque inesperados y por sorpresa), los barceloneses se llevaron las mayores ovaciones de la noche por parte de un público que se enganchó con ellos y disfrutó de la intensidad y la honestidad de su descarga. Y es que lo cierto es que Böira molan mucho, y me alegra que la gente del AMFest (y por supuesto, ellos mismos con su concierto) se hayan encargado de recordármelo. Lo suyo fue un bolazo sin paliativos y supuso la guinda a una primera jornada excelente para esta nueva reinvención temporal del AMFest, que no por rara dejó de supurar toneladas de la energía y el espíritu tan intrínseco y que tanto amamos de este festival.
Por supuesto que estar sentados, con distancia, mascarilla y a merced del frío es una mierda, al igual que lo es tener que salir escopeteado hacia casa porque hay toque de queda o no poder interactuar libremente con toda la gente que conoces y que suponen gran parte del atractivo de ir a un concierto o a un festival. Está claro que esta nueva anormalidad es un sucedáneo de lo que conocíamos y que todos esperamos volver a lo de antes lo más pronto posible, pero a día de hoy esto es lo que hay y a esto toca apoyar si no queremos que la escena se nos vaya al garete un poquito más aún. Aunque claro, apoyarlo cuando lo que nos queda por delante son bandones que me flipan como Obsidian Kingdom, Jardín de la Croix o Ànteros no es precisamente un sacrificio, aunque para ello me toque desempolvar la ropa que llevaba cuando vivía en la gélida Noruega.
Setlist Böira:
Torelló
El que escolten els arbres
Allau
Volcano
Postcards from Nepal
Refugi
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.