Desde que les conocí a raíz de su brutal segundo trabajo, siempre he sentido que Toundra han vivido un idilio bastante intenso con la ciudad de Barcelona. No sé si el hecho de haber sacado los dos discos que les catapultaron a la «fama» (II y III) con Aloud Music es en buena parte culpable de ello, pero la historia de la relación entre el cuarteto madrileño y la capital catalana está llena de inmenso cariño mutuo y ha sido escrita a base de tiernos amoríos y de frecuentes momentos apasionados. Tanto, que sus últimas visitas (así a bote pronto recuerdo Apolo allá por 2015, el AMFest de 2018 y la Sala BARTS el año pasado) se saldaron con exitazos de público verdaderamente incontestables y cada vez menos sorprendentes.
Evidentemente, este aprecio por el magnífico cuarteto instrumental no es algo en absoluto exclusivo de nuestra ciudad (en su Madrid natal me atrevería a decir que lo petan aún más), y lo cierto es que el tirón de la banda está en merecido y constante crecimiento en todos los rincones de la península y más allá, pero la simbiosis entre Barcelona y Toundra siempre me ha parecido algo muy evidente. Por ello, ante una visita tan especial (y probablemente irrepetible por estos lares) como ésta, en la que la banda viene a presentar la banda sonora que han compuesto para el gran clásico cine de terror Das Cabinet Des Dr Caligari, era de esperar una respuesta de nuevo masiva de la parroquia barcelonesa.
Viendo como en Madrid habían agotado todo el papel la semana anterior, debo decir que me traía algo mosca que aquí no hubiera sido también un rápido sold out. Claro que esta sensación estaba basada en no tener ni la más remota idea del tamaño de los tales cines Aribau, y de hecho, no me preguntéis por qué, en mi mente me imaginaba que estábamos hablando de algún tipo de salita de pacotilla. A la que llegué a las puertas del recinto ya vi que esto no podía ser exactamente así, claro, ya que el bullicio era considerable y la cola para entrar daba prácticamente la vuelta a la manzana. Más allá de las caras de sorpresa de la gente que ocupaba las terrazas cercanas (acostumbradas supongo a que a día de hoy vayan al cine cuatro gatos), aprovechamos el camino cola arriba para saludar a todo quisqui y, de paso, certificar que estábamos ante un evento único que no quería perderse nadie. Y que Barcelona, claro que sí, volvía a responder masivamente ante Toundra.
Una vez superada la primera entrada, el monumental vestíbulo adornado con grandes estatuas y provisto de elegantes escalinatas de bajada nos abrió el paso hacia las puertas de un mastodonte de sala como pocas había visto antes para ver una película. Con exactamente 1174 butacas repartidas en dos imponentes pisos, la grande de los Cines Aribau es una de las salas más bonitas y de mayor tamaño que aún quedan en Barcelona. Posiblemente, incluso, la más grande tras el cercano Coliseum, un recinto imponente que últimamente se ha reinventado como teatro y que ya no dedica ya casi nada de su programación a la proyección cinematográfica en sí. Y tanto su capacidad como la cantidad de gente que se repartía ya por los asientos y por los pasillos acentuaban el carácter absolutamente especial de la velada.
Con cierto retraso sobre la hora prevista, y una vez todo el mundo ya estaba sentado en sus butacas (la sala no estaba totalmente llena, pero le faltaba bien poco), los cuatro miembros de Toundra bajaron tranquila y campechanamente por uno de los pasillos centrales hasta llegar al rinconcito frontal en el que tenían esparcido el arsenal instrumentístico del que se iban a servir hoy. La reinvención que la banda experimenta en este proyecto también asume un interesante cambio de roles en sus componentes: mientras Esteban y Macón siguen encargándose de las guitarras, David combina parte de su batería (formada hoy por bombo, goliath y plato) con un piano y Alberto se olvida completamente de su bajo habitual para sentarse frente a un par de sintetizadores, responsables de la mayoría de efectos que escucharemos durante la velada.
Una vez superada la batalla con quienquiera que tenía que apagar las luces traseras de la sala y se estaba haciendo el longuis, los cuatro músicos se sentaron en sus respectivos taburetes y, con total sincronía con la proyección de la película, arrancaron también con las primeras notas de Titelsequenz, el breve corte que acompaña las líneas de crédito iniciales del film y que va a desembocar sin un segundo que perder en el primero de los seis actos (de aproximadamente doce minutos cada uno) que forman El Gabinete del Doctor Caligari, clásico imprescindible de la historia del cine, obra cumbre del expresionismo alemán y considerada unánimemente como la primera película de terror que se hizo jamás.
Antes de continuar explicando lo que ocurrió allí, me siento con la necesidad de poner un poco de contexto tanto a la película en sí como a la obra musical que Toundra nos venía a presentar para acompañarla. Para empezar, este proyecto se gestó a raíz del interesante ciclo que la gente de El Cafe Kino de Madrid puso en marcha el año pasado y en el que convencieron a varias bandas para componer una banda sonora e interpretarla sobre la proyección de una película clásica (y normalmente muda, claro) en los Cines Capitol de la capital castellana. Así que cuando Toundra recibió la propuesta de trabajar en este Gabinete, se empaparon una y otra vez de la película hasta componer una banda sonora completa que interpretaron por primera vez en 2019 en esa misma sala ante un éxito absoluto de público.
Y claro, ya que se lo habían currado tanto, no tenía mucho sentido dejarlo aquí, así que la banda decidió entrar a grabar su creación y, por si fuera poco, embarcarse en una pequeña gira (que de momento recorrerá varias ciudades españolas y alemanas) interpretando su banda sonora encima de la proyección de la película. Detalles como éste, por supuesto, son los que separan a una banda normal de una gente tan inquieta cultural y artísticamente como son Toundra. Porque con los discazos que sacan tendrían más que suficiente para mantener su reputación, pero aventuras como fue Exquirla o es esta banda sonora son algo reservado solo a los más valientes. Y la valentía, en su caso, siempre les ha dado alegrías y les ha generado un montón de elogios más que merecidos.
El Gabinete del Doctor Caligari, por su parte, es todo un clásico del expresionismo alemán y de la historia del cine. Dirigida por Robert Wiene y escrita por Hans Janowitz y Carl Mayer, fue estrenada en 1920 (de hecho cumplió cien años hace unas pocas semanas) y está considerada la primera película de terror que se hizo nunca. Fue una obra revolucionaria cuando se estrenó y sirvió de inspiración para otros largometrajes también míticos y quizás más conocidos como Nosferatu (1922) o Metropolis (1927). Y si no la habéis visto nunca, con o sin banda sonora de Toundra, os recomiendo encarecidamente que lo hagáis, ya que tanto la aproximación visual como la historia que cuenta no te dejarán indiferentes ni aún hoy.
De vuelta al Cine Aribau, decir que cuando pedí mi acreditación, infeliz de mí, tuve la brillante idea de mostrarme voluntario para echar cuatro fotos y, por tanto, sugerir que me pusieran en primera fila. Por un lado eso fue genial, claro, ya que tuve a la banda a dos metros y me pareció todo un lujo poder escuchar el click de los pedales, el sonido de la claqueta y el rasgar de las cuerdas de la guitarra mientras seguía con fascinación las miradas que se cruzaban entre ellos y a la pantalla para asegurarse de que iban absolutamente clavados en todo momento. Por otro lado, al estar totalmente a oscuras las fotos fueron un auténtico desastre y el inmenso pantallote se me echaba encima sin ningún tipo de piedad. Tanto que, viniendo como yo venía de una calçotada de esas de abuso de vino peleón bajo el sol, salí de ahí con un dolor de cabeza bastante molesto.
Eso sí, la experiencia me pareció absolutamente deliciosa, y si la banda sonora ya es magnífica de por sí escuchada en tus auriculares y sin ningún tipo de contexto, la simbiosis con las imágenes lo convierten en algo indescriptible. La absoluta precisión en la sincronización y el sonido prístino del que disfrutaron en todo momento (sonó todo exactamente como el disco, y el equipo de una sala de cine de este nivel es todo un lujo) se combinaban a la perfección con los exagerados movimientos de caracteres tan inquietantes como los del Doctor Caligari, Cesare o Francis por decorados irreales de ángulos imposibles, formas absurdas, sombras ilusorias y taburetes altísimos. Aunque es evidente que, con cien años de perspectiva, algunos de los recursos visuales de los que se sirve la película pueden parecer sencilla y llanamente cutres, lo cierto es que el efectismo que logran representar sigue absolutamente vigente y no creo que nadie se aburriera ni perdiera el hilo de la historia en ningún momento.
La música subía y bajaba de intensidad al ritmo de lo que ocurría en la pantalla, y mientras algunos pasajes se repetían de forma recurrente y nos transmitían una cierta y confortable sensación de familiaridad enmedio de la tensión que nos llegaba desde la pantalla, en los momentos más intensos (como cuando Cesare no se atreve a apuñalar a Jane y se la intenta llevar secuestrada) la fuerza de la música alcanza un nivel de cierto susto. Y aunque durante la inmensa mayoría del metraje los músicos están tremendamente concentrados en la pantalla y en lo que tienen que hacer, también hay instantes (como el momento casi jazzero que encontramos al final del tercer acto) en los que se dejan ir para engorilarse (sobretodo Esteban) sin llegar a dejar nunca el contacto con sus taburetes.
A todo eso, por cierto, El Gabinete del Doctor Caligari es un películón. No creo que valga la pena que os explique el argumento ya que si ya la habéis visto no os aportará nada nuevo y si no lo habéis hecho os voy a arruinar la experiencia contándoos el final, pero sí que me gustaría comentar que, curiosamente, el inesperado giro final y la idea de que la historia de Caligari y Cesare sea contada por Francis a su compañero de banco en el prólogo y el epílogo no fue lo que tenían en mente originalmente los escritores del guión, sino que les fue impuesta por quién fuera que tenía el control sobre la edición de la cinta. Recordad que estábamos en la Alemania de entreguerras (en realidad, la película se grabó tan solo unos meses después del final de la Primera Guerra Mundial), así que las proclamas políticas no eran aún muy bien recibidas.
De hecho, y a pesar de que visto en perspectiva creo que esta decisión ayuda a dar un impacto especial a la historia, ambos guionistas se lo tomaron como una ofensa gravísima que diluía el mensaje de protesta social y denuncia de los poderes del estado y a los abusos de autoridad que pretendían transmitir originalmente. De ser un film revolucionario pasó a ser algo conformista, dicen. Puro entretenimiento. Y visto así, claro, es muy posible que tengan razón, porque el propio Caligari, director de un manicomio y máxima figura de poder en la película, pasa de ser un tirano egoísta que usa su posición de privilegio para abusar impunemente de aquellos bajo su responsabilidad y control a ser una simple figura fruto de la imaginación de una mente perturbada.
Muy interesante, me parece.
Al cabo de 72 minutos de aguantar la respiración y de vivir en el mundo paralelo en el que Toundra y Wiene nos habían metido, la última nota de la larguísima pieza que pudimos escuchar hoy coincidió a la perfección con el cartel de «Das Ende». Inmediatamente después se encendieron de nuevo las luces y los cuatro miembros de la banda se levantaron, se abrazaron ante lo exitoso de su ejecución y saludaron a un público que no tenía del todo claro qué hacer en ese momento, si levantarse y aplaudir a rabiar o mantenerse en el estado de semi-catatonia en el que habían transitado en la última hora y media. De lo que nadie tuvo ninguna duda, eso ya os lo digo, es de arrasar con el puesto de merch al salir, un puesto en el que algunos miembros de la banda se dirigieron para coleguear un rato con la gente.
Lo cierto es que todos los presentes podemos tener los cojones pelados tanto de ir a conciertos (sí) como de ir al cine (yo no voy casi nunca), pero ese sábado por la noche salimos de ahí con la absoluta certeza de que habíamos sido partícipes de un evento único y testigos privilegiados de un paso más en el crecimiento brutal, tanto artístico como a nivel de popularidad, que está experimentando esta banda, cada día más decidida a caminar su propio camino sin ningún tipo de limitación ni condicionante. Por ello tienen toda mi admiración y mi aplauso. Y por lo visto, el de mucha gente más.
Esta misma semana, por cierto, los madrileños estarán también tanto en Badalona como en Granollers descargando su habitual repertorio rockero. El concierto en la capital vallesana, por cierto, se celebrará en la ya conocida Nau B1 y lo co-organizamos desde Science of Noise, así que desde aquí os conmino a todos a venir y hacer el doblete que esta gente se merece. ¡Vamos, valientes!
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.