Después de alcanzar múltiples orgasmos tanto en la primera como, sobretodo, en la segunda jornada del festival, llegaba al sábado (y al que sería último día, para mí, de este AMFest) con las expectativas por todo lo alto y con muchas ganas de ver de nuevo a, quizás, la banda que más me atrae de todo el cartel como son los suizo-americanos Zeal & Ardor (sí, yo también me he apuntado al carro del hype). Es cierto que el resto del cartel que los acompaña, en mi opinión, tiene algo menos de enjundia que el de ayer, pero la presencia de bandas como Pelican o el retorno de 12Twelve son reclamos suficientes para estar atentos y pendientes desde primera a última hora. Además, ya sabemos más que de sobras que en este festival las sorpresas y los enamoramientos súbitos están al orden del día.
Y aunque esa era precisamente mi intención, la de llegar a primerísima hora y poder asistir a todos los conciertos que nos deparaba el día, a la hora de la verdad tal misión me resultó bastante imposible por motivos logísticos, así que me perdí la actuación completa de Jjos, el nombre bajo el que se esconde un muchacho que hace una especie de drone atmosférico y aterciopelado que, por lo que me contaron, no lo hiza nada mal. Drone atmosférico y aterciopelado para dar color a la sobremesa. Habría estado bien eso, pero no pudo ser.
Por cierto, que este 12 octubre en el que algunos se dedicaban a meterse lechazos contra farolas era el que en Barcelona habíamos bautizado como el Solape Day por ser el día en que se juntaron una cantidad absolutamente insana de conciertos. Aquí estaba el AMFest, en Apolo teníamos a As I Lay Dying y unos cuantos metalcoretas más, en Razz 1 a Volbeat, Baroness y Danko Jones y en Bóveda a Threshold. Además, en Calella estaba el Calella Rockfest, y habría sido aún peor si el A Cop de Rock, que tenía que celebrarse en el Poble Espanyol, no hubiera tenido que cancelar (y ya os avanzo que el motivo no fue la venta de entradas). Ante tal abanico de posibilidades, muchos las pasamos canutas para decidir dónde ir, y aunque personalmente estoy muy contento que mi elección haya sido estar en Fabra i Coats, vine con mi camiseta de Baroness como señal de protesta (y no fui el único, ya os lo digo).
The Album Leaf
Hablaba antes del drone atmosférico de Jjos, pero tampoco es que los americanos The Album Leaf, nacidos a partir de las cenizas de la banda de post rock Tristeza, sean una propuesta mucho más animada. En su primera presencia en el festival (creo que eso fue en 2016), impresionaron a más de uno con sus atmosféras dulces, envolventes y texturizadas, y en esta ocasión no volvieron a ser menos. La banda liderada por Jimmy LaValle (en realidad se trata de su proyecto personal) consigue crear una experiencia multisensorial a base de luz y sonido a la que es muy fácil quedarte atrapado si te pillan en disposición para ello. Personalmente no sé si estaba del todo en predisposición, la verdad, pero sin duda reconozco que su impecable descarga fue una bacanal de belleza y sensibilidad que hipnotizó a muchos y cuyo uso de sintetizadores, violines y múltiples efectos para moldear su propuesta, completamente instrumental, es sencillamente delicioso.
Los Sara Fontán
Una de las bandas que más ganas tenía de ver hoy, sin ninguna duda, eran estos Los Sara Fontán. Y mira que es una banda (y una chica, porque se llaman así al ser éste el nombre de su protagonista) que hace tiempo que me suena pero que, por vete a saber qué prejuicio, nunca me había dedicado de verdad a saber qué es lo que hacían. Pero cuando repasaba los nombres que íbamos a ver este fin de semana en Fabra i Coats, tuve más que suficiente con un vídeo de Youtube en el que se veía a la tal Sara trasteando con un violín y una pedalera infinita acompañada del impresionante batería de Za!, Edi Pou haciendo sus cosas tras los parches para saber que esto se tenía que ver sí o sí.
Y eso mismo debió pensar un montón de gente, ya que ante el escenario 2 se acumulaba una cantidad respetable de público para ver qué podían ofrecernos las evoluciones musicales de este dúo. Para empezar, decir que aunque Sara se supone (entiendo) que debería ser la protagonista, es muy complicado sacar los ojos de encima de Edi, un tío con un talento brutal cuya inventiva a la batería es realmente encomiable (y que acaba, incluso, jugando con el crash en su propio regazo). Más allá de aporrear los parches en múltiples ritmos, también se encargó de un drum pad del que sacó sonidos de todo tipo. Un crack, vamos, al que hoy íbamos a poder disfrutar por partida doble.
Al principio, Sara tuvo algunos problemas para hacer que su violín sonara, pero a la que lo consiguió nos embelesó a base de loops y melodías hipnóticas y estridentes que sorprendieron y atraparon al personal y también a mí, totalmente ignorante de que un violín pudiera sonar así. Y a pesar de que intuitivamente uno diría que ella es quien maneja el cotarro (marcándole ritmos y cambios más de una vez a su compañero), se pasó casi más tiempo en el suelo agachada y jugando con todo su equipo que de pie, y desde unas filas atrás, donde yo me encontraba, era impossible saber qué es exactamente lo que estaba haciendo. Por momentos eso era una ida de olla absoluta, con mil registros y matices que te iban saltando a los morros de forma inesperada. Una propuesta talentosa, valiente, brillante y original que mereció, sin duda, hasta el último de los rabiosos aplausos que recibió.
12Twelve
Después de la locura, he de confesar que fui a sacar la cabeza al escenario tres y la propuesta (de nuevo, ya llevamos tres de cuatro) ambiental y drónica de Punta Laberinto en su océano de luces rojas no me entró demasiado bien. No dudo de su habilidad tras el gran sintetizador analógico que llevaba, y seguro que de haber estado en el estado de ánimo correcto lo habría podido llegar a disfrutar, pero en esos momentos no era lo que yo necesitaba. Así que después de unos minutos de necesaria socialización, me acabé dirigiendo hacia el escenario principal para asistir a una de las actuaciones más esperadas del día como es el retorno de 12Twelve, pioneros del post rock en estos lares y una de las bandas más queridas que iba a pasar hoy por aquí.
Con el omnipresente e influyente Jaime L. Pantaleón a la (gran) guitarra (recordemos que este chico está en Gambardella, en Rebuig, en Cuzo y en varios sitios más), el cuarteto catalán se sintió con absoluta confianza sobre el escenario en todo momento, y ante una sala que ya empezaba a rozar el lleno, descargó una hora de jazz / post rock absolutamente delicioso y lleno de clase. La primera mitad larga del setlist estuvo ocupada por la interpretación al completo de Speritismo, el disco que publicaron en 2003 y que, probablemente, sigue siendo su trabajo más conocido y celebrado. Con saxos, ruiditos y disonancias a punta pala, la banda sonó absolutamente exuberante para alegría de un respetable con muchas ganas de verlos que hoy se desquitó de tantos años de ausencia.
Es muy probable que desde la distancia a la que me encontraba (bastante lejos, sí, pero es que ya no quedaba mucho sitio cuando llegué de socializarme) no fuera capaz de vivirlo con la misma intensidad, pero la emoción que se desprendía de las interacciones entre el escenario y las primeras filas ya me lo dicen todo. Entre tema y tema, los miembros de la banda se mostraron encantados con la respuesta de la gente (cómo no), con sonrisas y preguntas retóricas, mientras que a la que agarraban de nuevo los instrumentos nos deleitaban con altas dosis de psicodelia e hipnotismo, demostrando que siguen siendo una propuesta muy original a pesar de que hayan pasado ya unos años desde su momento álgido. Después de acabar con el ritual speritista, se fueron un poco precipitadamente a por un bis, y entre ovaciones interpretaron otro despiporren de free jazz psicodélico que, gustara o no, no dejó ninguna duda que lo que acabamos de ver fue todo un bolazo 100% AMFest.
Cocaine Piss
Parece que hoy me levanté tiquis miquis, ya que si antes decía que tanta banda de ambient drónico se me hacía un poco pesada, ahora diré que la propuesta de Cocaine Piss me hizo levantar bastante la ceja y que, a la hora de la verdad, no fui capaz de aguantar ni mucho menos todo su concierto. Lo suyo es una especie de punk rock alternativo ruidoso y simplón de canciones cortas y rápidas liderado por una chica con un aullido estridente que me puso muy muy nervioso. Y me atrevo a decir que no fui el único que no acabó demasiado convencido con su propuesta, ya que los aplausos que recibían a cada minuto / minuto y medio (lo que duraban sus canciones) fueron más que moderados. Como se demostró ayer con bandas como Portrayal of Guilt o Touché Amoré, al AMFest y a su público también le gusta la caña y la locura, pero no a cualquier precio. Con todo el cariño, y siempre según mis gustos, los belgas me parecieron la banda más infumable, diría que de largo, de todo el fin de semana.
Zeal & Ardor
Supongo que es lo que tiene el hype, pero el concierto de Zeal & Ardor fue, muy de largo, el que generó más expectación de todos los que veríamos hoy aquí. La banda liderada por el magnético vocalista Manuel Guigneux será nueva en todo esto, pero con tan solo un disco y medio se han puesto en el bolsillo a una muy considerable cantidad de gente de backgrounds y entornos muy distintos gracias a su energética y muy sorprendente mezcla entre música esclavista (mucha), rock (mucho) y black metal (poco). Por ello, metaleros, indies y gente absolutamente ajena a todo este mundillo se apelotonaron en las primeras filas con sonrisas de excitación y ganazas de encontrarse frente a frente con los suizo-americanos de nuevo.
Si fuera yo un abanderado del trvismo metálico, ahora me tocaría renegar de ellos y de todo lo que generan a su alrededor. Pero como resulta que no lo soy en absoluto, lo cierto es que el fenómeno Zeal & Ardor me parece muy interesante. Tampoco os creáis que los seguía demasiado cuando salieron e impactaron el panorama «extremo» (entre comillas porque no son extremos en absoluto), pero por esas cosas de la vida mi compañera los escuchó de casualidad y empezaron a fliparle lo que no está escrito, así que me los miré con nuevos ojos y, una vez vistos en directo en el brutal concierto que dieron el diciembre pasado en La 2 de Apolo, me hice también un poco fan.
Como es habitual, el extraño dubstep (o lo que sea) de «Sacrilegium I» fue la pieza encargada de abrir el concierto, un tema que dio paso a que los miembros de la banda aparecieran sobre el escenario con sus habituales capuchas. Hoy la disposición de la escuadra fue un poco curiosa: Manuel toma obviamente la posición central con su guitarra y su doble micro (en uno canta y en el otro berrea), y sus dos compañeros a los coros se colocan a lado y lado. El segundo guitarrista se situó en una esquina lejana, prácticamente fuera del escenario, mientras que la presencia de alguien que se encargara del bajo brilló por su ausencia. Con eso, quedó claro que quieren que la fuerza visual del grupo resida sobretodo en el trío vocal, quizás lo más único de su propuesta.
Ese concierto que os digo en el Apolo 2 fue algo casi alquémico, y aunque hoy quizás no alcanzamos tales niveles, nadie será capaz de poner en duda que la conexión creada entre Manuel, su tropa y el público fue intensa, magnética y casi mágica, y el calor sofocante que nos hizo sudar como auténticos pollinos en un baño turco no hizo sino aumentar el nivel de catarsis colectiva ante la fuerza que se desprendía del escenario. Como es habitual, empezaron con «In Ashes» y «Servants», pero fueron canciones como «Come on Down», «Row Row», «Blood in the River» o la brutal «We Can’t Be Found» (a mí fue el tema que mejor me sonó) las que pusieron aquello verdaderamente patas arriba con su crudeza y sus aires sureños e incluso bailables.
Es verdad que su fórmula se repite un poco entre tema en tema, con recursos y cadencias muy parecidas, e incluso podríamos observar que todas las canciones tienen una duración parecida, pero su propuesta es tan única y tiene tanto gancho que no tenemos más remedio que perdonárselo. El concierto de hoy, a pesar de que lo dimos todo y acabamos empapados, se hizo bastante corto. La recta final (ya sin capuchas y con Manuel sonriente en su timidez) fue totalmente apoteósico con «Don’t You Dare», la esperada «Devil is Fine» y «Baphomet», un tema que no ha sido publicado pero que siempre les sirve para cerrar sus conciertos. Ni falta decir que se llevaron una ovación de gala y que siguen siendo la niña de los ojos de muchos. Y la verdad, no me extraña para nada. Zeal & Ardor, grandes triunfadores de esta tercera jornada del AMFest.
Pelican
Sudado de arriba a abajo (seguro que el puesto de merch sacó humo durante este ratito) fui a sacar la cabeza al escenario 3 para ver qué se traían entre manos los debutantes Myoboku. Con un aire japonés en sus progresiones musicales, tal como su propio nombre puede hacr pensar, este cuarteto liderado por la musa de Aloud Marlina Herlop demostró tener su gracia, pero una vez más me encontré con que después de la adrenalina descargada con Zeal & Ardor, lo suyo no era exactamente lo que me apetecía en ese momento, así que al cabo de unas pocas canciones que me permitieron valorar positivamente su propuesta, decidí retirarme y coger aire para la recta final del día, que con la presencia de dos bandas tan distintas pero tan sólidas y fascinantes como Pelican y Za! prometía lo suyo.
Después de casi veinte años de trayectoria intachable, los americanos son toda una leyenda del post rock y post metal, y lo cierto es que su presencia aquí era uno de los grandes atractivos internacionales del día tanto para mí como para la mayor parte del público que se amontonaba ante el escenario principal. Una banda como Pelican es carne de AMFest al 100% y así quedó patente ante el generoso interés de un público que los tenía marcados en rojo en sus conciertos imprescindibles del día. El cuarteto de Chicago venía a presentar toda la pesadez contenida en su nuevo y fantástico Nighttime Stories, y lo cierto es que no les costó demasiado poner las cabezas de toda la sala a sacudir al unísono (fue una escena impresionante de ver, de hecho) a base de melodías repetitivas, bajos gordísimos, ritmos machacones y controlada contundencia sónica no exenta de cierta sensibilidad.
Aunque el sonido fue genial, la música es magnífica y objetivamente el concierto fue impecable, desde mi posición algo trasera (y quizás aún de resacón post-Zeal & Ardor) la cosa se me acabó haciendo algo plana. Por desgracia, me temo que no fui el único que tuvo esa sensación, ya que a medida que avanzaba la descarga se produjo un ligero éxodo entre el personal que hizo que estuviéramos más anchos y cómodos pero que me supo algo mal, especialmente porque lo mejor del concierto llegó en la parte final, con un bis apostoflante que desbordó intensidad, fuerza, emotividad y precisión (aunque no me digáis qué canción era, porque no tengo ni idea) y que generó aplausos desbordantes por parte del público, tanto hacia ellos como (tal y como se pidió desde el escenario) también hacia la gente de la organización. Bien, fue un muy buen concierto, pero no se va a meter entre mis destacados del fin de semana.
Za!
Qué mejor manera de cerrar la noche (y, repito, mi presencia en el AMFest de este año) que adentrándonos de nuevo en los maravillosos mundos de Za!. Si ayer fueron los japoneses Bo Ningen los encargados de llevar la locura más absoluta al último slot de la jornada, hoy era el dúo catalán el que iba a tener esa responsabilidad. Y como eso de llevar locuras a los sitios es su especialidad, la verdad es que les salió sobradamente de puta madre, levantando sonrisas, bailoteos, admiración, carcajadas y, cómo no, alguna que otra cara de incredulidad bastante justificada.
Porque vaya por delante que Za! no es una banda para todo el mundo. Habrá gente que se los encuentre de morros por primera vez, se quede con cara de puzzle y se marche rápidamente por donde ha venido preguntándose qué leches era eso. Pero los amantes de los bailes espasmódicos, los ritmos histéricos y locuelos, las maracas descontroladas y, en general, la inventiva y la locura en un contexto musical único encontrarán en ellos una auténtica mina. Si antes hablábamos de que Edi era una auténtica bestia tras los parches, aquí se le junta su compañero Pau para crear otro montón de capas con guitarra y sintetizador que conforman un universo musical inclasificable y fascinante.
Cosas tan curiosas como que efectos de voz me hicieran vibrar las aletas de la nariz (os lo prometo) solo pueden pasar en un concierto así. Intercambios de voces, piezas dedicadas al paracaidista abrazafarolas que todo el mundo tuvo en boca durante el día, raps respondones y ronditas noventeras con «Smack My Bitch Up» y yo qué sé más redondearon una experiencia multisensorial que puso la guinda perfecta a una segunda jornada del AMFest que si bien no tuvo el nivelazo increíble del día anterior (pocas jornadas de pocos festivales lo tienen) nos dejó una muy generosa cantidad de buenos momentos. Al día siguiente nos esperaba otra jornada preciosa con Alcest y Lisabö, y aunque a mí me dio bastante rabia no poder ir (aún así habrá crónica, claro), seguro que el año que viene tendremos más y mejor. Larga vida al AMFest!
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.