Vaya por Dios, me volvió a tocar el Gordo de Navidad. ¡Y ya va mi segunda de Manowar! Como dicen por aquí, “¿No quieres caldo? ¡Pues toma dos tazas!”. En mi primera vez me tocó Battle Hymns (1982), su debut. Siempre es “especial” hacer estos artículos cuando es un disco importante por H o por B. En este caso, me toca lanzarme a The Triumph of Steel (1992), un disco poco importante. Éste llegaba una década más tarde que su debut, con una banda ya consagrada como el máximo exponente del trve heavy metal.
Los taparrabos esta vez no eran del Basar Oriental, eran taparrabos Dior y Chanel hechos con piel de tigre de Bengala. Las espadas ya no eran de chatarra barata, eran de acero valyrio. Y los caballos que montaban estos gloriosos caballeros del metal no eran menos que Ferraris de cuatro patas. ¡Qué bello corcel!
Pero toda esta maestría e imagen auto impuesta que envolvía a unos Manowar venidos a la Tierra para salvar a la humanidad, parecía que no se traducía en una buena propuesta musical. Pero, seamos sinceros, ¿acaso han lanzado alguna vez algo que se pueda considerar realmente bueno? Como que estos guerreros del metal, que por cierto no tenían abuelas, bajaron a la Tierra seguramente para ser la personificación de un Dios, la primera de sus decisiones era matar de aburrimiento a los oyentes con una canción inicial de… ¡28:37 minutos de duración! “Achilles, Agony and Ecstasy in Eight Parts” tiene la friolera cifra de 1.833.048 oyentes que se durmieron escuchándola, y por eso en Spotify se contabilizó como una reproducción completa. Si no es el caso, no logro explicar como alguien ha perdido casi media hora de su vida escuchando tal “canción”.
“Metal Warriors” sí tiene algo bueno: ¡que es corta! Nah, es broma, no es una mala canción, pero no llega a su máxima nunca. Lejos, muy lejos está, de las mejores canciones de Manowar. Y teniendo en cuenta que es la canción más popular del disco… casi que me retiro de escuchar el resto. Pero yo sí que soy un trve, en este caso un trve Science of Noise, y si me toca escuchar el disco entero, lo hago con todo mi orgullo (aunque tengo que admitir que no pasé de los ocho minutos de “Achilles, Agony and Ecstasy in Eight Parts”, ¡me cachis!).
Seguimos con “Ride the Dragon”. Perdón, antes me confundí con lo de montar a caballo, válgame Dios, a lo Targaryen. Estos gloriosos artistas bajaron del cielo a lomos de monstruosos dragones escupe fuegos. Me hubiera gustado verles más que escuchar la canción, que es bastante floja. Pero anda, ¡ahora sí hablan de caballos! Qué casualidad encontrar una canción titulada “Spirit Horse of the Cherokee”. Me encantan los berridos de Eric Adams en ese intento de ser el jefe de la tribu Cherokee (si es que lo estaba intentando).
“Venga, ¡que hemos superado medio disco!” (Es mi yo interior hablando con mi yo de mucho más en el interior, perdonad).
“Burning”, ejem. Paso palabra. Ellos tampoco tenían mucha palabrería para aportar ahora que lo pienso. De hecho, Eric no canta en ningún momento, solo recita cosas, chilla y ríe. ¡Ala! ¡Si ahora toca el turno de las espadas! ¡Como las echaba de menos! “The Power of Thy Sword” se inicia con un buen riff, buena batería galopante, Eric bastante más acertado que en el resto de canciones. ¡Vaya, esta suena bien! Hasta que entra el estribillo, ¡por Dios!, como se ha cargado la canción con esos agudos. Prometía… pero murió en el intento. Además, otra vez pecan de longitud, casi ocho minutos y con un pasaje intermedio medio acústico que baja todas las revoluciones inducidas previamente… aarggh, me da rabia, pues en lineas generales la canción prometía ser buena. Y es que en el fondo mi yo más batallero está deseando encontrar una canción que me transmita algo nuevo.
Llegamos a la penúltima con la esperanza que aún queda algo potable y digno de los más grandes, por aquí escondido. Llevo casi una hora escuchando el disco y, si bien los oídos aún no me han sangrado (están ya a prueba de bombas), aún deseo encontrar aquéllo utópico por lo que seguir viviendo. “The Demon’s Whip” arranca de forma tranquila para regalarnos más de dos minutos insustanciales y omitibles. Luego entra la banda con un Eric con un eco desagradable y un riff monótono como una canción de J Balvin. Nada, otra oportunidad perdida.
Me da pena llegar al cierre sin pasar por la etapa del disfrute. Si el arte, y la música por esa misma regla de tres, es para agudizar tus sentidos y sentir sentimientos placenteros, en este caso Manowar vuelve a decepcionarme. Pero ojo, aún queda “Master of the Wind”. Vamos a ver qué nos ofrece…
Vale, con esta me callo. Me ha gustado mucho, simplemente porque Manowar no desean comerse el mundo, vencer en todas las guerras, mostrar algo que no pueden ser. Se les nota cercanos, agradables y sinceros. De hecho, le he dado a “añadir a favoritas” en mi Spotify y la he escuchado dos veces seguidas. Ya tengo tres canciones como favoritas de Manowar: “Warriors of the World United”, “Wheels of Fire” y, desde hoy, “Master of the Wind”. De algo sí sirvió esta Improbable.
Y con esto doy por cerrada mi segunda redención personal. Espero que nadie se haya sentido ofendido con la reseña. Siempre tomada desde el punto de vista de la más sincera diversión, abrazar discos de bandas que no escuchamos habitualmente o incluso que llegamos a odiar por algún que otro motivo nos da la posibilidad de salir de nuestra zona de confort. También tengo que admitir que una vez fui a ver Manowar en directo, fue en la primera edición del RockFest de Barcelona. También tengo que admitir que me sentí totalmente estafado, el concierto me pareció horrible y con unos artistas demasiado altivos.
Y ya cierro, nominando a mi próxima víctima. Con todo mi cariño, le paso el testigo a Rubén de Haro. Bien conocedor de sus gustos y sus disgustos, mi buen amigo agradecerá que le entregue esta joya titulada AM (2013) de los Arctic Monkeys. Ya hace un tiempo nominé a Aleix para otro de Arctic Monkeys que le llevó casi a verles en directo; hice un buen trabajo de adoctrinamiento con el más joven del plantel. Soy un pesado, lo admito. Pero estaba entre Arctic y Rosalía, supongo que para nuestro público es más atractivo leer sobre una de las bandas más aclamadas del rock actual que sobre la diva de Sant Esteve Sesrovires. Ahora, Rubén se enfrentará a la que posiblemente es la obra más trascendental de la banda de Alex Turner. Os digo yo que varias de las piezas acabarán con un click en “añadir a favoritos” de Spotify.
Si es valiente como yo, lo admitirá.