El disparo del compañero Franz S. Heiligen al asignarme la Reseña improbable del Altars of Madness (1989) de Morbid Angel, ha resultado certero y perverso. Tal como bien dicen los sabios del lugar, me enfrento a un pilar del género. Partiendo de que el death metal no forma parte (ni en presente, ni en pasado), de mi dieta musical, la audición ha sido sorprendente, y la digestión confusa, con ciertos ingredientes que se me repiten. Pues cojo carrerilla, me impulso, y me lanzo a estas aguas oscuras.
Está claro que en su momento, el heavy metal y el thrash metal estaban expuestos a una continua mutación hacia sonidos más agresivos y rápidos. Los riffs cortantes eran los reyes del cotarro, y se empezaba a vislumbrar la posibilidad de dejar de lado los clásicos patrones y compases musicales (lo cual es realmente complicado, porque en esto del rock ‘n’ roll, parecía ya todo inventado en cuanto a estructuras compositivas y métricas). Pues bien, si establecemos una analogía entre el género literario de terror, resaltando a gigantes como H.P. Lovecraft, Edgar Allan Poe, Algernon Blackwood, Bram Stoker, Richard Matheson, Robert Louis Stevenson o Guy de Maupassant, por citar a unos pocos; en referencia al death metal musical, resaltaríamos los grupos de la edad dorada del género de la zona de Florida, y en especial de la ciudad de Tampa: Morbid Angel, Death, Obituary o Deicide entre otros.
Altars of Madness, debut de Morbid Angel, está dentro de esta edad dorada del death metal. El álbum contiene nueve trallazos. Los tempos del disco, en general, son muy elevados y rápidos. Las guitarras, cargadas de distorsión y mala baba, con una afinación más grave y baja de lo habitual, y los solos, se desplazan a la velocidad de la luz cual relámpagos. En algunos pasajes, establecen originales cambios de tempo, pasando a algún medio tiempo, proporcionando cierta pesadez y solemnidad, eso sí, en breve vuelven a pisar el acelerador, continuando con la agresión sónica: “vaya festín”. En cuanto a la batería es sorprendente y digna de halago en todo Altars of Madness. La aceleración del ritmo en gran medida, lo proporciona la alternancia a tope de bombo y caja, y buen savoir faire, del doble bombo. La resistencia física es digna de admiración, así como la precisión que mantiene en la ejecución. Está claro que la compenetración y sincronización de estos músicos, para tocar a estos tempos tan elevados, requiere largas sesiones de ensayos y mucho trabajo. Me gustaría poder mencionar algo del bajo y de sus líneas, pero no soy capaz, no lo percibo casi. Parece ser que se lo “come” el Wall of Sound, y no precisamente el de Phil Spector. Supongo que algún erudito del género sabrá resaltar algún aspecto al respecto, yo, tal como mencionaba, soy incapaz. Y continuamos con la voz. Al ignorante presente, que escribe con respeto y pasión estas líneas, la voz le suena muy grave, cavernosa, de ultra tumba (estoy soltando unos cuantos tópicos, soy consciente); y creo haber oído, que a esto se llama “voz gutural”. Entiendo que no se esperan armonías vocales a lo The Beatles o The Beach Boys.
En cuanto a la temática de esta joya del death metal, reina la oscuridad, el diablo y una ración de blasfemia. La ausencia de estribillos pegadizos y de melodías, es de una descomunal obviedad, así como la variedad estilística en los nueve temas, lo cual puede tener cierto sentido, y devota devoción.
El artwork es muy descriptivo, todo un altar de locura y de caretos desencajados e histéricos; muy bueno, totalmente sincronizado con el contenido musical: violento, disonante y de difícil escucha.
Con este trabajo, Morbid Angel, sentaría en parte, las bases de lo que vendría después, con la evolución del death metal hacia otras derivadas y nuevos géneros. Altars of Madness, desprende pasión a raudales, es influyente, rabioso, oscuro y rápido, desarrollado con técnicas específicas del death metal. Puede que el planteamiento sea, que cuanto más cañero, mejor. El sonido es brutal. Morbid Angel es una banda fundamental del death metal. La verdad es que poco sé yo del género mencionado. Supongo que en el momento de su creación, Altars of Madness se posicionaría como un trabajo original e innovador, en referencia a varios factores, resaltando el desarrollo de unos riffs y solos muy creativos y feroces. Vamos, un clásico del género como decía el bueno de Franz S. Heiligen. Agradecido le estoy.
Y sin más, finalizo la Reseña improbable, no sin antes nominar al compañero Manel Artigues para que nos ilustre con unas líneas, desgranando el Two Steps From the Move (1984), del grupo de culto finlandés Hanoi Rocks.