Dando el pistoletazo de salida a un fin de semana brutal en el que muchos ya estaban listos para marcarse un triatlón junto a Machine Head y Trivium en los dos días siguientes, los finlandeses Insomnium llegaban a la Ciudad Condal para conformar, junto a los suecos Tribulation, uno de los carteles que esperaba con más ganas de toda la temporada primaveral. Empezando porque nunca antes había tenido la oportunidad de verlos, continuando con que Winter’s Gate me parece poco menos que una obra maestra y acabando con que Tribulation, para mí, son una de las bandas imprescindibles de esta generación, todo apuntaba a evento memorable.
Después de pasar por delante de una ristra de jovenzuelos que esperaban entrar a la sesión electrónica de la Sala 3, la risueña chica de prensa de la organización nos comunicó la noticia que iba a centrar la conversación en el corrillo de fotógrafos reunidos antes de empezar la velada: el concierto de Tribulation iba a transcurrir como es habitual (las tres primeras sin flash), pero como el «primer tema» que iba a tocar Insomnium dura cuarenta minutos, nuestra estancia en el foso se iba a limitar a diez, lo que sería la mar de aceptable si no fuera por el pequeño inconveniente que durante ese tiempo no iba a haber luces encima del escenario. Ya os podéis imaginar que los fotógrafos mediocres como yo siempre disfrutamos con alegría de estas circunstancias excepcionalmente complicadas. Como si no tuviéramos suficiente con lo que tenemos. En fin.
Tribulation
Desde poco después de abrir puertas se fue acumulando una respetable cantidad de gente para esperar la salida de los suecos Tribulation, listos para saltar al escenario de una sala Razzmatazz 2 que hoy lucía sin cortinas pero que quedó lejos del lleno. Aunque la mayoría de gente les tenía muchas ganas, y a mí personalmente me flipan, hablé con alguno que otro al que le parecían un desastre infumable e indigno de formar parte del cartel de hoy. En mi irremediable positividad, me gusta pensar que la capacidad de generar este tipo de opiniones polarizadas no deja de ser una buena señal, indicando que lo que hacen tiene personalidad propia y no deja indiferente a casi nadie.
Es verdad que las posturitas de bailarina de un Jonathan Hultén al que es imposible quitarle los ojos de encima pueden echar para atrás a más de uno, especialmente aquellos con alto nivel de masculinidad y poca tolerancia para expresiones demasiado poco convencionales en un mundo tantas veces demasiado convencional como es el metal, pero a mí me parece que Tribulation tienen «un algo» que los hace especiales, tanto musical como estéticamente.
Curiosamente, así como cuando les ví por primera vez hace tres años junto a Melechesh y Keep of Kalessin había una considerable cantidad de gente que había venido exclusivamente por ellos, hoy no me dió tanto esta sensación. No niego que también fuera así, quizás sí, pero personalmente no lo vi como algo tan obvio. Quizás el hecho de haber venido hace sólo dos meses, cuando acompañaron a Arch Enemy y Wintersun a mediados de enero, hizo que algun que otro fan (o curioso) sintiera que ya había cumplido con lo suyo y no se molestara a pasarse.
En lo que refiere a mí, y aunque hoy gozaban de un mayor protagonismo relativo en el global del cartel y pude seguir sus evoluciones mucho más de cerca, no recuerdo disfrutar tanto como lo hice en enero, un día en el que me encandilaron especialmente. Tampoco creo que esto sea algo que se les pueda achacar exclusivamente a ellos: en ese momento acababa de salir Down Below y yo llevaba una enganchada padre con el disco y, por extensión, con la banda en general. A día de hoy me sigue pareciendo un discazo, claro, pero ya no me lo miro con el mismo nivel de adicción.
Aún y así, con una puesta en escena icónica y un cancionero impecable, Tribulation demostraron una vez más que son encantadores e irresistibles a pesar de mostrarse estudiadamente lejanos y fantasmagóricos. Horror, glam, black metal… todo se junta para crear una imagen única e identificativa. Johannes Andersson ejerce de centro de gravedad, tomando el centro del escenario y plantándose detrás del micrófono con su tozudo bajo Rickenbacker a cuestas sin moverse demasiado. Y no es que esté sobrado de peso ni muchísimo menos, al contrario, pero al lado de dos florecillas como Adam y Jonathan dá casi la sensación de tener algun michelín de más.
Es interesante ver como sus pantalones de campana, sus movimientos lentos y parsimoniosos y su voz grave y poderosa ayudan a dar la impresión visual de estar sólidamente conectado con el piso y con sus raíces, en contraste con los gráciles aleteos de sus dos compañeros de escenario, aparentemente más preocupados por arrancar a volar que por mantenerse con los pies en el suelo. Dos tíos, por cierto, que despertaron mi instinto más maternal y me hicieron entrar ganas de ofrecerles un bocadillo, tan en los huesos como están. Adam Zaars se lo toma con un poco más de calma, pero las evoluciones de Jonathan Hultén son absolutamente fascinantes. No para un segundo quieto y se contorsiona constantemente de forma etérea y, a veces, casi irreal.
Esta combinación entre tierra y aire, entre una base rítmica sólida y poderosa (a la que también ayuda, y mucho, el desempeño de Oscar Laender tras los parches) y una melodía humeante y volátil es quizá lo que mejor podría definir lo que hace que los suecos me parezcan una banda tan especial, cuya música no invita a sacudir la cabeza como la gran mayoría de grupos de metal sino a realizar movimientos sinuosos con las caderas, los hombros y el resto del cuerpo, imitando inconscientemente los bailoteos de Jonathan. Unos bailes que, no me jodas, son maravillosos.
En cuanto al repertorio, cambiaron un par de temas respecto a lo que hicieron con Arch Enemy a principios de año, y en los cincuenta minutos de los que dispusieron compactaron bien algunas de las mejores canciones de sus tres últimos discos, los únicos a los que hacen caso hoy en día. La cosa empezó con Adam en solitario, atacando los primeros acordes de «Lady Death» (muy ghostiana), para continuar con un par de ya-casi-clásicos como son «Melancholia» (muy kvelertakiana) y «In the Dreams of the Dead», pertenecientes ambas a su exitoso y celebrado The Children of the Night.
Un encuentro casi sexual entre la guitarra de Jonathan y el bajo psicodélico de Johannes dio paso a «Randa» y a «Ultra Silvam», de The Formulas of Death, y a pesar de ser muy buenos temas quizás no tienen el gancho tan inmediato de sus trabajos posteriores. «Nightbound» es, sin duda, mi corte favorito de su último álbum: gótico, oscuro y ultra melódico. Una auténtica delicia antémica que, de nuevo, no puede disimular algun que otro deje a Ghost. Continuaron con la también nueva y también bailonga «The Lament», acabando con el que es probablemente su gran hit (si se puede llamar así), la fantástica «Strange Gateways Beckon» que cerró una muestra muy equilibrada y casi perfecta del cancionero de la banda sueca.
Al son de las notas del «Across the Universe» de los Beatles, Tribulation se bajaron del escenario mientras recibían una sincera y sonora ovación generalizada que confirma su constante crecimiento. Creo que su estilo, tanto a nivel musical como visual, tiene aún mucho potencial y, a mi juicio, es una banda destinada a alcanzar cotas bastante más altas. ¡Y nosotros que lo veamos! If you are not into Tribulation, you are not my friend!
Setlist Tribulation:
Lady Death
Melancholia
In the Dreams of the Dead
Randa
Ultra Silvam
Nightbound
The Lament
Strange Gateways Beckon
Insomnium
Por algun motivo u otro, y a pesar de haber sido siempre muy muy fan del death metal melódico, solo he seguido a Insomnium desde hace relativamente poco. Tan poco como que diría que los conocí de verdad cuando salió Shadows of the Dying Sun, un muy buen disco del que disfruté en su momento (y sigo disfrutando ahora) pero que tampoco me motivó lo suficiente como para ponerme a investigar su carrera en profundidad. No fue hasta que Winter’s Gate llegó a mis manos hace menos de un par de años que todo cambió: este álbum sí que me parece espectacular (de hecho, en mi reseña del momento le di un 9,5 y no me desdigo ni de una coma de mis elogios) y me lo he seguido poniendo muy a menudo desde entonces. Gracias a él, finalmente me animé a bucear por su catálogo anterior, encontrando un montón de perlas muy sugerentes que, eso sí, tampoco me han encandilado tan a lo bestia como este último disco.
Y aunque decidirse a publicar un disco con una sola canción de 40 minutos (partida en siete actos más o menos diferenciados, eso sí) puede parecer un suicidio comercial, la recepción de Winter’s Gate entre prensa y fans de todo el mundo ha sido totalmente entusiasta. No es para menos, claro: el disco es bellísimo y fluye con una facilidad asombrosa, evocando a la perfección una historia que el vocalista Niilo Savanen había escrito años atrás y que describe las aventuras y desventuras ocurridas en el accidentado viaje de un grupo de vikingos por tierras y mares norteños.
Teniendo en cuenta las circunstancias especiales del disco y esta excepional acogida, los finlandeses han estado tocándolo en su totalidad por todos los rincones del mundo. El verano pasado lo hicieron en el Leyendas del Rock, y ahora por fin le toca el turno a nuestras salas, que aunque parezca extraño visitan por vez primera como cabezas de cartel. Esta posición prominente y la hora y media aproximada que tenían asignada permitió que pudieran configurar un repertorio que incluyera Winter’s Gate al completo y unos cuantos temas extra de su fondo de catálogo. A la hora de la verdad, y de forma bastante fascinante, se trató prácticamente de dos conciertos distintos, casi de dos bandas distintas: en el primero predominó la oscuridad y la melancolía, intuyendo a los miembros del grupo como figuras distantes entre las sombras. En el segundo, en cambio, se abrieron las luces y todo fueron bromas, poses y sonrisas.
Por ello, mis sensaciones ante un concierto que esperaba con muchas ganas fueron algo encontradas: por encima de todo, yo había venido a ver Winter’s Gate, y entre que el sonido fue tirando a pésimo y la frialdad y oscuridad con la que transcurrieron esos cuarenta primeros minutos (frustración de fotógrafo mediocre a parte), no acabó de atraparme como me habría gustado. Entiendo que la historia que cuenta esta larga canción se presta a que ocurra precisamente esto, y no me desagrada la idea de querer dotar la interpretación del disco de un aura particular, pero no sé si exactamente esta era la mejor forma.
Aunque tuvimos que lidiar con un sonido bajo y embarullado durante todo el concierto, los niveles de épica y melancolía casi sobrenaturales que posee este disco se pudieron vislumbrar en los maravillosos vaivenes de causas y consecuencias que se suceden y se repiten a lo largo de toda la historia. En algun momento las perennes luces azules que oscurecieron el escenario en todo momento se tornaron rojas para reflejar un par de pasajes de especial intensidad, pero por lo general todo transcurrió bajo una decepcionante monotonía. Incluso el útimo de sus actos, el más veloz y contundente del disco, se tornó prácticamente ininteligible por culpa de un sonido terrible. Estamos, seguro, ante uno de los álbumes que más he escuchado en este último par de años, y este último tema me en-can-ta, pero si me teletransportas ahí sin ningun contexto, habría sido totalmente incapaz de reconocerlo. Así de mal estaba la cosa.
Con la doble decepción que supuso que me decepcionara un disco que amo y de que me supiera mal que me decepcionara una banda que me cae muy bien, acabó la interpretación de Winter’s Gate, momento en que ellos aprovecharon para hacer un pequeño parón y nosotros para comentar con unos y con otros lo decepcionados que estábamos (o no) con el sonido y con las luces. Al cabo de unos (pocos) minutos, volvieron a subirse al escenario, encendieron unos focos blancos que les enfocaron directamente en la cara, y empezaron un concierto absolutamente distinto, algo que al principio me mosqueó, después me desconcertó y al final valoré como algo incluso divertido.
El sonido no mejoró lo más mínimo, pero al menos sobre el escenario pasaban cosas que nos mantenían entretenidos: las luces iban cambiando y los miembros de la banda no escatimaban en poses y en sonrisas, especialmente Niilo Savanen y el guitarrista Markus Vanhala, que llevaba una muñequera con el logo de Omnium Gatherum, su otra banda. Empezaron esta segunda parte del concierto con «The Primaveral Dark» y la imprescindible «While We Sleep», los dos temas que abren Shadows of the Dying Sun, uno de sus discos más celebrados. La segunda es probablemente el gran hit de la banda, y supuso una explosión de energía y alegría que todo el mundo apreció después de la frialdad con la que había transcurrido el concierto hasta ahora. Un tema precioso que nos tocó el corazón y nos emocionó especialmente con aquellos «I need to slow down» tan fantásticamente melancólicos.
A partir de ahí es cuando me di cuenta de una evidencia personal: me conozco el Winter’s Gate de pé a pá pero no controlo el resto de la discografía de la banda finlandesa con suficiente profundidad como para disfrutar satisfactoriamente de canciones como «Mortal Share», «Down with the Sun» o la final «Only One Who Waits» con un sonido tan terrible. Y mira que en disco son temones bastante serios, al igual que los otros tres que completaron su setlist, con especial mención para la excelente «The Promethean Song», certificando una vez tras otra que su capacidad para crear canciones potentes y tremendamente emotivas es única, con unas guitarras magníficas y la interesante combinación entre la voz abrasadora de Niilo y la melodica de Ville Friman. Toda una pena que no se pudieran apreciar con todo el detalle que se merecían.
Así que aunque los más fans salieron contentos, yo me quedé con un sabor algo agridulce. Quizás por las expectativas tan elevadas con las que había venido, o quizás porque los dos últimos conciertos que había vivido en esta sala (Cannibal Corpse y Heaven Shall Burn) fueron pepinos de una intensidad extrema, pero el hecho es que la descarga de hoy me dejó un poco a medias. Los miembros de Insomnium siguen siendo encantadores, eso sí, y su música es brillante y sensible, así que confío en que haya sido un mal día a nivel técnico y, como buen optimista incontinente que soy, ya afirmo que los volveré a recibir con las ansias en todo lo alto la próxima vez que nos encontremos de nuevo.
Setlist Insomnium:
Winter’s Gate pt. 1
Winter’s Gate pt. 2
Winter’s Gate pt. 3
Winter’s Gate pt. 4
Winter’s Gate pt. 5
Winter’s Gate pt. 6
Winter’s Gate pt. 7
—
The Primaveral Dark
While We Sleep
Mortal Share
Down With the Sun
Weather the Storm
Ephemeral
The Promethean Song
Only One Who Waits
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.