Los aficionados al thrash metal clásico estamos de enhorabuena. Esta frase rezuma cliché por todos lados, pero en este caso no deja de ser absolutamente cierta. Así como el año pasado pudimos disfrutar de una giraza como la que trajo a Overkill junto a Destruction y Flotsam & Jetsam a nuestros escenarios, esta vez subimos la apuesta con tres bandas que se cuentan entre lo más granado que ha salido nunca de la mighty Bay Area de San Francisco y cercanías. Porque para muchos, grupos como Testament o Exodus merecen tanto como cualquiera formar parte del Olimpo del Thrash, e incluso a los segundos les podemos casi considerar co-inventores del género. Death Angel, por su parte, apuntaban altísimo pero la mala suerte hizo que no llegaran a petarlo tanto como seguramente merecían.
Poco podemos decir sobre Testament a estas alturas que no hayamos dicho ya en los múltiples artículos que les hemos dedicado a lo largo de estos últimos tiempos. Unos meses antes de sacar su nuevo disco (un Titans of Creation que está previsto para principios de abril), Chuck, Eric y compañía se lanzan a liderar una gira de perfil nostálgico que habría podido ser un puro y llano «grandes éxitos» pero que, viendo los repertorios, se ha convertido más bien en una oportunidad de llevar al directo a algunas canciones olvidadas del catálogo (sobretodo reciente) de los americanos. Un catálogo reciente, por cierto, que raya a un nivel altísimo y que no tiene nada que envidiar a la producción clásica de la banda (incluso algunos podrían decir que lo supera, y no les faltan argumentos para afirmarlo).
Con un line up de auténtico lujo que incluye a Gene Hoglan y Steve deGiorgio como base rítmica al lado de los originales Chuck Billy, Eric Peterson y Alex Skolnick, Testament es una banda que me flipa desde el primer día que los conocí, pero cuyas actuaciones en directo siempre me solían dejar bastante frío (o, más bien al contrario, me solían dejar sordo como una tapia del volumen absurdo que acostumbraban a llevar). En este último Rock Fest, de todas maneras, se resarcieron de todos sus pecados firmando un bolazo absolutamente espectacular, uno de los mejores del festival para mi gusto, que prueba que están en un estado de forma envidiable. Esperemos (yo estoy seguro de ello) que lo vayan a mantener en esta gira.
Los pobres Exodus han tenido una carrera tan irregular que de poder haber sido una banda absolutamente pivotal en todo el movimiento thrash (que de hecho lo son, y para muchos son los inventores del género), se han quedado en simples acompañantes de lujo para giras como ésta. Con discos tan seminales como son Bonded By Blood o Fabulous Disaster, la banda liderada por Gary Holt y Tom Hunting nació antes que ninguna otra banda de la Bay Area (recordemos que de aquí salió Kirk Hammett en dirección a los casi primeros Metallica), vivió sus años semi-dorados a finales de los ochenta y, como tantas otras bandas de thrash, se hundió por completo en la década siguiente, sacando un par de discos de dudosa inspiración y, finalmente, separándose durante unos años.
Con la llegada del nuevo siglo, Exodus parecen haber recuperado la buena forma, y la verdad es que todos los discos que han publicado desde su vuelta suenan como un cañón, el último de ellos siendo el ya lejano Blood In Blood Out de 2014. Con Gary Holt de nuevo en las filas de la banda después de su periplo en los teóricamente separados Slayer, con Tom Hunting eternamente tras los parches y con la clásica voz de Steve «Zetro» Sousa escupiendo rabia sobre las primeras filas, los californianos parecen estar preparando un nuevo disco y querrán demostrarnos que siguen en un momento de forma excelente cinco años después de su última visita, acompañando precisamente a Testament en una sala Salamandra peligrosamente abarrotada.
Y para completar un cartel de ensueño para cualquier aficionado al thrash, otra puñetera leyenda como son Death Angel. Los de Mark Osegueda y Rob Cavestany apuntaban a una posición de liderazgo del género con un disco de debut tan potente, fresco y original como fue The Ultra-Violence (1987). La potentísima discográfica Geffen (que a finales de los ochenta tenía a gente como Nirvana, Gun N Roses o Aerosmith en sus filas, casi nada) apostó por ellos como punta de lanza de su invasión metálica, publicando un Act III que jugaba con el funk, la guitarra clásica latina y otros estilos nada trues y que fue recibido con reacciones encontradas por parte del público. Para acabar de certificar el final de su etapa clásica, el que fuera batería de la banda Andy Galeon sufrió un accidente de tráfico que lo mantuvo un año fuera de juego, y al negarse a reemplazarlo Geffen despidió a una banda que poco después lo dejó correr definitivamente.
Como tantas bandas de thrash metal que vivieron una potente crisis de identidad durante los noventa, Death Angel volvieron con fuerza a principios de los dosmiles, y a día de hoy parecen vivir (un poco como ya decíamos que le ocurre a Exodus) una segunda (o tercera) juventud. Discos como Relentless Retribution, The Dream Calls for Blood o, especialmente, el genial The Evil Divide son buena muestra de ello, y su reciente Humanicide, si bien no tan inspirado como los mencionados, es también un buen disco que nos muestra el buen estado de forma en el que se encuentra la banda a día de hoy. Personalmente, no he tenido la ocasión de verlos en directo, y ya os digo que ganas no me faltan.
Total, tres bandones de thrash metal que como tengan un buen día nos van a dejar las cervicales hechas trizas hasta el punto que los más eclécticos del lugar podremos olvidar que hemos tenido que sacrificar el concierto de los polacos Riverside para verlos en lo que es, para mí y sin duda, el solape más tremendamente doloroso de toda la temporada primaveral. Pero bueno, mejor que sobre que no que falte.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.
