Seis años sin Sigur Rós en nuestras tierras es demasiado tiempo. Su última visita fue como cabezas de cartel de uno de los Primavera Sound más increíbles que uno pueda soñar. Esa noche, Sigur Rós enamoró a cientos de miles de personas. Fieles y curiosos se prendaron de esa sublime actuación de los islandeses.
Han pasado seis años, sin disco nuevo por cierto. Kveikur (2013) está a punto de cumplir diez años. Pese a que la creatividad de la banda no se ha visto mermada en estos diez años, las nuevas “entregas” de Sigur Rós o de Jónsi en solitario han sido proyectos totalmente olvidables.
El anuncio de gira nos cogió por sorpresa y la noticia de que pasaría por nuestro país llenó nuestros corazones de amor. Pero la elección de la sala en Barcelona parecía una broma de mal gusto. El Sant Jordi Club, una de las peores salas de la ciudad no es para nada el mejor sitio para recibir la propuesta minimalista y delicada de los islandeses. Sí, tampoco lo es el Mainstage del Primavera Sound. Pero es que el Sant Jordi Club es una sala muy mala. Además, tenemos que añadir que, encima, en el Palau Sant Jordi, había actuación de Melendi, con lo que llegar al recinto y aparcar fue laborioso.
Los que han visto a Sigur Rós en directo ya sabrán que no existe una banda tan perfecta sobre un escenario. La fusión de música y puesta en escena es tan increíble como pueda uno imaginarse. El minimalismo estilístico cobra vida con un juego de luces tan acertado como mágico. Las sombras juegan un papel tan o incluso más importante que las iluminaciones.
El concierto estaba programado para empezar a las 21:00. En ese momento la sala ya presentaba un aforo casi completo y la sensación de agobio por tanta multitud era una constante en la cara de la gente. Con un cuarto de hora de retraso empezó el espectáculo. Un repertorio dividido en dos con una pausa entremedio. La previsión era de que el concierto se alargase dos horas y 25 minutos más la citada media parte. El total ascendería a dos horas y 40 minutos aproximadamente. ¿Demasiado? Sí.
Un show tan largo es complejo de abordar, y más si la primera parte del repertorio es la selección de las piezas más lentas y calmadas de la banda. Con lo que el hype inicial va mutando rápidamente en:
- Sigur Rós son especiales y únicos. Menuda manera de emocionarnos.
- Quizás deberían tocar alguna canción más intensa entre tantas lentas.
- Quizás deberían salir de las penumbras para que, al menos, podamos ver algo.
- Me está entrando sueño si no aceleran.
- Los de mi alrededor están empezando a hablar.
- Necesito hablar o me duermo.
- Necesito el descanso para tomar aire.
Sí, llegar al descanso implicaba dos opciones: confiar en que la segunda parte fuera más intensa con lo que me quedo en el recinto, o bien, estamos aburridos, esto no es para nosotros. Mucha, muchísima gente abandonó el recinto en el interludio. No les culpo. Yo soy partidario de que un concierto tenga su medida adecuada, ni menos ni más. En este caso, Sigur Rós quiso extasiar al público y lo que logró, en muchos momentos, fue aburrir.
Pero regresando al concierto en sí, la perfección del sonido de todo el show fue un escándalo. Los pocos instrumentos representados sobre el escenario sonaron tan nítidos y tan perfectos que podías buscar todas las capas existentes. La voz de Jónsi, de otro mundo. Su interpretación, tanto en islandés como en vonlenska es tan intensa que logra captar todas las fragancias de la belleza. Vale la pena recordar lo del concepto vonlenska, una lengua totalmente inventada que basa su “abecedario” en que solamente sus sentidos y tu corazón lo puedan entender. Esta lengua, o como quiera uno llamar a este concepto, está representado en el disco () (2002), álbum que cumplirá 20 años en unos días y del que interpretaron seis de sus ocho canciones.
Las canciones de () (2002) cobran vida en directo, y pudimos comprobarlo, sobre todo en “Frysta” y la increíble y perfecta “Popplagið”, pieza que sirvió como cierre de la velada. Momentos álgidos los tuvimos con “Ný batterí” en el primer tiempo. “Glósóli”, “Festival” y “Kveikur”, en la segunda mitad.
En todo momento la belleza se adueñó del show. Un recital marcado por la atenta mirada de unos fans que incluso pedían silencio al público cuando alguien le daba demasiado a la sin hueso. Pero repito e incido: el Sant Jordi Club no es la sala para conciertos así. Sigur Rós se tendría que poder disfrutar en el Auditori, el Fòrum o incluso en el Liceu. Pero aquí y de esta forma, no.
En cuanto al concierto, irregular repertorio para tanto concierto. La primera mitad fue floja, e incluso aburrida aunque me joda admitirlo. Jónsi y los suyos bajaron nuestras revoluciones, para muchos con resultado fatal. Abandonar un concierto por el que has pagado casi 60€ porqué la banda te está aburriendo, es uno de los peores resultados posibles. Y fueron muchos los que decidieron abandonar el barco antes de tiempo.
Setlist Sigur Rós:
Set 1:
Set 2: