Bueno, ya estoy por aquí de nuevo. He estado ausente de esta sección durante varios (muchos) meses, y no por gusto y/o placer, sino más bien porque l@s desgraciad@s de mis compañer@s no han tenido a bien nominarme de nuevo… hasta hoy. Gràcies, Irene!
Lo reconozco abiertamente: hacer una improbable es un 60% coñazo y un 40% apasionante. El coñazo viene dado por tener que escuchar hasta la saciedad mierdacas del tamaño de un crío de seis años de grande, y la parte positiva (si es que escuchar a Dragonforce en mode non-stop puede tener algo de bueno) se traduce en poder rajar a gusto, cosa que en otras secciones de este, vuestro magazine amigo, quizá no sea demasiado apropiado hacer, aunque yo lo haga igual.
Mis gustos musicales son bastante amplios y variados, por lo que es algo complicado encontrar algo que no me mole, pero si tiras de power metal, aciertas fijo. El power metal es un subgénero del speed metal conocido como trve metal por adolescentes nerds que solo escuchan eso e ignoran a la mayoría de las otras bandas de metal fuera del género. La ironía, por supuesto, es que se limitan a un subgénero del metal y que por lo tanto, se ganan poco o ningún respeto por parte de los otros metalheads, ya que la mayoría de los fans del metal adoran un amplio espectro de diferentes variantes y, de hecho, otros géneros musicales, como el blues o el jazz. También es vilipendiado por la mayoría de los metalheads que se decantan por el thrash, el death o el black por su falta de sustancia y la inserción desenfrenada -tanto en sus portadas como en sus letras- de elfos, dragones y otras tonterías fantásticas. Muchos fans del metal lo desprecian porque temen que la gente juzgue al metal por esas canciones tan cheesy que componen estas bandas. Pero ojo, que no hay que vilipendiar y colgar por la huevada a todos los power metaleros, ya que ahí dentro hay muchos músicos talentosos. Sin embargo, la banda más inmerecidamente popular del género, Dragonforce, le da al género una fama mucho peor de la que se merece, con esa legión de fanboys pre-adolescentes sacando espuma por la boca cuando alguien les insinúa que muchas de las canciones de power están artificialmente aceleradas, que existe poca variación entre canciones, que las voces son entre horribles y terribles o que el trabajo de guitarra está sobrevalorado. Las personas, sin embargo, se engañan a sí mismas al pensar que el género empieza y acaba en Dragonforce solo porque su célebre «Through the Fire and Flames» aparece en el Guitar Hero. Por mucho que no te guste el power metal, entre muchos metalheads -incluso entre los fans más amplios del metal cuyos gustos incluyen el power metal-, Dragonforce a menudo se citan como unos representantes erróneos del subgénero y son odiados de manera similar.
Si hay una cosa que he notado a lo largo de mis contadísimas excursiones a través de los parajes unicornianos del power metal, y Dragonforce no iban a a ser una excepción, es que no importa cuánto me impacte el álbum de turno, ya que nunca tendré la necesidad de volver a escuchar ninguna canción en particular, y mucho menos todo el álbum. Sin embargo, nunca entendí realmente de dónde provenían estos sentimientos, ya que siempre sentí que esa valiente explosión de melodías texturizadas que es el power metal me garantizaría toneladas de sesiones adicionales. Pero a inicios del año 2006, creo que finalmente pude descubrir que aquello no era para mí.
Tan pronto como la música comenzó a bombear en mis oídos, inmediatamente supe lo que le esperaba a mi «yo» futuro. Nunca me ha impresionado ningún álbum de Dragonforce, y con Inhuman Rampage no iba a ser diferente la cosa. Pero, para ser justos, hay que reconocer que este álbum es un poco mejor que su segundo trabajo, Sonic Firestorm (2004), al cual también le he pegado algunas escuchas furtivas. Lamentablemente, decir que este trabajo que voy a analizar es mejor que su predecesor, no significa nada, ya que las canciones son casi exactamente iguales en cuanto a estructura y entrega a las del lanzamiento antes mencionado. Eso sí, este álbum es un poco más pegadizo y no me irrita tanto como Sonic Firestorm. Realmente, esa es la única razón por la que creo que es mejor, de lo que se desprende que a ambos trabajos los detesto por igual.
No es realmente su falta de progresión lo que me molesta, porque si echas la vista atrás, encontrarás toneladas de bandas que conservaron sus estilos básicos a lo largo de los años y rara vez son criticados por ello. Motörhead es un claro ejemplo de esto que digo, por ejemplo. Lo único que me molesta (y hace que estos chicos se vuelvan poco escuchables a mis oídos) es el hecho de que cada pista es increíblemente similar a la anterior. Una canción típica de Dragonforce tiende a construirse de la siguiente manera:
- Introducción -totalmente prescindible- con teclado
- Riff explosivo
- Verso
- Puente
- Sub-coro
- Súper coros explosivamente estridentes
- Tomar los pasos 3 a 6 e ir alternándolos a lo loco
- Dos o tres minutos de solaco de guitarra interpretado por un señor chino que toca muy rápido
- Repetir el sub-coro
- Repetir el súper coro
Es muy raro que se alejen un solo milímetro de este patrón, y cuando lo hacen, generalmente te ríes por dentro como diciendo: «Qué tontos, se han equivocado». La canción de Dragonforce menos genérica suele ser gratificante tras ponértela seis veces del tirón, pero carece de carisma y tu eyaculación se queda a mitad de camino. Es triste cuando una canción, que se le antoja a uno como «más aventurera», termina por ser algo tan o más obvio que lo que has oído minutos antes.
Me confunde mucho escuchar a la gente llamar a estos tipos dioses del género, innovadores, y que han «arrojado el guante» a toda la comunidad de power para ver quien tiene los huevacos más gordos que ellos. En mi opinión, Dragonforce no está haciendo nada de todo eso. Están haciendo lo que los japoneses suelen hacen cuando algo estadounidense les cae en las manos: lo están haciendo más rápido, más eficiente y mucho más pulido. Estos tipos son unos músicos que te cagas, algunos de los más talentosos con los que me he encontrado en términos de técnica y poderío instrumental, y la verdad es que no se cortan un pelo, tal y como lo demuestran entre tantísimas explosiones de velocidad ridículamente absurda y los ya mencionados bloques de dos a tres minutos de pura masturbación instrumental.
Dicho esto, vuelvo al tema. Pueden ser increíbles en lo que hacen, pero su música termina siendo algo así como uno de aquellos primeros globos aerostáticos de los hermanos Montgolfier. La superficie hermosa y artesanal representa los aspectos técnicos (es decir, el talento), pero el interior está casi completamente hueco y no sería nada sin la ayuda visual de fuera. No estoy diciendo que Dragonforce escriban música totalmente sin contenido, ya que sus inicios fueron realmente muy buenos, pero en realidad, por el simple hecho de que esta es solo su tercera entrega discografía, y ya no tienen ideas nuevas, creo que es seguro decir que el término «innovadores» les queda demasiado grande.
Si has escuchado sus dos primeras obras y te encantan, este álbum no te hará cambiar de opinión lo más mínimo. La cosa podría definirse como «decente», pero me aburro muy fácilmente cuando veo repeticiones. Esto está lleno de ideas falsas, y la más destacada es la de tratar de convencer al mundo que el punto del power metal es tratar de tocar lo más rápido posible. A ver, si ni tan siquiera el speed metal va de eso, y eso que lleva la palabra «velocidad» en el nombre. La segunda idea errónea es que la velocidad es el fin, no el medio, y que la velocidad debe lograrse peti qui peti. ¿Significa eso que aceleran las guitarras artificialmente y sacrifican cualquier cosa menos la melodía más simple y neanderthal? Pues quizá sí, lo que se traduce en una pérdida de coherencia para enterrarla bajo el lodo de los sonidos rápidos.
Joder, si ni tan siquiera he hablado ni mencionado ninguno de los títulos de las canciones… pero lo haré ahora: Dragonforce, por fuerza, han de tener los títulos y las letras más estúpidas del Universo del Metal. Cuando escuchas/lees la letra, y lo mismo sucede con la música, a los segundos no recordarás nada, excepto las primeras dos líneas. Y eso es porque no tienen ningún puto sentido. Eso y que al parecer, con cada nuevo álbum, el sonido está más comprimido, alterado digitalmente y sin alma que antes. Se supone que el metal tiene que ver con la pasión, no solo con los extremos, y Dragonforce suspenden severamente en el apartado de la pasión.
Ya para terminar, os haré una confesión. Pensé que, aunque ya sabía que me iba a parecer una caca desde el minuto uno, me gustaría lo suficiente aunque solo fuera para ponérmelo en el coche a todo trapo mientras trataba de romper los límites de la velocidad mientras conducía, pero lamentablemente no ha sido así. Inhuman Rampage es rápido, sin duda, pero artificialmente rápido. Aquí no hay ni pasión ni furia, solo un flujo aleatorio de notas muy similares entre sí que se repiten hasta la saciedad, y la única forma de poner remedio a dicho tormento es darle al fast forward a mitad del tema o, simple y llanamente, saltándose la tapa de los sesos. Yo ya lo he hecho. You’re next.
Hasta aquí mi análisis. Joder, qué a gusto se queda uno cuando lo saca todo. Pues bien, ya con el papo vacío, llega el momento de la nominación. Much@s quizá conoceréis (y si no es así, tampoco pasa nada) mi devoción por todo lo que toca Mike Patton. El mejor vocalista de la historia del rock ha estado (y está) enfrascado en centenares de proyectos, pero uno de mis preferidos es, sin duda, Mr. Bungle, que ahora vuelven a estar en boca de tod@s por culpa de/gracias a esa reunión y ese nuevo trabajo que están grabando en estos momentos con la inestimable ayuda de Dave Lombardo (Slayer) y Scott Ian (Anthrax). Pues bien, mientras esperamos para ver qué tal suenan sus nuevos temas, nomino a Abel Marín a que le pegue un repaso al que, sin duda, es su trabajo más experimental, Disco Volante, segunda obra de la banda que este año cumple un cuarto de siglo. ¡Tu turno, muchacho! Quédate a gusto que la reseña de verdad ya la haré yo para el 10 de octubre.
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.