La previa de Science of Noise: WARCRY

Si la banda de power metal de origen asturiano WarCry fuera una bebida, sería la Coca-Cola: tienen La Fórmula; o, mejor escrito, han ido dando, a lo largo de sus ya más de 25 años (si tenemos en cuenta su maqueta Demon97) de carrera, con Las Fórmulas, así, en plural y con mayúsculas. Desgranando la analogía, da igual si se trata de la fórmula original (que, en el caso del refresco, incluía hojas de coca) con discos compuestos a base de e(s)pi(di)cidad (para muestra, búsquese «El Guardián de Troya», primer tema de su tercer disco Alea Jacta Est, de 2004); de la de la Coca Light (con grabaciones menos agresivas en las que el doble bombo y los agudos tienen mucho menos protagonismo – escúchense los LP’s Alfa, de 2011, o Inmortal, de 2013); de la Coca-Cola Zero, la niunacosanilaotra de la compañía americana (¿Dónde está la luz?, de 2005 o Revolución, de 2008, incluyen tanto composiciones más powermetaleras como otras más heavyclasiqueras) o de lo que, según este cronista, se asemejaría más a la Coca-Cola Zero (azúcar) Zero (cafeína): su último disco, Daimon, de 2022. Y digo que da igual con qué versión del mundialmente conocido refrigerio comparemos a la banda porque, incluso en el último caso citado, el que para mí es su larga duración menos inspirado, la fórmula sigue ahí: una vez superadas las odiosas e inevitables comparaciones que nuestro cerebro siembra cual trampas para nuestro deleite, hasta un disco a priori menor como Daimon acaba estando repleto de himnos disfrutables, pegadizos y coreables.

Pero, ¿qué hay de lo que nos atañe de cara a su inminente descarga en la ciudad condal en la que, además, van a ser respaldados por unos barceloneses de la calidad de Romanthica? He tenido la oportunidad de asistir a cinco shows del, ahora, quinteto ovetense, incluido uno de WarCry Symphonic (la versión con orquesta) en el Leyendas del Rock de 2016 y puedo aseguraros que ese atesoramiento de la fórmula del que hacen gala los de Víctor García se traduce SIEMPRE, en conciertos llenos de emotividad, garra y, por encima de todo, y esté en el estado de forma que esté la banda, una cohesión entre los seguidores, gracias a esa coreabilidad de sus muchos clásicos, que pocas veces se ven en los eventos metálicos en estos tiempos de vamosaecharnosunosselfiesyamovernosycantarmásbienpoquito que corren. Traducido, da igual si tú eres de la Coca-Cola / el power metal de toda la vida o si te atreves incluso con la Coca-Cola Zero cero / el heavy melódico más acorde a la edad que van (los músicos) y vamos (los seguidores) teniendo: acercarte a ver a uno de los combos abanderados del metal estatal te garantiza headbanging, cánticos en tropa, alguna lagrimilla y, si te dejas llevar, tal vez, encontrar la chispa de la vida. Aunque sea por un ratito.

Quim Heras

 Vivo en una cueva (no pienso deciros donde que me la okupais, so rojeras) de la que nunca salgo, con un lemur, al que llamo Simple, que se encarga de comprar (en el Bonpreu, of course, que soy asceta pero molt català) víveres para ambos y, de vez en cuando, chivarme kosikas sobre eso que los mortales llamais Jevi Metal o RokanRós para que yo, después, y sin ningún tipo de criterio ni el más mínimo sentido del gusto, dé mi opinión al respecto y algún medio de comunicassao, en este caso el de los científicos del ruido, se atreva a publicarlo. Jamás dejaré de perder. Si quereis, perderos conmigo…