Hubo unos tiempos en los que aspirar a ver a los daneses D·A·D era toda una odisea, y si querías conseguirlo, había que ir más allá de los Pirineos. Esos tiempos ya han quedado atrás y a día de hoy poder ver a estos locos vikingos es más que habitual, y siempre una experiencia reconfortante. Hasta seis veces he podido disfrutar de sus shows y uno queda embobado en escena por las múltiples bazas con las que juega el grupo en sus directos. Pero el secreto del grupo, de una longevidad tan evidente, y de no bajar nunca el listón de calidad, ciertamente, lo da el hecho de haber conseguido mantener (casi) siempre la misma formación. En todas estas décadas de singladura sólo se ha cambiado el batería, y fue una única vez en 1999.
¿Y qué estilo toca realmente D·A·D? Esta es una pregunta a la que me veo abocado cada vez que tengo que recomendar a alguien el grupo. Hay hard rock, eso es evidente, pero también hay punk, ritmos western, experimentación, coqueteos con el grunge y demás mejunje variado. Este sello tan personal lo han marcado las diferentes personalidades del propio grupo. Un cantante tan solvente y personal como Jesper Binzer da mucho juego y un gran número de posibilidades, como también los da la movilidad y locura con patas que es la guitarra de su hermano Jacob Binzer. Laust Sonne es pura solvencia y en directo lo he llegado a ver tocando boca abajo en Wacken, dejando a la gente alucinada. Y es que D·A·D siempre han tenido esa vertiente de espectáculo inesperado.
Pero si realmente son recordados por algo, o por alguien, toca hablar de Stig Pedersen. Espigado bajista amante de los disfraces y de crear sus propios bajos a juego con lo que lleva puesto. Los conciertos avanzan mientras él se dedica a tocar sus largos mástiles de sólo dos cuerdas con todo tipo de formas inimaginables. El Mortadelo del metal lleva un cohete por bajo, una aceituna pinchada en un palillo, un bajo luminoso, uno con forma de espina de pez o el estratosférico bajo al revés. Difícil de explicarlo, la verdad, mejor verlo en directo. Es también un buen amigo de la pólvora y de la pirotecnia y posee un casco que lanza fuego. Repito, es un grupo imprevisible y en la Salamandrade L’Hospitalet. se llegó a ponerlo y a lanzar cohetes, pasando de prohibiciones.
Cuando empezaron allá por 1982 tuvieron la brillante idea de elegir como nombre Disneyland After Dark jugando a imaginar lo tétrica que podría ser Disneylandia una vez las luces se habían apagado y las sonrisas de los niños volvían para casa. A los señores de la Factoría Disney no les pareció para nada una buena idea y les lanzaron su bufete de abogados para sugerirles, amablemente, que optaran por otro nombrecito. D·A·D fue la elección, manteniendo la esencia.
Presentaran nuevo disco que lleva por nombre A Prayer for the Loud tras ocho años de silencio discográfico. Con este ya son hasta cuatro discos en lo más alto de las listas danesas, aunque posiblemente el resto del mundo les recordará siempre por ese enorme clásico que es “Sleeping My Day Away” que llegó a hacerse un hueco en la MTV y que de paso les dio su única entrada en las listas americanas del maravilloso No Fuel for the Pilgrims.